Capítulo 67

-No puede ser, balbuceé desconcertada por la noticia de que Hauss hacía años era finado, nosotras hablamos con él, firmamos un contrato, hicimos fotos a su lado, nos pagó en persona, me dio, incluso, las condolencias por mi marido muerto-

-Yo hice el contrato con usted señorita Pölöskei y le pagué a la señorita Simpson, ¿no lo recuerdan?-, insistió Karlson.

Alondra estaba también perpleja, turbada, empalidecida, sin palabras y sin reacción. Tenía sus pelos parados como clavos, los ojos desorbitados, boquiabierta y extraviada en mil ideas en su cabeza. Yo, además, estaba fastidiada. Pensaba que nos estaban tomando el pelo y que todo era un tinglado para hacernos perder la razón.

-¿Cómo murió el señor Hauss?-, intenté calmar el intenso oleaje que me azotaba los sesos dentro de mi cabeza.

-En lo suyo, buceando, buscando animales exóticos para el acuario, él quería siempre novedades para el público, se arriesgaba sumergiéndose a grandes profundidades, en una de esas no pudo
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