Capítulo 7 : ¿De verdad es su Luna?

— ¡Porque no contesta el teléfono, ¡Por qué! — Cintia golpeó la mesa en la terraza donde ella y su madre se encontraban — ¡Probablemente se enfadó por lo que esa perra trató de hacerle, ¡Por qué no nos deshicimos de ella antes, madre!, siempre fue un estorbo.

— No te hagas la inocente Cintia, sabes muy bien que la tonta de Emilia no le hizo nada ese… sujeto que trajiste aquí.

— ¿Acaso eso es lo que importa, madre? — gruñó la loba bebiendo de su refresco —. Te aprovechaste de esto para sacarla de aquí como queríamos, pero si ese no es el motivo porque demonios, Ermes no contesta. ¡Sabes lo que he hecho para conseguir esta relación!

— Lo sé, mi niña, y estoy orgullosa de ti, con esta relación vamos a subir sin duda a la cúspide de la jerarquía de los lobos — la madre de Cintia sonrió —. Un ayudante del alfa de los Darknight es … Lo que todos los alfas alrededor desean, ese hombre debe ser impresionante y probablemente está ocupado como tu prometido.

— Eso espero, madre, porque si Ermes no vuelve, voy a ir a ese maldito burdel y conseguiré la nueva dirección de Emilia solo para matarla con mis propias manos.

— Paciencia mi niña, las buenas cosas llegan con el tiempo, pero de forma muy, muy lenta.

Cintia asintió y la puerta de la terraza se abrió, la empleada corrió hacia la mesa de las dos lobas e intentó tomar varias respiraciones antes de hablarle con prisas.

— Señora, un auto se acerca, parece demasiado lujoso para ser de la ciudad y tampoco es un alfa o amigo del señor que conozcamos.

— ¡Ermes! — Cintia se puso en pie — ¡Quizás vino con su jefe!

Las dos mujeres corrieron junto con la empleada hacia el salón, la empleada abrió la puerta con prisas y ambas mujeres se quedaron completamente conmocionadas cuando la puerta de aquel auto se abrió. El hombre de aproximadamente un metro noventa las miró de forma despectiva antes de rodear el auto para abrir otra de las puertas.

— Baja del auto — pidió Falcón cuando abrió la puerta — ahora.

Recordó que aquella chica no podía escuchar y le hizo una señal para que bajara cuando ella lo miró. Esta negó, haciendo que el alfa se enfadara por un instante. Se inclinó sobre ella para sacarla a la fuerza del auto, cuidando de que no se golpeara la cabeza al salir del auto.

—  ¿Emilia? — Falcón escuchó la voz de una mujer desde la entrada de aquella mención — ¡Qué hace esa perra aquí!

La mujer quiso bajar las escaleras, pero la mujer mayor a su lado no se lo permitió, Falcón notó el temor en el rostro de su luna antes de que esta escondiera su cabeza en su brazo mientras se aferraba a su brazo. Falcón odió aquella reacción, aunque realmente la chica no le interesaba más que por un instinto primitivo de su lobo que la reconocía como su compañera, su mate… su luna.

— ¡Quién es usted! — cuestionó la mujer mayor mientras bajaba las escaleras — ¡Porque trae a esta… esta perra de regreso!, ¿Ni siquiera en el burdel la querían?, ¿Verdad?

Emilia prefirió esconderse junto al hombre que le había obligado a ir a esa casa, no sabía qué estaba pasando, pero ni siquiera la curiosidad le ganaba a sus pocas ganas de ver el rostro de su madrastra o su hermana. Ella ni siquiera quería estar allí. Un toque en su hombro la hizo mirar directamente hacia aquel alfa al que se aferraba.

— No te escondas, estás bien a mi lado— dijo haciendo que de algún modo la chica se sintiera un poco más segura.

Emilia humedeció sus labios antes de mirar hacia el frente para encontrarse directamente con su madrastra. La mujer la miró con rabia, pero no se movió un centímetro. Sus ojos se abrieron como platos cuando miró hacia el hombre a su Lado y Emilia miró una vez más a Falcón.

— No vinimos aquí a nada más que buscar las cosas de mí… compañera — Falcón miró más allá de la mujer que se había acercado — oh y a decirles que no tenía idea de que tuvieran una relación con mi beta, pero… lo siento esa relación ya no podrá continuar — Falcón negó — lo mandé a ejecutar por abusar de mi luna.

— ¡Qué! — la otra mujer gritó bajando las escaleras — ¡Cómo que lo ha ejecutado!, por esta perra sorda que no sirve para nada.

Emilia corrió tras la espalda de Falcón cuando vio venir a su hermanastra. Ella tembló mientras cerraba sus ojos, agradeciendo que el mundo una vez más se quedara en completo silencio. No sabía lo que había dicho aquel hombre y tampoco le interesaba, porque lo único que deseaba era correr lejos de aquella casa.

La chica miró hacia el jardín, humedeció sus labios antes de correr con prisas hacia aquel lugar y rodeo la casa tan rápido como pudo para terminar bajo el árbol de flores rosas que su madre había plantado cuando compraron el mismo día en que ella había nacido.

La respiración de Emilia era descompasada, sus nervios estaban a flor de piel y los escalofríos del miedo no hacían más que hacerla temblar. No sabía cuál era el plan de Falcón yendo a casa de su familia, pero ella debía hacer alguna cosa para escapar, aquello era lo que realmente importaba, no obstante…

¿Cómo lo haría?

Falcón miró a la mujer que corrió lejos hacia el jardín, suspiró, metiendo las manos en su bolsillo una vez más antes de mirar directamente a los ojos de las dos mujeres frente a él. Había visto desde el primer momento el tipo de personas que eran y aquello solo lo decepcionó más que Ermes. Su único amigo parecía ser alguien completamente diferente de lo que él había conocido por años.

— ¿Por qué la trajo aquí? ¿Por qué dice que mató a Ermes? — cuestionó aquella joven que debía ser la hermanastra de Emilia —, porque dice que esa sorda tonta es su luna, ¡Quién infiernos es usted!

— ¿Todavía no te queda claro? — Falcón sonrió —. Soy Falcón Greemes el alfa de Darknight y como dije Emilia, es mi luna, así que vine por sus cosas.

— Esa mujer no tiene cosas aquí — gruñó la otra mujer —. Esa perra no tiene derecho a entrar aquí, sé… señor.

— ¿Señor? —  Falcón negó —. Para usted es alfa, no somos familia y, como usted dice que Emilia no tenía nada aquí, espero no tener que verlas otra vez.

— ¡No, no, señor… alfa! — dijo la mujer mayor — ¿De verdad Emilia es su Luna? — aquella mujer hizo a su hija a un lado — lo siento si hay algo que podamos hacer para disculparnos con usted…

— ¡Qué haces, madre! — gritó Cintia.

— Cierra la boca Cintia — la mujer miró una vez más a Falcón —. Traiga a Emilia, iré a preparar un… Un té.

— ¡Un té! — gritó Cintia otra vez — para esa perra sorda de mie…

— ¡Cintia! — la madre de la mujer la tomó del brazo — no hables así de tu hermana.

— ¿Hermana? — la mujer rechistó — ella no es…

— Lo es — interrumpió la mujer mirando a Falcón —, y este es tú, cuando, el alfa de Darknight así que compórtate.

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