Capítulo 8 : Tu madre murió por tu culpa.

— ¿Qué haces aquí realmente? No sé cómo engañaste a Alfa, pero ¿cómo pudiste ser su luna? ¡Que broma!

Emilia gimió por lo bajo cuando su madrastra la tomó del brazo y la hizo mirarla a los ojos. La chica notó el odio en sus ojos cuando leyó sus labios. Sin embargo, estaba demasiado conmocionada para hablar, ni siquiera había conseguido huir cuando estuvo sola en el jardín de la que alguna vez fue su casa.

— ¡Habla hija de perra!

— Déjeme en paz, por favor — Emilia jadeó las palabras antes de correr lejos de la cocina para volver al único lugar donde, al menos en ese momento, se sentía segura.

Falcón dejó de mirar alrededor de aquella antigua y grandiosa casa donde se encontraba, sin lugar a dudas. Era el tipo de casas con las que había soñado cuando era un pobre niño sin hogar que había perdido incluso a su madre a causa de la guerra. La chica que practicante apareció corriendo desde la cocina, seguida por la mujer con una bandeja de vasos, parecía aún más agitada cuando se dejó caer a su lado.

— Perdone la demora Alfa — se excusó la mujer que cada vez le agradaba menos a Falcón — tuvimos que hacer el jugo nosotras mismas, nuestra cocinera está… libre hoy.

— No era necesario — Falcón señaló la docena de retratos sobre una de las paredes de aquella sala de estar — ¿Por qué no veo ni una sola foto de Emilia en esa pared?

— Todo se quemó — respondió la mujer — en un incendio, durante la guerra, esta casa incluso fue remodelada hace cinco años.

Aquello no pareció convencer a Falcón, pero supuso que esas mujeres harían cualquier cosa para evitar que él pensara que ellas realmente marginaron a su luna. El hombre miró a su lado donde dicha luna estaba en completo silencio, con la vista clavada en el vaso de jugo que no había tocado. Falcón tocó su hombro para llamar su atención.

— ¿Quieres ir por tus cosas? — el hombre se ladeó cortando la visión de las otras dos mujeres antes de gesticular las próximas palabras — solo no trates de escapar…

Emilia se puso en pie cuando aquel hombre dijo aquello, decidió alejarse de su hermanastra y su madrastra lo más que pudiera, ya que tendría que estar ahí. Falcón, su captor, le dio una mirada de advertencia para reafirmar las últimas palabras. Caminé lejos del salón, subiendo con prisa las escaleras.

La chica dudó cuando llegó a la planta superior, caminó entre las puertas hasta el final de dicha planta y la cerrada, pero perfectamente cuidada puerta de color gris frente a ella, le hizo morder su labio inferior.

Aquel lugar había sido prohibido para todos en esa casa, ella sabía que su padre seguía guardando las cosas de su madre en aquel lugar, pero Emilia nunca se había atrevido a desobedecer las órdenes de no traspasarla, no obstante, ahora nadie podría decirle nada por qué ese alfa que le había comprado había dicho que fuera por sus cosas y los recuerdos de su madre le pertenecían también a ella.

Emilia tomó el colgante que llevaba perfectamente escondido bajo el cuello de su vestido. La llave que siempre había conservado de aquel cuarto tembló en sus nerviosas manos mientras la hundía en la cerradura.

Emilia estornudó cuando el olor de aquella habitación cerrada cosquilleó en su nariz, sus ojos se movieron por las oscuras siluetas de dicho cuarto y atravesó la habitación hasta la ventana para dejar entrar la luz a dicho cuarto. La chica no pudo contener sus lágrimas cuándo se encontró directamente con un inmenso cuadro de su madre con un polvoriento nilón resguardándolo.

La mujer se acercó y tomó dicho retrato entre sus manos. Sin duda, su parecido era inequívoco, pero su madre nunca fue una loba inútil como ella que ni siquiera podía cambiar. La chica siguió mirando entre las pertenencias de su madre mientras guardaba lo que consideraba debía llevar con ella en una bolsa.

La chica se acercó a la ventana cuando encontró un álbum de fotografías, sonrió emocionada al ver las fotos de su niñez que ni siquiera sabía que existían y cuando alzó la vista para mirar fuera al jardín donde una de aquellas fotos pareció haber tenido lugar el miedo la congeló.

El lobo de mechas blancas que apareció en el jardín era inconfundible. La mirada de odio que le lanzó también hizo a Emilia moverse hacia atrás, pero no tuvo mucho tiempo para salir del cuarto antes de que su padre, aun en su forma de lobo, llegara a dicho cuarto.

— Papá, yo…

El lobo gruñó haciendo a Emilia callar, el hombre se transformó entre sus ojos y aunque ella no pudo hacer mucho cuando fue tomada por su garganta se congeló mientras Leía los labios de su padre que arrancó el álbum de fotografías con su otra mano.

— ¡Qué hace aquí!, nadie puede entrar en esta habitación, menos tú, que tu madre murió por tu culpa.

Emilia sintió que su corazón se rompía ante las palabras de su padre, la chica fue empujada hacia el suelo lastimándose sus heridas al caer y su vista se clavó en el hombre que debería haber estado feliz de verla viva después de que fue quien permitió que la llevaran al burdel.

— ¡Yo no tengo la culpa de lo que le pasó a mamá!, era una niña padre, mírame, ni siquiera puedo escuchar.

— Lo mereces — dijo el hombre calmadamente para que Emilia leyera cada palabra de sus labios — y ojalá hubieses muerto tú en aquel maldito incendio, porque aún no entiendo por qué m****a te metiste a aquella casa.

El padre de Emilia trató de abofetearla, pero antes de que pudiera hacerlo fue tomado de la mano. Emilia vio al hombre que la había comprado detener la mano de su padre. Su corazón se movió con preocupación cuando notó las uñas de dicha alfa clavarse en la muñeca de su padre.

— ¿Qué crees que haces? —cuestionó Falcón a aquel sujeto —. ¿Quién te crees para golpear a mi Luna?, ¡Dímelo!

— Esta es mi casa, ¿quién diablos eres tú?

Falcón cerró sus ojos para contener su rabia, dio un empujón al sujeto antes de tomar a Emilia del suelo para cerciorarse de que no tuviera ninguna lesión o aquel bastardo le hubiese golpeado y estuvo a punto de responderle a aquel hombre un par de cosas cuando sus ojos se clavaron en un álbum fotográfico abierto en medio del sueño.

— ¡Oye, bastardo! — la voz del padre de Emilia hizo a Falcón alejar su mirada de las fotografías en el suelo— te hice una pregunta, ¿Quién m****a te crees para…?

— Soy el alfa de Darknight ahora, cierre la boca — Falcón miró a Emilia —. ¿Quieres algo de este cuarto? —La chica asintió y el hombre que era muy cruel con Eimlia en ese momento quiso tirarse al suelo para mostrar su respeto por Alfa. Falcón ignoró al sujeto molesto que era el padre de su luna — y toma ese álbum también.

Emilia no entendió la última parte de las órdenes de Falcón, pero no dudó en tomar el álbum de fotografías familiares que después de todo también había planeado tomar de aquella habitación.

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