Antonella no pudo alejar la mirada de Leo mientras recorría la distancia que los separaba. A su lado, su hermana le estaba diciendo algo, pero por mucho que lo intentaba, le era difícil concentrarse.Leo no había dado un solo paso en su dirección; simplemente permanecía allí, como una imagen sacada de la portada de una revista. Tenía que admitir que su hermana tenía razón: él era realmente atractivo. Sus rasgos, ya de por sí definidos y fuertes, se destacaban aún más gracias al contraste con su piel cálida y profunda.Su mirada continuó bajando por su cuerpo, absorbiendo cada detalle. El traje que llevaba, claramente hecho a medida, se ajustaba perfectamente a su torso musculoso, delineando sus anchos hombros. Cada detalle, desde los puños impecablemente ajustados hasta los zapatos de cuero brillante, contribuía a resaltar su aura imponente.Sus mejillas comenzaron a calentarse cuando sus ojos se quedaron fijos a la altura de la entrepierna de Leo, recordando muy bien lo dotado que él
El día que Antonella conoció a Leo, se sintió tan cómoda con él que no tuvo reparos en hablarle sobre su vida. Habló hasta el cansancio, tanto que creyó que lo estaba aburriendo, pero Leo nunca dejó de mirarla con atención y hacía las preguntas correctas en los momentos oportunos, así que ella continuó. Antonella le contó sobre su familia, sus gustos, sus sueños. Sin embargo, esa noche, las cosas iban muy diferentes.En los últimos veinte minutos en el restaurante, Antonella se había dedicado a observar el lugar, refugiarse en el menú y concentrar toda su atención en el plato que había pedido, cualquier cosa para evitar la mirada de Leo. Él tampoco había intentado iniciar una conversación, pero a diferencia de ella, no había hecho más que observarla. Podía sentir su mirada fija en ella.Agarró su tenedor y pinchó una de las coles de Bruselas para llevársela a la boca. Tan pronto como la col tocó su lengua, hizo una mueca ante el desagradable sabor y casi la escupió. Odiaba las coles de
Antonella dejó aun lado las flores al escuchar la campanilla que anunciaba la entrada de alguien en la tienda. Dejó las tijeras que había estado utilizando para cortar los tallos de las flores sobre la pequeña mesa que estaba a un lado y se quitó los guantes, antes de dirigirse a la parte delantera de su florería.—Bienvenido, ¿en qué puedo ayudarte? —preguntó mientras cruzaba la puerta que separaba la tienda principal de la zona que usaba para preparar las flores. Dirigió su mirada más allá del mostrador y su sonrisa desapareció al ver a Leo.Habían pasado cinco días desde la última vez que lo vio, justo después de que él la dejara frente a su departamento. Esa noche había dejado que él se saliera con la suya y la llevara de regreso porque le pareció la única manera de distraerlo. No se había sentido cómoda admitiendo que, años atrás, cuando él le preguntó sobre su edad, Antonella le había mentido porque estaba demasiado cautivada por él y no quería que se alejara al descubrir que ape
Leo no se inmutó al escuchar el grito de Antonella. Podía adivinar, sin necesidad de verla, que no estaba nada contenta, pero lidiaría con eso después. Mantuvo su postura firme y su mirada fija en el idiota frente a él, que parecía creer ingenuamente que tenía una oportunidad con Antonella.Prefería no tener que llegar a los golpes, pero lo haría si el tal Lucian le daba una razón.—Yo... yo… —tartamudeó Lucian e intentó mirar más allá de él, en dirección a Antonella.—Ojos en mí —ordenó con la voz baja, pero mortal.Lucian obedeció de inmediato. —Buen, chico. Ahora responde mi pregunta. ¿Cuánto te gusta respirar?—Mucho, señor.—Eso pensé. Entonces, ¿qué harás?—Yo… debería irme —dijo Lucian—. Te llamaré después, Antonella.—O no lo harás.—No… no lo haré —se rectificó Lucian con las manos en alto.—Hombre inteligente —dijo mientras el tipo retrocedía, justo antes de darse la vuelta y salir apresurado.Un silencio cayó sobre la tienda mientras Antonella observaba a Lucian pasar fren
El resto del viaje transcurrió en silencio De vez en cuando, Leo lanzaba miradas furtivas a Antonella por el rabillo del ojo. La había extrañado durante los días que había estado lejos, deseando contactarla en numerosas ocasiones. Sin embargo, casi nunca podía contactar a nadie durante el tiempo que duraba sus misiones.— El no merecía tu tiempo —dijo, asumiendo que ella aun estaba molesta por el asunto con Lucian.—¿De quién hablas? —preguntó ella, girando la cabeza para mirarlo.—El tipo que estuvo en tu tienda antes.—¿Y crees que tú si mereces mi tiempo? —replicó ella con ironía—. No quiero hablar de eso. —Antonella volvió a mirar más allá de las ventanas del coche—. ¿Vives por aquí? No parece haber ninguna casa cerca.—Mi casa está a un par de kilómetros de aquí.—¿En medio de la nada? No sé si has visto alguna película de suspenso, pero es así como comienzan. Una mujer ingenua, un hombre atractivo y misterioso, una casa lejos de cualquier atisbo de civilización. —Antonella sacudi
—¿Tu preparaste esto? —preguntó Antonella mirando la comida sobre la mesa. —Así es.—¿Y es seguro comerlo? Porque el hospital más cercano debe estar al menos a una hora de distancia y no es mi intención morir tan joven.Leo soltó una carcajada.—Prometo que nada te pasara —dijo separando la silla para ella antes de irse a sentarse en su lugar.—No creí que fueras del tipo que cocina.—¿Y de qué tipo pensaste que era? —Leo preguntó y Antonella no pudo evitar dar un vistazo a sus músculos trabajados.—No estoy segura, pero no de los que cocinan.—Bueno, solo para tu información, aprendí muy joven. A mi mamá le encantaba cocinar y solía pasar las tardes haciendo mi tarea junto a ella, lo que despertó mi interés. No me tomó demasiado tiempo aprender y descubrí que me ayudaba a mantener mi mente despejada, lo cual no era tan fácil. —Leo parecía perdido en sus recuerdos mientras hablaba—. Adelante, prueba un poco y dame tu opinión —dijo él, alentándola con una sonrisa.Antonella tomó su c
Cinco años atrásAntonella se despertó y lo primero que notó fue una leve incomodidad entre las piernas, así como la cálida presencia de un cuerpo detrás de ella. Entonces, las imágenes de lo sucedido durante la noche comenzaron a llegar a su mente poco a poco, y una sonrisa se extendió por su rostro. Se dio la vuelta en la cama y su corazón dio un vuelco al ver el rostro de Leo. Su piel morena brillaba con los primeros destellos de los rayos del sol, y su mandíbula mostraba un rastrojo de barba. No pudo evitar llevar una mano hasta su rostro y acariciarlo, disfrutando de la calidez de su piel.Leo se movió, y ella creyó que él despertaría pronto, pero continuó durmiendo pacíficamente, muy contrario a lo alerta que se había mantenido durante gran parte de su tiempo en la playa. Su tranquilidad se vio rota cuando un pensamiento sobre su hermana se coló en su mente.—Demonios —susurró, levantándose con cuidado.Era de día y había pasado la noche fuera. Sienna se volvería loca cuando s
—¿Qué?—La nota que te dejé sobre el velador. Han pasado ya cinco años desde entonces, pero dudo que la hayas olvidado, yo ciertamente no lo hice. —La voz de Antonella se entrecortó, dejando escapar un suspiro de frustración—. Aunque, admito que ya demostraste anteriormente que aquella noche no significó nada para ti, así que quizás efectivamente lo hayas olvidado.—No…—En cualquier caso, ya está en el pasado. No debería haber sacado el tema. Buenas noches —terminó, básicamente despidiéndolo.Leo no se movió. Necesitaba respuestas, pero Antonella no parecía en la mejor condición para hablar.—Buenas noches —murmuró finalmente, acercándose a ella con cautela. Se inclinó y depositó un beso suave en su frente—. Descansa.Leo salió de la habitación de invitados con determinación y se encaminó hacia la suya. Sabía que dormir sería imposible, su mente estaba plagada de pensamientos. Decidió cambiarse de ropa y bajar al gimnasio que tenía en el sótano. Se colocó los guantes y se dirigió dir