CAPÍTULO 55

Daniela caminó tras él en silencio, sintiendo la fuerza de su mano, envolviendo la suya mientras cruzaban el pasillo. Subieron un par de escalones hasta llegar a la terraza del segundo piso y Víctor abrió la puerta de cristal, y el aire fresco le azotó el rostro.

La vista era espectacular. Desde allí, se veían las colinas verdes y la ciudad a lo lejos. Pero Daniela no podía disfrutarla.

Estaba tensa. Ansiosa.

Víctor soltó su mano y se apoyó en la barandilla de hierro forjado. Encendió un cigarrillo con total calma, como si no hubiera prisa, como si él mismo manejara el tiempo.

—Antes que me digas nada, ¿sabes lo que me he esforzado por verte así con mi camiseta…?

Daniela se miró a sí misma y luego negó.

—Realmente esto es serio.

Víctor achicó sus ojos y asintió.

—Dime —le dijo exhalando el humo lentamente—. ¿Qué te tiene tan alterada?

Daniela lo observó. No sabía por dónde empezar. Todo lo que estaba pasando iba demasiado rápido. Demasiado planeado.

—¿Tú organizaste todo esto? —pregun
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