Bradley entró en las oficinas de Suter Capital con la cabeza aún llena de los placeres de la noche. Mientras se desplazaba por el abierto vestíbulo su mirada chocó con la intensamente azul de Emma. Ella tomaba nota de las indicaciones que Caine disponía para ese día.La encontró encantadora con aquel suéter de cachemira de un suave color rosa, vaqueros ajustados y botas altas. Los deliciosos labios se le curvaron en una discreta sonrisa que calentó el pecho de Suter. Esa pequeña diablesa de oscuro cabello lo volvía loco en el mejor de sus días.Ya trataría con ella más tarde.—Buen día, jefe —lo saludó Stephanie al llegar al pie de la escalera donde lo esperaba como todas las mañanas.Suter estrechó su mirada sobre la etiqueta del envase que su asistente puso en su mano con una cordial sonrisa.—¿Jugo verde?—Dicen que es mejor que el expreso.—Ja. Nada es mejor que el expreso, pero ya que te tomaste lo molestia lo probaré. ¿Mi abogado ya está aquí?Ella negó con la cabeza.—
Los leños brillaban mientras eran consumidos por el devorador fuego de la chimenea, y en aquella lujosa habitación solo estaban ellos dos: Suter y ella.Arrodillada frente a él, lo veneraba besando su magro abdomen, sentía el tacto de sus sólidos cuadriceps y sus esbeltas caderas mientras él le acariciaba el cabello.—Entrégate, Emma —le rogó con la voz enronquecida por el deseo—. Entrégate toda. Confía.—Sí —consintió ella.Suter la tocó en la cara y con suavidad la instó a levantar la barbilla, ella alzó sus ojos hacia él. Y la feroz intensidad de sus verdes ojos, tan obsesiva y salvaje la despertó de repente.Se incorporó de golpe jadeando, su corazón latiendo vigorosamente en su garganta. La habitación estaba a oscuras. Su piel ardía, y su feminidad palpitaba de anhelo. Tragó saliva y luego inspiró con fuerza hasta que sus temblores disminuyeron.Llevando su mano a la boca encubrió el doloroso gemido que le subió por el pecho. «¡Dios mío!»sollozó silenciosa y salió de la c
—¡Emma! —gritó él acongojado a la recta espalda de la joven que adoraba.La puerta retumbó cuando se cerró de un golpazo tras ella y Bradley se colocó a jalones su abrigo el cual descansaba sobre el respaldo de una silla.Iría tras ella.—Brad, amor, vuelve aquí.El femenino reclamo que subió por su espalda lo exasperó.—No.—¡¿Quién era esa chica?! Bradley giró con rudeza sobre sus talones. Lara Akerman era una tempestuosa belleza, pero cuando Suter se acercó a ella, el miedo asomó en los ojos de la rubia.—No tienes derecho a preguntar —gruñó Bradley—. Ni siquiera debiste venir, sabías que no serías bienvenida.—¡Lo siento!Bradley gruñó una grosería y alcanzó la puerta.—¡Bradley! —le gritó de nuevo.Suter llamó con impaciencia al ascensor.Entró allí apretando los puños de rabia y frustración, Lara había invadido su espacio cómo si aún tuviera ese derecho y, para ponerlo peor, también Emma había decidido aparecer. Inmediatamente comprendió lo que debía de haberle par
—¡Quién me iba a decir que la mujer que se ha estado acostando con mi marido es tan brillante!Emma se volvió, sorprendida. La mujer que dos noches atrás se había encontrado en el Waldorf, estaba esa tarde frente a ella. Tendría poco más de treinta años y su piel era impecable. El cabello hasta los hombros de un rubio champán estaba peinado hacia atrás, su flequillo rozando las cejas. Vestía una camisa hecha a medida de blanca seda y unos pantalones negros de sartorial corte. La cartera tipo sobre que sujetaba en su mano hacia juego con sus zapatos rojos de tacón. Una exquisita criatura que le sonreía lentamente mientras la estudiaba. Emma no pudo evitar crisparse, aunque la había pillado sola en la cocina de ejecutivos de Suter Capital, cualquiera podría aparecer y la preocupaba convertirse en la comidilla.—Me parece que no nos conocemos.La rubia ladeó la cabeza y estrechó los ojos.—Soy Lara Akerman-Suter, linda. Tú, por supuesto, no necesitas presentación. Eres la Analista
La mandíbula de Bradley dolía por la fuerza con la que apretaba los dientes, debido a los celos asesinos que lo habían invadido cuando descubrió a Emma dentro del abrazo de Steven. El hombre era imponente, rubio, soltero, y sin lugar a dudas, mucho más gentil que él. Suter dudaba que el ruso la poseyera sin preliminares, o que la apoyara en la mesada de la cocina y hundiera la cara entre sus muslos para darse un festín.Y el problema era que Bradley no podía permitirse más ese lujo. Entre Emma y él se había acabado todo. Simplemente había terminado.¡Dios! No había terminado.No acabaría hasta que el perfume de su piel hubiera salido de su cabeza, hasta que ya él no tuviera más su sabor en la lengua. Y sabía que al verla todos los días en la empresa eso no ocurriría pronto.Sin embargo, Emma tenía razón y la inocencia de Alexa merecía un intento más. Así que nada, Bradley debía guardarse sus celos, su anhelo y todas las emociones que Emma había despertado en su interior. Su ene
Emma dejó caer el bolso al suelo y caminó de prisa a su habitación. Se arrancó del cuerpo las prendas que llevaba puestas, las arrojó al cesto de lavar, y dejó correr el agua de la ducha.Entró al agua sin esperar a que alcanzara la temperatura que siempre usaba y se frotó con fiereza el cabello y la piel.Deseaba arrancar de su cuerpo el olor de Bradley, pero por encima del fresco aroma de flores del gel de baño que usaba; la esencia de Suter persistía. Todavía podía olerlo. Su piel reaccionaba por sí sola ante el recuerdo de sus caricias.Emma apoyó la cabeza contra las losas de la pared y respiró hondo, conteniendo un sollozo. Echaba de menos sus manos acunando sus senos, sus labios bebiendo de ella.—Bradley.Giró el rostro hacia la pared y se echó a llorar. Se deslizó al suelo y apretó las rodillas contra el pecho. Inclinando la cabeza siguió llorando mientras se mecía.«Ámame, Emma. Ámame siempre».La voz de Bradley se abrió paso entre la niebla de su mente y los soll
Dos semanas después…A medida que Bradley pasaba los días disfrutando de la compañía de Alexa, se sentía como alguien que había estado viviendo años en una caverna y que, de pronto, por fin conseguía luz para su vida.Proteger a Alexa. Que lo importante fuera la pequeña. Había conseguido que Lara y él, convivieran sin sobresaltos.La pasada noche habían llevado a la niña a un teatro de marionetas y ambos padres habían disfrutado de la risa de su pequeña. Bradley nunca había visto tanta calidez y sana alegría reunidas en una sola persona, como las veía en su hija.Alexa, a sus cinco años, tenía el don de disfrutar cada momento y compartía dicha virtud con ambos. Como padres lo estaban haciendo medianamente bien. En lo personal aún no lograban conectar, seguían durmiendo en habitaciones separadas, y aunque las reuniones con la especialista en terapia de pareja que comenzaron a visitar, les había permitido tocar temas que ambos habían mantenido callados durante mucho tiempo; su rela
—Entonces, ¿eres una especie de genio? —preguntó Paul al detener el auto en una luz roja. No habían intercambiado palabra desde que salieron apresurados del Benoit, después de que Emma alegara padecer una terrible jaqueca—. Disculpa, no me contestes, seguramente aún persiste tu malestar.—El dolor no se ha ido, pero puedo mantener una conversación. Gracias por tu consideración —replicó ella al magnate aéreo que le miraba con genuina preocupación—. Y no, no soy una genio. Solo tengo un IQ superior a la media y memoria fotográfica.Él estalló en una ronca risa que la hizo reír. Wagner era agradable, notablemente adecuado y elegible, pero… no era Bradley Suter.—Pues eso es genial. Yo tengo memoria selectiva, puedo recordar cada palabra de cada contrato que he firmado, pero olvido el tipo de muebles o arte qué hay en las casas de mis amigos.—Lo importante de recordar información es lo qué haces con ella.Él asintió mostrándose de acuerdo y apagó el auto frente al edificio de Emma.