Antonella dejó aun lado las flores al escuchar la campanilla que anunciaba la entrada de alguien en la tienda. Dejó las tijeras que había estado utilizando para cortar los tallos de las flores sobre la pequeña mesa que estaba a un lado y se quitó los guantes, antes de dirigirse a la parte delantera de su florería.—Bienvenido, ¿en qué puedo ayudarte? —preguntó mientras cruzaba la puerta que separaba la tienda principal de la zona que usaba para preparar las flores. Dirigió su mirada más allá del mostrador y su sonrisa desapareció al ver a Leo.Habían pasado cinco días desde la última vez que lo vio, justo después de que él la dejara frente a su departamento. Esa noche había dejado que él se saliera con la suya y la llevara de regreso porque le pareció la única manera de distraerlo. No se había sentido cómoda admitiendo que, años atrás, cuando él le preguntó sobre su edad, Antonella le había mentido porque estaba demasiado cautivada por él y no quería que se alejara al descubrir que ape
Leo no se inmutó al escuchar el grito de Antonella. Podía adivinar, sin necesidad de verla, que no estaba nada contenta, pero lidiaría con eso después. Mantuvo su postura firme y su mirada fija en el idiota frente a él, que parecía creer ingenuamente que tenía una oportunidad con Antonella.Prefería no tener que llegar a los golpes, pero lo haría si el tal Lucian le daba una razón.—Yo... yo… —tartamudeó Lucian e intentó mirar más allá de él, en dirección a Antonella.—Ojos en mí —ordenó con la voz baja, pero mortal.Lucian obedeció de inmediato. —Buen, chico. Ahora responde mi pregunta. ¿Cuánto te gusta respirar?—Mucho, señor.—Eso pensé. Entonces, ¿qué harás?—Yo… debería irme —dijo Lucian—. Te llamaré después, Antonella.—O no lo harás.—No… no lo haré —se rectificó Lucian con las manos en alto.—Hombre inteligente —dijo mientras el tipo retrocedía, justo antes de darse la vuelta y salir apresurado.Un silencio cayó sobre la tienda mientras Antonella observaba a Lucian pasar fren
El resto del viaje transcurrió en silencio De vez en cuando, Leo lanzaba miradas furtivas a Antonella por el rabillo del ojo. La había extrañado durante los días que había estado lejos, deseando contactarla en numerosas ocasiones. Sin embargo, casi nunca podía contactar a nadie durante el tiempo que duraba sus misiones.— El no merecía tu tiempo —dijo, asumiendo que ella aun estaba molesta por el asunto con Lucian.—¿De quién hablas? —preguntó ella, girando la cabeza para mirarlo.—El tipo que estuvo en tu tienda antes.—¿Y crees que tú si mereces mi tiempo? —replicó ella con ironía—. No quiero hablar de eso. —Antonella volvió a mirar más allá de las ventanas del coche—. ¿Vives por aquí? No parece haber ninguna casa cerca.—Mi casa está a un par de kilómetros de aquí.—¿En medio de la nada? No sé si has visto alguna película de suspenso, pero es así como comienzan. Una mujer ingenua, un hombre atractivo y misterioso, una casa lejos de cualquier atisbo de civilización. —Antonella sacudi
—¿Tu preparaste esto? —preguntó Antonella mirando la comida sobre la mesa. —Así es.—¿Y es seguro comerlo? Porque el hospital más cercano debe estar al menos a una hora de distancia y no es mi intención morir tan joven.Leo soltó una carcajada.—Prometo que nada te pasara —dijo separando la silla para ella antes de irse a sentarse en su lugar.—No creí que fueras del tipo que cocina.—¿Y de qué tipo pensaste que era? —Leo preguntó y Antonella no pudo evitar dar un vistazo a sus músculos trabajados.—No estoy segura, pero no de los que cocinan.—Bueno, solo para tu información, aprendí muy joven. A mi mamá le encantaba cocinar y solía pasar las tardes haciendo mi tarea junto a ella, lo que despertó mi interés. No me tomó demasiado tiempo aprender y descubrí que me ayudaba a mantener mi mente despejada, lo cual no era tan fácil. —Leo parecía perdido en sus recuerdos mientras hablaba—. Adelante, prueba un poco y dame tu opinión —dijo él, alentándola con una sonrisa.Antonella tomó su c
Cinco años atrásAntonella se despertó y lo primero que notó fue una leve incomodidad entre las piernas, así como la cálida presencia de un cuerpo detrás de ella. Entonces, las imágenes de lo sucedido durante la noche comenzaron a llegar a su mente poco a poco, y una sonrisa se extendió por su rostro. Se dio la vuelta en la cama y su corazón dio un vuelco al ver el rostro de Leo. Su piel morena brillaba con los primeros destellos de los rayos del sol, y su mandíbula mostraba un rastrojo de barba. No pudo evitar llevar una mano hasta su rostro y acariciarlo, disfrutando de la calidez de su piel.Leo se movió, y ella creyó que él despertaría pronto, pero continuó durmiendo pacíficamente, muy contrario a lo alerta que se había mantenido durante gran parte de su tiempo en la playa. Su tranquilidad se vio rota cuando un pensamiento sobre su hermana se coló en su mente.—Demonios —susurró, levantándose con cuidado.Era de día y había pasado la noche fuera. Sienna se volvería loca cuando s
—¿Qué?—La nota que te dejé sobre el velador. Han pasado ya cinco años desde entonces, pero dudo que la hayas olvidado, yo ciertamente no lo hice. —La voz de Antonella se entrecortó, dejando escapar un suspiro de frustración—. Aunque, admito que ya demostraste anteriormente que aquella noche no significó nada para ti, así que quizás efectivamente lo hayas olvidado.—No…—En cualquier caso, ya está en el pasado. No debería haber sacado el tema. Buenas noches —terminó, básicamente despidiéndolo.Leo no se movió. Necesitaba respuestas, pero Antonella no parecía en la mejor condición para hablar.—Buenas noches —murmuró finalmente, acercándose a ella con cautela. Se inclinó y depositó un beso suave en su frente—. Descansa.Leo salió de la habitación de invitados con determinación y se encaminó hacia la suya. Sabía que dormir sería imposible, su mente estaba plagada de pensamientos. Decidió cambiarse de ropa y bajar al gimnasio que tenía en el sótano. Se colocó los guantes y se dirigió dir
Leo permaneció en su lugar al ver a Antonella ponerse de pie de un salto, aunque intuyó, por la tensión en sus hombros, que ella saldría corriendo en cualquier momento.—No, no hay nada de qué hablar.—Te equivocas, pequeña. Hay algunas cosas que aclarar sobre el pasado. —¿Qué sentido tiene? —preguntó Antonella, desafiante, aunque por dentro se sentía un manojo de nervios. No quería escucharlo decir en voz alta lo que ya sabía, que no había sido más que una aventura de una noche. Eso destrozaría lo poco que quedaba del bello recuerdo de su día juntos.No, no se iba a quedar allí para eso. Antonella hizo el intentó de salir huyendo, pero no llegó demasiado lejos. En cuanto ella dio un paso hacia la salida, Leo se levantó y la alcanzó. La sujetó por la cintura y antes de que ella pudiera reaccionar la levantó sobre su hombro. Él sonrió al escucharla dar un grito de sorpresa.Antonella no se sentía muy orgullosa de sí misma por haber intentado correr en lugar de enfrentar el asunto d
Leo condujo directamente a su trabajo después de dejar a Antonella en la florería. Por primera vez en todos sus años de trabajo, llegaba tarde a una reunión importante. Apenas llegó al almacén donde se ubicaban las oficinas, estacionó su auto apresuradamente y bajó de él. Sin perder tiempo, se dirigió a paso rápido hacia la sala de reuniones.—Qué bueno que nos honres con tu presencia —dijo su jefe en cuanto Leo entró a la sala de reuniones. Él era el único que faltaba porque todos los lugares estaban ocupados a excepción del suyo.—Lamento la tardanza.Dettori le hizo un gesto con la cabeza y Leo se acomodó en su lugar en silencio.—Ahora que estamos todos, ya podemos comenzar. —Su jefe empezó a hablarles sobre el líder de una organización criminal que se dedicaba al tráfico de armas. El tipo había estado en la mira de las autoridades durante un buen tiempo y la policía había tratado de atraparlo en más de una ocasión, pero siempre había logrado eludirlos.No se habían involucrado an