Capítulo 5.

Las proyecciones fueron precisas y la venta se había llevado a cabo en el momento oportuno, aún así, la espera conseguía intimidarla y, tras su aspecto de absoluto control, Emma estaba aterrorizada, tenía palpitaciones y su boca estaba seca. 

El silencio era lo único que se escuchaba en el piso de operaciones. Todos sus compañeros aguardaban junto a Emma por el reporte final y cuando este apareció en la pantalla y notaron la exorbitante cantidad que habían ganado solo con la venta de Emma, la sala entera estalló en una salva de aplausos y vítores para ella.

 Dentro del apretado abrazo de Caine, Emma sonreía y sus ojos se humedecían con lágrimas de satisfacción, por haber hecho un buen trabajo. 

En medio de la bulliciosa alegría esparcida por el lugar, Emma dio un vistazo alrededor y su mirada se encontró con la de Bradley.

Su atractivo la golpeó directo en el corazón, la cálida luz del otoñal sol acariciaba el patricio rostro del CEO y arrancaba fieros destellos a su rubio cabello. Él se había unido al coro de aplausos y parecía bastante complacido por su logro.

Krakov y Bonnie se acercaron liderando al resto del personal administrativo quiénes destaparon algunas botellas de champán para celebrar el cierre de una operación sumamente exitosa en Suter Capital. 

—Le quebraste las piernas a Novak —murmuró Bradley a Emma al tiempo que le ofrecía una copa de dorado champán.

Emma alargó su mano y aceptó la ofrenda, sin embargo, el aplomo en la postura de Suter y el sonido de su voz le trajo otros recuerdos: el brillo de sus ojos verdes al presentarse en el club, el sonido de una puerta cuando él la cerró al recargar su espalda contra ella, lo fácil que se había deslizado en su interior, y los tobillos de Emma en alto, saltando con cada profunda embestida. Se sonrojó.

—Todo esto es por ti —le susurró Bradley cerca de la sien.

Emma se sintió tan acalorada por su cercanía, su maravilloso olor y por cómo respondía su cuerpo de forma tan inmediata a él, que apretó las rodillas como reacción.

Él torció los labios en un atisbo de conocedora sonrisa.

Emma dio un sorbo a su bebida para intentar refrescarse y descubrió que aquel era el mejor champán que había bebido nunca. 

Una maraña de largos rizos que daba saltos entre la gente impactó contra el delgado cuerpo de Emma cuando la envolvió en un apretado y efusivo abrazo.

—¡Estoy tan feliz! —chilló Bonnie alegre al apretar su sien contra la de Emma— ¡Quién diría que aparte de guapa eres un peligroso tiburón como el resto de este estanque! 

Emma se rió mientras intentaba no perder el equilibrio, pues Bonnie la había arrastrado a una danza de infantiles brinquitos.

—Basta, parecemos dos monos dentro de un barril.

—Pero dos monos preciosos, ¿no es así, señor Suter? —inquirió Bonnie y su enorme sonrisa iluminaba sus bellos rasgos.

—Disfruten del festejo —repuso él, flemático—. Señoritas.

Les saludó con la cabeza y se retiró de allí. 

A Emma le dolió que se marchara, y despechada, decidió concentrarse en festejar, finalmente lo merecía luego de todo el estrés por conseguir la cuenta.

Bradley observó la artesonada cúpula del edificio Chrysler desde el interior de su oficina, mientras sus empleados festejaban y bebían del caro champán que les había dispendiado, frunció el ceño mientras pensaba en Emma y su cautela. Decidió que sería ella quien fuera hacia él. Suter no pasaría agonizantes horas que bien podrían convertirse en meses tratando de hacerla aceptar lo que ocurría entre ellos. En cambio, él intentaría seducirla.

Tomó su abrigo y salió de su oficina, esa noche no había más que hacer allí y se le antojaba sacar su frustración contra el saco de box del gimnasio.

Cuando emergió del ascensor en el lobby del edificio, distinguió a Emma caminando hacia la salida. Su bolso colgaba de su codo, pero su caminar era un tanto errático. Dios, estaba ebria. ¿Cómo haría para irse a casa? ¿Acaso pretendía conducir en ese estado o peor aún subir al metro y arriesgarse a ser violada?

En dos zancadas llegó a ella y la sostuvo del codo en el preciso instante en que Emma perdía el equilibrio.

—Te tengo —afirmó él.

Emma le miró desenfocada, sus labios fruncidos en un mohín por demás intrigante. Definitivamente no era buena idea que se marchara sola de allí.

—Vamos, tengo un auto esperando, te llevaré a casa.

Para sorpresa de Bradley, ella no protestó. 

Se sentó tranquila a su lado en el asiento trasero, y miró reflexiva por la ventanilla durante todo el trayecto. Sus dedos acariciaron la curva superior de uno de sus senos. Esa acción causó que el miembro de Bradley se hinchara, endureciéndose con una necesidad atormentadora.

—No fue un viaje largo, por lo menos. —Emma tropezó contra él cuando la ayudó a entrar a su departamento.

Bradley la acercó a él, al conducirla al sofá del salón, disfrutando de su suave peso contra su costado. 

Le ayudó a retirarse el abrigo, y luego la lisa seda de su blusa se deslizó por sus manos, cuando la hizo sentarse en el mueble.

—No me besaste. —Su comentario hizo que él levantara sus cejas sorprendido.

—No, no lo hice.

Bradley se arrodilló ante ella, quitando los zapatos de tacón alto de sus adorables pies. Los notó hinchados. Consciente de cómo estarían doloridos tras casi diez horas de ir montada en los altos tacones, masajeó sus pies y le murmuró palabras de consuelo.

—No soy una niña —se quejó Emma y apartó furiosa el pie que Bradley sostenía en sus manos—. Deja de tratarme como si lo fuera.

—Sigue portándote así y te giraré sobre mis rodillas y palmearé tu trasero. 

Su azules ojos lo miraron con una mezcla de irritación y excitación. Un mechón de su castaño cabello se había escapado de su perfecta coleta alta y le caía por un lado de la cara, como un grueso listón de seda que tentaba a su mano a alisarlo detrás de su oreja.

—¿Por qué no me besaste de camino aquí? —insistió otra vez, sus mejillas ruborizadas.

Él apretó los labios, sin poder apartar la vista de sus senos que se movían rápidamente bajo su blusa, ni de sus duros pezones que empujaban impacientes contra la ligera tela.

—Porque no pude decidir dónde poner mi lengua —murmuró ronco.

Ella parpadeó.

—¿Cómo…?

Él permitió que su mano subiera, dibujando círculos sobre su rodilla.

—Era una cuestión difícil —. Su mano le acariciaba el muslo—. ¿Tomo tus labios y hundo mi lengua en tu boca, Emma, o la empujo tan dentro y con tanta fuerza en tu vagina para absorber todo el dulce néctar que pueda? La decisión debe ser tuya.

Su boca se abrió, sus muslos se tensaron. Suter miró como luchaba por respirar, intentando controlar la excitación que surgía en su mirada. Él le separó los muslos, su falo se irguió con la visión de un punto húmedo en el tiro de sus pantalones de seda.

—¿Quieres eso, Emma? ¿Mi boca adorándote, mi lengua conduciéndote al éxtasis?

Un estrangulado gemido emergió de la garganta de Emma al tiempo que abría más los muslos.

—Por favor —susurró ella, y el miembro de Suter se alzó de alegría para luego palpitar desilusionado cuando él cerró con suavidad los femeninos muslos.

—Recuérdamelo cuando estés sobria, Emma. No te follaré estando tú borracha.

Él se puso de pie, evitando verla. M*****a sea, deseaba tanto beber de ella que se preguntó si sobreviviría a la espera. Ella seguía reticente, indecisa. Bradley no quería que se arrepintiera luego. Rebuscó en su bolso y tomó su móvil.

—Desbloquéalo —ordenó con un gruñido bajo. 

Ella obedeció sin rechistar y él ingresó su número guardándolo en su agenda de contactos.

—Cuando estés sobria, llámame —dijo él, devolviéndole el móvil en las manos—. Tú no jugarás conmigo, niña.

Luego se dio la vuelta y abandonó el departamento. Si no lo hacía, sabía muy bien que iba a follarla, que se hundiría tan profundamente en ella y con tanta fuerza que gritaría loca por el orgasmo. Y él no podía hacerlo, no se aprovecharía de ella. Emma tenía que desearlo. Ella debía seducirlo. Cuando lo hiciera, él le daría todo lo que sabía podía tomar.

"Maybe you don't understand what I'm going through. It's only me. What you got to lose? Make up your mind, tell me, What are you gonna do? (Tal vez no entiendas por lo que estoy pasando. Solo soy yo. ¿Qué tienes que perder? Decídete, dime, ¿qué vas a hacer?)" Circles By Post Malone.

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