Mi luna es sorda
Mi luna es sorda
Por: Laurann Kleypas
Capítulo 1 : Odiada por todos

Emilia sirvió una copa de zumo para la mujer de aspecto petulante sentada en la cabecera de la mesa. La chica de cabello negro perfectamente peinado a su derecha dijo algo que hizo a la mujer reír, pero Emilia no fue capaz de escuchar, cosa que agradeció porque nada de lo que dijeran aquellas mujeres podría ser bueno, en especial cuando era evidente que hablaban de ella.

La chica dejó caer la servilleta al suelo cuando Emilia sirvió la bebida para ella, Cintia, volteó los ojos indicando con un dedo para que Emilia tomara la servilleta del suelo. La chica dejó la jarra a un lado de la mesa dispuesta a obedecer, pero antes de que pudiera ponerse en pie, todo el contenido de la jarra fue vertido sobre ella.

«Es tan estúpida»

Intentó acostumbrarse, pero todavía le dolía el corazón. Aunque no sabía de qué hablaban estas mujeres, sabía que ella siempre sería la broma de la familia. Emilia odiaba aquella familia que había conseguido su padre después de la muerte de su madre. ¡Su padre la veía como un estorbo! Porque no sólo no puede oír, sino que no tiene lobo. Ella es un pedazo de basura inútil.

— Lo siento señorita…— Emilia habló a pesar de no poder escuchar su propia voz o saber que no tenía culpa de nada — limpiaré esto en un minuto.

«Eres una estúpida, una m*****a molesta, sal de mi vista ahora mismo y recuerda que esta noche es la cena con el prometido de mi hija»

— Sí señora…

Emilia se alejó del comedor después de aquellas palabras. El olor del zumo de frutas que habían lanzado sobre ella la hacía sentir desagradable, pero antes de que pudiera llegar a su habitación para cambiarse de ropa, se topó con su padre. El hombre la miró con desagrado. La chica comprendió que no le importaba en lo más mínimo el porqué estaba de aquella forma y tuvo que parpadear sus lágrimas cuando su padre habló.

«Eres un desastre Emilia, procura que nadie te vea así y limpia mi estudio, iré a trabajar cuando termine el desayuno con mi familia»

¿Su familia?

La chica bajó la mirada al darse cuenta de que ella no era más parte de aquella familia. La mujer llegó por fin al pequeño cuarto que le habían entregado en el área de empleados y se dejó caer sobre la cama pensando en lo triste que era todo aquello para ella. Su madre había muerto cuando la guerra entre los lobos y los humanos estalló. Su padre le culpaba de aquello, pero si su padre realmente amaba tanto a su madre, ¿por qué se casó poco después con una nueva esposa? Ella no entiende. En ese recuerdo perdido, todos le decían que era una pecadora. Porque dejó morir a su madre en el fuego.

¿Por qué no podía recordar nada de aquello?

La pregunta no obtuvo respuesta dentro de su mente, la mujer caminó hacia el espejo de la habitación y pudo ver su propio rostro en el reflejo. Había visto una fotografía de su madre años atrás en una caja secreta que ocultaba su padre en su oficina. La mujer apartó su mirada del espejo cuando sus rasgos le recordaron a aquella mujer.

Sus ojos grises, el cabello rubio brillante y la piel clara únicamente marcada por un lunar en su mejilla izquierda bajo el ojo formaban una perfecta armonía con los labios carnosos de un rosa natural.

Aquel rostro le había traído problemas, su madrastra odiaba que ella fuera tan parecida a su madre y su hija odiaba que todos en aquella casa la considerasen más bella. Emilia siempre había sido ocultada por su madrastra y hermana, por aquella razón, a su padre tampoco le importaba, así que ella había comprendido a muy corta edad que mientras siguiera bajo aquel techo no sería más que un estorbo.

¿Por qué no se iba?

¿Por qué no intentaba irse lejos de aquella casa?

Emilia se había cuestionado eso muchas veces, pero no había nadie ahí fuera que pudiera ayudarla. Le aterraba verse aún más sola de lo que ya se encontraba.

La noche llegó antes de que Emilia pudiera siquiera notarlo, se había encargado de organizar la comida, de servir la mesa y de limpiar con el resto de empleados toda la casa. No comprendía realmente el interés de su madrastra por agradarle al novio de su hermana, ya que de lo poco que sabía lo más importante era que aquel sujeto no era más que una simple beta de una manada recién formada.

«Procura hacer las cosas bien hoy, estúpida, no hables, no mires a ninguno de los invitados y trata de parecer un poco más feliz»

Aquello había dicho su madrastra mientras le entregaba la ropa que debía usar. La chica miró el vestido que ahora llevaba puesto sin realmente sentirse bien. Aquella prenda sin forma y de color gris no solo cubría todo desde su cuello hasta sus pies, sino que era de una tela demasiado gruesa para no sofocarla.

  «Todos felices ahora»

Emilia unió sus manos frente a ella cuando leyó los labios de su madrastra, vio a una empleada caminar hacia la entrada y se colocó justo al lado de su hermana al final de una fila familiar. La chica tragó cuando un hombre de cabello rubio bastante alto entró en la casa, no podía escuchar, pero pudo ver la emoción en los ojos de su hermana cuando corrió a los brazos de su novio.

«Es un placer para mí estar aquí» el hombre tomó la mano del padre de Emilia «Moría de ganas de conocer a la familia de Cintia»

Emilia sintió un pellizco en su brazo que le hizo apartar la mirada del novio de su hermana. Su madrastra señaló el suelo, haciéndola clavar la vista justo en ese lugar, y el mundo dejó de existir, ya que solo podía escuchar sus propios pensamientos. Se dijo que saldría de aquel salón, apenas pudiera. Planeó tomar una agradable bebida refrescante cuando pudiera sacarse aquel agobiante vestido gris que…

De repente, la empujaron. Cuando levantó la cabeza, vio al prometido de su hermana parado frente a ella.

«Ella no puede oír»

Emilia leyó los labios de su madrastra cuando miró a su izquierda, volteó la vista cuando señaló al frente con sus ojos y su respiración se congeló cuando estuvo frente a frente con el novio de su hermana. Aquel hombre la miró de una forma extraña antes de tomar su mano para besarla.

«No sabía que Cintia tenía una hermana tan bonita, es un placer soy Aitor»

— Felicidades por su compromiso.

Fue lo único que Emilia dijo alejando su mano de aquel hombre, su madrastra le dio una mirada de desagrado antes de pedirle marcharse, sin embargo, aquel hombre la detuvo una vez más.

«Tengo algo para darle a mi futura suegra y mi hermosa cuñada»

La forma en que habló a Emilia no le agradó, pero se mantuvo en silencio mientras aquel hombre se alejaba de ella para tomar unas bolsas que había traído consigo. La madrastra de Emilia aprovechó ese momento para darle órdenes.

«Te largas a penas nos dé los regalos, encárgate de que todos los empleados hagan bien su trabajo».

— Sí señora.

La chica respondió una vez más, el hombre prometido de su hermana se acercó una vez más y Emilia observó en silencio como le entregaba una bonita pulsera a la madre de su hermana. Deseó que aquel hombre no se acercara a ella cuando abrió una caja de gamuza rosa y sacó un colgante.

«Este es para ti»

El hombre se acercó a Emilia sin darle tiempo a negarse, le desagradó sentir su aliento contra su garganta y el roce de sus dedos contra su piel le provocó escalofríos. La mujer se apartó con pisas cuando su hermana tomó la mano de su novio.

«Sirve la cena Emilia, ya no haces falta aquí»

— Claro que sí, Cintia.

La chica agradeció por primera vez poder alejarse de aquel lugar, se enfocó en lo que realmente necesitaba y todo pareció ir viento en popa cuando sorbió la comida para la familia de su padre.

— Me iré a mi cuarto ahora — anunció la chica a los empleados mientras tomaba un par de sodas de la nevera.

Las personas del personal se despidieron rápidamente y la chica decidió beber su refresco en la terraza. Sabía que su familia charlaría un buen rato en el salón de la casa, así que nadie la necesitaría. Emilia se sentó en el cómodo sillón de mimbre de aquella terraza, miró la inmensa luna que brillaba en el cielo y deseó como siempre que su vida cambiara. Ella quería ser feliz, ella quería ser una loba normal.

Una mano cubrió los ojos de Emilia. La chica jadeó cuando el aroma del alcohol se mezcló con la fragancia masculina que había olfateado antes del novio de su hermana y la chica tembló cuando aquel sujeto no solo la sujetó del cuello, sino que la acostó completamente sobre el sofá.

«Escuché que eras bonita, pero no pensé que lo fueras a este nivel». Emilia tembló cuando aquel sujeto tomó el borde de aquel feo vestido que llevaba. «Aunque me muero por descubrir qué hay bajo esta ropa, sé buena y quédate callada, ¿vale?»

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