Steve Lonergan llegó poco después del mediodía a la hermosa ciudad de Los Ángeles en vuelo directo desde Phoenix, Arizona. El coronel Temple le había escrito poco después de que había abordado el avión de regreso.—”Excelente trabajo, hijo —le escribió— nada mejor que limpiar las alcantarillas después de una tormenta”El mensaje estaba cifrado para ojos profanos, pero Steve lo pudo entender perfectamente, una sonrisa distendió su rostro cansado. Había pasado toda la noche en el edificio desde donde había disparado para no levantar sospechas ni que quizás alguien lo pudiera ver entrando esa mañana al edificio, cuando salió de él no había ya casi nadie circulando como más temprano, en la hora que los empleados comenzaban a llegar.Durmió durante todo el viaje. Cuando descendió del avión se fue directamente a casa a descansar por lo menos un rato, pero no pudo dormir durante mucho tiempo porque cuando había dormido un par de horas el teléfono comenzó a sonar insistentemente. Sabía que no
Cuando el comisario estaba tomando su taza de café esa mañana su esposa encendió el televisor donde pasaban dos noticias asombrosas: La muerte de un grupo de traficantes y mafiosos en una bodega de la bahía neoyorkina y la voladura de la prisión con la muerte del condenado Lucas Rodson.La taza de café cayó de las manos del buen comisario mientras se dejaba caer sentado en la silla más próxima. La boca la tenía desmesuradamente abierta al igual que sus ojos, pero después de unos momentos su expresión se suavizó, bajó la cabeza mientras hacía un movimiento de negación con ella, de un lado al otro. Luego levantó la vista y una sonrisa distendió sus facciones, y se fue ampliando cada vez más hasta que se convirtió en una franca risa. Su esposa lo miró y se acercó para recoger la taza rota del piso. Se quedó mirando a su esposo por unos momentos.—¿Alguna novedad, Raymond? —le dijo con una expresión extrañada en la cara— ¿Buenas noticias?—No podían ser mejores —dijo en medio de las risa
Bridgette Reynolds ya no era una ilusa jovencita, era una mujer madura que estaba llegando a los treinta años, era alta, con unas formas divinamente delineadas; parecía que la había tallado un hábil escultor inspirado en las hermosas diosas y amazonas griegas.Tenía unos ojos profundos y de un azul que hacía sentir envidia al mismo cielo y al hermoso mar, su cuerpo era curvilíneo con una cintura bien marcada y unos pechos generosos sin ser demasiado grandes o vulgares, pero sí estaban por encima del promedio. Sus caderas eran generosas a pesar de no haber dado nunca a luz un bebé y hacían juago de manera perfecta con el resto de su cuerpo y de las hermosas, largas y torneadas piernas.En conjunto era una mujer que destacaba aunque no a propósito, sino por su naturaleza. Además de ello era una chica muy madura e inteligente, lo que hacía que la mayoría de los hombres que ella había conocido en la universidad o de los que conocía en su trabajo o en las pocas ocasiones en que salía de fi
Antes del inicio…Robert Landon luchó por abrir los ojos, acababa de despertarse pero le costaba trabajo abrir los párpados, que recordara, no había bebido ni una gota de licor la noche anterior. El cuarto estaba frío, pensó que revisaría la calefacción esa misma mañana después de levantarse antes de que su esposa se enojara con él, siempre le reclamaba que su trabajo de policía le dejaba muy poco tiempo para encargarse de las reparaciones de la casa.Lucy, su esposa, era una mujer tan hermosa. Le extrañó no sentir su calor al lado de él en la cama, quizás se había levantado antes porque el niño se hubiera despertado. Pero no escuchó nada, ¿Sería que estaba perdiendo facultades? Un policía que durmiera como una piedra era hombre muerto con toda seguridad.Pero, ¿Por qué no podía abrir los párpados?Trató de levantar los brazos pero sentía que pesaban como si los tuviera metidos en un envase lleno de cemento… ¿¡Qué demonios!? se sentía desconcertado, a pesar de que estaba despierto ten
Cuando finalmente pudo entrar en la central su jefe estaba asomado a la puerta de la oficina y le hizo una seña para que se acercara.Landon caminó rápidamente hasta allí escoltado por O’Malley y Hu.—Hola, jefe —saludó a su superior.Raymond Arnold, era comisario de la policía por mérito propio, tenía una carrera sobresaliente en la policía y era muy eficiente en todo lo que hacía, muchos esperaban que llegara a comisionado en poco tiempo. Medía casi un metro noventa y era de constitución bastante robusta.—Vengan acá, muchachos —les dijo sin mucha ceremonia, cosa que extrañó a los tres policías, pero entraron sin hacer ningún comentario, sabían que cuando el jefe tenía ese rostro adusto y severo era por alguna razón valedera.Cuando estuvieron todos adentro sentados, menos O’Malley que quedó parado al lado de la sargento Hu porque solo había dos sillas para visitantes en la oficina.—Primero que todo quiero felicitarlos por el logro que han alcanzado, en especial tú, Landon —lo dij
El doctor Jones estaba revisando los análisis de sangre que le habían hecho al paciente en la mañana, aunque había tenido un intento de despertarse al parecer todavía no estaba completamente restablecido.Sabía que el teniente Landon era sensible a la anestesia, pero no había tenido más remedio que usarla y en cantidades ingentes para poder operarlo con cierto margen de seguridad, porque cuando el Teniente Robert Landon llegó a la sala de urgencias del Hospital Metropolitan, donde estaba trabajando esa noche era solo un poco más que un cadáver.Solo supo que estaba muy mal herido y que el Comisario Arnold lo llamó para avisarle que estuviera pendiente de él, pero nunca se imaginó que éste estuviera tan mal, tenía tantas heridas de bala que era difícil identificar cuál era la que más comprometía su vida.Tenía dos heridas rasantes en la cabeza, y una herida en el cuello que había pasado a milímetros de la arteria carótida así que no representaba mucho peligro, pero de allí hacia abajo
Robert Landon estuvo investigando las últimas cuatro horas para saber si había alguna noticia de Palmer o de Mac, pero todo había sido infructuoso, esperaba que O’Malley, o la sargento Hu, hubieran tenido mejor suerte.Llegó al precinto después del mediodía y antes de entrar se metió en el pequeño restaurante donde comía muchas veces, después de comer entró para ir a su pequeña oficina.Al entrar uno de los oficiales de guardia entró a su oficina.—Teniente, O’Malley acaba de llamar —dijo de inmediato— Consiguieron a Palmer con varios tiros en la cabeza y tiene señales de que lo torturaron antes de matarlo, el forense salió para allá con su equipo.—¿En dónde fue eso?—Por detrás de los almacenes abandonados en la 43, Teniente.—Gracias, oficial.Se levantó y salió para ir a la oficina del comisario, cuando llegó entró sin llamar como acostumbraba. Éste le miró y dijo:¿Qué ha sucedido? —preguntó de inmediato.Landon le dijo lo que le habían informado.—Esto no me gusta para nada, dil
Diez años después…Steve Lonergan estaba tendido sobre una cobija en Playa Venecia, San Francisco. Acariciaba suavemente el cabello de la hermosa mujer que estaba recostada en su varonil pecho.Bridgette Reynolds jugueteaba pasando sus suaves dedos por el pecho masculino, cuando pasó su mano por el corazón sus dedos tropezaron con una cicatriz que estaba casi encima del corazón, se detuvo allí un rato y luego los dedos se deslizaron hacia otra cicatriz que estab un poco más abajo.—¿No piensas contarme nunca como te hicieron estas cicatrices, mi amor? —Su voz era un poco gruesa, pero aterciopelada, lo que le daba unos matices que hacían su voz muy sensual.—¿Y para qué quieres saber eso? Ya te conté que me atracaron en una ocasion en mi tienda para tratar de robarme —le contestó con su voz varonil mientras seguía acariciando los suaves rulos de color castaño.—¿Y estás seguro de que no querían matarte más bien? —le preguntó— Porque parece que hubieras estado en la guerra más bien. Sí,