Capítulo 3.

Era primera hora de la mañana cuando Bradley recibió en su oficina a los principales corredores de la firma. Todos estaban de pie, pues Suter no tenía intención de alargar aquella reunión más de lo necesario. Uno a uno fueron tomando la palabra, decepcionándolo un tanto cada vez.

—Basta, ya —exclamó con la sangre efervesciendo de indignación y les señaló la puerta—. Quiero que vayan a sus puestos y regresen con ideas en verdad innovadoras, cada palabra que ha salido de sus bocas carece de inspiración.

El grupo se miraron unos a otros y luego con los rostros rojos de vergüenza se apresuraron en abandonar el lugar.

—Caine, tú quédate. 

El joven esbelto de cabello oscuro se detuvo justo antes de atravesar la puerta. Era un poco introvertido, pero siempre conseguía ganancias significativas para sus clientes y la compañía.

—Leí lo que le dejaste a Krakov —le compartió Bradley al tiempo que recargaba la cadera en una esquina de la mesa—, háblame de eso.

Caine, apoyó una mano sobre el respaldo de una de las sillas al tiempo que murmuró algunas frases inconexas. Bradley estrechó la mirada, notó una huella de sudor en el cuero del respaldo de la silla y pensó que aquello estaba siendo una pérdida de tiempo. 

—Detente, Caine. En el papel sonaba mejor, pero gracias.

—No, lo siento por ponerme nervioso. Prometo que es una buena idea. Solo que…—suspiró mortificado—. Fue mi pasante quien recabó la información.

—Pues hazle venir.

Mientras esperaba a que Caine reapareciera, una sensación extraña se le instaló en el vientre a Bradley. Se puso de pie y esperó de cara a la puerta con sus manos remetidas en los bolsillos de sus pantalones.

—¿Cómo…? —murmuró ahogado.

Con paso etéreo y diáfano, con ese andar suyo tan grácil, apareció Emma Henderson, con el esbelto perfil de sus femeninas curvas.

Una blusa de seda en color azul hielo remetida en unos pantalones claros de corte recto, cubrían su exquisita figura y Bradley contuvo el aliento, maravillado por su elegante porte.

—Ella es…

—Emma Henderson —expresó Bradley con la voz baja y un destello en la mirada entre intrigado y divertido—. Tienes dos minutos. 

Emma cuadró los hombros y levantó la barbilla. Bradley tamborileó con sus largos dedos el grueso de sus bíceps y eso le causó a la joven un placentero escalofrío que le recorrió el cuerpo. Iba muy atractivo en un traje a medida gris marengo y una impoluta camisa blanca, sin corbata.

—Catalogué y estudié a nuestro principal competidor: James Novak, quien se ha mostrado muy optimista respecto a Singapur. Mi conclusión: acceso a imágenes satelitales.

—¿Y? Todos los inversionistas usamos imágenes satelitales. El número de autos estacionados fuera de un Sam’s club indica cuán grande será su ganancia trimestral.

Emma arqueó una ceja. 

Bradley parpadeó y analizó a Emma por un segundo.

—Pero tú viste más —expresó con un murmullo bajo—. Descubriste la compañía que Novak usa, ¿cierto?

—Long Metrics —le informó y enseguida lo obsequió con una mirada audaz—. Y asumiendo que él es el principal usuario…

—Por las imágenes más vistas, dedujiste lo que observa.

—Una fábrica de microchips.

Bradley aguzó sus verdes ojos como los de un tigre que ha salido de caza.

—Tú sabes lo que él sabe. —Bradley le sonrió y caminó hacia el ventanal mirando hacia el Empire State con aire reflexivo—. ¿Por qué Novak prefirió esto en lugar de un fondo indexado?

—La fábrica pasó de inactiva a tener una intensa actividad de reparto.

—Lo que significó inversión fresca, pero dime lo que en verdad sucedió.

—El gobierno de Singapur espía a sus empresas y encontré discrepancias entre las imágenes que el estado recabó y las que se hallaban en las métricas de las empresas particulares —le compartió queriendo impresionarlo con la investigación que había llevado a cabo.

—Eso significa que el movimiento de la fábrica es solo un espectáculo montado para cazar inversores. ¿Y el siguiente movimiento…?

—Vender el…—intervino Caine.

—Le pregunté a Emma —gruñó Bradley, reprendiendo a Caine y este cerró la  boca escarmentado.

—Vender en corto la matriz en Singapur en la que Novak invirtió —observó Emma disimulando la alegría de haberse ganado finalmente un poco de respeto por parte del dominante CEO. 

—Sí —exclamó Suter con satisfacción—. Pero eso no será suficiente —la advirtió— ¿A quién se supone que esta fábrica falsa provee? ¿Hasta dónde llega su impacto? ¿Cuál es el truco? Siempre hay un truco. Si lo averiguas sabrás cuál es la inversión real de Novak.

—No seré una decepción —prometió ella.

Emma lo obsequió con una mirada que seguramente habría derretido el Támesis en plena época invernal, y luego con pulcra elegancia giró sobre sus altos tacones para volver a su escritorio. 

Bradley no estaba listo para dejarla ir.

—Trabajaremos en esto, los dos —decidió él reteniéndola por el codo.

Se sostuvieron la mirada por más tiempo del debido hasta que Emma apartó los ojos.

—Caine se ha ido —murmuró Emma poco después.

Bradley curvó los labios en una franca sonrisa y se encogió de hombros.

***

Suter era un tanto maniaco con respecto al orden, observar la mesa de la sala de juntas convertida en un campo por el cual se desbordaban hojas sueltas con alguna nota garabateada en los bordes, lo ponía ansioso.

Alargó su mano sobre una de ellas con la intención de clasificarla.

—Quieto. —Bradley se congeló ante el sonido de la voz en su oído, suave y profunda, como la más deliciosa seda rozando sus sentidos.

El recuerdo de la sensual noche que habían vivido resurgió sobre su piel. 

—¿Puedo ver pero no tocar? —le preguntó él provocativo al tiempo que se volvía un poco sobre su hombro.

 Sus rostros estaban a un suspiro del otro. Pudo notar como la carótida de Emma latía con ferocidad, lo que provocó que su propio cuerpo se volviera de pronto demasiado caliente. 

—Debemos trabajar —observó ella alejándose al otro extremo de la mesa.  

Bradley se pasó los dedos a través de su pelo, frustrado. Emma no entraba en razón y a él se le estaba agotando la paciencia. El recuerdo de su roce lo calcinaba por dentro, añoraba la sedosa delicadeza de sus muslos al contacto con sus manos, la deliciosa suavidad de sus senos.

Una diabólica idea cobró forma en su mente y se afinó con mayor claridad en cuestión de segundos. La miró a Emma con los ojos muy abiertos y el pulso desbocado ante aquella idea.

¿Se atrevería a intentarlo?

No. Estaba mal. Era un plan malvado… aunque no era precisamente el primero que concebía. Pero por Dios, ¿podía un hombre hambriento renunciar a un festín? 

Emma tenía pensado irse, abandonarlo. Bradley no estaba dispuesto a dejarla marchar bajo ningún concepto. Podría ser que el misterioso vínculo que sentía hacia ella no fuera nada, pero y, ¿si fuera la respuesta a todo?

«No más distancia» gruñó en su mente y marchó hacia ella.

Emma había continuado clasificando la información hasta formar un mapa que comenzaba a descubrir los sofisticados entresijos de Novak. Era un saqueador muy hábil, pero Bradley y ella eran más listos. 

—Tengo que decir que lo primero que pensé fue que todo esto era un desastre.

A Emma le dio un vuelco el corazón al escuchar la voz de Suter y alzó la vista hacia él. Tenía la cabeza inclinada con la vista en los papeles que estaban sobre la mesa.

—Nada de eso, sé perfecto lo qué hay aquí y donde está cada cosa —replicó con cabezonería.

Bradley alargó una mano hacia el borde la mesa, y sus dedos lo acariciaron con sutileza. Ella estaba cautivada. Tenía las manos de un príncipe: grandes, varoniles, elegantes. Emma recordó estremecida el tacto de aquellas manos cálidas deslizándose sobre su piel.  

¿Qué era lo que ella quería? ¿Realmente lo prefería distante, o quería ese cuerpo duro y caliente moviéndose contra ella, encima de ella? 

Emma se sacudió aquellos pensamientos de la cabeza y se enfocó en las notas que estudiaban. Una de ellas cobró mayor interés, la joven alargó su mano sobre esta, al mismo tiempo que lo hizo Bradley. Los dedos de ambos se encontraron. Fue como recibir una ráfaga de electricidad. Los dos retrajeron sus manos, pero sus miradas siguieron conectadas haciéndoles conscientes de la poderosa alquimia que había entre ellos.

—Es LiquidTeck —murmuraron ambos.

El delicioso calor que irradiaba el cuerpo de Suter la atraía sin remedio, quería apretarse contra él como un gatito mimoso. Él pareció leer sus antojos y le dedicó una desarmante y provocativa sonrisa. Emma sintió un ardiente rubor subiendo a sus mejillas y agradeció que él volcara su atención en el informe.

—Es un portafolio fuerte y Novak dirige la mayor parte. Sus acciones han ido subiendo conforme lanzan productos —señaló Bradley al ojear la carpeta de la empresa—. Este sistema de asistencia a adultos mayores es un gran prototipo. ¿Podrían ingresarlo al mercado?

—No si el microchip lo provee una fábrica falsa —dijo ella sonriendo maliciosamente.

Bradley sonrió victorioso.

—Si vendemos dos millones sería suficiente para quebrarle las piernas a Novak. 

—Te avisaré cuando las acciones bajen diez por ciento del nivel actual —prometió Emma y giró con rapidez para salir a tramitar la venta. Pero Bradley fue más rápido y la retuvo atrapándola por la cintura.

—Tú no puedes hacer la venta —murmuró sobre sus labios con aquella áspera voz que erizaba su piel—. Si aceptaras trabajar para mí como analista de capitales yo podría autorizarlo, pero ahora no eres más que una pasante.

Emma le miró atónita. Su desdeñoso tono la hirió. ¿Para qué le había permitido seguir adelante si se lo arrebataría al final? Hirviendo de indignación se sacudió de su agarre consiguiendo librarse.

—Eres un demonio —espetó ultrajada—. ¿A quién de tus corredores vas a regalarle mi trabajo?

Una sonrisa siniestra asomó en los labios de Suter.

—¿Por qué te importa si tienes tanta prisa por irte de aquí? —preguntó con brusquedad—. ¿Sabes que no podrán enseñarte en el posgrado, niña? La vida real es una pelea de cuchillos sin reglas, sin descanso. En la vida real tienes que coger lo que quieres. 

Suter la miraba ferozmente y ella no pudo evitar recordar cómo se había derretido en sus brazos, cómo lo había acogido en su interior con aquel dulce y doloroso deseo. Dios bendito, él no parecía dispuesto hacer concesiones.

Su necesidad por Bradley se elevó en su sangre y sus palabras: coger lo que quieres… continuaban flotando entre ellos como un seductor reto.

—Y bien, ¿qué vas a decidir? ¿Firmaras el contrato que te hará ganar setecientos cincuenta mil año? ¿O seguirás siendo la cobarde que no puede admitir que existe algo entre nosotros?

Emma contuvo la respiración.

He's so tall and handsome as hell. He's so bad but does it so well and when we've had our very last kiss, my last request is... Say you’ll remembre me. (Él es tan alto, y es tremendamente atractivo. Él es un chico malo, pero lo hace tan bien, y cuando nos hayamos dado el último beso, lo último que pido es... Dí que me recordarás) Wildest Dreams By Taylor Swift.

***

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