Capítulo 3 : El lobo feroz

Falcón estaba enfermo de aquella situación en la que se encontraba, había muchísimas actividades mucho más entretenidas que ver a todos aquellos bandidos vender mujeres. Las voces y murmullos alrededor hacían que la música fuera casi inaudible.

— Escuché que tenían una adquisición especial hoy, Falcón — el lobo sentado a la derecha en la misma mesa que el alfa sonrió —. Voy a regalártela si aceptas ser mi socio en mi nuevo proyecto.

— No necesito una esclava, soy perfectamente capaz de conseguirme las mujeres por mi cuenta.

Falcón había trabajado duro para llegar a donde estaba, había hecho absolutamente todo lo necesario para conseguir un nombre entre todos aquellos lobos y era justamente por eso por lo que estaba ahí soportando a aquellos cinco sujetos que le habían abordado llevándolo a aquel burdel de mala muerte a los límites entre tres manadas.

Falcón no entendía del todo cómo alguien podría disfrutar de aprovecharse de todas esas pobres mujeres que solo dios sabía de qué forma o por cuáles motivos estaban ahí. Sin embargo, aquello era lo que les gustaba a los más ricos. Falcón acomodó su máscara tratando de no mandar a todos aquellos sujetos al diablo.

— El show va a comenzar socio — dijo el lobo a su lado — estoy seguro de que te gustará, a todos nos gusta ver las cositas deliciosas que podemos encontrar aquí.

Emilia tragó con brusquedad cuando fue arrastrada sobre el pequeño estrado iluminado. El atronador silencio que para ella se movía por aquel lugar, le hizo tragar con pánico y movió sus ojos por todo aquel salón.

Las máscaras blancas, alegóricas y con formas animales reinaban en todas las mesas. La chica dejó caer un par de lágrimas sabiendo que cualquiera de aquellos hombres terminaría siendo su dueño. La chica ansió una ayuda, una señal divina para no perder la esperanza, pero nada de eso llegó y cuando sus ojos se encontraron directamente con unos entre la multitud, su respiración se detuvo.

La mirada de Hielo que se clavó en la suya era diferente, parecía ser mucho más imponente que las demás. La máscara púrpura brillante con delineados blancos en forma de lobo que cubría la parte superior de su rostro hizo a la chica temblar. Sin embargo, sus ojos tuvieron que dejar los de aquel extraño en el público cuando fue colocada abruptamente de rodillas.

— ¡Cómo todos esperaban, el evento de hoy ha comenzado!

Falcón frunció el señor ante la mujer que habían atado y arrodillado en aquel escenario, la chica no podía tener más de dieciocho años. Su cabello dorado estaba desaliñado, los ojos enrojecidos por el llanto brillaban mucho más grises de los que deberían. El hombre se sintió muy enojado, pero en ese momento, su loba de repente gritó: ¡Ella es nuestra luna! ¡Ella es la luna! Contrariamente a lo que se imagina, lo que sigue no es una loca posesividad. Cuando sus ojos se posaron en la chica, le dolía el pecho.

— Una chica de buena familia, criada en las mejores condiciones — el animador sonrió — así que es una perra con pedigree, ¿No todos queremos una perra de alta gama?

El público rió ante aquel chiste, Falcón tomó su copa con enfado y la bebió de un solo trago, aquello no era divertido. No para él que había crecido en las calles rodeado de mujeres como aquella pobre chica que no tenían más opción que subastarse para conseguir al menos un techo.

— Comenzaremos la puja con cinco mil dólares — anunció el animador — cabe aclarar que la mujer aquí es completamente virgen — el hombre tomó a la chica del cabello — es una loba, aunque no pueda cambiar así que puede soportar mucho más que una simple humana — las personas alrededor de Falcón vitorearon, gruñeron y comentaron emocionados — ¿Quién da más?

Emilia vio a las personas del público de aquel burdel comenzar a alzar cartones con números, la chica tembló mientras recordaba que cualquiera de aquellas personas podría ser su nuevo dueño. La mujer trató de cubrir con sus manos toda su desnudez. 

Quiso leer los labios del hombre a su lado, pero no fue capaz de hacerlo porque sus ojos estaban clavados en la única persona del público que no había levantado un cartón, aquel hombre de ojos fríos que seguía con la vista clavada en ella.

Emilia quería gritar, quería pedirle ayuda mientras era humillada de aquella manera, pero ni siquiera era capaz de hablar. El hombre a su lado la tomó de un brazo. La chica lloró en pánico cuando aquel sujeto le obligó a mostrarle sus pechos a todas aquellas personas y la chica trató de alejarse cuando aquel mismo hombre quiso abrir sus piernas.

— Suélteme por favor… —  Emilia lloró alejando o al menos intentando alejar la mano de aquel sujeto de su cuerpo —  ¡Déjeme en paz!

Emilia se puso en pie e intentó correr lejos, sin embargo, no consiguió ni siquiera llegar fuera del estrado antes de que aquel sujeto calvo la llevara una vez más con brusquedad hacia el centro del escenario.

Falcón no pudo ver más de aquel espectáculo, la chica que había sido abofeteada y ahora estaba sangrando en medio del escenario. Pudo ver su pálida piel enrojecerse. También notó el temblor que la recorría una y otra vez mientras sus ojos llorosos pedían a gritos una salvación.

Él no era un buen hombre, de hecho, se consideraba capaz de todo para conseguir lo que deseaba, pero aquella pobre mujer tenía algo que le hacía doler. Algo que a Falcón le enfureció a la vez que le hizo imposible seguir escuchando los sucios comentarios de un par de hombres a sus espaldas mientras las cifras seguían subiendo desmesuradamente.

«50 mil»

«60 mil»

«10 mil»

La multitud parecía aún más furiosa, ahora que habían visto sangre y el intento de aquella mujer por escapar. Falcón maldijo para sus adentros antes de tomar su cartón de la mesa y hablar, aplacando de un solo golpe todo el bullicio de aquel bar.

— Tres millones de dólares — propuso — en efectivo, justo ahora.

— Tres…— el animador carraspeó — Tres millones a la una… tres millones a las dos, tres millones a las tres — nadie había aumentado la cifra — ¡Vendida al número treinta!

Falcón apartó la mesa donde estaba de un golpe, sus ojos fijos en la mujer que temblaba en aquel escenario. Se acercó al animador y le propinó una fuerte bofetada que lo hizo caer sobre su trasero antes de sacar su chaqueta y cubrir a la mujer conmocionada en el escenario.

— Odio que alguien más tome mis cosas, en especial si le hacen daño — miró a la chica — camina o tendré que llevarte cargada.

La chica no habló, se puso en pie apresuradamente para luego seguirlo. Emilia no sabía quién era aquel hombre y realmente tampoco le importaba si la había sacado de aquel desagradable lugar. Ella estaba agradecida, al menos por ese instante, aunque las comisuras fruncidas del labio de aquel lobo no daban a entender otra cosa que el hecho de que estaba furioso.

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