Ahora, ¿tengo poder?
—¡Más respeto a su majestad, sucia concubina! —reclamó Annie, indignada.

Esto no intimidó a Geraldine, que chasqueó la lengua con ironía y señaló desdeñosa.

—¡Bah! El título de emperatriz es nada. Si no puede complacer a Ashal, dudo mucho que Adeline pueda mantener su atención. ¿No creen?

Este comentario causó gracia a sus acompañantes y algunos guardias, quienes rieron disimuladamente.

«Parece que ella sigue a su personaje, aunque la escena es completamente distinta», rememoró Adeline, que prefirió mantenerse callada y esperar el momento indicado para atacar.

En tanto, Annie volvió a interceder por su señora.

—¡Deja de decir tonterías! El emperador no es esa clase de hombres que despreciaría a una joya valiosa para perder el tiempo con cristalería barata —señaló esto último con desdén.

Adeline estaba sorprendida por la lengua tan filosa de su asistente, que sonrió orgullosa por contar con el respaldo de alguien así. En tanto, Geraldine apretó los dientes de rabia y volvió a atacar si
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