— ¿Qué haces aquí realmente? No sé cómo engañaste a Alfa, pero ¿cómo pudiste ser su luna? ¡Que broma!
Emilia gimió por lo bajo cuando su madrastra la tomó del brazo y la hizo mirarla a los ojos. La chica notó el odio en sus ojos cuando leyó sus labios. Sin embargo, estaba demasiado conmocionada para hablar, ni siquiera había conseguido huir cuando estuvo sola en el jardín de la que alguna vez fue su casa.
— ¡Habla hija de perra!
— Déjeme en paz, por favor — Emilia jadeó las palabras antes de correr lejos de la cocina para volver al único lugar donde, al menos en ese momento, se sentía segura.
Falcón dejó de mirar alrededor de aquella antigua y grandiosa casa donde se encontraba, sin lugar a dudas. Era el tipo de casas con las que había soñado cuando era un pobre niño sin hogar que había perdido incluso a su madre a causa de la guerra. La chica que practicante apareció corriendo desde la cocina, seguida por la mujer con una bandeja de vasos, parecía aún más agitada cuando se dejó caer a su lado.
— Perdone la demora Alfa — se excusó la mujer que cada vez le agradaba menos a Falcón — tuvimos que hacer el jugo nosotras mismas, nuestra cocinera está… libre hoy.
— No era necesario — Falcón señaló la docena de retratos sobre una de las paredes de aquella sala de estar — ¿Por qué no veo ni una sola foto de Emilia en esa pared?
— Todo se quemó — respondió la mujer — en un incendio, durante la guerra, esta casa incluso fue remodelada hace cinco años.
Aquello no pareció convencer a Falcón, pero supuso que esas mujeres harían cualquier cosa para evitar que él pensara que ellas realmente marginaron a su luna. El hombre miró a su lado donde dicha luna estaba en completo silencio, con la vista clavada en el vaso de jugo que no había tocado. Falcón tocó su hombro para llamar su atención.
— ¿Quieres ir por tus cosas? — el hombre se ladeó cortando la visión de las otras dos mujeres antes de gesticular las próximas palabras — solo no trates de escapar…
Emilia se puso en pie cuando aquel hombre dijo aquello, decidió alejarse de su hermanastra y su madrastra lo más que pudiera, ya que tendría que estar ahí. Falcón, su captor, le dio una mirada de advertencia para reafirmar las últimas palabras. Caminé lejos del salón, subiendo con prisa las escaleras.
La chica dudó cuando llegó a la planta superior, caminó entre las puertas hasta el final de dicha planta y la cerrada, pero perfectamente cuidada puerta de color gris frente a ella, le hizo morder su labio inferior.
Aquel lugar había sido prohibido para todos en esa casa, ella sabía que su padre seguía guardando las cosas de su madre en aquel lugar, pero Emilia nunca se había atrevido a desobedecer las órdenes de no traspasarla, no obstante, ahora nadie podría decirle nada por qué ese alfa que le había comprado había dicho que fuera por sus cosas y los recuerdos de su madre le pertenecían también a ella.
Emilia tomó el colgante que llevaba perfectamente escondido bajo el cuello de su vestido. La llave que siempre había conservado de aquel cuarto tembló en sus nerviosas manos mientras la hundía en la cerradura.
Emilia estornudó cuando el olor de aquella habitación cerrada cosquilleó en su nariz, sus ojos se movieron por las oscuras siluetas de dicho cuarto y atravesó la habitación hasta la ventana para dejar entrar la luz a dicho cuarto. La chica no pudo contener sus lágrimas cuándo se encontró directamente con un inmenso cuadro de su madre con un polvoriento nilón resguardándolo.
La mujer se acercó y tomó dicho retrato entre sus manos. Sin duda, su parecido era inequívoco, pero su madre nunca fue una loba inútil como ella que ni siquiera podía cambiar. La chica siguió mirando entre las pertenencias de su madre mientras guardaba lo que consideraba debía llevar con ella en una bolsa.
La chica se acercó a la ventana cuando encontró un álbum de fotografías, sonrió emocionada al ver las fotos de su niñez que ni siquiera sabía que existían y cuando alzó la vista para mirar fuera al jardín donde una de aquellas fotos pareció haber tenido lugar el miedo la congeló.
El lobo de mechas blancas que apareció en el jardín era inconfundible. La mirada de odio que le lanzó también hizo a Emilia moverse hacia atrás, pero no tuvo mucho tiempo para salir del cuarto antes de que su padre, aun en su forma de lobo, llegara a dicho cuarto.
— Papá, yo…
El lobo gruñó haciendo a Emilia callar, el hombre se transformó entre sus ojos y aunque ella no pudo hacer mucho cuando fue tomada por su garganta se congeló mientras Leía los labios de su padre que arrancó el álbum de fotografías con su otra mano.
— ¡Qué hace aquí!, nadie puede entrar en esta habitación, menos tú, que tu madre murió por tu culpa.
Emilia sintió que su corazón se rompía ante las palabras de su padre, la chica fue empujada hacia el suelo lastimándose sus heridas al caer y su vista se clavó en el hombre que debería haber estado feliz de verla viva después de que fue quien permitió que la llevaran al burdel.
— ¡Yo no tengo la culpa de lo que le pasó a mamá!, era una niña padre, mírame, ni siquiera puedo escuchar.
— Lo mereces — dijo el hombre calmadamente para que Emilia leyera cada palabra de sus labios — y ojalá hubieses muerto tú en aquel maldito incendio, porque aún no entiendo por qué m****a te metiste a aquella casa.
El padre de Emilia trató de abofetearla, pero antes de que pudiera hacerlo fue tomado de la mano. Emilia vio al hombre que la había comprado detener la mano de su padre. Su corazón se movió con preocupación cuando notó las uñas de dicha alfa clavarse en la muñeca de su padre.
— ¿Qué crees que haces? —cuestionó Falcón a aquel sujeto —. ¿Quién te crees para golpear a mi Luna?, ¡Dímelo!
— Esta es mi casa, ¿quién diablos eres tú?
Falcón cerró sus ojos para contener su rabia, dio un empujón al sujeto antes de tomar a Emilia del suelo para cerciorarse de que no tuviera ninguna lesión o aquel bastardo le hubiese golpeado y estuvo a punto de responderle a aquel hombre un par de cosas cuando sus ojos se clavaron en un álbum fotográfico abierto en medio del sueño.
— ¡Oye, bastardo! — la voz del padre de Emilia hizo a Falcón alejar su mirada de las fotografías en el suelo— te hice una pregunta, ¿Quién m****a te crees para…?
— Soy el alfa de Darknight ahora, cierre la boca — Falcón miró a Emilia —. ¿Quieres algo de este cuarto? —La chica asintió y el hombre que era muy cruel con Eimlia en ese momento quiso tirarse al suelo para mostrar su respeto por Alfa. Falcón ignoró al sujeto molesto que era el padre de su luna — y toma ese álbum también.
Emilia no entendió la última parte de las órdenes de Falcón, pero no dudó en tomar el álbum de fotografías familiares que después de todo también había planeado tomar de aquella habitación.
— No vuelva a traerme a esta casa — dijo Emilia aferrándose al álbum de foto entre sus manos —. Sé que usted puede hacer lo que quiera, pero no me traiga aquí otra vez.Emilia observó al hombre a su lado por si decidía decirle algo, pero el alfa ni siquiera alejó la vista de la carretera. Emilia bajó los ojos hacia el álbum de fotos, aislándose del mundo más allá de dicho álbum. Su corazón se emocionó al ver el rostro de su madre una vez más, la sonrisa radiante solo la hizo sentir mucho peor porque quizás… Quizás su padre sí que tenía razón.Ella era una niña cuando la guerra de los humanos estalló en aquella región. Fueron años difíciles para todos y en especial para la familia de su madre, que era una de las más reconocidas entre las manadas. Emilia no recordaba mucho de lo que realmente pasó cuando toda la casa de su familia fue incendiada junto con un montón más por aquellos humanos que odiaban a los lobos solo porque existían.Falcón detuvo el auto cuando no pudo soportar más to
«Todo lo que todas desean»Aquellas palabras se movieron en la mente de Emilia, mientras tanto ella como aquel hombre volvían al auto. La chica se dijo que aquello no lucía como todo lo que una loba querría. Ella no sentía a su alfa porque no tenía lobo, pero sin duda nadie querría que el sujeto que juraba ser su mate dijera que no podía quererla o que tenía a alguien más que amaba.La mujer miró furtivamente al lobo a su lado; la luz del sol solo hacía que su cabello tuviese unos bonitos destellos azulados. Ella no había visto su lobo antes, pero se preguntó si tendría el mismo destello en su pelaje o si sus ojos serían tan azules y cautivadores. Porque aquel hombre no solo parecía capaz de ver tu alma con aquellos ojos, sino que podía hechizarte, al menos eso pensó Emilia mientras recordaba lo que alguna vez deseó con cinco años.«Vas a casarte conmigo cuando termine la guerra, ¿Verdad?»«Solo si eres el lobo más fuerte de este país»Las voces infantiles que resonaban en su mente s
Emilia suspiró sentada en la pequeña sala de aquella casa para lobos sin familia con la poca valentía que tenía. Había tardado dos días en salir de la habitación donde Falcón le había llevado su primer día en aquella casa.Había tenido que acostumbrarse durante tres días más a su realidad y porque no decirlo, nueva vida, pero ninguno de esos días había visto a Falcón. Ni siquiera se lo había encontrado para cenar y aquello solo le daba más curiosidad a Emilia. La puerta de aquella pequeña sala se abrió, la loba mayor con un vestido a rayas se acercó a ella con una pequeña sonrisa.— Usted debe ser la nueva luna del alfa — la mujer tomó las manos de Emilia sin que ella supiera realmente qué decir o como actuar — estoy tan emocionada, todos quieren que la nueva luna se muestre ante ellos y usted ha venido a…Emilia detuvo a la mujer dando un pequeño toque a su mano, alzó un dedo para indicarle que esperara un segundo. Luego llevó las manos hacia sus oídos y explicó en silencio su condic
Emilia no podía respirar con normalidad, Falcón la tenía demasiado sujeta contra su cuerpo y la pared. La mujer trató de… de pensar en algo, pero fue simplemente imposible para ella porque aquel hombre estaba tocándola demasiado en lugares a la vez. Las sensaciones tampoco la dejaban pensar con claridad. Así que Emilia se sintió extraña porque, por primera vez, aquel contacto con un hombre no le resultó desagradable. No obstante, sabía que cualquier cosa que estuvieran haciendo no era más que un error.¡Era una locura!Falcón se sentía aturdido, su cabeza palpitaba repleta de un montón de imágenes que realmente no debía tener o al menos no con la mujer que tenía contra su cuerpo. Él amaba a alguien más, estaba esperando por la mujer a la que prometió de niña su corazón, pero Emilia había parecido, había hecho todo un lío y ahora estaba ahí sufriendo unos insoportables deseos de hacerla suya.Las masculinas manos se movieron por la suave tela de la ropa que llevaba. La piel cálida de
— Todo va a estar bien, todo va a estar bienSusurró Emilia mientras terminaba de limpiar el resto de la sangre en el suelo de la sala de estar. Falcón seguía inconsciente y la chica realmente no sabía cómo actuar. Estaba asustada, aterrada de que la culpasen de aquella situación.El hombre en el sofá gruñó Emilia alejó sus ojos del balde con agua sangrienta junto a la zona que limpiaba y corrió hacia falcón para encontrarse directamente con la mirada de Falcón, el lobo parecía perdido en sus emociones, la mujer quería apartarse, pero si lo dejaba solo y algo le sucedía ella sería la culpable, en especial cuando ya había mentido a uno de los betas que custodiaban la casa.— Falcón, necesito que vengas a la habitación, necesito que… que…El lobo miró a la mujer que trataba de decirle algo, no podía escuchar realmente nada de ella porque todo dolía y su cuerpo parecía estar ardiendo en llamas. La fría mano de la mujer tocó su rostro, el lobo tomó una de sus manos para tomar la suave y r
Emilia abrió sus ojos cuando sintió un jadeo contra su garganta. La mujer humedeció sus labios mientras su aún nublado cerebro no reconocía el techo del lugar donde estaba. Por un instante trató de despejar la bruma del suelo y jadeó cuando un pequeño mordisco en su pecho la hizo bajar la mirada hacia dicho lugar.La mujer no pudo hablar. Falcón estaba una vez más sobre su cuerpo, ya no sangraba, pero su cuerpo parecía moverse por su propia voluntad. La chica dejó que aquel alfa moviera sus labios hacia su zona íntima. Emilia notó también que su camisa había sido rasgada. Ella ni siquiera se habría dado cuenta si no hubiese sentido que la tocaban, pero aquello era algo tan abrumador que no podía pensar con claridad.— Falcón... — Emilia trató de llamar la atención del hombre — ¡Falcón! No hagas esto otra vez, por favor, ya… ya dijimos que esto es…—Mía, mi luna…Aquellas palabras fueron deletreadas por ella, aunque el hombre que las dijo no parecía estar siendo humano en aquel instant
Falcón sintió que el mundo regresó a formar parte de su entorno después de que pareciera haberse estado quemando en el infierno. El alfa recordó ligeramente lo que había sucedido, los leves flashes que tenía de las cosas que había hecho con… con Emilia y sobre todo la forma en que se había herido.El alfa notó los rasguños en la puerta cerrada de aquella habitación, también podía sentir el aroma del sexo flotando alrededor y el lobo caminó hacia el cuarto de baño para lavar su rostro he intentar comprender por qué se sentía tan… diferente.El alfa miró su garganta, se había herido con fuerza para evitar tener la capacidad de lanzarse sobre su luna en los tres días que debía de durar su ciclo, pero de algún modo había conseguido no solo curarse, sino incluso en tan poco tiempo también sanar sin absolutamente ninguna señal en su piel. Las heridas de los alfas eran más difíciles de curar que el resto de las heridas de otros lobos, pero de algún modo él había conseguido curar las suyas.F
— Ni siquiera llevo ropa decente — dijo Emilia cuando Falcón la subió al mismo auto que habían usado para ir donde su familia — ¿Por qué no pude siquiera cambiarme?— Eres un lobo también y donde vamos da igual cómo estés vestida — dijo Falcón dándole la oportunidad de leer sus labios mientras miraba hacia la carretera un segundo después.Emilia no quiso decir nada más, porque aún se sentía extraña por estar con su camisa cubriendo su desnudez cuando unas horas atrás él había… La chica no pudo evitar mirar los labios de aquel hombre.Sin embargo, no había necesidad de leer alguna frase de ellos, ella solo estaba tratando de asimilar que aquellos carnosos labios la habían hecho sentir de una forma que jamás imaginó.Las lobas de las manadas solían explicar desde pequeñas a sus hijas como era el apareamiento, las chicas solían hablarlo entre ellas todo el tiempo, pero Emilia no había tenido una madre que le explicase y las pocas cosas que había escuchado a su hermana hablar con sus amig