Antonella miró a Leo mientras salían de su casa.—¿No crees que es muy pronto para que me presentes a tus padres? —preguntó. No es que quisiera evitar conocerlos, solo estaba algo nerviosa ante la idea de reunirse con ellos. En serio quería caerles bien.—No. Estamos viviendo juntos y yo ya conocí a toda tu familia.—Eso es diferente, la mayoría de ellos te tendió una emboscada.—¿Así que no me los habrías presentado?—Por supuesto que sí, pero me habría gustado que no nos tomaran por sorpresa. —No estuvo tan mal.—¿Lo dices en serio? —preguntó, incrédula—. Hace un par de días mis impertinentes hermanos nos arruinaron un perfecto día de descanso con su interminable interrogatorio. No tengo ninguna duda de que Vincenzo sabía lo que hacía cuando decidió estudiar derecho.Leo sonrió.—No es divertido. Creí que te retarían a una pelea por mi honor o algo parecido.—Habría aceptado encantado.Antonella sacudió la cabeza. No solo los hombres de su familia tenían algunos tornillos sueltos;
—Estas de aquí son las flores más vendidas —explicó Antonella a la mujer que había entrado en su tienda buscando un ramo de flores para el cumpleaños de su madre—. A las personas les gusta por su fragancia. Representa el amor puro cuando se la regalas a una persona.Antonella levantó la mirada y se dio cuenta de que la mujer, Annalise, como se había presentado al entrar, no estaba mirando las flores. En lugar de eso, miraba disimuladamente a Leo. Él había llegado poco después de que Lucy entrara a la tienda, le había dado un saludo con la cabeza y se había sentado en el pequeño espacio de descanso junto a la ventana.—¿Entonces, le gustan o le gustaría seguir viendo? —preguntó para llamar su atención.Lucy se giró hacia ella con una sonrisa demasiado encantadora y asintió.—Estas estarán bien. Creo que a mi madre le encantaran. Son preciosas y huelen increíble.Pese a que las palabras de la mujer sonaban sinceras, Antonella no podía dejar de pensar de que había algo extraño con ella.—
—Hora de levantarse, sweetheart. —Leo repartió besos a lo largo de la espalda de Antonella.—¿Qué hora?—Las ocho de la mañana.Antonella giró la cabeza hacia él y abrió los ojos.—Te ves muy bien.—No me mires con esos ojos o no nos reuniremos con tu familia nunca.—Ni idea de lo que hablas —murmuró Antonella, girándose despacio y levantándose lentamente, dejando al descubierto su torso.Leo tenía un autocontrol admirable, pero cuando se trataba de ella, se desvanecía en un abrir y cerrar de ojos. Su mirada descendió, cautivada por la visión de sus hermosos senos, y levantó una mano para acariciarlos. Inmediatamente, sintió que sus pantalones se volvían más ajustados en su entrepierna.Un suspiro ahogado salió de los labios de Antonella, y él se acercó para capturar sus labios en un beso cargado de deseo. Con un movimiento ágil, la levantó y la sentó a horcajadas sobre él, sus manos la sujetaban con firmeza.—Necesitas detenerte —dijo ella con la respiración entrecortada—. No quieres
Leo se apoyó en el marco de la puerta y observó la escena que se desarrollaba a unos metros. La familia de Antonella había terminado de almorzar y estaba inmersa en un animado debate. Les encantaba tener muchos de esos y no darse la razón nunca. El ambiente ruidoso de sus intercambios, aunque encantador, podía ser un poco abrumador para él, así que se había disculpado con ellos y había ido al baño. —¿Escapando de nosotros? —preguntó el padre de Antonella, acercándose a él. Su mirada era de comprensión, como si tuviera una idea de cómo se sentía.—Sí. —Era consciente de que debió haber encontrado una manera más suave de decirlo, pero a veces simplemente se le olvidaba tener algo más de tacto.Valentino soltó una carcajada.—Eres bastante directo, una cualidad a admirar. Te llevarás muy bien con el resto de la familia. —Valentino miró a su alrededor con una sonrisa cómplice—. Y en cuanto a esta locura, me gustaría decir que no es lo habitual, pero sería una completa mentira. Al menos,
Antonella no podía concentrarse en nada de lo que sus papás y hermanos estaban diciendo. Ellos estaban en medio de una conversación bastante animada, pero lo único en lo que Antonella podía pensar era en Leo y si estaría bien.Él había dicho que estaría fuera por unos días, pero ya casi había transcurrido una semana desde que se fue y la única noticia que había recibido de él fue un mensaje que le había enviado unos días atrás diciendo que tenía que quedarse un poco más.¿Quedarse dónde? ¿Por qué? No lo explicaba en el mensaje. Había intentado contactarlo después de eso sin ningún resultado.No le gustaba... No le gustaba nada.La incertidumbre la estaba matando. No entendía porque tanto secretismo y toda clase de escenarios empezaban a pasar por su mente.¡Diablos! Se estaba volviendo loca.En cuanto volviera a ver a Leo, iban a tener una charla larga y seria. Esta vez no iba a contentarse con respuestas a medias.Se levantó y disculpó con su familia para tomar un poco de aire libre,
Leo reaccionó con rapidez, lanzando un puñetazo al hombre frente a él antes de que este se diera cuenta de lo que estaba sucediendo. Sin perder tiempo, recargó su arma y continuó avanzando por el pasillo. De repente, el eco de pasos apresurados resonó en sus oídos y se detuvo en seco, escuchando. En cuanto vio al par de hombres que se acercaban a toda velocidad, Leo no vaciló. Con precisión letal, disparó, asegurándose de neutralizar la amenaza.Las cosas no estaban saliendo en absoluto como las habían planeado, y odiaba cuando eso sucedía. Cada cambio inesperado podía significar el fracaso de una misión. Primero, habían perdido el rastro de su objetivo y les había llevado demasiado tiempo volver a encontrarlo. Leo había empezado a considerar la posibilidad de que el objetivo hubiera abandonado el país y estaba por ordenar la retirada cuando, hace apenas unos días, lograron ubicarlo nuevamente. Luego estaba el problema con la nueva ubicación. Tuvieron que estudiar nuevos planos y la me
A Leo no el gusto el brillo de miedo que vio en los ojos de Antonella, pero le desagradó aún más ser el responsable de haberlo puesto allí. Comenzó a avanzar, ansioso por envolverla en sus brazos.—Quédate de ese lado del mostrador —advirtió Antonella, con los ojos entrecerrados—. Y comienza a hablar.Leo no quería tener secretos con ella, pero sabía que jamás podría decirle toda la verdad. Era por su propia seguridad. Jamás se perdonaría si algo le sucediera.—También te extrañé, sweeteheart —dijo, rodeando el mostrador y tomó a Antonella del rostro—. Soñé contigo cada noche y eras lo primero en lo que pensaba al despertar —musitó cerca de sus labios y cubrió sus labios con un beso demandante.Un gemido de placer vibró desde su pecho al probar el sabor de sus labios y sentir la calidez de los mismos. Era como volver a respirar después de pasar un tiempo largo conteniendo la respiración. La había extrañado más de lo que podía expresar en palabras y se sentía tan bien estar de nuevo ju
—Volveré a mi departamento por un tiempo —anunció Antonella.—¿Qué?—Leo, no puedo quedarme aquí mientras decido que hacer a continuación.—Puedes tener todo el tiempo y espacio que quieras aquí. Ni siquiera me verás, si es lo que quieres. Soy muy bueno para pasar desapercibido.Antonella se habría reído de eso antes de saber a lo que Leo se dedicaba, pero en ese momento no dudaba de que Leo hablaba muy en serio.—Leo, por favor.La súplica en la voz de Antonella le dijo a Leo que tenía que darle lo que pedía. No se estaba rindiendo, nunca lo haría con Antonella. Sin embargo, la conocía bastante bien para saber que si la presionaba demasiado solo terminaría perdiéndola. Si era tiempo lo que quería, entonces se lo iba a dar. Sabía que había cometido un error al ocultarle la verdad y necesitaba asumir las consecuencias. —Te llevaré a tu departamento —dijo, aunque era lo último que quería hacer.—¿Así de fácil? —preguntó Antonella.Leo creyó escuchar algo de decepción en su voz y cas