Capítulo 12.

La mandíbula de Bradley dolía por la fuerza con la que apretaba los dientes, debido a los celos asesinos que lo habían invadido cuando descubrió a Emma dentro del abrazo de Steven. El hombre era imponente, rubio, soltero, y sin lugar a dudas, mucho más gentil que él. Suter dudaba que el ruso la poseyera sin preliminares, o que la apoyara en la mesada de la cocina y hundiera la cara entre sus muslos para darse un festín.

Y el problema era que Bradley no podía permitirse más ese lujo. Entre Emma y él se había acabado todo. Simplemente había terminado.

¡Dios! No había terminado.

No acabaría hasta que el perfume de su piel hubiera salido de su cabeza, hasta que ya él no tuviera más su sabor en la lengua. Y sabía que al verla todos los días en la empresa eso no ocurriría pronto.

Sin embargo, Emma tenía razón y la inocencia de Alexa merecía un intento más.

Así que nada, Bradley debía guardarse sus celos, su anhelo y todas las emociones que Emma había despertado en su interior. Su ene
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