Víctor deslizó los dedos por la cintura de Daniela, bajándolos lentamente hasta su cadera antes de darle una leve palmada.—Bájate, preciosa —susurró con su tono grave y dominante—. Hemos llegado.Daniela se separó con esfuerzo, sintiendo aún su piel, ardiendo bajo el roce de sus manos. Se acomodó el vestido con movimientos torpes y salió del auto sin mirarlo. Necesitaba espacio, aire, y claridad. Pero apenas dio un paso, él la tomó de la muñeca y la obligó a girarse.Daniela se acomodó su vestido y frunció el ceño. Estaban frente a una terraza de piedra, que tenía mesas vacías, pero su decoración era exquisita.—¿Seguiremos trabajando aquí?Víctor le sonrió cerrando la puerta y tomó su cintura.—¿Quién dijo que trabajar?—¿De verdad? Se suponía que hoy trabajaríamos todo el día, por eso dejaste a los niños con Kosta.—Ellos están bien, nosotros necesitamos esto…—Víctor… —Él tomó sus dedos uniéndolos a ella para afianzar su mano y comenzó a caminar hacia la entrada.Daniela pensó que
Daniela respiró hondo y, con una mirada determinada, tomó la mano de Víctor entre las suyas.—No tienes que sentenciarme.Víctor sonrió de medio lado.—Es lo único que me queda contigo.Entonces ella negó.—Voy a confiar en ti —dijo en un tono firme, pero con una vulnerabilidad latente—. Este es mi primer paso…Los ojos de Víctor brillaron con una intensidad difícil de describir. Su expresión se suavizó y esta vez su sonrisa fue más genuina. —No sabes lo que me haces con esa respuesta —susurró, apretando sus dedos con posesión—. Una vez que te quedes, aquí —él golpeó su pecho suavemente—. No volverás a salir.—No aceptaré poligamia por más vieja que sea…Víctor arqueó las cejas.—¿Entonces llegamos hasta allá? Increíble…Daniela torció los ojos y él se acercó más.—Vamos, come tranquila.Ambos se sentaron para ver la comida. A Daniela le rugió el estómago y comenzó a tomar un poco de cada cosa con naturalidad, y fue incluso extraño tener un momento tan tranquilo y común con él.Su so
Daniela se subió con los niños y los sentó en los puestos. Víctor trató de tener cosas para distraer a los niños, y solicitó una niñera más para el viaje, ya que iban a volar por diez horas mínimo.Su puesto estaba al lado de Daniela, que tenía un rostro preocupado. Había dejado mensajes a Bruno cuando supo que se había encontrado con Melissa, pero ninguno de ellos había respondido.No sentía nervios ni mucho menos, pero la tensión de Daniela se mezclaba con su piel. Odiaba que ella llegara a su casa con miedo, odiaba que pudiera pensar que iba a dejarla sola, y sabía que ella no entendía la magnitud de lo que significaba para él junto con sus hijos.Tal vez no había conocido todo su trasfondo oscuro, pero si tuviera que mostrárselo para que entendiera de lo que era capaz por defenderla, él lo haría sin pestañear. —Me encantaría leer tus pensamientos —él tomó su mano, los niños estaban en una habitación del avión, realizando un juego de pegatinas, y Daniela parpadeó varias veces.—Pi
El salón principal se sumió en un silencio sepulcral cuando Víctor y Daniela entraron de la mano. La simple unión de sus dedos fue suficiente para encender la alarma en Antonella y Amelia, cuyas expresiones de incredulidad hablaban por sí solas. Victoria, por su parte, apenas pudo pestañear, pero Titus, el patriarca, se levantó de su sillón con una sonrisa incrédula.—Esto sí que es una sorpresa… —soltó Titus, mirándolos con atención.Víctor sonrió con calma, sin soltar la cintura de Daniela. Ella, impecable en su porte, dejó que su mirada se posara por un instante en Antonella y Amelia, ambas con los labios apretados por la rabia contenida y sobre todo la incredulidad de verla allí de nuevo.Sabía que la odiaban, podía sentirlo en cada fibra de su cuerpo. Y le encantaba.—¿Cómo es posible? —preguntó Titus, mientras los invitaba a sentarse.Daniela siguió a Víctor hasta el amplio sofá y pudo notar a otras dos mujeres presentes, pero no había hijos con ellas.Victoria, Antonella, otras
El ambiente en la mesa era denso, cargado de tensiones no resueltas y expectativas. Daniela sintió la mirada de Antonella sobre ella como si fuera un cuchillo afilado dispuesto a hundirse en su piel en cualquier momento. Pero no se inmutó. Con una serenidad que sabía que enfurecería a muchos, tomó un sorbo de su vino y entrelazó sus dedos con los de Víctor, quien le dedicó una sonrisa de orgullo.—Son fuertes palabras, Daniela, todos estuvimos ahí, yo estuve allí todo el tiempo con tu madre —Titus lo dijo de forma seria y ella se puso recta.—Es lo que pienso, y trabajaré en ello. ¿No te parece que tienes una nuera excepcional? —Daniela desafío a Titus—. Míralo por el lado amable, te quitaré una carga y algo que no te ayuda.Titus la miró de forma afilada y fue Antonella quien habló de nuevo.—Una acusación bastante fuerte para alguien que se fue de nosotros.Daniela la miró, entonces Amelia también rompió el silencio.—¿Y…? ¿Cuándo pensabas volver, si Víctor no te hubiera encontrado?
El silencio que se instauró en el salón después de la declaración de Víctor era tan denso que podía cortarse con un cuchillo. Daniela sintió un ligero mareo, como si su mundo acabara de tambalearse en una dirección que no había previsto. Sus ojos se fijaron en Víctor, buscando en su mirada algún indicio de broma o exageración, pero lo único que encontró fue una firme determinación.—¿Vas a casarte con ella? —Victoria fue la primera en romper el silencio con la voz cargada de incredulidad.—No es una pregunta —respondió Víctor con un tono seco, sin apartar la vista de su madre.Titus cruzó los brazos sobre su pecho, observando la interacción con un interés calculador. Por primera vez en la noche, no parecía enojado, sino más bien entretenido por la situación.Antonella, en cambio, no tardó en reaccionar. Había regresado al salón sin que nadie lo notara y, ahora, su expresión oscilaba entre la indignación y la incredulidad detrás de la puerta.Ni en todos los años de su vida pudo imagin
Daniela caminó por el amplio pasillo de la mansión Vanderbilt con una mezcla de emociones en el pecho. El aire fresco de la noche la envolvió cuando salió a la parte de afuera, visualizando el jardín, permitiéndose calmar un poco su mente.A lo lejos, las luces de la ciudad parpadeaban con indiferencia ante el torbellino de su vida.—Deberías ser más cuidadosa.La voz grave la tomó por sorpresa. Giró la cabeza y encontró a Titus de pie en el umbral de la puerta. Había encendido un cigarro, y el resplandor rojo iluminaba su rostro curtido. Sus ojos, oscuros y astutos, la observaban con una intensidad que Daniela no pudo ignorar.—¿Cuidadosa? —replicó ella con calma—. ¿A qué tengo que temer?Titus sonrió con ironía antes de acercarse lentamente.—Víctor es inteligente, pero incluso los hombres inteligentes cometen errores cuando se dejan llevar por el corazón.Daniela sostuvo su mirada sin pestañear.—¿Y qué es lo que intentas decirme con eso, Titus?El patriarca dio una larga calada al
No podía apartar la mirada del delicado metal que ahora llevaba puesto, ni del hombre que lo había colocado en su dedo, uno que le prometía un futuro tan lleno de oscuridad como de pasión.Víctor estaba delante de ella, observando cada gesto, cada movimiento. Su mirada fija era como una marca en su piel, penetrante y segura. Sin decir una palabra, se acercó y tomó su rostro con una suavidad que no coincidía con la intensidad de su mirada.—No escucho nada de tu parte… ¿Te estás arrepintiendo? —preguntó él con tono grave, pero con una calma tensa, casi inquietante.Daniela le dedicó una sonrisa pequeña, pero su mente estaba lejos, en ese espacio entre el deseo y el miedo que comenzaba a consumirla. No podía negar la atracción, el magnetismo que él tenía sobre ella. Sin embargo, ya no solo se trataba de eso, Víctor no solo la atraía de forma abismal.Él… sencillamente nunca había salido de ella, nunca dejó de pensar en él aun cuando estuvo lejos. Desde el día número uno se había clavado