La tina se llenó de agua, clara, templada, con una pequeña nube de vapor saliendo de ella y alcanzando el techo del cuarto de baño. Albert cargó a Norah con agilidad, al mismo tiempo que las sirvientas dejaban la habitación.
Muchas de ellas no pudieron evitar dejar salir miradas de extrañeza, después de todo, nunca habían visto a su joven amo actuar de esa manera. Tan atento y gentil, si bien lo habían visto hablar con la Señorita Gina sin tanta frialdad, nunca había llegado al extremo de mirarla con semejante cariño.
Ahora no había duda, el Duque estaba encantado con su bella esposa y pronto los rumores correrían por todo el territorio.
―No tienes que quedarte aquí, yo puedo sola.
Norah tomó el libro, sentía un extraño retumbar en su corazón que le decía que las respuestas a todo lo que necesitaba estaban en esas páginas. La pequeña llama se subió en la cubierta y la abrió.Parecía expectante a lo que los ojos de Norah pudieran encontrar dentro de esas hojas.«¿Qué es esto?»La primera página era una advertencia. Simple.«Solo los herederos de la sangre pueden leer las palabras, solo los herederos tienen derecho a saber. Aléjate extranjero e intruso si tu sangre no es furia, si tu sangre no es fuego, si tu sangre no es de dragón.»Cada letra era un símbolo
El sonido de la pluma en el suelo despertó a los dos de su distracción. Norah sintió un extraño miedo subir por su espalda. No esperaba que él la encontrara tan pronto.―Yo… ―No sabía cómo explicar la situación. Cualquier excusa parecería un invento del momento. ―Yo…Albert la tomó de los brazos antes de que pudiera continuar hablando. ―¡Te he prometido que cuidaría a tu madre! ¡No hay necesidad de que hagas esto, no encontrarás nada con lo que puedas escapar de aquí!La voz de Albert era fuerte, enojada, como si el bello sueño que había tenido hace unos minutos hubiera sido un engaño. Como si el afecto que se habían dado el día anterior hubiera sid
La pequeña llama azul regresó a su forma original y desapareció. Sin rastro ni huella, se fue. Albert miró a Norah con la ceja alzada y sonrió al verla sonrojarse hasta las orejas. Se veía tan cautivadora que apenas si podía resistirse a llevarla a la cama y tomarla con furia.―Di… dijiste que esperarías a mi respuesta… me… me lo prometiste…Albert sonrió, sabía que le reclamaría y sacaría la promesa que le hizo el día anterior. No quería espantarla, pero tampoco quería que ella pensara que solo porque no llegaría hasta el final, se abstendría de tocarla. En cambio, a cada momento con ella, la haría disfrutar de sus toquidos hasta hacerla suplicar. La llenaría de tentaciones y, entonces, ella serí
―¿Milady, necesita que le traiga algo de comer?Nina había sido llamada para atender a Norah al medio día. La pobre y hermosa Duquesa no tenía energía para levantar un brazo o para hablar. Su voz era ronca y apenas un murmullo se escuchaba de ella.Desde la noche anterior, Nina había estado preocupada por Norah. Esa noche, el Duque estaba furioso y Nina temía por su señora. Solo esperaba que algo o alguien distrajera al Duque de su ira y el castigo no fuera tan pesado.Para su sorpresa, escuchó a las demás sirvientas y guardias decir que el Duque había encontrado a su esposa y la había llevado a su recámara. Nina tenía miedo y estaba a punto de correr hacia las alcobas principales cuando escuchó el ch
―Voy a dar una vuelta por el jardín, Nina.―Pero… milady, el Duque dijo…―No importa lo que haya dicho, ya estoy cansada de estar encerrada aquí. No te preocupes, no iré muy lejos y puedes acompañarme.―Pero…―Vamos, no iré lejos, solo a los jardines más cercanos.Norah ya se había cansado de estar encerrada dentro de las habitaciones del Duque, no sabía porqué, pero no podía ir a ningún lado. Había guardias en cada puerta y en cada ventana.El Duque había salido a unos negocios urgentes dos días antes, y después de devorarla c&oacut
La tarde pasó a gusto, la temperatura era la correcta en la mansión y en el ducado. Un sol brillante, pero no ardiente se asomaba a lo lejos, mientras la suave brisa hacía que el aroma de las flores inundara la mansión. Se sentía una tranquilizadora vibra en todas partes.A Norah le gustaba ese clima, fresco y tranquilo, sin embargo, sabía que algo faltaba. Aún no dejaba de pensar en el hombre que le causaba tantos conflictos a su alma. El corazón de piedra que pensaba tener, se había convertido en carne y sangre, y palpitaba rápido como feroz tambor de guerra por ese hombre.«Lo extraño»Se sorprendió pensando en él, en cuanto significaba su presencia para ella. El hombre tiró a Norah al suelo cuando la llama se extendió hasta subir por su espalda. Sin embargo, no parecía tan alarmado y solo se quitó la capa para tirarla al suelo.Norah se dio la vuelta para tratar de levantarse y correr, pero cuando vio al hombre, se quedó quieta. La capa que ocultaba su cabello plateado, sus ojos color zafiro y su cuerpo alto y fornido, se había consumido por completo con el fuego azul.―¿Quién eres?Norah nunca había visto un color de cabello semejante que no fuera el de ella o el de su padre.―No es necesario que sepas, pero debes venir conmigo.―¿Por qué?―Porque93.
Norah siguió caminando por la Mansión, los sirvientes la veían pasar y la señalaban, ni siquiera se mostraban cuidadosos con sus murmullos y sus miradas.―Milady, ―la voz de Madame Miria pronto se hizo paso a ella. El tono exigente, sin recato a su estatus era de poco disimulo. ―Por favor, se nos ha indicado que no debe abandonar sus aposentos.―¿Quién?―¿Perdone milady?―¿Quién le ha dado la orden? Yo jamás escuché semejante instrucción de los labios de mi esposo. Y si es así, debe una muestra de que dice la verdad.―Yo…―Yo puedo atestiguar de que