Antes del inicio…
Robert Landon luchó por abrir los ojos, acababa de despertarse pero le costaba trabajo abrir los párpados, que recordara, no había bebido ni una gota de licor la noche anterior. El cuarto estaba frío, pensó que revisaría la calefacción esa misma mañana después de levantarse antes de que su esposa se enojara con él, siempre le reclamaba que su trabajo de policía le dejaba muy poco tiempo para encargarse de las reparaciones de la casa.
Lucy, su esposa, era una mujer tan hermosa. Le extrañó no sentir su calor al lado de él en la cama, quizás se había levantado antes porque el niño se hubiera despertado. Pero no escuchó nada, ¿Sería que estaba perdiendo facultades? Un policía que durmiera como una piedra era hombre muerto con toda seguridad.
Pero, ¿Por qué no podía abrir los párpados?
Trató de levantar los brazos pero sentía que pesaban como si los tuviera metidos en un envase lleno de cemento… ¿¡Qué demonios!? se sentía desconcertado, a pesar de que estaba despierto tenía la mente confundida, ¿se habría desmayado? recordó esa sensación de dejadez que quedaba después de perder el sentido, esto se parecía pero era definitivamente diferente.
Hasta el cuarto olía diferente, había un olor a desinfectante, a enfermería. Siempre le disgustó ese olor, porque representaba que quizás lo hubieran herido y lo habían llevado a la enfermería del precinto, o peor aún, a un hospital.
El hecho de no poder abrir los ojos lo estaba desesperando un poco…
¿Estaría soñando?
«¡Ya basta, Robert Landon!» —se reprendió a sí mismo, porque a veces era demasiado incisivo, aún consigo mismo.
El pulso se le comenzó a acelerar por el estrés, cuando de pronto sonaron una serie de bips repetitivos y escuchó que una puerta se abría y alguien entraba en el cuarto con pasos rápidos que resonaban en un piso que debería ser de linóleo o de cerámica.
¿¡En dónde rayos estaba!? ¡Su cuarto tenía una gruesa alfombra!
—Tranquilo Teniente, todo está bien, relájese —la voz profesional de una mujer le hizo saber de inmediato en donde estaba.
¡En un maldito hospital!
¡Qué demonios hacía él en un hospital si anoche se había acostado cansado al lado de su esposa, quien ya estaba dormida, pero que automáticamente se le pegó por la espalda para respirarle suavemente en el cuello.
¿Qué le había sucedido? ¿En dónde estaba su esposa?
Trató de llamarla, pero su boca no se abría para gritar su nombre, solo escuchaba unos gemidos cuando debería estar gritando. De pronto recordó que la anestesia le daba esos síntomas, como cuando le operaron para extraerle el apéndice, duró varios días con malestar por eso.
¿Le habían operado? Su cerebro no recordaba nada mucho más allá de la noche anterior, parecía como si una oscura neblina le cubriera los recuerdos.
¿¡¡En dónde estoy!!? Trató de gritar de nuevo, pero solo nuevos gemidos llegaron a sus oídos.
—¡Tranquilícese, teniente! —se dejó escuchar de nuevo la voz de la profesional— ¡Aura! ve y llama al doctor Jones, el paciente está muy alterado y su pulso se acelera demasiado, puede darle un infarto.
¿Un infarto? ¿Pero qué demonios estaba pasando?
Se oyeron nuevos pasos que entraban en la habitación y sintió un pinchazo en el brazo derecho, alguien acababa de inyectarle algo en la vena.
—No se preocupe, teniente, está usted en buenas manos —esa voz, le sonaba conocida. De pronto recordó: ¡El doctor Jones! podría decirse que era su amigo y de su jefe en la policía, él lo había operado del apéndice esa vez.
¿Pero qué demonios?
El sueño, o la inconsciencia, se fue apoderando de su mente otra vez, hasta que se fue quedando dormido de nuevo.
…Cinco meses antes…
Robert Landon, Teniente en la división contra el crimen organizado, acababa de anotarse uno de los éxitos más grandes en el departamento contra el crimen organizado de la ciudad de Nueva York, había logrado poner tras las rejas a Luc Rodson, uno de los jefes de la mafia que operaba en Nueva York y que tenían el control en la distribución de drogas y la trata de blancas.
Landon había estado siguiéndolos por más de dos años, sufriendo reveses, o capturando distribuidores y proxenetas de poca monta, sin embargo, en los últimos seis meses había logrado incautar varios alijos de más de cincuenta millones de dólares cada uno, así como de desmantelar varias ramas de la organización en el tráfico de mujeres y prostitución.
Pero no fue sino hasta ahora que había logrado vincular al mafioso Luc Rodson con todo el movimiento de dinero ilegal en la ciudad. Este tenía una fachada de hombre de negocios honesto en la ciudad al frente de una empresa de importaciones, y aunque la firma era legal no dejaba de ser una fachada para ocultar el verdadero negocio de Rodson.
La noticia no tardó en aparecer en la prensa, todo el departamento estaba muy contento, en especial el comisario Raymond Arnold, jefe directo de la división contra el crimen organizado y jefe directo del hábil teniente Landon.
Admirado y respetado por sus compañeros, temido por sus enemigos y amado por su esposa e hijo, Landon era un hombre que disfrutaba de la vida hasta donde podía, se esforzaba en su trabajo y la justicia era su emblema personal. Era lo que se llama un buen policía, un ejemplar ciudadano y un buen hombre.
Acababa de llegar al trabajo ese día en el octavo precinto sus dos amigos más cercanos lo estaban esperando, el detective O’Malley, un recalcitrante policía descendiente de irlandeses se le acercó con una enorme sonrisa en la boca.
—¡Venga acá mi héroe! —le dijo dándole un fuerte abrazo.
—No seas acaparador, O’Malley —dijo la sargento Hu, con sus rasgos orientales que daban testimonio de la tierra donde reposaban sus ancestros, terminó dándole un empujón de lado para que ella pudiera abrazar a Landon— ¡Felicidades Teniente!
—Gracias, muchachos —dijo Landon mientras los demás miembros del cuerpo se acercaban para felicitarlo— No hubiera podido hacerlo sin ustedes, en especial por estos dos cabezotas, dijo abrazando al detective O’Malley y a la sargento Catherine Hu, la “china” del departamento.
Cuando finalmente pudo entrar en la central su jefe estaba asomado a la puerta de la oficina y le hizo una seña para que se acercara.Landon caminó rápidamente hasta allí escoltado por O’Malley y Hu.—Hola, jefe —saludó a su superior.Raymond Arnold, era comisario de la policía por mérito propio, tenía una carrera sobresaliente en la policía y era muy eficiente en todo lo que hacía, muchos esperaban que llegara a comisionado en poco tiempo. Medía casi un metro noventa y era de constitución bastante robusta.—Vengan acá, muchachos —les dijo sin mucha ceremonia, cosa que extrañó a los tres policías, pero entraron sin hacer ningún comentario, sabían que cuando el jefe tenía ese rostro adusto y severo era por alguna razón valedera.Cuando estuvieron todos adentro sentados, menos O’Malley que quedó parado al lado de la sargento Hu porque solo había dos sillas para visitantes en la oficina.—Primero que todo quiero felicitarlos por el logro que han alcanzado, en especial tú, Landon —lo dij
El doctor Jones estaba revisando los análisis de sangre que le habían hecho al paciente en la mañana, aunque había tenido un intento de despertarse al parecer todavía no estaba completamente restablecido.Sabía que el teniente Landon era sensible a la anestesia, pero no había tenido más remedio que usarla y en cantidades ingentes para poder operarlo con cierto margen de seguridad, porque cuando el Teniente Robert Landon llegó a la sala de urgencias del Hospital Metropolitan, donde estaba trabajando esa noche era solo un poco más que un cadáver.Solo supo que estaba muy mal herido y que el Comisario Arnold lo llamó para avisarle que estuviera pendiente de él, pero nunca se imaginó que éste estuviera tan mal, tenía tantas heridas de bala que era difícil identificar cuál era la que más comprometía su vida.Tenía dos heridas rasantes en la cabeza, y una herida en el cuello que había pasado a milímetros de la arteria carótida así que no representaba mucho peligro, pero de allí hacia abajo
Robert Landon estuvo investigando las últimas cuatro horas para saber si había alguna noticia de Palmer o de Mac, pero todo había sido infructuoso, esperaba que O’Malley, o la sargento Hu, hubieran tenido mejor suerte.Llegó al precinto después del mediodía y antes de entrar se metió en el pequeño restaurante donde comía muchas veces, después de comer entró para ir a su pequeña oficina.Al entrar uno de los oficiales de guardia entró a su oficina.—Teniente, O’Malley acaba de llamar —dijo de inmediato— Consiguieron a Palmer con varios tiros en la cabeza y tiene señales de que lo torturaron antes de matarlo, el forense salió para allá con su equipo.—¿En dónde fue eso?—Por detrás de los almacenes abandonados en la 43, Teniente.—Gracias, oficial.Se levantó y salió para ir a la oficina del comisario, cuando llegó entró sin llamar como acostumbraba. Éste le miró y dijo:¿Qué ha sucedido? —preguntó de inmediato.Landon le dijo lo que le habían informado.—Esto no me gusta para nada, dil
Diez años después…Steve Lonergan estaba tendido sobre una cobija en Playa Venecia, San Francisco. Acariciaba suavemente el cabello de la hermosa mujer que estaba recostada en su varonil pecho.Bridgette Reynolds jugueteaba pasando sus suaves dedos por el pecho masculino, cuando pasó su mano por el corazón sus dedos tropezaron con una cicatriz que estaba casi encima del corazón, se detuvo allí un rato y luego los dedos se deslizaron hacia otra cicatriz que estab un poco más abajo.—¿No piensas contarme nunca como te hicieron estas cicatrices, mi amor? —Su voz era un poco gruesa, pero aterciopelada, lo que le daba unos matices que hacían su voz muy sensual.—¿Y para qué quieres saber eso? Ya te conté que me atracaron en una ocasion en mi tienda para tratar de robarme —le contestó con su voz varonil mientras seguía acariciando los suaves rulos de color castaño.—¿Y estás seguro de que no querían matarte más bien? —le preguntó— Porque parece que hubieras estado en la guerra más bien. Sí,
…Diez años antes…El doctor Jones, después de hablar con los periodistas entró directamente al cuarto donde el detective Landon estaba acostado, cubierto de vendajes, mangueras y cables que lo unían a los soportes de vida y al monitor de signos vitales.Revisó con cuidado cada uno de los datos que el aparato colocaba en la pantalla, con una variación de segundos. Sonrió satisfecho, tal parecía que la fama del teniente Landon no era falsa, le decían el hombre de hierro y eso estaba bien justificado, cualquiera que hubiera recibido esa cantidad de proyectiles en su cuerpo hubiera muerto.Había llegado casi exangüe al hospital por lo que tuvieron que ponerle transfusiones, una tras otra y de manera inmediata, esa fue la única manera de salvarlo, la otra había sido su particular fortaleza y resistencia.El doctor tomó su teléfono móvil y realizó un par de llamadas rápidas, cuando colgó la llamada salió afuera y llamó a Aura, una de sus enfermeras de absoluta confianza, ella vino de inmedi
—Todo eso es muy triste —dijo el doctor— Va a ser muy difícil ocultarlo, comisario, aunque lo hayamos dado por muerto.—Por ello tendremos que darle un rostro nuevo, ¿no? —dijo el comisario.—¿Quiere usted que le cambiemos las facciones? —preguntó el galeno algo sorprendido.—Así es, ustedes tienen de todo, los equipos, los especialistas y la tecnología, ¿no?—Cierto, tenemos todo eso, pero eso tiene algunas implicaciones.—¿Legales?—Así es.—Usted proceda, doc —le dijo el comisario con voz firme— De las implicaciones legales me encargaré yo, mi primo trabaja en el FBI, su nueva personalidad será perfectamente legal en menos de cinco días.—Está bien —contestó el doctor Jones lanzando un suspiro resignado— Lo haremos, ese hombre merece una nueva vida, pero debe saber que las consecuencias psicológicas también serán fuertes.—Me lo imagino, doc —asintió el comisario Arnold— Eso se lo dejo a usted, la parte legal me encargaré yo.El comisario se levantó de la silla en la que se había s
Landon la miró y reconoció a la enfermera que lo había atendido también hacía cosa de un año cuando lo habían intervenido quirúrgicamente.—Bue…nos dí…as, en.. fe..fermera —su voz le sonó un poco extraña, pero lo atribuyó a la anestesia, todavía se sentía amodorrado y con la cabeza llena de tinieblas. También sentía la lengua pastosa y le costaba un gran esfuerzo hablar.—No se esfuerce, teniente — le dijo ella al ver la dificultad que tenía para hablar— El doctor Jones ya viene para acá y el comisario llamó diciendo que viene también en camino.En ese preciso momento el doctor Jones estaba entrando en la habitación con una de esas carpetas metálicas donde tenían la historia del paciente, aunque no tenía papel alguno, como pudo notar, porque era más bien una especie de tablet electrónica donde se veía todo el trayecto del paciente así como su tratamiento y resultados.—Buenos días, mi querido teniente —le dijo con voz alegre y haciéndole un saludo con la mano también— Trate de calmars
La consulta con el psicólogo ya se extendía por más de media hora, el comisario Arnold paseaba impaciente en la oficina del doctor Jones quien estaba revisando unos informes mientras esperaba que el doctor Fletcher terminara de consultar al paciente.—Creo que es mejor que se siente comisario —le dijo un tanto divertido— Si no va a abrir una zanja en el piso.El comisario Arnold no contestó, sino que se limitó a soltar una especie de gruñido ininteligible y siguió paseando de un lado al otro.En eso sonó el teléfono que estaba en el escritorio, el comisario se detuvo mirando fijamente al doctor, que en ese momento levantaba la bocina.—...está bien, sí, el comisario aún me acompaña —se le escuchó decir— En unos minutos estaremos allá —dijo y colgó el aparato.—¿Alguna novedad? —preguntó el comisario y el doctor asintió.—Sí, el doctor Fletcher nos acaba de avisar que ya terminó la consulta y ha hecho terapia con el paciente, allá nos dará los detalles.Los dos salieron de la oficina y