CAPÍTULO 54

Daniela se despertó lentamente, sintiendo primero la calidez de las sábanas de seda y luego el peso firme de un brazo masculino sobre su cintura. Entonces, su respiración se detuvo por un instante.

Víctor.

Giró levemente la cabeza y lo vio allí, dormido… o al menos fingiendo estarlo, con el ceño relajado y una expresión de satisfacción que le estremeció el pecho.

El recuerdo de la noche anterior volvió como una corriente eléctrica recorriendo su cuerpo. Y su pecho se agitó enseguida.

No podía creer ni en un millón de años que la vida había vuelto a reunirlos de esta forma, porque, aunque lo negara, ella tenía lazos irrompibles con él. Eso era imposible de negar.

Se removió para levantarse, pero el brazo de Víctor la apretó contra él con fuerza, sin abrir los ojos.

—No te levantes aún… —murmuró con la voz ronca, enterrando el rostro en su cuello—. Apenas empieza el día.

—Víctor… los niños, no sé qué hora es, y no quiero tampoco que piensen que…

Pero no alcanzó a terminar la frase.

Un p
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