—Les dije que no tardaría en darse cuenta —dijo Sienna pasando en medio de su madre y de Mariella con una enorme sonrisa en el rostro—. Vamos, vamos. Hay mucho que hacer y poco tiempo. —Su hermana la tomó del brazo y la llevó a la sala—. Es tu gran día y debes lucir estupenda.—¿Desde cuándo lo saben? —preguntó Antonella, todavía aturdida.—¿Qué terminarías casándote con ese bombón de chocolate? Desde la primera vez que lo vi mirarte. Parecía querer comerte allí mismo y…—¡No! —interrumpió Antonella, con un leve rubor en las mejillas. Miró a su mamá y a Mariella que tenían una sonrisa divertida en el rostro—. Quiero decir, ¿desde cuándo saben que él me iba a proponer matrimonio ayer y que estaba organizando una boda sorpresa?—Ah, eso. Alrededor de un par de meses —respondió Sienna, con una sonrisa cómplice—. Leo le pidió ayuda a mamá y Mariella con los preparativos de la boda. Yo lo descubrí poco después y, por supuesto, me ofrecí a darles una mano. ¿Recuerdas las constantes pregunta
Antonella no podía dejar de sonreír mientras observaba a Leo bailar. Los dos habían tenido su oportunidad de bailar juntos y después Antonella había bailado tanto como con su padre y el de Leo, antes de que aquel baile sorpresa comenzara. No era una imagen que habría esperado, y por supuesto, le sorprendió lo bien que él se movía. ¿Acaso había algo que no hiciera bien? A su lado, Vincenzo y Gio, también se movían al ritmo de la música. Se pregunto cuándo se habían reunido para ensayar, ya que los tres estaban muy bien coordinados.A su lado, su gemela soltó un chillido cuando Leo hizo una voltereta perfecta para atrás.—Es mucho mejor de lo que esperaba comentó —dijo Sienna, aplaudiendo—. Espero que el camarógrafo este grabando esto. Pienso reproducir el video cada navidad.—No puedo creer que consiguieras que aceptaran, en especial Gio —comentó Antonella, sin dejar de prestar atención al espectáculo.—No fue tan difícil como crees. A Leo solo tuve que decirle que te gustaría verlo ba
Leo colocó a su hija, Alessia, en la cuna con delicadeza, cuidando de no hacer ningún movimiento brusco que pudiera despertarla, algo difícil de hacer cuando sostenía a su hijo, Nicolás, en el otro brazo, quien dormía con la misma serenidad. Después de semanas de práctica, finalmente dejaba de sentirse incapaz de criar a dos bebés al mismo tiempo.Después de acomodar a los gemelos en la cuna doble, se quedó a un lado, observándolos dormir. Se veían tan tranquilos que resultaba difícil creer que apenas una hora antes habían causado un alboroto porque su madre se había demorado unos segundos en alimentarlos.—¿Cuándo crees que pueda jugar con ellos? —preguntó Joseph.Leo giró la cabeza y vio a su hijo mayor de pie junto a los pies de la cuna, con el mentón apoyado en el borde de madera, observando a los gemelos. Para su edad, ya era más alto que el promedio, y Leo estaba seguro de que algún día alcanzaría su estatura.—En algunos meses.Joseph frunció el ceño, un puchero formándose en su
—¿Cómo me veo? —preguntó Antonella, girando al escuchar la puerta del baño abrirse.Leo la observó detenidamente, sus ojos recorriéndola lentamente. Antonella sintió sus piernas flaquear ante la intensidad de su mirada.—Estás tan hermosa como siempre —respondió finalmente Leo, avanzando hacia ella.—Detente justo ahí. Puedo ver tus intenciones reflejadas en tus ojos.—¿Ah, sí? ¿Y cuáles son? —Leo esbozó una sonrisa ladina.—No finjas que no lo sabes. —Antonella le dio una mirada severa, o al menos esperaba que lo fuera—. Ya perdimos suficiente tiempo cuando decidiste colarte en la ducha mientras me bañaba.—No escuché quejas en ese momento, solo gemidos.El rubor subió a las mejillas de Antonella. Incluso después de tantos años juntos, él todavía lograba hacerla sonrojar. Leo continuó acercándose, hasta que finalmente la alcanzó. Sus manos rodearon suavemente su cintura, y se inclinó hacia ella antes de besarla con posesividad.—Nunca me canso de besarte —murmuró contra sus labios, y
Una suave brisa se filtraba por las por las cortinas entreabiertas mientras la luz del día empezaba a iluminar la habitación. Leo se despertó lentamente, recordando los sucesos de la noche anterior y una leve sonrisa adornó su rostro. La sensación de lo vivido aún vibraba en su piel y el deseó no tardó en consumirlo.Se dio la vuelta y la sonrisa abandonó su rostro, su emoción remplazada por la decepción. El lado junto al suyo estaba vacío y el único recuerdo que quedaba de Antonella era las sábanas arrugadas. Estiró la mano y tocó la superficie. Estaba fría, así que ella debía de haberse marchado hace un buen rato.No podía creer que no se hubiera dado cuenta cuando Antonella se marchó considerando que siempre se despertaba al mínimo ruido. Sus años de experiencia lo habían vuelto cauteloso y estaba acostumbrado a estar listo para cualquier eventualidad. Un vistazo al reloj sobre el velador le reveló que no solo se había quedado completamente dormido, sino que también había dormido h
Cinco años despuésLeo bajó de su coche y miró alrededor mientras se abrochaba el único botón de su saco. Con un gesto de agradecimiento hacia su conductor, se abrió paso entre la multitud en dirección a la galería de arte. Dentro, el ambiente era bastante animado; risas y conversaciones llenaban el aire.Leo dio rápido vistazo al lugar, asegurándose de que la distribución correspondía a los planos que había estudiado. No sucedía a menudo, pero en una o dos misiones se había encontrado con modificaciones que no estaba retratadas en los planos. Esta vez, sin embargo, todo parecía estar en orden. Levantó una copa de champán de la bandeja de uno de los camareros y se fue a mezclar con el resto de asistentes.Se llevó la copa a los labios y fingió beber mientras se detenía frente a uno de los cuadros.—Bishop, el objetivo acaba de llegar —informó Fi en su oído, a través del audífono—. Trajo compañía. Un par de hombres.Pasó al siguiente cuadro, pero su atención ya no estaba en la pintura.
La misma idea había estado rondando la cabeza de Antonella desde hace unos días, preguntándose cuan probable era que el hombre al que había visto en la exposición de arte fuera Leo. Era difícil estar completamente segura cuando apenas lo había visto por una fracción de segundo antes de que desapareciera como si se hubiera tratado un fantasma.Cada vez estaba más segura de que había sido producto de su imaginación. Aunque no entendía que la había llevado a pensar en él. Hacía tiempo que había decidido dejarlo en el pasado. Para ser más precisa, cuando aceptó que él nunca la contactaría.—Antonella, ¿me estás escuchado?Levantó la mirada del ramo de flores que estaba preparando y miró a su gemela. A veces era casi como verse al espejo. Compartían el mismo cabello color castaño, aunque Antonella se había cortado el suyo y el de Sienna caía largo hasta la mitad de la espalda. Ambas tenían los ojos verdes, pero los de su hermana brillaban con picardía probablemente planeando el próximo lio
Leo se inclinó para darle un beso a su madre en la mejilla.—Mamá —saludó. —Hola, cariño. ¿Cómo estás?—Bien.Su madre soltó un suspiro y lo miró con la diversión en los ojos.—Eres igual de comunicativo que tu padre. ¿Hay algo interesante que quieras contarme? ¿Conociste a alguien? Sabes que no me estoy haciendo más joven y me gustaría tener nietos antes de morir.Leo se conocía el sermón de memoria, pero no se le ocurrió interrumpir a su madre.—Deberías encontrar una buena mujer y casarte con ella —continuó su madre—. Es hora de que pienses en algo más que en el trabajo. Podría presentarte a las hijas de algunas de mis amigas.Nunca le había dicho la verdad a su madre respecto a su trabajo, aunque él no era tan ingenuo como para no darse cuenta de que la mujer que le había dado la vida lo conocía bastante bien y tenía sus sospechas.—No estoy interesado. —La única mujer que le interesaba era Antonella, pero no pensaba hablarle a su madre de ella… al menos no todavía. En cuanto lo