Cuando la aeronave despegó del andén, Ashal y Adeline se quedaron observando el cielo hasta que el aparato desapareció. Como estaban absortos en sus pensamientos, no notaron la presencia de Marion, hasta que este los llamó con voz fuerte. —Majestades, es hora de marcharnos. Ambos volvieron en sí y Ashal dijo seriamente. —Bien, no tenemos tiempo que perder. Tras decir esto, se encaminó para hablar con el comandante Mori. Al ver que su esposo se alejaba, Adeline lo siguió apurada. Cuando llegaron ante el líder militar, el emperador dijo seriamente. —Agradezco su cooperación para que mi familia consiguiera el asilo político. —Al contrario, majestad, es un honor para nosotros haber sido de ayuda. —De todas formas, reitero mi enorme agradecimiento, estoy seguro de que su labor será recompensada. —Luego de decir esto, miró a su esposa y añadió con seriedad—. Nos marchamos, tenemos que volver a Mont Risto cuanto antes, mi gente me necesita. En ese momento el comandante recordó algo y
Tras regresar de su visita a Damien, Adolf Dunesque se refugió en su campamento para afinar detalles del próximo ataque al palacio de Mont Risto. Ya había pasado casi una semana desde que comenzó la invasión al territorio, sin embargo, le irritaba el hecho de que sus avances aún no mermaban el ejército de su sobrino. «¡Maldita sea! Esas ratas no se rinden, ya he conseguido que más de 30 lores se hayan rendido y aun así la capital sigue sin caer. Tengo que hacer algo más contundente para aplastarlos», pensó mientras analizaba detenidamente un mapa de los territorios conseguidos. Como estaba concentrado en ellos, no prestó atención cuando su asistente entró a su carpa. Este se acercó rápidamente al escritorio y dijo con una expresión preocupada: —Señor, le traigo noticias, pero tal vez no son las que espera. —Habla —respondió Adolf sin mucho interés. A pesar de la indiferencia de su jefe, Thomas dijo sin anestesia: —La heredera de los nómadas escapó. El duque alzó la mirada y cues
En la noche, Gérard sostenía una reunión virtual con el capitán Pliniel, quien se encontraba en el frente donde se llevaba la batalla contra las fuerzas invasoras. —¿Cómo está la situación allá? —preguntó con voz ronca. —Mis hombres descubrieron donde estaban ocultas las armas del enemigo y las destruimos. En el ataque, varios soldados del duque resultaron heridos, si no es que algunos murieron —reportó el líder militar con frialdad. Conforme con este informe, Gérard volvió a preguntar. —Bien, ¿averiguaron algo sobre la supuesta arma que el duque Dunesque planeaba usar contra nosotros? A lo cual, el capitán Pliniel respondió. —Sobre eso, al parecer fue destruida en el ataque de hoy. —¿En serio? —preguntó Gérard asombrado. —Sí —afirmó el frío hombre—. Interceptamos una conversación de radio, donde el líder de ese escuadrón informaba a su superior del ataque. En el mensaje mencionaron algo llamado ensordecedor y la cantidad de armamento que les quedaba disponible. —¿Ensordecedor
Ante la urgencia de regresar a la capital, Ashal ordenó realizar una parada en lo que quedaba de la base aérea de Flines, para buscar un vehículo veloz que los trasladara lo más rápido posible. Cuando se encontraron ahí, Marion se marchó con los otros dos soldados para revisar si había una aeronave con las características que requerían, así como armas. En tanto, el emperador y Adeline se quedaron en el camión esperándolos. —¿Existen templos en el imperio? ¿Profesan alguna religión en particular? —preguntó ella repentinamente. Tales cuestionamientos aturdieron un poco a Ashal, que luego de pensar por un instante, respondió vagamente: —¿Eh? Me parece que antes la gente rezaba a la Deidad Suprema, pero tras la desaparición de los sacerdotes, la gente dejó de asistir a los templos, así que dudo mucho actualmente haya alguno funcional. ¿Por qué lo preguntas? Adeline sintió curiosidad por saber qué había pasado para que los sacerdotes hubieran desaparecido, pero como tenía algo en par
Marion frunció el ceño de extrañeza al escuchar que la emperatriz planeaba invocar a una deidad, que se quedó sin palabras. Adeline notó su contrariedad y respondió con sinceridad. —Sé que jamás habías escuchado sobre eso, pero… —Majestad —la interrumpió—, espero que no lo tome a mal, pero dudo mucho que podamos conseguir algo de un templo en ruinas. Esta observación sacudió un poco a Adeline, que luego de voltear hacia el edificio que tenía detrás, pudo notar a qué se refería su escolta. —¡Vaya! ¿Cuántos años lleva abandonado este lugar? Parece que pasó más de un siglo —señaló bastante impresionada. El comandante Solep meditó un poco y luego comenzó a relatar. —Según recuerdo, hace unos cinco años, cuando los sacerdotes desaparecieron, la gente comenzó a volverse atea, así que dejaron de frecuentar los templos y ofrecer ofrendas a las diversas deidades. —¿Eso fue lo que sucedió? —exclamó Adeline consternada. —Sí, incluso cuando comenzó la Guerra de los Mil Días —continuó expli
—¿Un demonio? —preguntó Adeline consternada. La Deidad Suprema se acercó y, pulsando el pecho de la Adeline, sacó de ella una especie de hilo brillante. —Mmm… Parece que no pudo robarte el alma completamente, pero tu tiempo de vida fue acortado gracias al pacto que hiciste con él. Adeline apenas podía creer lo que sus ojos veían, pero al escuchar que el pacto con Demon había acortado su vida, inmediatamente exclamó. —¿Cómo? ¿Es mi culpa que me quede poco tiempo? La entidad divina devolvió el hilo dorado al pecho de Adeline y respondió con dulzura. —Tranquila, no te quitó mucho tiempo de tu existencia gracias que tu esposo mencionó la oración de invocación. Esto debilitó a Demon y sus contratos con él se rompieron, por lo que ya no podrá meterse más con ustedes. Adeline dudó por un momento a qué se refería el Ente Divino, a lo que preguntó para confirmar si había escuchado bien. —Eso significa… ¿que no moriremos pronto? —Así es —respondió con una expresión cálida. Tras escuc
Había pasado casi tres horas desde que la emperatriz había desaparecido, que Marion estaba a punto de perder la cordura al no poder encontrarla. En su desesperación, comenzó a sacar con sus manos el agua estancada de la fuente, con tal de buscar alguna grieta por donde ella hubiera sido succionada. —¡Maldita sea! ¡Necesito encontrar a la emperatriz! ¡No puede haber desaparecido así como así! —gritaba angustiado mientras raspaba el piso de la pila con un artilugio que había encontrado por los alrededores. De pronto, un temblor sacudió violentamente el lugar y la fuente volvió a llenarse de agua. Esto último no llamó la atención de Marion, que estaba más preocupado por sostenerse de algún lado, sin embargo, al ver que el techo se movía peligrosamente, decidió escapar de ahí cuanto antes. En el proceso, cayó al piso y, antes de poder incorporarse, se congeló al ver que la emperatriz aparecía en medio de un intenso resplandor y su cuerpo caía lentamente sobre la orilla de la pileta. —M
Mientras observaba las enormes columnas de humo originadas por los ataques del enemigo, Gérard notó que una aeronave se acercaba por el horizonte. De inmediato se puso en guardia y se dirigió a sus subalternos. —Hay una aeronave sospechosa viniendo del Sur, confirmen si es enemiga o no. —Sí, señor —dijo el militar, al tiempo que se acercaba a la radio para establecer contacto—. Aeronave sin identificar, habla Palacio, ¡respondan! Tras decir esto, el sonido distorsionado de la radio fue lo único que se escuchó, a lo que el soldado volvió a solicitar. —Aeronave desconocida, habla Palacio, ¡identifíquense o procederemos a derribarlo! De nuevo, solo el ruido se escuchó y esto causó tensión entre los presentes. Entonces el otro soldado, que estaba monitoreando el cielo a través del radar, dijo a Gérard con preocupación. —Sir Bunger, la aeronave se está acercando peligrosamente, ¿cómo procedemos? Al escuchar esto, Gérard suspiró de frustración y pensó: «¡Carajo! ¿Acaso Adolf está tan