Leo sabía que a cualquiera podría parecerle demasiado pronto para saber algo así, y quizás lo era para otras personas, pero él siempre había sido de los que sabían lo que querían e iban tras ello hasta el final. En el pasado, había dejado escapar a Antonella. Eso no iba a volver a pasar. Por el momento, estaba yendo al ritmo de ella para no asustarla; sin embargo, estaba seguro de que en algún momento estarían en la misma página. Era muy bueno esperando.—¿Y mi hija está al tanto de eso? —preguntó Valentino, rompiendo por fin el silencio. Una leve sonrisa curveó el rostro del hombre.Leo se relajó un poco. Temía que la familia de Antonella representara un obstáculo. Aquello no era como en el trabajo, donde se deshacía de cualquiera que le impidiera conseguir su objetivo. Probablemente habría encontrado una manera de convencerlos de que era un buen hombre, incluso si no era del todo cierto.—Aún no hemos hablado al respecto.—Pareces un hombre bastante inteligente. — Valentino le tendió
Leo estaba de pie en medio de la habitación, sumido en una oscuridad total. No eran más de las cinco de la mañana, así que el amanecer aún estaba lejos. Su visión ya se había adaptado a la penumbra, permitiéndole distinguir la silueta de Antonella recostada en la cama. Había llegado unos minutos antes, cuidando de no hacer ruido para no despertarla.Tan pronto como había su vuelo había aterrizado en la ciudad, se había dirigido a casa. Su última misión se había convertido en un desastre bastante rápido. Al menos habían capturado al bastardo que era su objetivo, aunque no lo bastante pronto como para salvar a todos los inocentes involucrados. Y esta vez no había salido ileso.Una bala había rozado su brazo mientras acababa con la escolta de su objetivo. Probablemente la intención era matarlo, pero él había visto a su atacante a tiempo para intentar esquivar el disparo. El tipo no había corrido con la misma suerte que él cuando Leo apuntó en su dirección.Tenía que encontrar una buena e
La pregunta había llegado más pronto de lo que Leo había esperado y, por la mirada de determinación que tenía Antonella, estaba claro que ella no iba a permitirle cambiar de tema.—Uno de los chicos me hirió con una bala de salva durante una práctica —explicó Leo, tratando de restarle importancia. No le gustaba mentirle, pero cuanto menos conociera ella sobre su trabajo, más segura estaba. Es por eso que había limitado las explicaciones de su paradero durante los últimos días. Según lo que Antonella sabía, él había estado acampando fuera de la ciudad con un grupo de entrenamiento para la policía. Antonella abrió los ojos con sorpresa y llevó su mano hacia la herida, pero se detuvo antes de tocarla.—¿Te duele mucho? —preguntó ella, preocupada.—No, apenas fue un rasguño.—¿Lo van a sancionar?—¿A quién? —preguntó, aun cuando sabía la respuesta.—Al que te hizo esto. Debe haber algún castigo.—Cariño, fue solo un accidente.—Pero pudo ser mucho peor.Leo se acercó a ella y la envolvi
Antonella miró a Leo mientras salían de su casa.—¿No crees que es muy pronto para que me presentes a tus padres? —preguntó. No es que quisiera evitar conocerlos, solo estaba algo nerviosa ante la idea de reunirse con ellos. En serio quería caerles bien.—No. Estamos viviendo juntos y yo ya conocí a toda tu familia.—Eso es diferente, la mayoría de ellos te tendió una emboscada.—¿Así que no me los habrías presentado?—Por supuesto que sí, pero me habría gustado que no nos tomaran por sorpresa. —No estuvo tan mal.—¿Lo dices en serio? —preguntó, incrédula—. Hace un par de días mis impertinentes hermanos nos arruinaron un perfecto día de descanso con su interminable interrogatorio. No tengo ninguna duda de que Vincenzo sabía lo que hacía cuando decidió estudiar derecho.Leo sonrió.—No es divertido. Creí que te retarían a una pelea por mi honor o algo parecido.—Habría aceptado encantado.Antonella sacudió la cabeza. No solo los hombres de su familia tenían algunos tornillos sueltos;
—Estas de aquí son las flores más vendidas —explicó Antonella a la mujer que había entrado en su tienda buscando un ramo de flores para el cumpleaños de su madre—. A las personas les gusta por su fragancia. Representa el amor puro cuando se la regalas a una persona.Antonella levantó la mirada y se dio cuenta de que la mujer, Annalise, como se había presentado al entrar, no estaba mirando las flores. En lugar de eso, miraba disimuladamente a Leo. Él había llegado poco después de que Lucy entrara a la tienda, le había dado un saludo con la cabeza y se había sentado en el pequeño espacio de descanso junto a la ventana.—¿Entonces, le gustan o le gustaría seguir viendo? —preguntó para llamar su atención.Lucy se giró hacia ella con una sonrisa demasiado encantadora y asintió.—Estas estarán bien. Creo que a mi madre le encantaran. Son preciosas y huelen increíble.Pese a que las palabras de la mujer sonaban sinceras, Antonella no podía dejar de pensar de que había algo extraño con ella.—
—Hora de levantarse, sweetheart. —Leo repartió besos a lo largo de la espalda de Antonella.—¿Qué hora?—Las ocho de la mañana.Antonella giró la cabeza hacia él y abrió los ojos.—Te ves muy bien.—No me mires con esos ojos o no nos reuniremos con tu familia nunca.—Ni idea de lo que hablas —murmuró Antonella, girándose despacio y levantándose lentamente, dejando al descubierto su torso.Leo tenía un autocontrol admirable, pero cuando se trataba de ella, se desvanecía en un abrir y cerrar de ojos. Su mirada descendió, cautivada por la visión de sus hermosos senos, y levantó una mano para acariciarlos. Inmediatamente, sintió que sus pantalones se volvían más ajustados en su entrepierna.Un suspiro ahogado salió de los labios de Antonella, y él se acercó para capturar sus labios en un beso cargado de deseo. Con un movimiento ágil, la levantó y la sentó a horcajadas sobre él, sus manos la sujetaban con firmeza.—Necesitas detenerte —dijo ella con la respiración entrecortada—. No quieres
Leo se apoyó en el marco de la puerta y observó la escena que se desarrollaba a unos metros. La familia de Antonella había terminado de almorzar y estaba inmersa en un animado debate. Les encantaba tener muchos de esos y no darse la razón nunca. El ambiente ruidoso de sus intercambios, aunque encantador, podía ser un poco abrumador para él, así que se había disculpado con ellos y había ido al baño. —¿Escapando de nosotros? —preguntó el padre de Antonella, acercándose a él. Su mirada era de comprensión, como si tuviera una idea de cómo se sentía.—Sí. —Era consciente de que debió haber encontrado una manera más suave de decirlo, pero a veces simplemente se le olvidaba tener algo más de tacto.Valentino soltó una carcajada.—Eres bastante directo, una cualidad a admirar. Te llevarás muy bien con el resto de la familia. —Valentino miró a su alrededor con una sonrisa cómplice—. Y en cuanto a esta locura, me gustaría decir que no es lo habitual, pero sería una completa mentira. Al menos,
Antonella no podía concentrarse en nada de lo que sus papás y hermanos estaban diciendo. Ellos estaban en medio de una conversación bastante animada, pero lo único en lo que Antonella podía pensar era en Leo y si estaría bien.Él había dicho que estaría fuera por unos días, pero ya casi había transcurrido una semana desde que se fue y la única noticia que había recibido de él fue un mensaje que le había enviado unos días atrás diciendo que tenía que quedarse un poco más.¿Quedarse dónde? ¿Por qué? No lo explicaba en el mensaje. Había intentado contactarlo después de eso sin ningún resultado.No le gustaba... No le gustaba nada.La incertidumbre la estaba matando. No entendía porque tanto secretismo y toda clase de escenarios empezaban a pasar por su mente.¡Diablos! Se estaba volviendo loca.En cuanto volviera a ver a Leo, iban a tener una charla larga y seria. Esta vez no iba a contentarse con respuestas a medias.Se levantó y disculpó con su familia para tomar un poco de aire libre,