Cinco años atrásAntonella se despertó y lo primero que notó fue una leve incomodidad entre las piernas, así como la cálida presencia de un cuerpo detrás de ella. Entonces, las imágenes de lo sucedido durante la noche comenzaron a llegar a su mente poco a poco, y una sonrisa se extendió por su rostro. Se dio la vuelta en la cama y su corazón dio un vuelco al ver el rostro de Leo. Su piel morena brillaba con los primeros destellos de los rayos del sol, y su mandíbula mostraba un rastrojo de barba. No pudo evitar llevar una mano hasta su rostro y acariciarlo, disfrutando de la calidez de su piel.Leo se movió, y ella creyó que él despertaría pronto, pero continuó durmiendo pacíficamente, muy contrario a lo alerta que se había mantenido durante gran parte de su tiempo en la playa. Su tranquilidad se vio rota cuando un pensamiento sobre su hermana se coló en su mente.—Demonios —susurró, levantándose con cuidado.Era de día y había pasado la noche fuera. Sienna se volvería loca cuando s
—¿Qué?—La nota que te dejé sobre el velador. Han pasado ya cinco años desde entonces, pero dudo que la hayas olvidado, yo ciertamente no lo hice. —La voz de Antonella se entrecortó, dejando escapar un suspiro de frustración—. Aunque, admito que ya demostraste anteriormente que aquella noche no significó nada para ti, así que quizás efectivamente lo hayas olvidado.—No…—En cualquier caso, ya está en el pasado. No debería haber sacado el tema. Buenas noches —terminó, básicamente despidiéndolo.Leo no se movió. Necesitaba respuestas, pero Antonella no parecía en la mejor condición para hablar.—Buenas noches —murmuró finalmente, acercándose a ella con cautela. Se inclinó y depositó un beso suave en su frente—. Descansa.Leo salió de la habitación de invitados con determinación y se encaminó hacia la suya. Sabía que dormir sería imposible, su mente estaba plagada de pensamientos. Decidió cambiarse de ropa y bajar al gimnasio que tenía en el sótano. Se colocó los guantes y se dirigió dir
Leo permaneció en su lugar al ver a Antonella ponerse de pie de un salto, aunque intuyó, por la tensión en sus hombros, que ella saldría corriendo en cualquier momento.—No, no hay nada de qué hablar.—Te equivocas, pequeña. Hay algunas cosas que aclarar sobre el pasado. —¿Qué sentido tiene? —preguntó Antonella, desafiante, aunque por dentro se sentía un manojo de nervios. No quería escucharlo decir en voz alta lo que ya sabía, que no había sido más que una aventura de una noche. Eso destrozaría lo poco que quedaba del bello recuerdo de su día juntos.No, no se iba a quedar allí para eso. Antonella hizo el intentó de salir huyendo, pero no llegó demasiado lejos. En cuanto ella dio un paso hacia la salida, Leo se levantó y la alcanzó. La sujetó por la cintura y antes de que ella pudiera reaccionar la levantó sobre su hombro. Él sonrió al escucharla dar un grito de sorpresa.Antonella no se sentía muy orgullosa de sí misma por haber intentado correr en lugar de enfrentar el asunto d
Leo condujo directamente a su trabajo después de dejar a Antonella en la florería. Por primera vez en todos sus años de trabajo, llegaba tarde a una reunión importante. Apenas llegó al almacén donde se ubicaban las oficinas, estacionó su auto apresuradamente y bajó de él. Sin perder tiempo, se dirigió a paso rápido hacia la sala de reuniones.—Qué bueno que nos honres con tu presencia —dijo su jefe en cuanto Leo entró a la sala de reuniones. Él era el único que faltaba porque todos los lugares estaban ocupados a excepción del suyo.—Lamento la tardanza.Dettori le hizo un gesto con la cabeza y Leo se acomodó en su lugar en silencio.—Ahora que estamos todos, ya podemos comenzar. —Su jefe empezó a hablarles sobre el líder de una organización criminal que se dedicaba al tráfico de armas. El tipo había estado en la mira de las autoridades durante un buen tiempo y la policía había tratado de atraparlo en más de una ocasión, pero siempre había logrado eludirlos.No se habían involucrado an
Antonella intentó persuadir a Leo de que la esperara en el auto con la promesa de que no tardaría demasiado; sin embargo, antes de que se diera cuenta, él ya estaba afuera del vehículo, abriéndole la puerta.—Necesitarás ayuda para cargar con tus maletas —explicó él, tomándola de la mano.—¿Cuántas maletas crees que me llevaré conmigo? —preguntó, conteniendo una sonrisa.—No lo sé, pero no quiero que dejes nada porque no puedes cargar con ello.Antonella casi se derritió encantada ante sus palabras. Leo siempre tenía respuestas lógicas, pero al mismo las más tiernas.En cuanto atravesaron la puerta del edificio, Antonella intentó liberarse del agarre de Leo, pero resultó una tarea imposible, así que se resignó. Al pasar por el recibidor, saludó a los guardias con una sonrisa y continuó de largo en dirección el ascensor.Leo observó el lugar con detenimiento, desde los hombres de seguridad hasta todas las salidas disponibles en caso de emergencia. Era una costumbre que tenía cada vez q
Leo giró a Antonella en sus brazos tan pronto como la puerta se cerró, cubriendo sus labios con un beso lleno de necesidad. Se había contenido durante toda la cena, pero ya no podía un solo minuto más lejos de ella. Sintió una profunda satisfacción cuando Antonella correspondió el beso con la misma entrega y pasión.Deslizó las manos hasta el trasero de Antonella y la levantó en alto. Ella enredó las piernas en torno a su cintura de inmediato. Leo se detuvo cuando sus pulmones se quejaron por un poco de oxígeno, apoyó la frente en la de Antonella y se perdió en sus profundos orbes.—Es tarde —susurró Antonella—. Debería comenzar a alistar mis cosas, si queremos salir pronto. —Puedes hacerlo mañana.—Creí que querías que mudara hoy mismo—dijo ella con una leve sonrisa adornando su rostro. —Espere durante todo el día, supongo que puedo esperar un poco más. —Hizo una mueca de desagrado.Antonella soltó una carcajada mientras él la miraba embobado, maravillado por su belleza y la chis
Antonella estaba absorta en sus pensamientos mientras preparaba varios ramos de flores. Una sonrisa iluminaba su rostro al recordar los últimos tres días. Desde que Leo le había hecho el amor con total desenfreno, él no había dejado de buscar cualquier oportunidad para llevarlos a los dos al éxtasis. Esa misma mañana, la había tomado con pasión antes de que el sol siquiera se hubiera asomado por las ventanas.—¡Buenos días! —saludó Antonella al escuchar la campanilla de la puerta. Se dio la vuelta para recibir a quienquiera que hubiera entrado, y su sonrisa casi se desvaneció al ver de quiénes se trataba—. ¿Papá? ¿Mamá?No quería ponerse nerviosa, pero no podía evitarlo sabiendo que les estaba ocultando algo.—¡Hola, princesa! —exclamó su papá, abriendo los brazos.Antonella no tardó en acercarse y su padre la levantó del suelo. Él la hizo girar en un par de vueltas antes de volver a dejarla en el suelo.—Hola, cariño —dijo su madre, abrazándola con cariño. —¿Qué hacen aquí? —pregun
Leo sabía que a cualquiera podría parecerle demasiado pronto para saber algo así, y quizás lo era para otras personas, pero él siempre había sido de los que sabían lo que querían e iban tras ello hasta el final. En el pasado, había dejado escapar a Antonella. Eso no iba a volver a pasar. Por el momento, estaba yendo al ritmo de ella para no asustarla; sin embargo, estaba seguro de que en algún momento estarían en la misma página. Era muy bueno esperando.—¿Y mi hija está al tanto de eso? —preguntó Valentino, rompiendo por fin el silencio. Una leve sonrisa curveó el rostro del hombre.Leo se relajó un poco. Temía que la familia de Antonella representara un obstáculo. Aquello no era como en el trabajo, donde se deshacía de cualquiera que le impidiera conseguir su objetivo. Probablemente habría encontrado una manera de convencerlos de que era un buen hombre, incluso si no era del todo cierto.—Aún no hemos hablado al respecto.—Pareces un hombre bastante inteligente. — Valentino le tendió