Leo permaneció en su lugar al ver a Antonella ponerse de pie de un salto, aunque intuyó, por la tensión en sus hombros, que ella saldría corriendo en cualquier momento.—No, no hay nada de qué hablar.—Te equivocas, pequeña. Hay algunas cosas que aclarar sobre el pasado. —¿Qué sentido tiene? —preguntó Antonella, desafiante, aunque por dentro se sentía un manojo de nervios. No quería escucharlo decir en voz alta lo que ya sabía, que no había sido más que una aventura de una noche. Eso destrozaría lo poco que quedaba del bello recuerdo de su día juntos.No, no se iba a quedar allí para eso. Antonella hizo el intentó de salir huyendo, pero no llegó demasiado lejos. En cuanto ella dio un paso hacia la salida, Leo se levantó y la alcanzó. La sujetó por la cintura y antes de que ella pudiera reaccionar la levantó sobre su hombro. Él sonrió al escucharla dar un grito de sorpresa.Antonella no se sentía muy orgullosa de sí misma por haber intentado correr en lugar de enfrentar el asunto d
Leo condujo directamente a su trabajo después de dejar a Antonella en la florería. Por primera vez en todos sus años de trabajo, llegaba tarde a una reunión importante. Apenas llegó al almacén donde se ubicaban las oficinas, estacionó su auto apresuradamente y bajó de él. Sin perder tiempo, se dirigió a paso rápido hacia la sala de reuniones.—Qué bueno que nos honres con tu presencia —dijo su jefe en cuanto Leo entró a la sala de reuniones. Él era el único que faltaba porque todos los lugares estaban ocupados a excepción del suyo.—Lamento la tardanza.Dettori le hizo un gesto con la cabeza y Leo se acomodó en su lugar en silencio.—Ahora que estamos todos, ya podemos comenzar. —Su jefe empezó a hablarles sobre el líder de una organización criminal que se dedicaba al tráfico de armas. El tipo había estado en la mira de las autoridades durante un buen tiempo y la policía había tratado de atraparlo en más de una ocasión, pero siempre había logrado eludirlos.No se habían involucrado an
Antonella intentó persuadir a Leo de que la esperara en el auto con la promesa de que no tardaría demasiado; sin embargo, antes de que se diera cuenta, él ya estaba afuera del vehículo, abriéndole la puerta.—Necesitarás ayuda para cargar con tus maletas —explicó él, tomándola de la mano.—¿Cuántas maletas crees que me llevaré conmigo? —preguntó, conteniendo una sonrisa.—No lo sé, pero no quiero que dejes nada porque no puedes cargar con ello.Antonella casi se derritió encantada ante sus palabras. Leo siempre tenía respuestas lógicas, pero al mismo las más tiernas.En cuanto atravesaron la puerta del edificio, Antonella intentó liberarse del agarre de Leo, pero resultó una tarea imposible, así que se resignó. Al pasar por el recibidor, saludó a los guardias con una sonrisa y continuó de largo en dirección el ascensor.Leo observó el lugar con detenimiento, desde los hombres de seguridad hasta todas las salidas disponibles en caso de emergencia. Era una costumbre que tenía cada vez q
Leo giró a Antonella en sus brazos tan pronto como la puerta se cerró, cubriendo sus labios con un beso lleno de necesidad. Se había contenido durante toda la cena, pero ya no podía un solo minuto más lejos de ella. Sintió una profunda satisfacción cuando Antonella correspondió el beso con la misma entrega y pasión.Deslizó las manos hasta el trasero de Antonella y la levantó en alto. Ella enredó las piernas en torno a su cintura de inmediato. Leo se detuvo cuando sus pulmones se quejaron por un poco de oxígeno, apoyó la frente en la de Antonella y se perdió en sus profundos orbes.—Es tarde —susurró Antonella—. Debería comenzar a alistar mis cosas, si queremos salir pronto. —Puedes hacerlo mañana.—Creí que querías que mudara hoy mismo—dijo ella con una leve sonrisa adornando su rostro. —Espere durante todo el día, supongo que puedo esperar un poco más. —Hizo una mueca de desagrado.Antonella soltó una carcajada mientras él la miraba embobado, maravillado por su belleza y la chis
Antonella estaba absorta en sus pensamientos mientras preparaba varios ramos de flores. Una sonrisa iluminaba su rostro al recordar los últimos tres días. Desde que Leo le había hecho el amor con total desenfreno, él no había dejado de buscar cualquier oportunidad para llevarlos a los dos al éxtasis. Esa misma mañana, la había tomado con pasión antes de que el sol siquiera se hubiera asomado por las ventanas.—¡Buenos días! —saludó Antonella al escuchar la campanilla de la puerta. Se dio la vuelta para recibir a quienquiera que hubiera entrado, y su sonrisa casi se desvaneció al ver de quiénes se trataba—. ¿Papá? ¿Mamá?No quería ponerse nerviosa, pero no podía evitarlo sabiendo que les estaba ocultando algo.—¡Hola, princesa! —exclamó su papá, abriendo los brazos.Antonella no tardó en acercarse y su padre la levantó del suelo. Él la hizo girar en un par de vueltas antes de volver a dejarla en el suelo.—Hola, cariño —dijo su madre, abrazándola con cariño. —¿Qué hacen aquí? —pregun
Leo sabía que a cualquiera podría parecerle demasiado pronto para saber algo así, y quizás lo era para otras personas, pero él siempre había sido de los que sabían lo que querían e iban tras ello hasta el final. En el pasado, había dejado escapar a Antonella. Eso no iba a volver a pasar. Por el momento, estaba yendo al ritmo de ella para no asustarla; sin embargo, estaba seguro de que en algún momento estarían en la misma página. Era muy bueno esperando.—¿Y mi hija está al tanto de eso? —preguntó Valentino, rompiendo por fin el silencio. Una leve sonrisa curveó el rostro del hombre.Leo se relajó un poco. Temía que la familia de Antonella representara un obstáculo. Aquello no era como en el trabajo, donde se deshacía de cualquiera que le impidiera conseguir su objetivo. Probablemente habría encontrado una manera de convencerlos de que era un buen hombre, incluso si no era del todo cierto.—Aún no hemos hablado al respecto.—Pareces un hombre bastante inteligente. — Valentino le tendió
Leo estaba de pie en medio de la habitación, sumido en una oscuridad total. No eran más de las cinco de la mañana, así que el amanecer aún estaba lejos. Su visión ya se había adaptado a la penumbra, permitiéndole distinguir la silueta de Antonella recostada en la cama. Había llegado unos minutos antes, cuidando de no hacer ruido para no despertarla.Tan pronto como había su vuelo había aterrizado en la ciudad, se había dirigido a casa. Su última misión se había convertido en un desastre bastante rápido. Al menos habían capturado al bastardo que era su objetivo, aunque no lo bastante pronto como para salvar a todos los inocentes involucrados. Y esta vez no había salido ileso.Una bala había rozado su brazo mientras acababa con la escolta de su objetivo. Probablemente la intención era matarlo, pero él había visto a su atacante a tiempo para intentar esquivar el disparo. El tipo no había corrido con la misma suerte que él cuando Leo apuntó en su dirección.Tenía que encontrar una buena e
La pregunta había llegado más pronto de lo que Leo había esperado y, por la mirada de determinación que tenía Antonella, estaba claro que ella no iba a permitirle cambiar de tema.—Uno de los chicos me hirió con una bala de salva durante una práctica —explicó Leo, tratando de restarle importancia. No le gustaba mentirle, pero cuanto menos conociera ella sobre su trabajo, más segura estaba. Es por eso que había limitado las explicaciones de su paradero durante los últimos días. Según lo que Antonella sabía, él había estado acampando fuera de la ciudad con un grupo de entrenamiento para la policía. Antonella abrió los ojos con sorpresa y llevó su mano hacia la herida, pero se detuvo antes de tocarla.—¿Te duele mucho? —preguntó ella, preocupada.—No, apenas fue un rasguño.—¿Lo van a sancionar?—¿A quién? —preguntó, aun cuando sabía la respuesta.—Al que te hizo esto. Debe haber algún castigo.—Cariño, fue solo un accidente.—Pero pudo ser mucho peor.Leo se acercó a ella y la envolvi