Capítulo 5 : No tienes escapatoria

— ¡Aléjense de mí! — gritó asustada — todos aléjense de mí, monstruos, malditos.

— ¿Malditos? — Falcón se molestó ante aquella palabra — ¿Tienes idea de dónde estarías si no te hubiera encontrado? — El hombre la tomó de la mano, haciéndole a Emilia imposible huir de él. — cierra la boca y deja que el médico te cure o te ataré a la cama para que te quedes quieta.

La chica quiso decir algo, pero estaba débil, su mirada seguía fija en el hombre completamente en silencio a unos pasos de ella e intentó estar a la defensiva mientras aquel médico examinaba su cuerpo con cuidado.

Ella odió no poder saber nada de lo que aquellos hombres decían, no obstante, sintió la mirada terrorífica de aquel beta en ella, cerró sus ojos un minuto cuando el doctor frente a ella terminó de vendar la herida en su rodilla. La mujer pensó que si aquel hombre era amigo del que la había comprado en aquella subasta donde había parado por su culpa, no había forma de estar a salvo. La chica notó las tijeras dentro de la bolsa del médico.

Su respiración se agitó mientras tragaba mirando de un lado a otro, decidiendo si era aquello una buena idea o no; no obstante, lo único que realmente sabía era que solo había una oportunidad, ella no tenía nada que perder ya y prefería morir a que aquellos sujetos hicieran de ella algo con menos valor que un juguete sexual.

Emilia empujó al médico con sus piernas antes de tomar la tijera, corrió con ellas en la mano hasta los dos hombres, lista para atacar a cualquiera de los dos lobos de pie a un par de pasos de la cama. Recordándose que tenía que matarlos, tenía que correr; ella tenía que hacer lo que fuera para impedir su destino.

Falcón notó el movimiento por el rabillo del ojo, Se dio la vuelta cuando Ermes dio un paso hacia atrás y ni siquiera dijo una palabra o hizo un gesto cuando aquella menuda mujer clavó unas tijeras dolorosamente en su pecho. La chica que lo había empuñado con dichas tijeras tembló mientras trataba de escapar, Falcón no se lo permitió mientras sostenía la mano de la mujer que aún mantenía clavado en su pecho aquel objeto.

— ¿Qué significa esto? — Sus palabras fueron crudas —. Aún no te das cuenta de dónde estás y qué infiernos haces aquí, te ofrezco ayuda y tú me atacas por la espalda. ¿Cómo puedes hacer algo como eso?

Emilia no pudo escuchar la rabia en aquellas palabras, pero pudo verlo. Sus ojos captaron cada uno de los movimientos de aquella boca que no debía ansiar, pero de algún modo extraño le hacían temblar. Emilia forcejeó tratando de alejarse de aquel hombre que había apuñalado, no obstante, Falcón solo sonrió haciendo que Emilia perdiera aún más la cordura presa del miedo.

— ¡Te odio!, a ti y a estos malditos, míralo, ¡míralo! — gritó Emilia, odiando no poder escuchar su propia voz — ese hombre tiene la culpa de que me llevaran al burdel, él me trató… me trató de violar y mintió diciendo que yo tenía la culpa, tu seguro harás lo mismo, ¡Me compraste para esto verdad!, ¡Ese era el plan! — Emilia lloró aún más fuerte — él es el culpable de que esté aquí, pero seguro ya lo sabías.

Falcón sintió lástima de la mujer, sin duda alguna era evidente que no estaba mintiendo, podía ver su estado desequilibrado y presa del miedo más absoluto, pero no quería creer lo que decían sus palabras. No si quería seguir confiando en su mejor amigo porque solo esa acusación lo hacía arder en rabia. Sacó las tijeras de su carne, empujó delicadamente a la chica que lloraba ahora sentada sobre el suelo y miró directamente a Ermes.

La herida no era profunda, Emilia evidentemente no tenía entrenamiento de combate, Falcón solo sangraba un poco y ni siquiera pensó que necesitaba una venda. Pero todo sucedió tan repentinamente.

— ¿Qué está diciendo esta mujer, Ermes? — cuestionó Falcón con furia —. Sabes que odio que abusen de las mujeres, es la única cosa que prohíbo en esta manada y de qué hermana está hablando ella. ¡Qué es lo que está suspendiendo aquí, Ermes!, ¡que no me estás contando, m*****a sea!

— Falcón, cálmate — dijo el beta tragando con miedo mirando al alfa nerviosamente — como puedes creerle a esa mujer, no la conoces, es mentira lo que está diciendo, no te había contado de mi chica porque estabas muy ocupado — el hombre habló desesperado — pero… pero esta mujer es sorda y una tonta su familia no la quiere, está mintiéndote — sus palabras solo enfadaba más a Falcón — solo me está acusando porque la rechacé, no quería dormir con ella cuando me propuso su cuerpo a cambio de sacarla de aquella casa, ¡Créeme!, soy tu amigo, tu beta, ella está mintiendo.

Falcón maldijo, al no saber qué hacer en aquella situación, no soltó a su amigo mientras miraba directamente a la mujer que temblaba sobre el suelo. Usó su mano para alzar su barbilla, haciendo así posible que leyera sus labios.

— ¿De verdad te hizo algo? — Falcón habló pausadamente — ¿Qué fue lo que te hizo?, si estás mintiendo…

— No estoy mintiendo, ese maldito me tocó, me empujó sobre el sofá del jardín en casa de mi padre y me dijo que me iba a hacer sentir lo que era un verdadero hombre, me resistí y no tengo por qué mentir, ¡Ni siquiera sé quién eras antes de que me compraras! — Emilia lloró más fuerte mirándolo a los ojos — estoy segura de que él es justo como tú, los dos son unos malditos, los odio a todos, bandidos, abusivos, ¡Quiero que se mueran!

— ¡Deja de hablar, perra idiota! — Falcón movió sus ojos ante la rabia de Ermes, vio el odio en sus ojos y supo al instante que era él quien estaba mintiendo.

Lo conocía demasiado bien, su amigo, no podía mentirle a él. Falcón le dio un fuerte puñetazo que hizo. Ermes se tambaleó hacia atrás mientras el alfa lo tomaba del cuello.

— No puedo creer que de verdad lo hicieras — gritó —, y a una mujer indefensa que no tiene lobo, ¡cómo pudiste!

Falcón arrastró consigo a la beta, lo golpeó una segunda vez antes de abrir la puerta de la habitación y lo empujó contra los dos lobos de pie en el pasillo que lucieron realmente confusos. Falcón ni siquiera lo miró a la cara cuando dio sus órdenes. Centró su atención en la mujer que lloraba y habló bajando la mirada.

— ¡Llévenlo al calabozo!, quiero que lo maten— dijo con respecto a Ermes.

— Pero señor, él es nuestro beta — dijo uno de los guardias —, porque tenemos que…

— ¡Mátenlo! —replicó Falcón —, y no me hagan tener que acabar con ustedes también.

Los hombres huyeron. Falcón regresó dentro de la habitación y dio una señal al doctor para que se marchara, lanzó a un lado las tijeras aún en el suelo, se arrodilló frente a la chica temblorosa que lloraba desconsolada y la abrazó contra su cuerpo, aunque ella trató de alejarlo.

— Shhh— susurró, aunque sabía que ella no podía oírlo — te prometo que eso no va a volver a pasarte— sostuvo con fuerza a la mujer en sus brazos — puede que no quiera una luna, pero no dejaré que le hagan a la mía — alzó la barbilla de Emilia — Vamos a la cama — dijo haciendo a la mujer realmente patalear — y deja de removerse, ríndete, no tienes escapatoria

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