Daniela no solía quebrarse fácilmente. Había aprendido a contener sus emociones, a guardarlas en lo más profundo y seguir caminando, aunque todo dentro de ella gritara por rendirse. Pero era muy diferente, y no se trataba de cualquier persona. Melissa estaba preparando café, vestida con su pijama de algodón y el cabello recogido en un moño desordenado. Daniela no podía dejar de asombrarse nunca con su belleza, su luz era tan natural y tan plena que, no quería quitar los ojos de ella, ni dejar que nada le pasara.Pasaron la mañana evitando la conversación. Y era un tema decidido, Daniela sabía que cuando ella tomaba una decisión no había vuelta atrás, y, aparte de ella, no sabía cómo podían asimilarlo sus hijos.—¿Quieres algo especial de comer? Podemos pedir…Melissa negó.—Puedo cocinar para ti. ¿Qué quieres de especial?Daniela no pudo más. Se aferró a su amiga, a su hermana de la vida, y rompió en llanto.—No puedo hacerlo sin ti… —susurró, con la voz rasgada—. No puedo irme y dej
—¿Te llevarás esto? —Melissa le mostró a Dani con una sonrisa, pero ella negó.—No… puedes quedártelo—¡Guayy! —Daniela se quedó mirando a Melissa por un momento, y sabía que estaba disfrazando sus emociones.—¿Por qué no puedes ir con nosotros? —Los mellizos tenían la cara triste, pero como eran niños, también estaban emocionados haciendo sus maletas.—Porque tengo clases, y no puedo faltar.—Pero nosotros faltaremos.—Ah, eso es porque van a ir a una escuela mejor —Melissa abrazó a Mateo dándole muchos besos.—¿Nunca más volveremos a nuestra escuela, mamá? —Adriano le preguntó a Daniela mientras ella suspiró.—No lo sé por ahora, pero luego de Italia, como ya lo hemos hablado con tu padre, iremos a Estados Unidos. Nos quedaremos un buen tiempo.Ellos se miraron.—¿Y cuándo veremos a la tía Meli?Melissa sonrió hacia ellos.—Todo el tiempo. Nada cambiará, cuando no podamos hacer videollamadas, su padre millonario enviará un avión para que los vea —Daniela sonrió ante su comentario—. ¿
Melissa entró en silencio al apartamento mientras Javier dejaba algunas compras de comida en la mesa.—Siempre te ha gustado la comida china.Melissa arrugó la nariz y negó.—Sí, pero… ¿Podemos comer más tarde?—Claro… Ammm, ¿realmente te vas a quedar aquí?Ella sonrió asintiendo. Tenía los ojos hinchados, y su rostro se veía rosado.—Sí, me gustaría, siento que todo esto huele a ellos, estarán cerca de mí de esta forma.—Meli…—¿Qué?—Realmente sigo con mi propuesta. Cuando quieras.—Lo sé, hermano —dijo ella respirando hondo—. Y tienes razón, quedarme aquí, es… sería… sería peor.Javier abrió los ojos ante su cambio abrupto.—¿Irás a casa? —Ella asintió.—Sí, ¿sabes? No lo tomes a mal, no solo se han ido ellos, también era mi hogar, así lo veía. Ese calor de familia que habíamos formado juntos. Caminó por la sala como si fuera la primera vez que pisara ese lugar. Todo le parecía distinto, más frío, más grande.—Lo entiendo perfectamente…—Tengo que acostumbrarme —susurró—. Esta es
Daniela admiró Roma, y cómo los envolvía en una magia serena, como si la ciudad supiera que ella y los niños necesitaban respirar algo distinto, algo nuevo. El viaje fue tranquilo, y al llegar, Daniela sintió que el aire le llenaba los pulmones con una ligereza que no sentía desde hacía mucho.El llanto y la tristeza habían quedado cerrados por un momento, o al menos por ahora. La casa donde se hospedaron no parecía una casa, sino una joya arquitectónica. Rodeada de cipreses, con una fuente de mármol al centro del jardín, y ventanales que dejaban pasar la luz dorada de la tarde romana. Daniela se quedó sin palabras al entrar; los niños corrieron por los pasillos de techos altos y suelos de mármol, descubriendo habitaciones con camas enormes, terrazas que daban al Tíber y una cocina que olía a pan recién horneado.Víctor la observó con esa media sonrisa que ella empezaba a reconocer como orgullo.—¿Qué opinas? —le preguntó, con las manos en los bolsillos.—Es… hermoso —respondió Danie
Daniela tomó el aliento. Era un buen diseño, así que primero hizo lo primero, y recordó cómo Javier le enseñó a manejar algunos inconvenientes, del núcleo de todo esto.No fue fácil para ella, pero modificó las seguridades, y en al menos una hora y media, ella estaba entrando en el sistema.No fue demasiado difícil, pero tampoco fácil. Sin embargo, no era una tonta. Había un cifrado de cuentas bancarias, y multitud de bots en el sitio.Y cuando estuvo listo, soltó el teclado.—Una cosa más… —Víctor dijo y ella le susurró.—¿Qué haces? —le preguntó.—Necesito información —respondió él, tecleando—. Esta red tiene acceso a unos archivos que quiero ver.—¿Qué tipo de archivos, Víctor?Él no respondió. Solo se giró para mirarla.—¿Me ayudas?Daniela se acercó, con el corazón latiendo con fuerza. Las manos le temblaban un poco, en este punto, pero empezó a configurar el software. Era su especialidad. Y en menos de veinte minutos más, ambos accedieron al sistema de información también.Cuand
Víctor deslizó los dedos por la cintura de Daniela, bajándolos lentamente hasta su cadera antes de darle una leve palmada.—Bájate, preciosa —susurró con su tono grave y dominante—. Hemos llegado.Daniela se separó con esfuerzo, sintiendo aún su piel, ardiendo bajo el roce de sus manos. Se acomodó el vestido con movimientos torpes y salió del auto sin mirarlo. Necesitaba espacio, aire, y claridad. Pero apenas dio un paso, él la tomó de la muñeca y la obligó a girarse.Daniela se acomodó su vestido y frunció el ceño. Estaban frente a una terraza de piedra, que tenía mesas vacías, pero su decoración era exquisita.—¿Seguiremos trabajando aquí?Víctor le sonrió cerrando la puerta y tomó su cintura.—¿Quién dijo que trabajar?—¿De verdad? Se suponía que hoy trabajaríamos todo el día, por eso dejaste a los niños con Kosta.—Ellos están bien, nosotros necesitamos esto…—Víctor… —Él tomó sus dedos uniéndolos a ella para afianzar su mano y comenzó a caminar hacia la entrada.Daniela pensó que
Daniela respiró hondo y, con una mirada determinada, tomó la mano de Víctor entre las suyas.—No tienes que sentenciarme.Víctor sonrió de medio lado.—Es lo único que me queda contigo.Entonces ella negó.—Voy a confiar en ti —dijo en un tono firme, pero con una vulnerabilidad latente—. Este es mi primer paso…Los ojos de Víctor brillaron con una intensidad difícil de describir. Su expresión se suavizó y esta vez su sonrisa fue más genuina. —No sabes lo que me haces con esa respuesta —susurró, apretando sus dedos con posesión—. Una vez que te quedes, aquí —él golpeó su pecho suavemente—. No volverás a salir.—No aceptaré poligamia por más vieja que sea…Víctor arqueó las cejas.—¿Entonces llegamos hasta allá? Increíble…Daniela torció los ojos y él se acercó más.—Vamos, come tranquila.Ambos se sentaron para ver la comida. A Daniela le rugió el estómago y comenzó a tomar un poco de cada cosa con naturalidad, y fue incluso extraño tener un momento tan tranquilo y común con él.Su so
Daniela se subió con los niños y los sentó en los puestos. Víctor trató de tener cosas para distraer a los niños, y solicitó una niñera más para el viaje, ya que iban a volar por diez horas mínimo.Su puesto estaba al lado de Daniela, que tenía un rostro preocupado. Había dejado mensajes a Bruno cuando supo que se había encontrado con Melissa, pero ninguno de ellos había respondido.No sentía nervios ni mucho menos, pero la tensión de Daniela se mezclaba con su piel. Odiaba que ella llegara a su casa con miedo, odiaba que pudiera pensar que iba a dejarla sola, y sabía que ella no entendía la magnitud de lo que significaba para él junto con sus hijos.Tal vez no había conocido todo su trasfondo oscuro, pero si tuviera que mostrárselo para que entendiera de lo que era capaz por defenderla, él lo haría sin pestañear. —Me encantaría leer tus pensamientos —él tomó su mano, los niños estaban en una habitación del avión, realizando un juego de pegatinas, y Daniela parpadeó varias veces.—Pi