Planes, ¿frustrados?
Tras regresar de su visita a Damien, Adolf Dunesque se refugió en su campamento para afinar detalles del próximo ataque al palacio de Mont Risto. Ya había pasado casi una semana desde que comenzó la invasión al territorio, sin embargo, le irritaba el hecho de que sus avances aún no mermaban el ejército de su sobrino.

«¡Maldita sea! Esas ratas no se rinden, ya he conseguido que más de 30 lores se hayan rendido y aun así la capital sigue sin caer. Tengo que hacer algo más contundente para aplastarlos», pensó mientras analizaba detenidamente un mapa de los territorios conseguidos.

Como estaba concentrado en ellos, no prestó atención cuando su asistente entró a su carpa. Este se acercó rápidamente al escritorio y dijo con una expresión preocupada:

—Señor, le traigo noticias, pero tal vez no son las que espera.

—Habla —respondió Adolf sin mucho interés.

A pesar de la indiferencia de su jefe, Thomas dijo sin anestesia:

—La heredera de los nómadas escapó.

El duque alzó la mirada y cues
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