Señal, ¿divina?
Había pasado casi tres horas desde que la emperatriz había desaparecido, que Marion estaba a punto de perder la cordura al no poder encontrarla. En su desesperación, comenzó a sacar con sus manos el agua estancada de la fuente, con tal de buscar alguna grieta por donde ella hubiera sido succionada.

—¡Maldita sea! ¡Necesito encontrar a la emperatriz! ¡No puede haber desaparecido así como así! —gritaba angustiado mientras raspaba el piso de la pila con un artilugio que había encontrado por los alrededores.

De pronto, un temblor sacudió violentamente el lugar y la fuente volvió a llenarse de agua. Esto último no llamó la atención de Marion, que estaba más preocupado por sostenerse de algún lado, sin embargo, al ver que el techo se movía peligrosamente, decidió escapar de ahí cuanto antes. En el proceso, cayó al piso y, antes de poder incorporarse, se congeló al ver que la emperatriz aparecía en medio de un intenso resplandor y su cuerpo caía lentamente sobre la orilla de la pileta.

—M
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