—¡Alex, por favor despierta! —Franchesca estaba preocupada porque Alexander aún no despertaba. Su impaciencia crecía con cada minuto que pasaba.Era consciente de la presencia de otros en la habitación, pero su atención estaba completamente enfocada en Alexander. —El conde Di Angelo se encuentra bien —explicó el doctor, una vez se quedó a solas con la joven y el conde inconsciente.—¿Entonces por qué no despierta? —preguntó Franchesca, sin soltar la mano de su esposo.—El porqué es algo...—Es algo que solo debería informar a su familia, doctor.Franchesca se volvió hacia la voz recién llegada, reconociendo a Teresa.El doctor aprovechó la interrupción para salir de la incómoda situación de no poder explicar por qué el conde aún no recuperaba la conciencia.—¿Qué haces aquí? —preguntó Franchesca a Teresa.—Soy yo quien debería hacerte esa pregunta. ¿Qué hace una meretriz como tú aquí?Teresa no sabía quién era Franchesca, aún no había hablado con Alexandra. Si lo hubiera hecho, sabrí
Antuan tomó la mano de su esposa al notar su impaciencia.—No te impacientes, mi hermosa luna —le dijo—. Hemos encontrado a nuestra princesa.Sin embargo, frente a ellos se encontraban todos los integrantes de la seguridad de los Di Angelo, todos betas de la manada Di Angelo, arrodillados y temblorosos.No solo estaban ante el rey y su luna, sino que también eran interrogados por su señor, el alfa Andrew, quien ocupaba el lugar de su hermano muerto, el alfa de la familia, mientras se esperaba que Alexander, el heredero, despertara y tomara su lugar o, en su defecto, que un nuevo heredero fuera engendrado por él y que, por supuesto, pudiera despertar a su lobo.—Hablen —ordenó Andrew—. Digan todo lo que sepan sobre el traidor.Nadie parecía saber quién era el traidor o quizá solo tenían una extrema lealtad entre ellos o hacia sus señores.Sophie los observaba molesta. La luna del rey licántropo no se iría de ahí sin resolver ese intento de dañar a su pequeña, su última descendiente viv
Alexandra intentó protestar, pero se calló al instante cuando la reina levantó la mano para que no siguiera hablando.—Si eres hijo de Robert, no debes temer el resultado, dijo la reina mientras se levantaba y caminaba hasta donde estaba su nieta. Y por supuesto que no pueden volver a verse hasta entonces. Tú volverás con nosotros a casa. Eso no es discutible.—Entonces yo también iré con ustedes, aseguró Alexander apretando más su agarre alrededor de la cintura de ella. Poco le importaba que fueran los mismísimos reyes de todos los lobos. No pienso separarme de mi esposa.—Antes de que te vayas, Alexander — intervino Andrew después de permanecer callado por un largo tiempo. — Necesitas hacer tu trabajo como Conde y explicar lo que ha ocurrido en la fiesta.Los medios de comunicación habían sido alertados del intento de secuestro de un integrante de la nobleza en la fiesta de los Di Angelo. Los medios encargados de la corona humana exigen una respuesta adecuada, además de saber si es
Alexander llevaba una semana sin poder tocar a su esposa, una maldita semana durmiendo en el ancestral castillo Deveroux, en el ala contraria a donde ella se encontraba. Apenas podían besarse a escondidas, pero siempre había gente tras ellos, intentando que no se quedaran a solas.Despertó de mal humor; estaba frustrado sexualmente y además odiaba despertar solo, sin su esposa. Caminó hasta el comedor esperando verla, pero allí solo encontró a Antuan. Ni Sophie ni Franchesca estaban allí, como era habitual a la hora del desayuno.—¿Dónde está mi esposa? —preguntó Alexander, sentándose en la mesa para empezar a desayunar.—No será tu esposa hasta el amanecer —aseguró Antuan sin levantar la mirada de su periódico—. Eso, o no verás un nuevo amanecer. Tal vez eso sea lo más probable.En ese momento, Antuan levantó la mirada y la fijó en el posible hijo de su mejor amigo. En realidad, conservaba la esperanza de que realmente fuera hijo de Robert y se transformara aquella noche. La forma en
Por fin el sol se estaba poniendo y Alexander estaba allí en medio de un montón de hombres. Algunos los conocía por sus títulos nobiliarios y otros ni siquiera parecían humanos comunes; aún sin transformarse, se veía claramente que eran lobos. Parecían vivir en esos mismos bosques o tal vez en otros.—Es hora de que la ceremonia empiece —anunció de repente el gran alfa Antuan.Franchesca no pudo evitar estremecerse al escuchar las palabras de su abuelo, sobre todo al rememorar todos los momentos que había compartido en el picnic esa tarde junto a Alexander."Por favor, diosa Selene, te pido que no me lo quites", rezó Franchesca incapaz de controlarse, y ¿cómo hacerlo cuando el hombre que amaba se encontraba en medio de un pequeño coliseo parecido al de los antiguos romanos?Aunque tal vez el nerviosismo de Franchesca se debía a lo que le había hecho beber a Alexander momentos atrás.Era una poción que le había dado su protector y mentor al encontrarse con él a solas. un momento. Tras
Franchesca, quien había tenido todo ese tiempo las manos en su boca para no gritar al escuchar los gritos de dolor de Alexander, ahora se encontraba parada al igual que todos los presentes. Pero en su rostro no había sorpresa, sino una mirada embelesada y llena de adoración que la llevó a echar la cabeza hacia atrás y a aullar en respuesta al ensordecedor aullido del lobo en el que se había convertido Alexander.Los reyes se voltearon a ver. No solo el esposo de su nieta había demostrado su legitimidad como hijo de Robert Di Angelo, sino que era más que apto para ser el esposo de su nieta al ser un lobo negro. Hasta la fecha, solo había un lobo negro entre los lycan y ese era Antuan. Anteriormente eran dos, ya que Robert, el padre de Alexander, también era un lobo negro. Los lobos negros no solo eran fuertes, eran los únicos que podían dominar a los otros alfas.Sophie le sonrió a su rey Antuan. La ley era la ley y, no importaba si era un lobo negro, tenía que luchar por la mano de Fr
El rostro de Franchesca irradiaba felicidad en ese momento, volviéndola aún más hermosa bajo la luz de la luna, especialmente cuando su abuelo colocó la mano de Alexander sobre la suya, reconociendo su unión. Pero lo que realmente la hacía feliz era sentir la mirada intensa y penetrante de Alexander sobre ella.No obstante, no todo era tan fácil como que el rey reconociera su unión, y ambos lo supieron cuando se acercó la reina con el chamán de los Deveroux, quien habló.—Has demostrado ser digno de tomar a la princesa como tu pareja frente a los miembros del clan Deveroux y los alfas de otros clanes, pero ahora ambos necesitan la bendición de nuestra diosa Selene—les explicó el chamán a ambos jóvenes.—Así es, ahora ambos deberán ir a la montaña donde se encuentra el altar de la diosa de los Deveroux y pedir su bendición—añadió Sophie, quien en ese momento era abrazada cariñosamente por Antuan, su alfa.—No creo que tengan problemas para obtener la bendición de la diosa Selene, ya qu
Antuan se encontraba en el balcón de la habitación del ala favorita del castillo ancestral de su familia. El balcón estaba iluminado por completo por la luz de la luna llena de esa noche. Tenía mucho por lo que agradecer y mucho por lo que pedir perdón, empezando por haber querido ir en contra de los designios de la diosa Selene al querer casar a su nieta con otro alfa. Antuan se encontraba tan absorto en sus propios pensamientos que no se dio cuenta de la presencia del otro lycan hasta que este se encontraba a su lado. —¿Te sientes mal por querer ir en contra de los designios de la diosa y en contra de la promesa que le hiciste a tu amigo ese día? Antuan se volvió ante la voz del lycan intruso, mostrando sus colmillos dispuesto a desgarrarlo. —No tiene por qué temer por mí, majestad—de entre las sombras apareció Markus Lamash. —¿Qué hace usted aquí, Lamash? Markus se acercó hasta el balcón sin temer a la amenaza implícita en el tono de la voz del rey lycan. —Aún recuerdo