Antonella intentó persuadir a Leo de que la esperara en el auto con la promesa de que no tardaría demasiado; sin embargo, antes de que se diera cuenta, él ya estaba afuera del vehículo, abriéndole la puerta.—Necesitarás ayuda para cargar con tus maletas —explicó él, tomándola de la mano.—¿Cuántas maletas crees que me llevaré conmigo? —preguntó, conteniendo una sonrisa.—No lo sé, pero no quiero que dejes nada porque no puedes cargar con ello.Antonella casi se derritió encantada ante sus palabras. Leo siempre tenía respuestas lógicas, pero al mismo las más tiernas.En cuanto atravesaron la puerta del edificio, Antonella intentó liberarse del agarre de Leo, pero resultó una tarea imposible, así que se resignó. Al pasar por el recibidor, saludó a los guardias con una sonrisa y continuó de largo en dirección el ascensor.Leo observó el lugar con detenimiento, desde los hombres de seguridad hasta todas las salidas disponibles en caso de emergencia. Era una costumbre que tenía cada vez q
Leo giró a Antonella en sus brazos tan pronto como la puerta se cerró, cubriendo sus labios con un beso lleno de necesidad. Se había contenido durante toda la cena, pero ya no podía un solo minuto más lejos de ella. Sintió una profunda satisfacción cuando Antonella correspondió el beso con la misma entrega y pasión.Deslizó las manos hasta el trasero de Antonella y la levantó en alto. Ella enredó las piernas en torno a su cintura de inmediato. Leo se detuvo cuando sus pulmones se quejaron por un poco de oxígeno, apoyó la frente en la de Antonella y se perdió en sus profundos orbes.—Es tarde —susurró Antonella—. Debería comenzar a alistar mis cosas, si queremos salir pronto. —Puedes hacerlo mañana.—Creí que querías que mudara hoy mismo—dijo ella con una leve sonrisa adornando su rostro. —Espere durante todo el día, supongo que puedo esperar un poco más. —Hizo una mueca de desagrado.Antonella soltó una carcajada mientras él la miraba embobado, maravillado por su belleza y la chis
Antonella estaba absorta en sus pensamientos mientras preparaba varios ramos de flores. Una sonrisa iluminaba su rostro al recordar los últimos tres días. Desde que Leo le había hecho el amor con total desenfreno, él no había dejado de buscar cualquier oportunidad para llevarlos a los dos al éxtasis. Esa misma mañana, la había tomado con pasión antes de que el sol siquiera se hubiera asomado por las ventanas.—¡Buenos días! —saludó Antonella al escuchar la campanilla de la puerta. Se dio la vuelta para recibir a quienquiera que hubiera entrado, y su sonrisa casi se desvaneció al ver de quiénes se trataba—. ¿Papá? ¿Mamá?No quería ponerse nerviosa, pero no podía evitarlo sabiendo que les estaba ocultando algo.—¡Hola, princesa! —exclamó su papá, abriendo los brazos.Antonella no tardó en acercarse y su padre la levantó del suelo. Él la hizo girar en un par de vueltas antes de volver a dejarla en el suelo.—Hola, cariño —dijo su madre, abrazándola con cariño. —¿Qué hacen aquí? —pregun
Leo sabía que a cualquiera podría parecerle demasiado pronto para saber algo así, y quizás lo era para otras personas, pero él siempre había sido de los que sabían lo que querían e iban tras ello hasta el final. En el pasado, había dejado escapar a Antonella. Eso no iba a volver a pasar. Por el momento, estaba yendo al ritmo de ella para no asustarla; sin embargo, estaba seguro de que en algún momento estarían en la misma página. Era muy bueno esperando.—¿Y mi hija está al tanto de eso? —preguntó Valentino, rompiendo por fin el silencio. Una leve sonrisa curveó el rostro del hombre.Leo se relajó un poco. Temía que la familia de Antonella representara un obstáculo. Aquello no era como en el trabajo, donde se deshacía de cualquiera que le impidiera conseguir su objetivo. Probablemente habría encontrado una manera de convencerlos de que era un buen hombre, incluso si no era del todo cierto.—Aún no hemos hablado al respecto.—Pareces un hombre bastante inteligente. — Valentino le tendió
Leo estaba de pie en medio de la habitación, sumido en una oscuridad total. No eran más de las cinco de la mañana, así que el amanecer aún estaba lejos. Su visión ya se había adaptado a la penumbra, permitiéndole distinguir la silueta de Antonella recostada en la cama. Había llegado unos minutos antes, cuidando de no hacer ruido para no despertarla.Tan pronto como había su vuelo había aterrizado en la ciudad, se había dirigido a casa. Su última misión se había convertido en un desastre bastante rápido. Al menos habían capturado al bastardo que era su objetivo, aunque no lo bastante pronto como para salvar a todos los inocentes involucrados. Y esta vez no había salido ileso.Una bala había rozado su brazo mientras acababa con la escolta de su objetivo. Probablemente la intención era matarlo, pero él había visto a su atacante a tiempo para intentar esquivar el disparo. El tipo no había corrido con la misma suerte que él cuando Leo apuntó en su dirección.Tenía que encontrar una buena e
La pregunta había llegado más pronto de lo que Leo había esperado y, por la mirada de determinación que tenía Antonella, estaba claro que ella no iba a permitirle cambiar de tema.—Uno de los chicos me hirió con una bala de salva durante una práctica —explicó Leo, tratando de restarle importancia. No le gustaba mentirle, pero cuanto menos conociera ella sobre su trabajo, más segura estaba. Es por eso que había limitado las explicaciones de su paradero durante los últimos días. Según lo que Antonella sabía, él había estado acampando fuera de la ciudad con un grupo de entrenamiento para la policía. Antonella abrió los ojos con sorpresa y llevó su mano hacia la herida, pero se detuvo antes de tocarla.—¿Te duele mucho? —preguntó ella, preocupada.—No, apenas fue un rasguño.—¿Lo van a sancionar?—¿A quién? —preguntó, aun cuando sabía la respuesta.—Al que te hizo esto. Debe haber algún castigo.—Cariño, fue solo un accidente.—Pero pudo ser mucho peor.Leo se acercó a ella y la envolvi
Antonella miró a Leo mientras salían de su casa.—¿No crees que es muy pronto para que me presentes a tus padres? —preguntó. No es que quisiera evitar conocerlos, solo estaba algo nerviosa ante la idea de reunirse con ellos. En serio quería caerles bien.—No. Estamos viviendo juntos y yo ya conocí a toda tu familia.—Eso es diferente, la mayoría de ellos te tendió una emboscada.—¿Así que no me los habrías presentado?—Por supuesto que sí, pero me habría gustado que no nos tomaran por sorpresa. —No estuvo tan mal.—¿Lo dices en serio? —preguntó, incrédula—. Hace un par de días mis impertinentes hermanos nos arruinaron un perfecto día de descanso con su interminable interrogatorio. No tengo ninguna duda de que Vincenzo sabía lo que hacía cuando decidió estudiar derecho.Leo sonrió.—No es divertido. Creí que te retarían a una pelea por mi honor o algo parecido.—Habría aceptado encantado.Antonella sacudió la cabeza. No solo los hombres de su familia tenían algunos tornillos sueltos;
—Estas de aquí son las flores más vendidas —explicó Antonella a la mujer que había entrado en su tienda buscando un ramo de flores para el cumpleaños de su madre—. A las personas les gusta por su fragancia. Representa el amor puro cuando se la regalas a una persona.Antonella levantó la mirada y se dio cuenta de que la mujer, Annalise, como se había presentado al entrar, no estaba mirando las flores. En lugar de eso, miraba disimuladamente a Leo. Él había llegado poco después de que Lucy entrara a la tienda, le había dado un saludo con la cabeza y se había sentado en el pequeño espacio de descanso junto a la ventana.—¿Entonces, le gustan o le gustaría seguir viendo? —preguntó para llamar su atención.Lucy se giró hacia ella con una sonrisa demasiado encantadora y asintió.—Estas estarán bien. Creo que a mi madre le encantaran. Son preciosas y huelen increíble.Pese a que las palabras de la mujer sonaban sinceras, Antonella no podía dejar de pensar de que había algo extraño con ella.—