Capítulo 15.

—Entonces, ¿eres una especie de genio? —preguntó Paul al detener el auto en una luz roja. No habían intercambiado palabra desde que salieron apresurados del Benoit, después de que Emma alegara padecer una terrible jaqueca—. Disculpa, no me contestes, seguramente aún persiste tu malestar.

—El dolor no se ha ido, pero puedo mantener una conversación. Gracias por tu consideración —replicó ella al magnate aéreo que le miraba con genuina preocupación—. Y no, no soy una genio. Solo tengo un IQ superior a la media y memoria fotográfica.

Él estalló en una ronca risa que la hizo reír. Wagner era agradable, notablemente adecuado y elegible, pero… no era Bradley Suter.

—Pues eso es genial. Yo tengo memoria selectiva, puedo recordar cada palabra de cada contrato que he firmado, pero olvido el tipo de muebles o arte qué hay en las casas de mis amigos.

—Lo importante de recordar información es lo qué haces con ella.

Él asintió mostrándose de acuerdo y apagó el auto frente al edificio de Emma.
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