Una suave brisa se filtraba por las por las cortinas entreabiertas mientras la luz del día empezaba a iluminar la habitación. Leo se despertó lentamente, recordando los sucesos de la noche anterior y una leve sonrisa adornó su rostro. La sensación de lo vivido aún vibraba en su piel y el deseó no tardó en consumirlo.
Se dio la vuelta y la sonrisa abandonó su rostro, su emoción remplazada por la decepción. El lado junto al suyo estaba vacío y el único recuerdo que quedaba de Antonella era las sábanas arrugadas. Estiró la mano y tocó la superficie. Estaba fría, así que ella debía de haberse marchado hace un buen rato.
No podía creer que no se hubiera dado cuenta cuando Antonella se marchó considerando que siempre se despertaba al mínimo ruido. Sus años de experiencia lo habían vuelto cauteloso y estaba acostumbrado a estar listo para cualquier eventualidad. Un vistazo al reloj sobre el velador le reveló que no solo se había quedado completamente dormido, sino que también había dormido hasta tarde.
Se incorporó y las sábanas dejaron al descubierto una leve mancha de sangre.
—Nunca he hecho esto. —La voz de Antonella resonó en su cabeza y fue transportado a la noche anterior.
—Tampoco acostumbro irme a la cama con mujeres al azar. —Leo se inclinó y cubrió los labios de Antonella con los suyos. Eran suaves y fácilmente podrían volverse adicto a ellos.
—No me refiero a eso —dijo ella, con la respiración entrecortada—. Yo… yo nunca he estado con ningún hombre.
Leo se detuvo y la miró directo a los ojos. Había notado su inocencia en cuanto la conoció, pero escucharlo de sus labios activó un sentido primitivo en él.
—¿Estás segura de que quieres continuar? —se obligó a preguntar, deteniendo su exploración.
Antonella tardó unos segundos antes de asentir.
Leo tenía grabado a fuego en su memoria lo que había sucedido después. La imagen de Antonella tendida debajo de él, los gemidos de placer y la arrolladora explosión que sintió cuando llegó a la cima del éxtasis.
La noche anterior había sido increíble, más de lo que había esperado. Una parte de él le insistió que saliera a buscarla, pero la más racional le recordó que no tenía nada más que ofrecer. Una noche, eso era lo único que se había prometido cuando se acercó a ella. Su trabajo, no le permitiría más. Para comenzar, ya había roto una de sus propias reglas al acercarse a Antonella cuando estaba allí por una misión. Continuar rompiendo las reglas solo podía ocasionar problemas.
Su celular comenzó a sonar desde algún lugar de la habitación, sacándolo de sus pensamientos. Buscó el origen con la mirada y encontró el aparato encima de su ropa, que ahora yacía doblada sobre el sillón. Antonella debía de haberla recogido antes de irse. De nuevo se preguntó cómo es que no la había escuchado moverse.
—¿Qué sucede?
—Se reunirán al medio día. Te enviaré las coordenadas.
—Está bien —dijo y dio por terminada la llamada.
Con un suspiro resignado, se pasó una mano por su cabello desordenado y se dirigió al baño. Relegó los pensamientos sobre Antonella a un rincón de su mente, guardándolos para cuando estuviera solo, y se concentró en la misión que lo había llevado hasta allí.
Se dio una ducha y se vistió con prisa. Sus pensamientos ya centrados en su próximo objetivo. De pie en la puerta, miró la habitación una última vez y una sensación de vacío lo invadió. No era solo la ausencia física de Antonella, era algo más profundo, más íntimo. Había sentido una conexión entre ellos, algo más complejo que el simple deseo físico.
Sacudió la cabeza y se forzó a alejarse de aquel lugar.
Cinco años despuésLeo bajó de su coche y miró alrededor mientras se abrochaba el único botón de su saco. Con un gesto de agradecimiento hacia su conductor, se abrió paso entre la multitud en dirección a la galería de arte. Dentro, el ambiente era bastante animado; risas y conversaciones llenaban el aire.Leo dio rápido vistazo al lugar, asegurándose de que la distribución correspondía a los planos que había estudiado. No sucedía a menudo, pero en una o dos misiones se había encontrado con modificaciones que no estaba retratadas en los planos. Esta vez, sin embargo, todo parecía estar en orden. Levantó una copa de champán de la bandeja de uno de los camareros y se fue a mezclar con el resto de asistentes.Se llevó la copa a los labios y fingió beber mientras se detenía frente a uno de los cuadros.—Bishop, el objetivo acaba de llegar —informó Fi en su oído, a través del audífono—. Trajo compañía. Un par de hombres.Pasó al siguiente cuadro, pero su atención ya no estaba en la pintura.
La misma idea había estado rondando la cabeza de Antonella desde hace unos días, preguntándose cuan probable era que el hombre al que había visto en la exposición de arte fuera Leo. Era difícil estar completamente segura cuando apenas lo había visto por una fracción de segundo antes de que desapareciera como si se hubiera tratado un fantasma.Cada vez estaba más segura de que había sido producto de su imaginación. Aunque no entendía que la había llevado a pensar en él. Hacía tiempo que había decidido dejarlo en el pasado. Para ser más precisa, cuando aceptó que él nunca la contactaría.—Antonella, ¿me estás escuchado?Levantó la mirada del ramo de flores que estaba preparando y miró a su gemela. A veces era casi como verse al espejo. Compartían el mismo cabello color castaño, aunque Antonella se había cortado el suyo y el de Sienna caía largo hasta la mitad de la espalda. Ambas tenían los ojos verdes, pero los de su hermana brillaban con picardía probablemente planeando el próximo lio
Leo se inclinó para darle un beso a su madre en la mejilla.—Mamá —saludó. —Hola, cariño. ¿Cómo estás?—Bien.Su madre soltó un suspiro y lo miró con la diversión en los ojos.—Eres igual de comunicativo que tu padre. ¿Hay algo interesante que quieras contarme? ¿Conociste a alguien? Sabes que no me estoy haciendo más joven y me gustaría tener nietos antes de morir.Leo se conocía el sermón de memoria, pero no se le ocurrió interrumpir a su madre.—Deberías encontrar una buena mujer y casarte con ella —continuó su madre—. Es hora de que pienses en algo más que en el trabajo. Podría presentarte a las hijas de algunas de mis amigas.Nunca le había dicho la verdad a su madre respecto a su trabajo, aunque él no era tan ingenuo como para no darse cuenta de que la mujer que le había dado la vida lo conocía bastante bien y tenía sus sospechas.—No estoy interesado. —La única mujer que le interesaba era Antonella, pero no pensaba hablarle a su madre de ella… al menos no todavía. En cuanto lo
—¿Lista para irnos? —preguntó Antonella.—No. ¿Cómo dejé que me convencieras de hacer esto?—La verdad no fue nada difícil, te quebraste cuando apenas comenzaba con el largo discurso que tenía preparado.—Ja, ja. Muy graciosa.—Estás hermosa y está noche será un éxito. No lo pienses demasiado.—Espero estés en lo cierto. No me gustaría subir al escenario y quedar en ridículo.—No deberías preocuparte por eso.Sienna la tomó del brazo y la llevó fuera del departamento. En la puerta principal del edificio en el que vivían, ya las estaba esperando el auto que las llevaría hasta la fiesta y luego las llevaría de regreso.Durante el viaje, su hermana habló sin parar mientras ella se limitaba a escucharla, asintiendo cada vez que creía que era necesario.El lugar en el que se iba a llevar a cabo el evento ya estaba lleno cuando las dos entraron. Debía haber al menos un par de cientos de personas, cada una más elegante que la otra. Pese a haber crecido en un ambiente rodeado de lujos, no est
Antonella apenas recordaba haber regresado a su lugar junto a los demás. El resto de la subasta se la pasó sumida en sus pensamientos, evitando a cualquier costa mirar en dirección al hombre que acababa de ofertar una buena suma de dinero tan solo para llevarla a cenar… y no era cualquier hombre.Tenía muchas preguntas y su mente era un completo lío. Los minutos se volvieron eternos mientras esperaba que la subasta llegara a su final. Cuando escuchó el agradecimiento del presentador y los aplausos del público, Antonella reaccionó. Con cuidado de no llamar la atención, se escabulló entre los miembros de su familia y bajó del escenario.Se detuvo un instante y miró el lugar en busca de la salida más cercana. Un corredor llamó su atención y se dirigió hacia allí. No le importaba hacia donde la llevara, solo quería poner distancia entre ella y Leo. Se acercó a la primera puerta que vio y probó suerte, pero no tuvo éxito. Continuó avanzando por el corredor, probando cada manija hasta que u
Antonella se alejó de Leo tan rápido como sus piernas se lo permitieron y se mezcló con el resto de los invitados. Estaba tan absorta en sus pensamientos que no se dio cuenta de que su hermana venía directamente hacia ella, hasta que estuvieron a punto de chocar. Se detuvo abruptamente y dio un paso hacia atrás.—¿Dónde estabas? —le preguntó Sienna, mirando detrás de ella.—En el baño —mintió.Su hermana la miró con sospecha, pero no insistió. Ella se colocó a su lado y pasó su brazo por el de ella, luego la arrastró por todo el salón deteniéndose de vez en cuando para hablar con los invitados. O al menos Sienna lo hizo, Antonella estaba demasiado distraída recordando los sucesos recientes como para prestar atención a algo más.En algún momento se vieron abordados por un par de tipos y uno de ellos invitó a su hermana a invitar. Sienna le dio una mirada y solo se alejó cuando ella le dio una sonrisa para tranquilizarla.Antonella asintió automáticamente cuando el tipo con el que se qu
Antonella no pudo alejar la mirada de Leo mientras recorría la distancia que los separaba. A su lado, su hermana le estaba diciendo algo, pero por mucho que lo intentaba, le era difícil concentrarse.Leo no había dado un solo paso en su dirección; simplemente permanecía allí, como una imagen sacada de la portada de una revista. Tenía que admitir que su hermana tenía razón: él era realmente atractivo. Sus rasgos, ya de por sí definidos y fuertes, se destacaban aún más gracias al contraste con su piel cálida y profunda.Su mirada continuó bajando por su cuerpo, absorbiendo cada detalle. El traje que llevaba, claramente hecho a medida, se ajustaba perfectamente a su torso musculoso, delineando sus anchos hombros. Cada detalle, desde los puños impecablemente ajustados hasta los zapatos de cuero brillante, contribuía a resaltar su aura imponente.Sus mejillas comenzaron a calentarse cuando sus ojos se quedaron fijos a la altura de la entrepierna de Leo, recordando muy bien lo dotado que él
El día que Antonella conoció a Leo, se sintió tan cómoda con él que no tuvo reparos en hablarle sobre su vida. Habló hasta el cansancio, tanto que creyó que lo estaba aburriendo, pero Leo nunca dejó de mirarla con atención y hacía las preguntas correctas en los momentos oportunos, así que ella continuó. Antonella le contó sobre su familia, sus gustos, sus sueños. Sin embargo, esa noche, las cosas iban muy diferentes.En los últimos veinte minutos en el restaurante, Antonella se había dedicado a observar el lugar, refugiarse en el menú y concentrar toda su atención en el plato que había pedido, cualquier cosa para evitar la mirada de Leo. Él tampoco había intentado iniciar una conversación, pero a diferencia de ella, no había hecho más que observarla. Podía sentir su mirada fija en ella.Agarró su tenedor y pinchó una de las coles de Bruselas para llevársela a la boca. Tan pronto como la col tocó su lengua, hizo una mueca ante el desagradable sabor y casi la escupió. Odiaba las coles de