Era primera hora de la mañana cuando Bradley recibió en su oficina a los principales corredores de la firma. Todos estaban de pie, pues Suter no tenía intención de alargar aquella reunión más de lo necesario. Uno a uno fueron tomando la palabra, decepcionándolo un tanto cada vez.
—Basta, ya —exclamó con la sangre efervesciendo de indignación y les señaló la puerta—. Quiero que vayan a sus puestos y regresen con ideas en verdad innovadoras, cada palabra que ha salido de sus bocas carece de inspiración.El grupo se miraron unos a otros y luego con los rostros rojos de vergüenza se apresuraron en abandonar el lugar.—Caine, tú quédate. El joven esbelto de cabello oscuro se detuvo justo antes de atravesar la puerta. Era un poco introvertido, pero siempre conseguía ganancias significativas para sus clientes y la compañía.—Leí lo que le dejaste a Krakov —le compartió Bradley al tiempo que recargaba la cadera en una esquina de la mesa—, háblame de eso.Caine, apoyó una mano sobre el respaldo de una de las sillas al tiempo que murmuró algunas frases inconexas. Bradley estrechó la mirada, notó una huella de sudor en el cuero del respaldo de la silla y pensó que aquello estaba siendo una pérdida de tiempo. —Detente, Caine. En el papel sonaba mejor, pero gracias.—No, lo siento por ponerme nervioso. Prometo que es una buena idea. Solo que…—suspiró mortificado—. Fue mi pasante quien recabó la información.—Pues hazle venir.Mientras esperaba a que Caine reapareciera, una sensación extraña se le instaló en el vientre a Bradley. Se puso de pie y esperó de cara a la puerta con sus manos remetidas en los bolsillos de sus pantalones.—¿Cómo…? —murmuró ahogado.Con paso etéreo y diáfano, con ese andar suyo tan grácil, apareció Emma Henderson, con el esbelto perfil de sus femeninas curvas.Una blusa de seda en color azul hielo remetida en unos pantalones claros de corte recto, cubrían su exquisita figura y Bradley contuvo el aliento, maravillado por su elegante porte.—Ella es…—Emma Henderson —expresó Bradley con la voz baja y un destello en la mirada entre intrigado y divertido—. Tienes dos minutos. Emma cuadró los hombros y levantó la barbilla. Bradley tamborileó con sus largos dedos el grueso de sus bíceps y eso le causó a la joven un placentero escalofrío que le recorrió el cuerpo. Iba muy atractivo en un traje a medida gris marengo y una impoluta camisa blanca, sin corbata.—Catalogué y estudié a nuestro principal competidor: James Novak, quien se ha mostrado muy optimista respecto a Singapur. Mi conclusión: acceso a imágenes satelitales.—¿Y? Todos los inversionistas usamos imágenes satelitales. El número de autos estacionados fuera de un Sam’s club indica cuán grande será su ganancia trimestral.Emma arqueó una ceja. Bradley parpadeó y analizó a Emma por un segundo.—Pero tú viste más —expresó con un murmullo bajo—. Descubriste la compañía que Novak usa, ¿cierto?—Long Metrics —le informó y enseguida lo obsequió con una mirada audaz—. Y asumiendo que él es el principal usuario…—Por las imágenes más vistas, dedujiste lo que observa.—Una fábrica de microchips.Bradley aguzó sus verdes ojos como los de un tigre que ha salido de caza.—Tú sabes lo que él sabe. —Bradley le sonrió y caminó hacia el ventanal mirando hacia el Empire State con aire reflexivo—. ¿Por qué Novak prefirió esto en lugar de un fondo indexado?—La fábrica pasó de inactiva a tener una intensa actividad de reparto.—Lo que significó inversión fresca, pero dime lo que en verdad sucedió.—El gobierno de Singapur espía a sus empresas y encontré discrepancias entre las imágenes que el estado recabó y las que se hallaban en las métricas de las empresas particulares —le compartió queriendo impresionarlo con la investigación que había llevado a cabo.—Eso significa que el movimiento de la fábrica es solo un espectáculo montado para cazar inversores. ¿Y el siguiente movimiento…?—Vender el…—intervino Caine.—Le pregunté a Emma —gruñó Bradley, reprendiendo a Caine y este cerró la boca escarmentado.—Vender en corto la matriz en Singapur en la que Novak invirtió —observó Emma disimulando la alegría de haberse ganado finalmente un poco de respeto por parte del dominante CEO. —Sí —exclamó Suter con satisfacción—. Pero eso no será suficiente —la advirtió— ¿A quién se supone que esta fábrica falsa provee? ¿Hasta dónde llega su impacto? ¿Cuál es el truco? Siempre hay un truco. Si lo averiguas sabrás cuál es la inversión real de Novak.—No seré una decepción —prometió ella.Emma lo obsequió con una mirada que seguramente habría derretido el Támesis en plena época invernal, y luego con pulcra elegancia giró sobre sus altos tacones para volver a su escritorio. Bradley no estaba listo para dejarla ir.—Trabajaremos en esto, los dos —decidió él reteniéndola por el codo.Se sostuvieron la mirada por más tiempo del debido hasta que Emma apartó los ojos.—Caine se ha ido —murmuró Emma poco después.Bradley curvó los labios en una franca sonrisa y se encogió de hombros.***Suter era un tanto maniaco con respecto al orden, observar la mesa de la sala de juntas convertida en un campo por el cual se desbordaban hojas sueltas con alguna nota garabateada en los bordes, lo ponía ansioso.Alargó su mano sobre una de ellas con la intención de clasificarla.—Quieto. —Bradley se congeló ante el sonido de la voz en su oído, suave y profunda, como la más deliciosa seda rozando sus sentidos.El recuerdo de la sensual noche que habían vivido resurgió sobre su piel. —¿Puedo ver pero no tocar? —le preguntó él provocativo al tiempo que se volvía un poco sobre su hombro. Sus rostros estaban a un suspiro del otro. Pudo notar como la carótida de Emma latía con ferocidad, lo que provocó que su propio cuerpo se volviera de pronto demasiado caliente. —Debemos trabajar —observó ella alejándose al otro extremo de la mesa. Bradley se pasó los dedos a través de su pelo, frustrado. Emma no entraba en razón y a él se le estaba agotando la paciencia. El recuerdo de su roce lo calcinaba por dentro, añoraba la sedosa delicadeza de sus muslos al contacto con sus manos, la deliciosa suavidad de sus senos.Una diabólica idea cobró forma en su mente y se afinó con mayor claridad en cuestión de segundos. La miró a Emma con los ojos muy abiertos y el pulso desbocado ante aquella idea.¿Se atrevería a intentarlo?No. Estaba mal. Era un plan malvado… aunque no era precisamente el primero que concebía. Pero por Dios, ¿podía un hombre hambriento renunciar a un festín? Emma tenía pensado irse, abandonarlo. Bradley no estaba dispuesto a dejarla marchar bajo ningún concepto. Podría ser que el misterioso vínculo que sentía hacia ella no fuera nada, pero y, ¿si fuera la respuesta a todo?«No más distancia» gruñó en su mente y marchó hacia ella.Emma había continuado clasificando la información hasta formar un mapa que comenzaba a descubrir los sofisticados entresijos de Novak. Era un saqueador muy hábil, pero Bradley y ella eran más listos. —Tengo que decir que lo primero que pensé fue que todo esto era un desastre.A Emma le dio un vuelco el corazón al escuchar la voz de Suter y alzó la vista hacia él. Tenía la cabeza inclinada con la vista en los papeles que estaban sobre la mesa.—Nada de eso, sé perfecto lo qué hay aquí y donde está cada cosa —replicó con cabezonería.Bradley alargó una mano hacia el borde la mesa, y sus dedos lo acariciaron con sutileza. Ella estaba cautivada. Tenía las manos de un príncipe: grandes, varoniles, elegantes. Emma recordó estremecida el tacto de aquellas manos cálidas deslizándose sobre su piel. ¿Qué era lo que ella quería? ¿Realmente lo prefería distante, o quería ese cuerpo duro y caliente moviéndose contra ella, encima de ella? Emma se sacudió aquellos pensamientos de la cabeza y se enfocó en las notas que estudiaban. Una de ellas cobró mayor interés, la joven alargó su mano sobre esta, al mismo tiempo que lo hizo Bradley. Los dedos de ambos se encontraron. Fue como recibir una ráfaga de electricidad. Los dos retrajeron sus manos, pero sus miradas siguieron conectadas haciéndoles conscientes de la poderosa alquimia que había entre ellos.—Es LiquidTeck —murmuraron ambos.El delicioso calor que irradiaba el cuerpo de Suter la atraía sin remedio, quería apretarse contra él como un gatito mimoso. Él pareció leer sus antojos y le dedicó una desarmante y provocativa sonrisa. Emma sintió un ardiente rubor subiendo a sus mejillas y agradeció que él volcara su atención en el informe.—Es un portafolio fuerte y Novak dirige la mayor parte. Sus acciones han ido subiendo conforme lanzan productos —señaló Bradley al ojear la carpeta de la empresa—. Este sistema de asistencia a adultos mayores es un gran prototipo. ¿Podrían ingresarlo al mercado?—No si el microchip lo provee una fábrica falsa —dijo ella sonriendo maliciosamente.Bradley sonrió victorioso.—Si vendemos dos millones sería suficiente para quebrarle las piernas a Novak. —Te avisaré cuando las acciones bajen diez por ciento del nivel actual —prometió Emma y giró con rapidez para salir a tramitar la venta. Pero Bradley fue más rápido y la retuvo atrapándola por la cintura.—Tú no puedes hacer la venta —murmuró sobre sus labios con aquella áspera voz que erizaba su piel—. Si aceptaras trabajar para mí como analista de capitales yo podría autorizarlo, pero ahora no eres más que una pasante.Emma le miró atónita. Su desdeñoso tono la hirió. ¿Para qué le había permitido seguir adelante si se lo arrebataría al final? Hirviendo de indignación se sacudió de su agarre consiguiendo librarse.—Eres un demonio —espetó ultrajada—. ¿A quién de tus corredores vas a regalarle mi trabajo?Una sonrisa siniestra asomó en los labios de Suter.—¿Por qué te importa si tienes tanta prisa por irte de aquí? —preguntó con brusquedad—. ¿Sabes que no podrán enseñarte en el posgrado, niña? La vida real es una pelea de cuchillos sin reglas, sin descanso. En la vida real tienes que coger lo que quieres. Suter la miraba ferozmente y ella no pudo evitar recordar cómo se había derretido en sus brazos, cómo lo había acogido en su interior con aquel dulce y doloroso deseo. Dios bendito, él no parecía dispuesto hacer concesiones.Su necesidad por Bradley se elevó en su sangre y sus palabras: coger lo que quieres… continuaban flotando entre ellos como un seductor reto.—Y bien, ¿qué vas a decidir? ¿Firmaras el contrato que te hará ganar setecientos cincuenta mil año? ¿O seguirás siendo la cobarde que no puede admitir que existe algo entre nosotros?Emma contuvo la respiración.He's so tall and handsome as hell. He's so bad but does it so well and when we've had our very last kiss, my last request is... Say you’ll remembre me. (Él es tan alto, y es tremendamente atractivo. Él es un chico malo, pero lo hace tan bien, y cuando nos hayamos dado el último beso, lo último que pido es... Dí que me recordarás) Wildest Dreams By Taylor Swift.
***
Suter estaba de pie frente a ella y su rostro expresaba un mundano aplomo y una excesiva arrogancia. Sus ojos, en cambio, parecían ascuas.Emma crepitó de calor y anhelo.Un leve llamado de cortesía fue el único aviso que tuvieron antes de que la puerta fuera empujada y Krakov apareciera en el umbral.—Bradley, queda poco tiempo —señaló con áspera voz—, ¿haremos la venta del corto? —Aún lo estamos decidiendo —murmuró Bradley—. Danos unos minutos.El enorme ruso asintió y se retiró enseguida.Emma no podía dejar de mirar a Bradley, quien tenía un ceño impaciente y aún así no dejaba de ser un espectáculo para la vista. Sus verdes ojos estaban alertas con la misma inteligencia del príncipe de las tinieblas, los pómulos altos, la nariz recta y una envergadura de más de metro ochenta firme y magra.—¿Lo harás Emma o se lo asignamos a alguien más? —insistió sarcástico, luego apoyó la cadera contra la mesa y se cruzó de brazos.Emma se dio a sí misma un pellizco mental. La cantidad que Sut
Las proyecciones fueron precisas y la venta se había llevado a cabo en el momento oportuno, aún así, la espera conseguía intimidarla y, tras su aspecto de absoluto control, Emma estaba aterrorizada, tenía palpitaciones y su boca estaba seca. El silencio era lo único que se escuchaba en el piso de operaciones. Todos sus compañeros aguardaban junto a Emma por el reporte final y cuando este apareció en la pantalla y notaron la exorbitante cantidad que habían ganado solo con la venta de Emma, la sala entera estalló en una salva de aplausos y vítores para ella. Dentro del apretado abrazo de Caine, Emma sonreía y sus ojos se humedecían con lágrimas de satisfacción, por haber hecho un buen trabajo. En medio de la bulliciosa alegría esparcida por el lugar, Emma dio un vistazo alrededor y su mirada se encontró con la de Bradley.Su atractivo la golpeó directo en el corazón, la cálida luz del otoñal sol acariciaba el patricio rostro del CEO y arrancaba fieros destellos a su rubio cabello. Él
Tú no jugarás conmigo, niña. Las palabras resonando insistentes en su cabeza. Su fiera mirada de advertencia le hizo pensar que su observación podía referirse a algo mucho más serio que el estira y afloja en el que parecían estar inmersos.Emma se pasó los dedos con inquietud por su cabello mientras caminaba por el pequeño salón de su departamento, bebiendo su primera taza de café. El sol comenzaba su ascenso y el puente de Brooklyn recibía gustoso sus primeros rayos.Bradley se había alejado de ella. Simplemente cerró la puerta tras él, y desapareció dejándola paralizada por la sorpresa.La deseaba, y aún así, se había ido sin más.Y ella bien podría enloquecer muy pronto. Dios, estaba aterrorizada por desearlo como lo hacía. Los chicos a quienes alguna vez les había aceptado una invitación a salir, eran en su mayoría fanfarrones. Eso la divertía, porque nunca los tomaba en serio y era sumamente sencillo quitárselos de encima y no volver a pensar en ellos. Bradley no se les parecí
Nunca digas nunca, se burló de sí misma cuando pisó el elegante vestíbulo del Waldorf. Bradley y su perversa sonrisa, sus verdes ojos, su áspera voz susurrando su deseo por ella. La vista de sus manos, deslizándose sobre su cuerpo, inundándola de un placer que nunca antes había conocido era lo que la que tenía abordando el ascensor. Había perdido demasiados días valiosos negando el deseo, negando la verdad de todo lo que él despertaba en ella y si lograba llegar hasta el pen house en que se hospedaba, las cosas cambiarían para siempre. Emma sentía su cuerpo sacudido por los nervios al salir del ascensor. Cogió la tarjeta llave del bolsillo lateral de su abrigo, agarrándola con sus tensos dedos. La adrenalina galopaba por su corriente sanguínea mientras se acercaba a la puerta, respirando profundamente. —Me gusta que seas puntual —exclamó Suter con voz neutra. Su expresión era tan impía, sexo en su forma más densa. Y ella sabía que iba a disfrutarlo demasiado. —¿Me permites tu abrig
Bradley entró en las oficinas de Suter Capital con la cabeza aún llena de los placeres de la noche. Mientras se desplazaba por el abierto vestíbulo su mirada chocó con la intensamente azul de Emma. Ella tomaba nota de las indicaciones que Caine disponía para ese día.La encontró encantadora con aquel suéter de cachemira de un suave color rosa, vaqueros ajustados y botas altas. Los deliciosos labios se le curvaron en una discreta sonrisa que calentó el pecho de Suter. Esa pequeña diablesa de oscuro cabello lo volvía loco en el mejor de sus días.Ya trataría con ella más tarde.—Buen día, jefe —lo saludó Stephanie al llegar al pie de la escalera donde lo esperaba como todas las mañanas.Suter estrechó su mirada sobre la etiqueta del envase que su asistente puso en su mano con una cordial sonrisa.—¿Jugo verde?—Dicen que es mejor que el expreso.—Ja. Nada es mejor que el expreso, pero ya que te tomaste lo molestia lo probaré. ¿Mi abogado ya está aquí?Ella negó con la cabeza.—
Los leños brillaban mientras eran consumidos por el devorador fuego de la chimenea, y en aquella lujosa habitación solo estaban ellos dos: Suter y ella.Arrodillada frente a él, lo veneraba besando su magro abdomen, sentía el tacto de sus sólidos cuadriceps y sus esbeltas caderas mientras él le acariciaba el cabello.—Entrégate, Emma —le rogó con la voz enronquecida por el deseo—. Entrégate toda. Confía.—Sí —consintió ella.Suter la tocó en la cara y con suavidad la instó a levantar la barbilla, ella alzó sus ojos hacia él. Y la feroz intensidad de sus verdes ojos, tan obsesiva y salvaje la despertó de repente.Se incorporó de golpe jadeando, su corazón latiendo vigorosamente en su garganta. La habitación estaba a oscuras. Su piel ardía, y su feminidad palpitaba de anhelo. Tragó saliva y luego inspiró con fuerza hasta que sus temblores disminuyeron.Llevando su mano a la boca encubrió el doloroso gemido que le subió por el pecho. «¡Dios mío!»sollozó silenciosa y salió de la c
—¡Emma! —gritó él acongojado a la recta espalda de la joven que adoraba.La puerta retumbó cuando se cerró de un golpazo tras ella y Bradley se colocó a jalones su abrigo el cual descansaba sobre el respaldo de una silla.Iría tras ella.—Brad, amor, vuelve aquí.El femenino reclamo que subió por su espalda lo exasperó.—No.—¡¿Quién era esa chica?! Bradley giró con rudeza sobre sus talones. Lara Akerman era una tempestuosa belleza, pero cuando Suter se acercó a ella, el miedo asomó en los ojos de la rubia.—No tienes derecho a preguntar —gruñó Bradley—. Ni siquiera debiste venir, sabías que no serías bienvenida.—¡Lo siento!Bradley gruñó una grosería y alcanzó la puerta.—¡Bradley! —le gritó de nuevo.Suter llamó con impaciencia al ascensor.Entró allí apretando los puños de rabia y frustración, Lara había invadido su espacio cómo si aún tuviera ese derecho y, para ponerlo peor, también Emma había decidido aparecer. Inmediatamente comprendió lo que debía de haberle par
—¡Quién me iba a decir que la mujer que se ha estado acostando con mi marido es tan brillante!Emma se volvió, sorprendida. La mujer que dos noches atrás se había encontrado en el Waldorf, estaba esa tarde frente a ella. Tendría poco más de treinta años y su piel era impecable. El cabello hasta los hombros de un rubio champán estaba peinado hacia atrás, su flequillo rozando las cejas. Vestía una camisa hecha a medida de blanca seda y unos pantalones negros de sartorial corte. La cartera tipo sobre que sujetaba en su mano hacia juego con sus zapatos rojos de tacón. Una exquisita criatura que le sonreía lentamente mientras la estudiaba. Emma no pudo evitar crisparse, aunque la había pillado sola en la cocina de ejecutivos de Suter Capital, cualquiera podría aparecer y la preocupaba convertirse en la comidilla.—Me parece que no nos conocemos.La rubia ladeó la cabeza y estrechó los ojos.—Soy Lara Akerman-Suter, linda. Tú, por supuesto, no necesitas presentación. Eres la Analista