Daniela admiró Roma, y cómo los envolvía en una magia serena, como si la ciudad supiera que ella y los niños necesitaban respirar algo distinto, algo nuevo. El viaje fue tranquilo, y al llegar, Daniela sintió que el aire le llenaba los pulmones con una ligereza que no sentía desde hacía mucho.El llanto y la tristeza habían quedado cerrados por un momento, o al menos por ahora. La casa donde se hospedaron no parecía una casa, sino una joya arquitectónica. Rodeada de cipreses, con una fuente de mármol al centro del jardín, y ventanales que dejaban pasar la luz dorada de la tarde romana. Daniela se quedó sin palabras al entrar; los niños corrieron por los pasillos de techos altos y suelos de mármol, descubriendo habitaciones con camas enormes, terrazas que daban al Tíber y una cocina que olía a pan recién horneado.Víctor la observó con esa media sonrisa que ella empezaba a reconocer como orgullo.—¿Qué opinas? —le preguntó, con las manos en los bolsillos.—Es… hermoso —respondió Danie
Daniela tomó el aliento. Era un buen diseño, así que primero hizo lo primero, y recordó cómo Javier le enseñó a manejar algunos inconvenientes, del núcleo de todo esto.No fue fácil para ella, pero modificó las seguridades, y en al menos una hora y media, ella estaba entrando en el sistema.No fue demasiado difícil, pero tampoco fácil. Sin embargo, no era una tonta. Había un cifrado de cuentas bancarias, y multitud de bots en el sitio.Y cuando estuvo listo, soltó el teclado.—Una cosa más… —Víctor dijo y ella le susurró.—¿Qué haces? —le preguntó.—Necesito información —respondió él, tecleando—. Esta red tiene acceso a unos archivos que quiero ver.—¿Qué tipo de archivos, Víctor?Él no respondió. Solo se giró para mirarla.—¿Me ayudas?Daniela se acercó, con el corazón latiendo con fuerza. Las manos le temblaban un poco, en este punto, pero empezó a configurar el software. Era su especialidad. Y en menos de veinte minutos más, ambos accedieron al sistema de información también.Cuand
Víctor deslizó los dedos por la cintura de Daniela, bajándolos lentamente hasta su cadera antes de darle una leve palmada.—Bájate, preciosa —susurró con su tono grave y dominante—. Hemos llegado.Daniela se separó con esfuerzo, sintiendo aún su piel, ardiendo bajo el roce de sus manos. Se acomodó el vestido con movimientos torpes y salió del auto sin mirarlo. Necesitaba espacio, aire, y claridad. Pero apenas dio un paso, él la tomó de la muñeca y la obligó a girarse.Daniela se acomodó su vestido y frunció el ceño. Estaban frente a una terraza de piedra, que tenía mesas vacías, pero su decoración era exquisita.—¿Seguiremos trabajando aquí?Víctor le sonrió cerrando la puerta y tomó su cintura.—¿Quién dijo que trabajar?—¿De verdad? Se suponía que hoy trabajaríamos todo el día, por eso dejaste a los niños con Kosta.—Ellos están bien, nosotros necesitamos esto…—Víctor… —Él tomó sus dedos uniéndolos a ella para afianzar su mano y comenzó a caminar hacia la entrada.Daniela pensó que
Daniela respiró hondo y, con una mirada determinada, tomó la mano de Víctor entre las suyas.—No tienes que sentenciarme.Víctor sonrió de medio lado.—Es lo único que me queda contigo.Entonces ella negó.—Voy a confiar en ti —dijo en un tono firme, pero con una vulnerabilidad latente—. Este es mi primer paso…Los ojos de Víctor brillaron con una intensidad difícil de describir. Su expresión se suavizó y esta vez su sonrisa fue más genuina. —No sabes lo que me haces con esa respuesta —susurró, apretando sus dedos con posesión—. Una vez que te quedes, aquí —él golpeó su pecho suavemente—. No volverás a salir.—No aceptaré poligamia por más vieja que sea…Víctor arqueó las cejas.—¿Entonces llegamos hasta allá? Increíble…Daniela torció los ojos y él se acercó más.—Vamos, come tranquila.Ambos se sentaron para ver la comida. A Daniela le rugió el estómago y comenzó a tomar un poco de cada cosa con naturalidad, y fue incluso extraño tener un momento tan tranquilo y común con él.Su so
Daniela se subió con los niños y los sentó en los puestos. Víctor trató de tener cosas para distraer a los niños, y solicitó una niñera más para el viaje, ya que iban a volar por diez horas mínimo.Su puesto estaba al lado de Daniela, que tenía un rostro preocupado. Había dejado mensajes a Bruno cuando supo que se había encontrado con Melissa, pero ninguno de ellos había respondido.No sentía nervios ni mucho menos, pero la tensión de Daniela se mezclaba con su piel. Odiaba que ella llegara a su casa con miedo, odiaba que pudiera pensar que iba a dejarla sola, y sabía que ella no entendía la magnitud de lo que significaba para él junto con sus hijos.Tal vez no había conocido todo su trasfondo oscuro, pero si tuviera que mostrárselo para que entendiera de lo que era capaz por defenderla, él lo haría sin pestañear. —Me encantaría leer tus pensamientos —él tomó su mano, los niños estaban en una habitación del avión, realizando un juego de pegatinas, y Daniela parpadeó varias veces.—Pi
El salón principal se sumió en un silencio sepulcral cuando Víctor y Daniela entraron de la mano. La simple unión de sus dedos fue suficiente para encender la alarma en Antonella y Amelia, cuyas expresiones de incredulidad hablaban por sí solas. Victoria, por su parte, apenas pudo pestañear, pero Titus, el patriarca, se levantó de su sillón con una sonrisa incrédula.—Esto sí que es una sorpresa… —soltó Titus, mirándolos con atención.Víctor sonrió con calma, sin soltar la cintura de Daniela. Ella, impecable en su porte, dejó que su mirada se posara por un instante en Antonella y Amelia, ambas con los labios apretados por la rabia contenida y sobre todo la incredulidad de verla allí de nuevo.Sabía que la odiaban, podía sentirlo en cada fibra de su cuerpo. Y le encantaba.—¿Cómo es posible? —preguntó Titus, mientras los invitaba a sentarse.Daniela siguió a Víctor hasta el amplio sofá y pudo notar a otras dos mujeres presentes, pero no había hijos con ellas.Victoria, Antonella, otras
El ambiente en la mesa era denso, cargado de tensiones no resueltas y expectativas. Daniela sintió la mirada de Antonella sobre ella como si fuera un cuchillo afilado dispuesto a hundirse en su piel en cualquier momento. Pero no se inmutó. Con una serenidad que sabía que enfurecería a muchos, tomó un sorbo de su vino y entrelazó sus dedos con los de Víctor, quien le dedicó una sonrisa de orgullo.—Son fuertes palabras, Daniela, todos estuvimos ahí, yo estuve allí todo el tiempo con tu madre —Titus lo dijo de forma seria y ella se puso recta.—Es lo que pienso, y trabajaré en ello. ¿No te parece que tienes una nuera excepcional? —Daniela desafío a Titus—. Míralo por el lado amable, te quitaré una carga y algo que no te ayuda.Titus la miró de forma afilada y fue Antonella quien habló de nuevo.—Una acusación bastante fuerte para alguien que se fue de nosotros.Daniela la miró, entonces Amelia también rompió el silencio.—¿Y…? ¿Cuándo pensabas volver, si Víctor no te hubiera encontrado?
El silencio que se instauró en el salón después de la declaración de Víctor era tan denso que podía cortarse con un cuchillo. Daniela sintió un ligero mareo, como si su mundo acabara de tambalearse en una dirección que no había previsto. Sus ojos se fijaron en Víctor, buscando en su mirada algún indicio de broma o exageración, pero lo único que encontró fue una firme determinación.—¿Vas a casarte con ella? —Victoria fue la primera en romper el silencio con la voz cargada de incredulidad.—No es una pregunta —respondió Víctor con un tono seco, sin apartar la vista de su madre.Titus cruzó los brazos sobre su pecho, observando la interacción con un interés calculador. Por primera vez en la noche, no parecía enojado, sino más bien entretenido por la situación.Antonella, en cambio, no tardó en reaccionar. Había regresado al salón sin que nadie lo notara y, ahora, su expresión oscilaba entre la indignación y la incredulidad detrás de la puerta.Ni en todos los años de su vida pudo imagin