Capítulo 32.

Emma había acudido a su práctica de kick boxing esa mañana al agradable gimnasio que se hallaba a unas cuadras de su edificio. Se lavó la cara para deshacerse del sudor que corría por sus mejillas y se abrigó con un calientito hoodie.

Salió a la calle y paró en seco. Recargado en la portezuela de un auto estaba Bradley.

Emma se sorprendió ante el súbito deseo que sintió al verlo. Su mirada le acarició el pelo rubio oscuro que llevaba peinado hacia atrás, los marcados y altos pómulos y los feroces ojos verdes.

—¿Hay algo más sexy que un hombre vestido con esa impecabilidad? —preguntó Bonnie a su espalda—. Parece un digno heredero de James Bond.

Suter escogió ese momento para sonreírle con aquel varonil encanto que derrochaba a rabiar.

—Caminaré sola a casa —comentó Bonnie con una risita cómplice—. Ve con él.

Emma miró a ambos lados de la calle antes de cruzar, pero él también se movió hacia ella. Aquellas largas piernas caminaron a su encuentro con varonil gracia y la joven se
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