Cuando finalmente pudo entrar en la central su jefe estaba asomado a la puerta de la oficina y le hizo una seña para que se acercara.
Landon caminó rápidamente hasta allí escoltado por O’Malley y Hu.
—Hola, jefe —saludó a su superior.
Raymond Arnold, era comisario de la policía por mérito propio, tenía una carrera sobresaliente en la policía y era muy eficiente en todo lo que hacía, muchos esperaban que llegara a comisionado en poco tiempo. Medía casi un metro noventa y era de constitución bastante robusta.
—Vengan acá, muchachos —les dijo sin mucha ceremonia, cosa que extrañó a los tres policías, pero entraron sin hacer ningún comentario, sabían que cuando el jefe tenía ese rostro adusto y severo era por alguna razón valedera.
Cuando estuvieron todos adentro sentados, menos O’Malley que quedó parado al lado de la sargento Hu porque solo había dos sillas para visitantes en la oficina.
—Primero que todo quiero felicitarlos por el logro que han alcanzado, en especial tú, Landon —lo dijo medio sonriendo con su acostumbrada “media sonrisa” como le decían en el departamento porque nunca reía por completo.
—Gracias, jefe —dijo Landon— pero usted sabe que sin estos dos no hubiera podido lograrlo.
—Estoy muy consciente de eso, Landon —dijo con voz grave— Y eso es justamente lo que viene a cuento con lo que quiero comunicarles.
—Desembuche ya de una vez, jefe —dijo O’Malley cambiando de posición— Ya me está poniendo nervioso.
—Tú siempre andas nervioso, O’Malley —dijo el comisario torciendo un poco el gesto— Así que eso no me impresiona. Quiero que escuchen bien lo que voy a decirles, ¿De acuerdo?
Los tres agentes del orden asintieron sin decir nada más, sabían que al jefe no le gustaba que lo estuvieran interrumpiendo a cada momento.
—Bien —continuó diciendo— ¿Recuerdan a Mac y a Palmer?
—Sí, jefe —dijo la sargento Hu— ¿Qué sucede con ellos?
—El asunto es que Palmer tiene un par de días desaparecido, justo después de que capturaron a Rodson —esperó unos segundos hasta que la idea les calara en el cerebro, para después continuar— y Mac está asustado, recuerden que ellos nos dieron una de las pistas del cabaret de la calle 47. Tal parece que alguien lo invitó a unas copas esa noche y como Mac estaba mal del estómago por la comilona que ustedes le dieron, no pudo ir con él. Lo malo es que Palmer no regresó esa noche a su refugio.
—¿Está diciendo que pudo ser un secuestro, jefe? —Ahora la voz cantante era de Landon— Pero si ellos son sujetos de poca monta, si fuera por eso deberían estar atacándonos a nosotros.
—En parte tienes razón, pero no lo podemos descartar —dijo el jefe con el ceño fruncido de como cuando estaba bastante preocupado— Pero no sabemos lo que puede estar moviéndose por allí.
—¿Quiere que investiguemos, jefe? —dijo O’Malley.
—No sería mala idea, pero lo primero y más importante es que quiero que se cuiden —tres pares de ojos se le quedaron mirando atentamente como si esperaran una explicación adicional, hizo una breve pausa y luego espetó— ¡Que se cuiden, carajo! No me gusta cuando la gente desaparece, y menos si está relacionada con nosotros, ¿de acuerdo?
—Está bien, jefe. Sé lo que quiere decirnos y estaremos atentos —Landon expresó el pensamiento de los tres agentes porque los otros dos hicieron sendos gestos de asentimiento— O’Malley, deberías darte una vuelta por la 22 y ver que encuentras por allí, y Hu, manda a un par de hombres que conozcan a Mac y a Palmer para averiguar qué ha sucedido, ¿de acuerdo?
Por esto era que Robert Landon estaba considerado como uno de los mejores policías de la Gran Manzana, porque mientras los demás estaban comenzando a pensar ya su cerebro había tomado decisiones e ideado un plan de acción. Por ello también era casi insuperable en el uso de arma de fuego, ya sea largas o cortas, pero muy especialmente en los enfrentamientos con delincuentes.
A lo largo de su carrera había tenido más de treinta enfrentamientos a tiros con delincuentes y nunca había recibido un balazo que pusiera en peligro su integridad física, por supuesto había tenido rasguños, pero más por eventualidades que porque lo superaran en habilidad. Esta era una de las razones por las cuales el FBI andaba detrás de él, pero Landon se había negado sistemáticamente a ser reclutado por ellos.
Decía que no le gustaba la burocracia del FBI, que prefería la acción de las calles a las fórmulas que usaban los federales. Sus reflejos eran increíblemente rápidos así como su cerebro, mientras los otros estaban comenzando a buscar sus armas, ya él la tenía en la mano, presta para disparar.
Por eso le decían el “pistolero” o el “vaquero” por su endemoniada rapidez para desenfundar como los míticos pistoleros del antiguo oeste americano y por su prodigiosa puntería. A él le encantaba usar una pistola aparte de la que usaba en la funda sobaquera, siempre llevaba un colt 44 Magnum que era letal para sus enemigos.
—Buena idea, Landon —dijo su jefe orgullosos de su pupilo.
—Por cierto, jefe —dijo Landon— ¿Por quién se enteró usted de que Mac tenía miedo?
—Por Rogers, sabes que él está encargado de vigilar el lupanar de la calle 32 y una de las chicas le dijo que Mac había tropezado con ella en la calle y ella le preguntó que por qué andaba tan apurado, ella dijo que el sujeto solo se volteó para decirle “tengo miedo” para luego seguir caminando apresuradamente hacia los muelles. —dijo el comisario Arnold.
—Hmmm, la verdad es que la cosa no me gusta nada tampoco, jefe —dijo O'Malley— Se huele que hay algo raro por allí.
—¿Y qué dices tú, sargento? —preguntó el comisario al ver que ella se había quedado pensando un poco.
—Creo que tiene razón, jefe. Estaremos atentos —dijo con voz suave pero firme— No podemos perder de vista que hemos dado un duro golpe a la mafia de esta ciudad, podemos esperar represalias.
—Muy inteligente tu posición, Sargento —dijo el comisario— Hagan lo que tengan que hacer y me mantienen informado.
Los tres amigos salieron de la oficina del jefe resueltos a investigar el asunto.
El doctor Jones estaba revisando los análisis de sangre que le habían hecho al paciente en la mañana, aunque había tenido un intento de despertarse al parecer todavía no estaba completamente restablecido.Sabía que el teniente Landon era sensible a la anestesia, pero no había tenido más remedio que usarla y en cantidades ingentes para poder operarlo con cierto margen de seguridad, porque cuando el Teniente Robert Landon llegó a la sala de urgencias del Hospital Metropolitan, donde estaba trabajando esa noche era solo un poco más que un cadáver.Solo supo que estaba muy mal herido y que el Comisario Arnold lo llamó para avisarle que estuviera pendiente de él, pero nunca se imaginó que éste estuviera tan mal, tenía tantas heridas de bala que era difícil identificar cuál era la que más comprometía su vida.Tenía dos heridas rasantes en la cabeza, y una herida en el cuello que había pasado a milímetros de la arteria carótida así que no representaba mucho peligro, pero de allí hacia abajo
Robert Landon estuvo investigando las últimas cuatro horas para saber si había alguna noticia de Palmer o de Mac, pero todo había sido infructuoso, esperaba que O’Malley, o la sargento Hu, hubieran tenido mejor suerte.Llegó al precinto después del mediodía y antes de entrar se metió en el pequeño restaurante donde comía muchas veces, después de comer entró para ir a su pequeña oficina.Al entrar uno de los oficiales de guardia entró a su oficina.—Teniente, O’Malley acaba de llamar —dijo de inmediato— Consiguieron a Palmer con varios tiros en la cabeza y tiene señales de que lo torturaron antes de matarlo, el forense salió para allá con su equipo.—¿En dónde fue eso?—Por detrás de los almacenes abandonados en la 43, Teniente.—Gracias, oficial.Se levantó y salió para ir a la oficina del comisario, cuando llegó entró sin llamar como acostumbraba. Éste le miró y dijo:¿Qué ha sucedido? —preguntó de inmediato.Landon le dijo lo que le habían informado.—Esto no me gusta para nada, dil
Diez años después…Steve Lonergan estaba tendido sobre una cobija en Playa Venecia, San Francisco. Acariciaba suavemente el cabello de la hermosa mujer que estaba recostada en su varonil pecho.Bridgette Reynolds jugueteaba pasando sus suaves dedos por el pecho masculino, cuando pasó su mano por el corazón sus dedos tropezaron con una cicatriz que estaba casi encima del corazón, se detuvo allí un rato y luego los dedos se deslizaron hacia otra cicatriz que estab un poco más abajo.—¿No piensas contarme nunca como te hicieron estas cicatrices, mi amor? —Su voz era un poco gruesa, pero aterciopelada, lo que le daba unos matices que hacían su voz muy sensual.—¿Y para qué quieres saber eso? Ya te conté que me atracaron en una ocasion en mi tienda para tratar de robarme —le contestó con su voz varonil mientras seguía acariciando los suaves rulos de color castaño.—¿Y estás seguro de que no querían matarte más bien? —le preguntó— Porque parece que hubieras estado en la guerra más bien. Sí,
…Diez años antes…El doctor Jones, después de hablar con los periodistas entró directamente al cuarto donde el detective Landon estaba acostado, cubierto de vendajes, mangueras y cables que lo unían a los soportes de vida y al monitor de signos vitales.Revisó con cuidado cada uno de los datos que el aparato colocaba en la pantalla, con una variación de segundos. Sonrió satisfecho, tal parecía que la fama del teniente Landon no era falsa, le decían el hombre de hierro y eso estaba bien justificado, cualquiera que hubiera recibido esa cantidad de proyectiles en su cuerpo hubiera muerto.Había llegado casi exangüe al hospital por lo que tuvieron que ponerle transfusiones, una tras otra y de manera inmediata, esa fue la única manera de salvarlo, la otra había sido su particular fortaleza y resistencia.El doctor tomó su teléfono móvil y realizó un par de llamadas rápidas, cuando colgó la llamada salió afuera y llamó a Aura, una de sus enfermeras de absoluta confianza, ella vino de inmedi
—Todo eso es muy triste —dijo el doctor— Va a ser muy difícil ocultarlo, comisario, aunque lo hayamos dado por muerto.—Por ello tendremos que darle un rostro nuevo, ¿no? —dijo el comisario.—¿Quiere usted que le cambiemos las facciones? —preguntó el galeno algo sorprendido.—Así es, ustedes tienen de todo, los equipos, los especialistas y la tecnología, ¿no?—Cierto, tenemos todo eso, pero eso tiene algunas implicaciones.—¿Legales?—Así es.—Usted proceda, doc —le dijo el comisario con voz firme— De las implicaciones legales me encargaré yo, mi primo trabaja en el FBI, su nueva personalidad será perfectamente legal en menos de cinco días.—Está bien —contestó el doctor Jones lanzando un suspiro resignado— Lo haremos, ese hombre merece una nueva vida, pero debe saber que las consecuencias psicológicas también serán fuertes.—Me lo imagino, doc —asintió el comisario Arnold— Eso se lo dejo a usted, la parte legal me encargaré yo.El comisario se levantó de la silla en la que se había s
Landon la miró y reconoció a la enfermera que lo había atendido también hacía cosa de un año cuando lo habían intervenido quirúrgicamente.—Bue…nos dí…as, en.. fe..fermera —su voz le sonó un poco extraña, pero lo atribuyó a la anestesia, todavía se sentía amodorrado y con la cabeza llena de tinieblas. También sentía la lengua pastosa y le costaba un gran esfuerzo hablar.—No se esfuerce, teniente — le dijo ella al ver la dificultad que tenía para hablar— El doctor Jones ya viene para acá y el comisario llamó diciendo que viene también en camino.En ese preciso momento el doctor Jones estaba entrando en la habitación con una de esas carpetas metálicas donde tenían la historia del paciente, aunque no tenía papel alguno, como pudo notar, porque era más bien una especie de tablet electrónica donde se veía todo el trayecto del paciente así como su tratamiento y resultados.—Buenos días, mi querido teniente —le dijo con voz alegre y haciéndole un saludo con la mano también— Trate de calmars
La consulta con el psicólogo ya se extendía por más de media hora, el comisario Arnold paseaba impaciente en la oficina del doctor Jones quien estaba revisando unos informes mientras esperaba que el doctor Fletcher terminara de consultar al paciente.—Creo que es mejor que se siente comisario —le dijo un tanto divertido— Si no va a abrir una zanja en el piso.El comisario Arnold no contestó, sino que se limitó a soltar una especie de gruñido ininteligible y siguió paseando de un lado al otro.En eso sonó el teléfono que estaba en el escritorio, el comisario se detuvo mirando fijamente al doctor, que en ese momento levantaba la bocina.—...está bien, sí, el comisario aún me acompaña —se le escuchó decir— En unos minutos estaremos allá —dijo y colgó el aparato.—¿Alguna novedad? —preguntó el comisario y el doctor asintió.—Sí, el doctor Fletcher nos acaba de avisar que ya terminó la consulta y ha hecho terapia con el paciente, allá nos dará los detalles.Los dos salieron de la oficina y
Robert Landon dormía, pero sus sueños eran bastante inquietos, el doctor Fletcher le había tratado con terapia para que pudiera recordar todo lo que le había sucedido, al principio él se había resistido un poco a la terapia, porque su cerebro se había autoprotegido con una especie de amnesia temporal retrógrada, eso le estaba evitando el sufrimiento.Pero finalmente recordó lo que había sucedido en un mismo día, justo después de recibir aquella amenaza anónima, donde les decían que “todos estaban muertos”. Ellos no se lo habían tomado a broma, pero tampoco creían que se iban a atrever a llegar tan lejos.La primera noticia de que las cosas no estaban marchando bien fue cuando la sargento Hu no logró comunicarse con el agente que había dejado custodiando a Mac después de que habían conseguido el cadáver de Palmer, su compañero y amigo de toda la vida.—Teniente —la sargento se había acercado a su oficina a media mañana— No he podido comunicarme con el oficial a cargo de la custodia de