84.

Albert se levantó de su mesa, y se abalanzó contra el idiota de su amigo. Ni siquiera tuvo compasión por lo cansado y débil que su rostro y su cuerpo se veían. No consideró por un segundo que eran primos y amigos cercanos de la infancia. Nada. Ahora solo veía a un cretino que se atrevía a insultar a su esposa, en su casa y frente a él. 

―¡Espera! ¿Qué… qué te pasa, Albert? Detente…

Marcus se levantó con premura del sofá y corrió hacia la puerta, sabía que no tenía ninguna oportunidad peleándose a los puños con Albert. Ya había experimentado ese dolor varias veces, en sus años en la Academia, y no le gustaría repetir la desgraciada experiencia, no cuando aún le faltaba disfrutar

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