Capítulo 49

Sebastián se apareció en mi casa muy temprano, trayéndome un ramo de flores y una caja de chocolates. Reía largo y estaba lindo con sus pelos revueltos, la camisa abierta donde emergían sus grandes bíceps y formidables músculos. Brillaban sus ojos y su fragancia me envolvió como una caricia que me estremeció por completa. Una fortísima descarga eléctrica me recorrió entonces por todo mi cuerpo. Apenas lo vi, tan hermoso, me excité y sentí las llamas alzándose en mis entrañas.

-¿Qué haces aquí?-, me molesté, sin embargo. Yo pensaba que ya había aclarado las cosas con él.

-Visitarte, tan solo-, me contó. Me besó la naricita y se metió a la casa, pasando, literalmente, encima mío. Había traído también panes muy crocantes que acaba de comprar en la panadería de la esquina. Igualmente trajo un paquete con muchas lenguas de mortadela.

-Ya desayuné-, mentí porque recién había terminado de duchado.

-Bueno, tú ya desayunaste pero yo no, je je je-, me dijo Sebas divertido marchando
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