CAPÍTULO 62

Víctor deslizó los dedos por la cintura de Daniela, bajándolos lentamente hasta su cadera antes de darle una leve palmada.

—Bájate, preciosa —susurró con su tono grave y dominante—. Hemos llegado.

Daniela se separó con esfuerzo, sintiendo aún su piel, ardiendo bajo el roce de sus manos. Se acomodó el vestido con movimientos torpes y salió del auto sin mirarlo. Necesitaba espacio, aire, y claridad. Pero apenas dio un paso, él la tomó de la muñeca y la obligó a girarse.

Daniela se acomodó su vestido y frunció el ceño. Estaban frente a una terraza de piedra, que tenía mesas vacías, pero su decoración era exquisita.

—¿Seguiremos trabajando aquí?

Víctor le sonrió cerrando la puerta y tomó su cintura.

—¿Quién dijo que trabajar?

—¿De verdad? Se suponía que hoy trabajaríamos todo el día, por eso dejaste a los niños con Kosta.

—Ellos están bien, nosotros necesitamos esto…

—Víctor… —Él tomó sus dedos uniéndolos a ella para afianzar su mano y comenzó a caminar hacia la entrada.

Daniela pensó que
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