Suter estaba de pie frente a ella y su rostro expresaba un mundano aplomo y una excesiva arrogancia. Sus ojos, en cambio, parecían ascuas.
Emma crepitó de calor y anhelo.Un leve llamado de cortesía fue el único aviso que tuvieron antes de que la puerta fuera empujada y Krakov apareciera en el umbral.—Bradley, queda poco tiempo —señaló con áspera voz—, ¿haremos la venta del corto? —Aún lo estamos decidiendo —murmuró Bradley—. Danos unos minutos.El enorme ruso asintió y se retiró enseguida.Emma no podía dejar de mirar a Bradley, quien tenía un ceño impaciente y aún así no dejaba de ser un espectáculo para la vista. Sus verdes ojos estaban alertas con la misma inteligencia del príncipe de las tinieblas, los pómulos altos, la nariz recta y una envergadura de más de metro ochenta firme y magra.—¿Lo harás Emma o se lo asignamos a alguien más? —insistió sarcástico, luego apoyó la cadera contra la mesa y se cruzó de brazos.Emma se dio a sí misma un pellizco mental. La cantidad que Suter le ofrecía era más de lo que ningún analista esperaría percibir en su primer año de fichaje. Una cantidad así, le permitiría liquidar el préstamo universitario que la había estado preocupando y también podría crear un pequeño fondo para la universidad de sus hermanas. Pero sabía el motivo de su propuesta y eso la llenaba de pesar. —Es indignante —espetó airada—. Me ofreces ese puesto solo porque dormimos juntos.—Estas siendo injusta conmigo y contigo misma al dar por hecho que mi interés por ti es puramente físico.Emma parpadeó.—Investigaste sobre Novak porque querías saber si yo podía verte por debajo de tu obvia belleza. Y lo hago, Emma. Siempre te he visto. Desde la primera vez.Era cierto. Si Emma se había tomado tanto trabajo por esa cuenta obedecía solo a la oportunidad de tener ese momento. Qué bien sabía leerla, pensó ella. Y cómo no lo haría siendo el astuto negociador que era. Ella había osado ponerlo a prueba y ahora estaba en sus manos e indefensa ante las emociones que él despertaba.—Subiré mi oferta a un millón, es más que suficiente para que liquides la deuda de tu préstamo universitario.La mirada de Emma no tenía precio, parecía conmocionada. Bradley logró mantenerse estaqueado al suelo en lugar de estrecharla entre sus brazos. Lo que estaba haciendo era ultrajante. No obstante había tomado una decisión y no pensaba echarse para atrás. Necesitaba desesperadamente la presencia de Emma en su vida. —¿Cómo sabes eso? —murmuró sorprendida.—Es mi trabajo saberlo.Por supuesto que no había tardado en averiguar todo sobre Emma Henderson. Tenía veintitrés y era originaria de Boston. Su madre, Lily, había fallecido cuando ella solo tenía cinco años. Su padre Cyrus Henderson, era administrador de una empresa de transporte. El hombre se había vuelto a casar con Eleanor Dickens, profesora de escuela primaria y, tenían dos hijas: Taylor de dieciséis años y Harper de catorce. Emma había dejado el hogar parental a los dieciocho años para comenzar la universidad. Desde entonces se había hecho cargo de sí misma financieramente y alquilaba un pequeño departamento en el barrio Dumbo, en el distrito de Brooklyn. Gracias al informe que el investigador le había enviado por mail esa mañana, Bradley también conocía su número de móvil y hasta el saldo actual de su cuenta bancaria que apenas sobrepasaban mil dólares.Si lo pensaba bien, el informe había sido muy escueto aunque igual de transparente que la joven que tenía enfrente. Emma Henderson era la flor más rara que había encontrado alguna vez, una mujer hermosa y sobre todo íntegra. Alguien en quién tal vez podría confiar con el tiempo. ¿Cómo iba a dejar que lo abandonara? Si desde el instante en que vio esos ojos azules, se sintió poseído por la necesidad de algo puro, bueno y limpio. —De acuerdo, firmaré el contrato —dijo Emma de modo apenas audible—. Me quedaré.Suter sonrió victorioso y colocó frente a ella el contrato y un bolígrafo.Emma leyó con rapidez el contrato sin encontrar trampa alguna en ninguna cláusula. Firmó al calce sintiendo que hacia tratos con el mismo diablo, pero no podía negar que muy en el fondo se sentía feliz de que Bradley la hubiera colocado al filo de la navaja y obligado a elegir. Ella sí que deseaba estar allí, aunque claro él no tenía porque saberlo.—Esto solo me obliga a trabajar para ti. Ni pienses que me vas a poner una mano encima —lo advirtió ella con airado tono. Bradley curvó los labios. Sus verdes ojos la miraban con ferocidad.—¿Encuentras divertido mentirte a ti misma? — murmuró Suter y se acercó más, aquellos labios que la volvían loca se encontraban a unos centímetros de su boca—. Yo sé la verdad, Emma. Y la verdad es que más tarde o más temprano vamos a terminar follando de nuevo.Emma entrecerró los ojos.—No apuestes por ello —espetó, pero su respiración era entrecortada, casi jadeante ante la ilusión de tenerlo dentro de su cuerpo una vez más.Bradley bajó su rostro hacia el de ella, el calor de su cuerpo era una invitación a envolverlo con su piel y su hipnótica mirada la tenía a su merced. Emma no podía moverse, fascinada como estaba por el inquietante resplandor de deseo que inundaba los verdes ojos de Suter.Las medias lunas de sus pestañas, oscuras con puntas doradas, bajaron ligeramente mientras la miraba. No había lugar en el mundo para refugiarse de esa profunda mirada. Se sintió por completo expuesta, tan desnuda como había estado aquella noche en su cama. Inclinó la cabeza y sus labios fueron acariciados por su ardiente aliento, él estaba a nada de reclamar su boca cuando un llamado a la puerta la sobresaltó a ella, mientras que Bradley rechinó los dientes.—Disculpe, señor Suter, en el piso de operaciones esperan por sus instrucciones —exclamó Stephanie, la asistente de Bradley, desde la puerta.—Gracias, Stephanie. Avisa a todos que Emma hará la venta —replicó Suter con voz contenida. La asistente se retiró y Bradley se volvió hacia Emma—. Salvada por la campana, niña. Ve y haz la venta. Ya terminaremos esta conversación después. Emma se apresuró en salir de aquella estancia, intentando poner tanta distancia entre ellos como le fuera posible y preguntándose cuanto tiempo más podría negarse a Bradley. Estaba visto que no mucho."I don't really know how my poor heart could have protected me, but if I have to carry this pain. If you will not share the blame I deserve to see your face again (Realmente no sé cómo mi pobre corazón ha podido protegerme, pero si tengo que llevar éste dolor, y si tú no vas a compartir la culpa merezco ver tu cara otra vez)" Waiting For That Day By George Michael.
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Las proyecciones fueron precisas y la venta se había llevado a cabo en el momento oportuno, aún así, la espera conseguía intimidarla y, tras su aspecto de absoluto control, Emma estaba aterrorizada, tenía palpitaciones y su boca estaba seca. El silencio era lo único que se escuchaba en el piso de operaciones. Todos sus compañeros aguardaban junto a Emma por el reporte final y cuando este apareció en la pantalla y notaron la exorbitante cantidad que habían ganado solo con la venta de Emma, la sala entera estalló en una salva de aplausos y vítores para ella. Dentro del apretado abrazo de Caine, Emma sonreía y sus ojos se humedecían con lágrimas de satisfacción, por haber hecho un buen trabajo. En medio de la bulliciosa alegría esparcida por el lugar, Emma dio un vistazo alrededor y su mirada se encontró con la de Bradley.Su atractivo la golpeó directo en el corazón, la cálida luz del otoñal sol acariciaba el patricio rostro del CEO y arrancaba fieros destellos a su rubio cabello. Él
Tú no jugarás conmigo, niña. Las palabras resonando insistentes en su cabeza. Su fiera mirada de advertencia le hizo pensar que su observación podía referirse a algo mucho más serio que el estira y afloja en el que parecían estar inmersos.Emma se pasó los dedos con inquietud por su cabello mientras caminaba por el pequeño salón de su departamento, bebiendo su primera taza de café. El sol comenzaba su ascenso y el puente de Brooklyn recibía gustoso sus primeros rayos.Bradley se había alejado de ella. Simplemente cerró la puerta tras él, y desapareció dejándola paralizada por la sorpresa.La deseaba, y aún así, se había ido sin más.Y ella bien podría enloquecer muy pronto. Dios, estaba aterrorizada por desearlo como lo hacía. Los chicos a quienes alguna vez les había aceptado una invitación a salir, eran en su mayoría fanfarrones. Eso la divertía, porque nunca los tomaba en serio y era sumamente sencillo quitárselos de encima y no volver a pensar en ellos. Bradley no se les parecí
Nunca digas nunca, se burló de sí misma cuando pisó el elegante vestíbulo del Waldorf. Bradley y su perversa sonrisa, sus verdes ojos, su áspera voz susurrando su deseo por ella. La vista de sus manos, deslizándose sobre su cuerpo, inundándola de un placer que nunca antes había conocido era lo que la que tenía abordando el ascensor. Había perdido demasiados días valiosos negando el deseo, negando la verdad de todo lo que él despertaba en ella y si lograba llegar hasta el pen house en que se hospedaba, las cosas cambiarían para siempre. Emma sentía su cuerpo sacudido por los nervios al salir del ascensor. Cogió la tarjeta llave del bolsillo lateral de su abrigo, agarrándola con sus tensos dedos. La adrenalina galopaba por su corriente sanguínea mientras se acercaba a la puerta, respirando profundamente. —Me gusta que seas puntual —exclamó Suter con voz neutra. Su expresión era tan impía, sexo en su forma más densa. Y ella sabía que iba a disfrutarlo demasiado. —¿Me permites tu abrig
Bradley entró en las oficinas de Suter Capital con la cabeza aún llena de los placeres de la noche. Mientras se desplazaba por el abierto vestíbulo su mirada chocó con la intensamente azul de Emma. Ella tomaba nota de las indicaciones que Caine disponía para ese día.La encontró encantadora con aquel suéter de cachemira de un suave color rosa, vaqueros ajustados y botas altas. Los deliciosos labios se le curvaron en una discreta sonrisa que calentó el pecho de Suter. Esa pequeña diablesa de oscuro cabello lo volvía loco en el mejor de sus días.Ya trataría con ella más tarde.—Buen día, jefe —lo saludó Stephanie al llegar al pie de la escalera donde lo esperaba como todas las mañanas.Suter estrechó su mirada sobre la etiqueta del envase que su asistente puso en su mano con una cordial sonrisa.—¿Jugo verde?—Dicen que es mejor que el expreso.—Ja. Nada es mejor que el expreso, pero ya que te tomaste lo molestia lo probaré. ¿Mi abogado ya está aquí?Ella negó con la cabeza.—
Los leños brillaban mientras eran consumidos por el devorador fuego de la chimenea, y en aquella lujosa habitación solo estaban ellos dos: Suter y ella.Arrodillada frente a él, lo veneraba besando su magro abdomen, sentía el tacto de sus sólidos cuadriceps y sus esbeltas caderas mientras él le acariciaba el cabello.—Entrégate, Emma —le rogó con la voz enronquecida por el deseo—. Entrégate toda. Confía.—Sí —consintió ella.Suter la tocó en la cara y con suavidad la instó a levantar la barbilla, ella alzó sus ojos hacia él. Y la feroz intensidad de sus verdes ojos, tan obsesiva y salvaje la despertó de repente.Se incorporó de golpe jadeando, su corazón latiendo vigorosamente en su garganta. La habitación estaba a oscuras. Su piel ardía, y su feminidad palpitaba de anhelo. Tragó saliva y luego inspiró con fuerza hasta que sus temblores disminuyeron.Llevando su mano a la boca encubrió el doloroso gemido que le subió por el pecho. «¡Dios mío!»sollozó silenciosa y salió de la c
—¡Emma! —gritó él acongojado a la recta espalda de la joven que adoraba.La puerta retumbó cuando se cerró de un golpazo tras ella y Bradley se colocó a jalones su abrigo el cual descansaba sobre el respaldo de una silla.Iría tras ella.—Brad, amor, vuelve aquí.El femenino reclamo que subió por su espalda lo exasperó.—No.—¡¿Quién era esa chica?! Bradley giró con rudeza sobre sus talones. Lara Akerman era una tempestuosa belleza, pero cuando Suter se acercó a ella, el miedo asomó en los ojos de la rubia.—No tienes derecho a preguntar —gruñó Bradley—. Ni siquiera debiste venir, sabías que no serías bienvenida.—¡Lo siento!Bradley gruñó una grosería y alcanzó la puerta.—¡Bradley! —le gritó de nuevo.Suter llamó con impaciencia al ascensor.Entró allí apretando los puños de rabia y frustración, Lara había invadido su espacio cómo si aún tuviera ese derecho y, para ponerlo peor, también Emma había decidido aparecer. Inmediatamente comprendió lo que debía de haberle par
—¡Quién me iba a decir que la mujer que se ha estado acostando con mi marido es tan brillante!Emma se volvió, sorprendida. La mujer que dos noches atrás se había encontrado en el Waldorf, estaba esa tarde frente a ella. Tendría poco más de treinta años y su piel era impecable. El cabello hasta los hombros de un rubio champán estaba peinado hacia atrás, su flequillo rozando las cejas. Vestía una camisa hecha a medida de blanca seda y unos pantalones negros de sartorial corte. La cartera tipo sobre que sujetaba en su mano hacia juego con sus zapatos rojos de tacón. Una exquisita criatura que le sonreía lentamente mientras la estudiaba. Emma no pudo evitar crisparse, aunque la había pillado sola en la cocina de ejecutivos de Suter Capital, cualquiera podría aparecer y la preocupaba convertirse en la comidilla.—Me parece que no nos conocemos.La rubia ladeó la cabeza y estrechó los ojos.—Soy Lara Akerman-Suter, linda. Tú, por supuesto, no necesitas presentación. Eres la Analista
La mandíbula de Bradley dolía por la fuerza con la que apretaba los dientes, debido a los celos asesinos que lo habían invadido cuando descubrió a Emma dentro del abrazo de Steven. El hombre era imponente, rubio, soltero, y sin lugar a dudas, mucho más gentil que él. Suter dudaba que el ruso la poseyera sin preliminares, o que la apoyara en la mesada de la cocina y hundiera la cara entre sus muslos para darse un festín.Y el problema era que Bradley no podía permitirse más ese lujo. Entre Emma y él se había acabado todo. Simplemente había terminado.¡Dios! No había terminado.No acabaría hasta que el perfume de su piel hubiera salido de su cabeza, hasta que ya él no tuviera más su sabor en la lengua. Y sabía que al verla todos los días en la empresa eso no ocurriría pronto.Sin embargo, Emma tenía razón y la inocencia de Alexa merecía un intento más. Así que nada, Bradley debía guardarse sus celos, su anhelo y todas las emociones que Emma había despertado en su interior. Su ene