Las proyecciones fueron precisas y la venta se había llevado a cabo en el momento oportuno, aún así, la espera conseguía intimidarla y, tras su aspecto de absoluto control, Emma estaba aterrorizada, tenía palpitaciones y su boca estaba seca.
El silencio era lo único que se escuchaba en el piso de operaciones. Todos sus compañeros aguardaban junto a Emma por el reporte final y cuando este apareció en la pantalla y notaron la exorbitante cantidad que habían ganado solo con la venta de Emma, la sala entera estalló en una salva de aplausos y vítores para ella. Dentro del apretado abrazo de Caine, Emma sonreía y sus ojos se humedecían con lágrimas de satisfacción, por haber hecho un buen trabajo. En medio de la bulliciosa alegría esparcida por el lugar, Emma dio un vistazo alrededor y su mirada se encontró con la de Bradley.Su atractivo la golpeó directo en el corazón, la cálida luz del otoñal sol acariciaba el patricio rostro del CEO y arrancaba fieros destellos a su rubio cabello. Él se había unido al coro de aplausos y parecía bastante complacido por su logro.Krakov y Bonnie se acercaron liderando al resto del personal administrativo quiénes destaparon algunas botellas de champán para celebrar el cierre de una operación sumamente exitosa en Suter Capital. —Le quebraste las piernas a Novak —murmuró Bradley a Emma al tiempo que le ofrecía una copa de dorado champán.Emma alargó su mano y aceptó la ofrenda, sin embargo, el aplomo en la postura de Suter y el sonido de su voz le trajo otros recuerdos: el brillo de sus ojos verdes al presentarse en el club, el sonido de una puerta cuando él la cerró al recargar su espalda contra ella, lo fácil que se había deslizado en su interior, y los tobillos de Emma en alto, saltando con cada profunda embestida. Se sonrojó.—Todo esto es por ti —le susurró Bradley cerca de la sien.Emma se sintió tan acalorada por su cercanía, su maravilloso olor y por cómo respondía su cuerpo de forma tan inmediata a él, que apretó las rodillas como reacción.Él torció los labios en un atisbo de conocedora sonrisa.Emma dio un sorbo a su bebida para intentar refrescarse y descubrió que aquel era el mejor champán que había bebido nunca. Una maraña de largos rizos que daba saltos entre la gente impactó contra el delgado cuerpo de Emma cuando la envolvió en un apretado y efusivo abrazo.—¡Estoy tan feliz! —chilló Bonnie alegre al apretar su sien contra la de Emma— ¡Quién diría que aparte de guapa eres un peligroso tiburón como el resto de este estanque! Emma se rió mientras intentaba no perder el equilibrio, pues Bonnie la había arrastrado a una danza de infantiles brinquitos.—Basta, parecemos dos monos dentro de un barril.—Pero dos monos preciosos, ¿no es así, señor Suter? —inquirió Bonnie y su enorme sonrisa iluminaba sus bellos rasgos.—Disfruten del festejo —repuso él, flemático—. Señoritas.Les saludó con la cabeza y se retiró de allí. A Emma le dolió que se marchara, y despechada, decidió concentrarse en festejar, finalmente lo merecía luego de todo el estrés por conseguir la cuenta.Bradley observó la artesonada cúpula del edificio Chrysler desde el interior de su oficina, mientras sus empleados festejaban y bebían del caro champán que les había dispendiado, frunció el ceño mientras pensaba en Emma y su cautela. Decidió que sería ella quien fuera hacia él. Suter no pasaría agonizantes horas que bien podrían convertirse en meses tratando de hacerla aceptar lo que ocurría entre ellos. En cambio, él intentaría seducirla.
Tomó su abrigo y salió de su oficina, esa noche no había más que hacer allí y se le antojaba sacar su frustración contra el saco de box del gimnasio.Cuando emergió del ascensor en el lobby del edificio, distinguió a Emma caminando hacia la salida. Su bolso colgaba de su codo, pero su caminar era un tanto errático. Dios, estaba ebria. ¿Cómo haría para irse a casa? ¿Acaso pretendía conducir en ese estado o peor aún subir al metro y arriesgarse a ser violada?En dos zancadas llegó a ella y la sostuvo del codo en el preciso instante en que Emma perdía el equilibrio.—Te tengo —afirmó él.Emma le miró desenfocada, sus labios fruncidos en un mohín por demás intrigante. Definitivamente no era buena idea que se marchara sola de allí.—Vamos, tengo un auto esperando, te llevaré a casa.Para sorpresa de Bradley, ella no protestó. Se sentó tranquila a su lado en el asiento trasero, y miró reflexiva por la ventanilla durante todo el trayecto. Sus dedos acariciaron la curva superior de uno de sus senos. Esa acción causó que el miembro de Bradley se hinchara, endureciéndose con una necesidad atormentadora.—No fue un viaje largo, por lo menos. —Emma tropezó contra él cuando la ayudó a entrar a su departamento.Bradley la acercó a él, al conducirla al sofá del salón, disfrutando de su suave peso contra su costado. Le ayudó a retirarse el abrigo, y luego la lisa seda de su blusa se deslizó por sus manos, cuando la hizo sentarse en el mueble.—No me besaste. —Su comentario hizo que él levantara sus cejas sorprendido.—No, no lo hice.Bradley se arrodilló ante ella, quitando los zapatos de tacón alto de sus adorables pies. Los notó hinchados. Consciente de cómo estarían doloridos tras casi diez horas de ir montada en los altos tacones, masajeó sus pies y le murmuró palabras de consuelo.—No soy una niña —se quejó Emma y apartó furiosa el pie que Bradley sostenía en sus manos—. Deja de tratarme como si lo fuera.—Sigue portándote así y te giraré sobre mis rodillas y palmearé tu trasero. Su azules ojos lo miraron con una mezcla de irritación y excitación. Un mechón de su castaño cabello se había escapado de su perfecta coleta alta y le caía por un lado de la cara, como un grueso listón de seda que tentaba a su mano a alisarlo detrás de su oreja.—¿Por qué no me besaste de camino aquí? —insistió otra vez, sus mejillas ruborizadas.Él apretó los labios, sin poder apartar la vista de sus senos que se movían rápidamente bajo su blusa, ni de sus duros pezones que empujaban impacientes contra la ligera tela.—Porque no pude decidir dónde poner mi lengua —murmuró ronco.Ella parpadeó.—¿Cómo…?Él permitió que su mano subiera, dibujando círculos sobre su rodilla.—Era una cuestión difícil —. Su mano le acariciaba el muslo—. ¿Tomo tus labios y hundo mi lengua en tu boca, Emma, o la empujo tan dentro y con tanta fuerza en tu vagina para absorber todo el dulce néctar que pueda? La decisión debe ser tuya.Su boca se abrió, sus muslos se tensaron. Suter miró como luchaba por respirar, intentando controlar la excitación que surgía en su mirada. Él le separó los muslos, su falo se irguió con la visión de un punto húmedo en el tiro de sus pantalones de seda.—¿Quieres eso, Emma? ¿Mi boca adorándote, mi lengua conduciéndote al éxtasis?Un estrangulado gemido emergió de la garganta de Emma al tiempo que abría más los muslos.—Por favor —susurró ella, y el miembro de Suter se alzó de alegría para luego palpitar desilusionado cuando él cerró con suavidad los femeninos muslos.—Recuérdamelo cuando estés sobria, Emma. No te follaré estando tú borracha.Él se puso de pie, evitando verla. M*****a sea, deseaba tanto beber de ella que se preguntó si sobreviviría a la espera. Ella seguía reticente, indecisa. Bradley no quería que se arrepintiera luego. Rebuscó en su bolso y tomó su móvil.—Desbloquéalo —ordenó con un gruñido bajo. Ella obedeció sin rechistar y él ingresó su número guardándolo en su agenda de contactos.—Cuando estés sobria, llámame —dijo él, devolviéndole el móvil en las manos—. Tú no jugarás conmigo, niña.Luego se dio la vuelta y abandonó el departamento. Si no lo hacía, sabía muy bien que iba a follarla, que se hundiría tan profundamente en ella y con tanta fuerza que gritaría loca por el orgasmo. Y él no podía hacerlo, no se aprovecharía de ella. Emma tenía que desearlo. Ella debía seducirlo. Cuando lo hiciera, él le daría todo lo que sabía podía tomar."Maybe you don't understand what I'm going through. It's only me. What you got to lose? Make up your mind, tell me, What are you gonna do? (Tal vez no entiendas por lo que estoy pasando. Solo soy yo. ¿Qué tienes que perder? Decídete, dime, ¿qué vas a hacer?)" Circles By Post Malone.***
Tú no jugarás conmigo, niña. Las palabras resonando insistentes en su cabeza. Su fiera mirada de advertencia le hizo pensar que su observación podía referirse a algo mucho más serio que el estira y afloja en el que parecían estar inmersos.Emma se pasó los dedos con inquietud por su cabello mientras caminaba por el pequeño salón de su departamento, bebiendo su primera taza de café. El sol comenzaba su ascenso y el puente de Brooklyn recibía gustoso sus primeros rayos.Bradley se había alejado de ella. Simplemente cerró la puerta tras él, y desapareció dejándola paralizada por la sorpresa.La deseaba, y aún así, se había ido sin más.Y ella bien podría enloquecer muy pronto. Dios, estaba aterrorizada por desearlo como lo hacía. Los chicos a quienes alguna vez les había aceptado una invitación a salir, eran en su mayoría fanfarrones. Eso la divertía, porque nunca los tomaba en serio y era sumamente sencillo quitárselos de encima y no volver a pensar en ellos. Bradley no se les parecí
Nunca digas nunca, se burló de sí misma cuando pisó el elegante vestíbulo del Waldorf. Bradley y su perversa sonrisa, sus verdes ojos, su áspera voz susurrando su deseo por ella. La vista de sus manos, deslizándose sobre su cuerpo, inundándola de un placer que nunca antes había conocido era lo que la que tenía abordando el ascensor. Había perdido demasiados días valiosos negando el deseo, negando la verdad de todo lo que él despertaba en ella y si lograba llegar hasta el pen house en que se hospedaba, las cosas cambiarían para siempre. Emma sentía su cuerpo sacudido por los nervios al salir del ascensor. Cogió la tarjeta llave del bolsillo lateral de su abrigo, agarrándola con sus tensos dedos. La adrenalina galopaba por su corriente sanguínea mientras se acercaba a la puerta, respirando profundamente. —Me gusta que seas puntual —exclamó Suter con voz neutra. Su expresión era tan impía, sexo en su forma más densa. Y ella sabía que iba a disfrutarlo demasiado. —¿Me permites tu abrig
Bradley entró en las oficinas de Suter Capital con la cabeza aún llena de los placeres de la noche. Mientras se desplazaba por el abierto vestíbulo su mirada chocó con la intensamente azul de Emma. Ella tomaba nota de las indicaciones que Caine disponía para ese día.La encontró encantadora con aquel suéter de cachemira de un suave color rosa, vaqueros ajustados y botas altas. Los deliciosos labios se le curvaron en una discreta sonrisa que calentó el pecho de Suter. Esa pequeña diablesa de oscuro cabello lo volvía loco en el mejor de sus días.Ya trataría con ella más tarde.—Buen día, jefe —lo saludó Stephanie al llegar al pie de la escalera donde lo esperaba como todas las mañanas.Suter estrechó su mirada sobre la etiqueta del envase que su asistente puso en su mano con una cordial sonrisa.—¿Jugo verde?—Dicen que es mejor que el expreso.—Ja. Nada es mejor que el expreso, pero ya que te tomaste lo molestia lo probaré. ¿Mi abogado ya está aquí?Ella negó con la cabeza.—
Los leños brillaban mientras eran consumidos por el devorador fuego de la chimenea, y en aquella lujosa habitación solo estaban ellos dos: Suter y ella.Arrodillada frente a él, lo veneraba besando su magro abdomen, sentía el tacto de sus sólidos cuadriceps y sus esbeltas caderas mientras él le acariciaba el cabello.—Entrégate, Emma —le rogó con la voz enronquecida por el deseo—. Entrégate toda. Confía.—Sí —consintió ella.Suter la tocó en la cara y con suavidad la instó a levantar la barbilla, ella alzó sus ojos hacia él. Y la feroz intensidad de sus verdes ojos, tan obsesiva y salvaje la despertó de repente.Se incorporó de golpe jadeando, su corazón latiendo vigorosamente en su garganta. La habitación estaba a oscuras. Su piel ardía, y su feminidad palpitaba de anhelo. Tragó saliva y luego inspiró con fuerza hasta que sus temblores disminuyeron.Llevando su mano a la boca encubrió el doloroso gemido que le subió por el pecho. «¡Dios mío!»sollozó silenciosa y salió de la c
—¡Emma! —gritó él acongojado a la recta espalda de la joven que adoraba.La puerta retumbó cuando se cerró de un golpazo tras ella y Bradley se colocó a jalones su abrigo el cual descansaba sobre el respaldo de una silla.Iría tras ella.—Brad, amor, vuelve aquí.El femenino reclamo que subió por su espalda lo exasperó.—No.—¡¿Quién era esa chica?! Bradley giró con rudeza sobre sus talones. Lara Akerman era una tempestuosa belleza, pero cuando Suter se acercó a ella, el miedo asomó en los ojos de la rubia.—No tienes derecho a preguntar —gruñó Bradley—. Ni siquiera debiste venir, sabías que no serías bienvenida.—¡Lo siento!Bradley gruñó una grosería y alcanzó la puerta.—¡Bradley! —le gritó de nuevo.Suter llamó con impaciencia al ascensor.Entró allí apretando los puños de rabia y frustración, Lara había invadido su espacio cómo si aún tuviera ese derecho y, para ponerlo peor, también Emma había decidido aparecer. Inmediatamente comprendió lo que debía de haberle par
—¡Quién me iba a decir que la mujer que se ha estado acostando con mi marido es tan brillante!Emma se volvió, sorprendida. La mujer que dos noches atrás se había encontrado en el Waldorf, estaba esa tarde frente a ella. Tendría poco más de treinta años y su piel era impecable. El cabello hasta los hombros de un rubio champán estaba peinado hacia atrás, su flequillo rozando las cejas. Vestía una camisa hecha a medida de blanca seda y unos pantalones negros de sartorial corte. La cartera tipo sobre que sujetaba en su mano hacia juego con sus zapatos rojos de tacón. Una exquisita criatura que le sonreía lentamente mientras la estudiaba. Emma no pudo evitar crisparse, aunque la había pillado sola en la cocina de ejecutivos de Suter Capital, cualquiera podría aparecer y la preocupaba convertirse en la comidilla.—Me parece que no nos conocemos.La rubia ladeó la cabeza y estrechó los ojos.—Soy Lara Akerman-Suter, linda. Tú, por supuesto, no necesitas presentación. Eres la Analista
La mandíbula de Bradley dolía por la fuerza con la que apretaba los dientes, debido a los celos asesinos que lo habían invadido cuando descubrió a Emma dentro del abrazo de Steven. El hombre era imponente, rubio, soltero, y sin lugar a dudas, mucho más gentil que él. Suter dudaba que el ruso la poseyera sin preliminares, o que la apoyara en la mesada de la cocina y hundiera la cara entre sus muslos para darse un festín.Y el problema era que Bradley no podía permitirse más ese lujo. Entre Emma y él se había acabado todo. Simplemente había terminado.¡Dios! No había terminado.No acabaría hasta que el perfume de su piel hubiera salido de su cabeza, hasta que ya él no tuviera más su sabor en la lengua. Y sabía que al verla todos los días en la empresa eso no ocurriría pronto.Sin embargo, Emma tenía razón y la inocencia de Alexa merecía un intento más. Así que nada, Bradley debía guardarse sus celos, su anhelo y todas las emociones que Emma había despertado en su interior. Su ene
Emma dejó caer el bolso al suelo y caminó de prisa a su habitación. Se arrancó del cuerpo las prendas que llevaba puestas, las arrojó al cesto de lavar, y dejó correr el agua de la ducha.Entró al agua sin esperar a que alcanzara la temperatura que siempre usaba y se frotó con fiereza el cabello y la piel.Deseaba arrancar de su cuerpo el olor de Bradley, pero por encima del fresco aroma de flores del gel de baño que usaba; la esencia de Suter persistía. Todavía podía olerlo. Su piel reaccionaba por sí sola ante el recuerdo de sus caricias.Emma apoyó la cabeza contra las losas de la pared y respiró hondo, conteniendo un sollozo. Echaba de menos sus manos acunando sus senos, sus labios bebiendo de ella.—Bradley.Giró el rostro hacia la pared y se echó a llorar. Se deslizó al suelo y apretó las rodillas contra el pecho. Inclinando la cabeza siguió llorando mientras se mecía.«Ámame, Emma. Ámame siempre».La voz de Bradley se abrió paso entre la niebla de su mente y los soll