—Entonces, ¿eres una especie de genio? —preguntó Paul al detener el auto en una luz roja. No habían intercambiado palabra desde que salieron apresurados del Benoit, después de que Emma alegara padecer una terrible jaqueca—. Disculpa, no me contestes, seguramente aún persiste tu malestar.—El dolor no se ha ido, pero puedo mantener una conversación. Gracias por tu consideración —replicó ella al magnate aéreo que le miraba con genuina preocupación—. Y no, no soy una genio. Solo tengo un IQ superior a la media y memoria fotográfica.Él estalló en una ronca risa que la hizo reír. Wagner era agradable, notablemente adecuado y elegible, pero… no era Bradley Suter.—Pues eso es genial. Yo tengo memoria selectiva, puedo recordar cada palabra de cada contrato que he firmado, pero olvido el tipo de muebles o arte qué hay en las casas de mis amigos.—Lo importante de recordar información es lo qué haces con ella.Él asintió mostrándose de acuerdo y apagó el auto frente al edificio de Emma.
Después de cantarle una fresca y empujarlo lejos de ella, Emma se limpió de los labios el beso de Bradley con el dorso de su mano.Cuando la vio hacer aquello, las llamas del infierno asomaron por sus ojos. Parecía tan cabreado que por un momento ella fue incapaz de averiguar lo que iba a hacerle. Indignado, se crispó como un iracundo e inmenso tigre, y la intensa expresión de su rostro la asustó por completo. ¡Ay, Emma, ahora sí la hiciste buena! se regañó mentalmente.La masculina mirada se desplazó por el cuerpo de Emma y esta se sonrojó al percatarse de que sus pezones se habían endurecido y presionaban contra la suave chaqueta de seda de su traje. Sintió cómo la excitación ardía entre sus muslos, y odió a Bradley por hacerla sentir así. Cuando el ascensor se detuvo, Emma se precipitó fuera con una impetuosidad tal que, terminó chocando contra un muro de carne y hueso que se hallaba justo frente a la frente las puertas.—¿Así es como reciben a los nuevos clientes? Me agrada —
Al día siguiente cerca de la hora del lunch, Bradley acudió al 1136 de la Quinta Avenida, en pleno Upper East Side. Un anciano y digno portero lo recibió y lo acompañó en el ascensor hasta el fabuloso ático del edificio. Lo agradó que el espacio aprovechara al máximo la luz. Parecía pensado para acoger a la familia y amigos. Un lugar en el cual compartir grandes momentos. Los muebles eran modernos y confortables. —¡Llegaste! —gritó Alexa corriendo hacia él.—Prometí que vendría —replicó Bradley acuclillándose para que su rostro quedará a la altura del de su pequeña hija—. Qué dices, ¿te gusta?—¡Es fabuloso! Me gusta igual que nuestra casa en Londres.—Bien, parece que la búsqueda terminó entonces —celebró Bradley y se volvió hacia su esposa para saludarla—. ¿También te gusta?—Me parece un buen lugar para echar raíces —murmuró con suavidad—. Ven te muestro.La blanca mano de Lara atrapó la suya y él se dejó guiar hacia la abierta cocina del lujoso departamento.Alexa ya hab
«Gerente de producción de CTH se suicida»Fue el primero de cientos de twits que comenzaron a llenar la pantalla del móvil de Suter esa mañana. «CTH anuncia que retira del mercado medio millón de unidades» Conforme deslizaba la pantalla los anuncios eran peores cada vez.—Papá, ¿escuchaste lo que te dije que debíamos incluir en mi lista navideña? —demandó Alexa ajena por completo de la tormenta que tenía lugar en la cabeza de Suter.Bradley parpadeó al mirar a su hija y recordó algo de un cachorro o galletas decoradas, ¿quería hacer galletas decoradas de cachorros? ¡Dios, no lo sabía! Pero no era ningún plan inocuo cualquiera de los dos.—Sí, sí, lo tengo. Haremos lo que tú digas, princesa —prometió mientras se ponía en movimiento—. Debo irme ahora, te amo.Se colocó el abrigo deprisa y cogió las llaves de su auto.—Querido, ¿qué sucede? —. Lo retuvo Lara antes de que pudiera tirar de la puerta.—Acabó de caer en números negativos —refunfuñó entre dientes—. Debo irme.—Lo res
«Bradley Suter y Lara Akerman alientan la calentura colectiva» rezaba el encabezado del tabloide. La glamorosa pareja brillaba sobre la alfombra roja de la gala navideña del MET. —Son perfectos —expresó maravillada Taylor—. Una pareja dorada. Emma sintió náuseas al observar el brazo de Lara firmemente sujeto al de Bradley. Los celos más venenosos que hubiera sentido jamás rugían rabiosos en su sangre. —Él es tan hermoso —suspiró Harper que asomaba la cabeza por el hombro de Taylor—. ¿Dónde se consiguen chicos así?—En el instituto todos los que son así de guapos tienen la cabeza hueca, seguro este también aunque esté más crecido —asumió Taylor con un tono tan melódico como varias navajas de afeitar. Dobló el suplemento y lo dejó de nuevo sobre el atril de revistas. —Él no es un cabeza hueca —afirmó Emma incapaz de quedarse callada.Su hermana Taylor se volvió hacia ella con los redondos ojos llenos de curiosidad.—Olvidé que estamos chismoseando de Bradley Suter, de Suter C
Cyrus Henderson nunca decepcionaba a nadie y menos a sus hijas, aunque se había sorprendido al ver a Emma en los brazos de un desconocido en plena calle, luego había asumido una máscara cortés hacia Paul e incluso insistió en que les acompañara a cenar.Wagner había aceptado y durante dos horas desplegó todo su encanto ante la familia de Emma. Tanto Eleanor como sus hermanas lo amaron de inmediato, Cyrus por su parte, no dejó de observarlo con sus azules ojos como el invierno, analizando cada gesto del pretendiente de su hija mayor.Finalmente Emma despidió a Paul en el porche de la casa y luego, se encaminó a la inminente cita para lavar platos con su padre en la cocina. Mientras ambos apilaban la loza en una columna a un lado de la tarja, Emma se sintió de nuevo como cuando la invitaban a una fiesta y debía pedir permiso para asistir. —Ese amigo tuyo es educado —murmuró su padre mientras aclaraba un plato bajo el chorro del agua y luego lo dejaba en el escurridor.Emma sintió
Su cabello caía en una cascada de seda de ébano, el maquillaje destacaba sus azules ojos gracias al ahumado efecto que había logrado con la combinación de sombras. Estaba perfumada de la cabeza a los pies. Lista y temblando de nervios cuando sus altos tacones la condujeron al salón principal en The Peninsula.La cobriza y alborotada melena de Bonnie se giró hacia ella, y sus risueños ojos se ensancharon en tanto que una conocedora sonrisa asomaba en sus labios.—A Lara Akerman le dará una apoplejía —señaló arrastrando las palabras con diversión. Emma tragó con fuerza.—¿Cómo está él?—Con mala cara. —Iré por una copa —decidió Emma apretando con fuerza el pequeño clutch que sostenía en su mano y bordeó el salón esquivando a las parejas que bailaban al ritmo de una dirigiéndose al bar.Durante la trayectoria que siguió saludó a varios de sus compañeros compartiendo con ellos brevemente y minutos después consiguió su objetivo.Sorbiendo su champán, Emma giró su cabeza y sintió
Bradley mordisqueó aquellos labios que se abrieron con anhelo bajo su boca. Le acarició la lengua con la suya. El anhelo, la lascivia y algo oscuro, demasiado intenso y ardiente, lo golpeó tan fuerte que sintió como si estuviera quemándose vivo.Siempre había sido con ella. Desde aquella primera noche cuando la conoció en el bar. Se apartó apenas un suspiro y se sacó la camisa por encima de la cabeza. Enseguida su mano fue directa a la cremallera del vestido de Emma y se lo quitó con rapidez antes de volver a asaltar con voracidad su dulce boca. Mientras le arrancaba cada prenda que encontraba a su paso, Suter luchó por contener el aullido de lujuria que pugnaba en su pecho. Segundos después Emma estaba por completo desnuda y presionaba sus senos contra el firme torso de Bradley, mientras él la empujaba hacia la cama. Nada importaba más que Emma. Nada excepto tocarla y hacerle el amor.Ella se aferró a su cuello y lo besó como si estuviera sedienta de él. Era una mujer exigiendo a