Christian es un sacerdote con un pasado que lo persigue y Elizabeth una maestra con el corazón roto en busca de nuevas aventuras. Por circunstancias de la vida, deberán hacer un viaje solos que despertará los sentimientos más salvajes y ansias de caer en la tentación. ¿Podrán resistir? o el pecado y los oscuros secretos los quemarán.
Leer másMi nombre es Cristiano D’Angelo, soy sacerdote para una de las diócesis de Roma. Fui ordenado a los veintinueve años y un año después me enviaron como misionero a una ciudad de Kenia, África, donde he permanecido por cinco años. El trabajo ha sido arduo, pero amo servir a los demás y me siento dichoso sólo con ver la amplia sonrisa en el rostro de un niño que aprende a leer en la escuela que tenemos en la casa – misión.En abril me apuñalaron por defender a una de nuestras niñas de la escuela de ser vendida como un animal al tráfico humano. En cuanto mis heridas cicatrizaron lo suficiente mi obispo me pidió que tomara un descanso, pero no quise ir inmediatamente con mi familia hasta que no estuviera totalmente recuperado, pues no quería preocuparlos con los gajes del oficio.Cuando estuve listo me dejé convencer por mi hermana Camila
El amor puede esperar todavía cuando la razón desespera.George W. Lyttelton—¡Elicita! —escuchaba la voz aguda de mi madre llamándome entre la multitud de personas que esperaban a sus familiares.Al verla de lejos, llamó mi atención lo joven que se veía a sus cincuenta y un años. Mi madre era muy terca y por más que le dije que no era necesario que me fuera a buscar al aeropuerto, ella insistió. Mi madre decía que era muy triste llegar a un lugar y que nadie te recibiera. Para mí era solo cuestión de cultura.Apresuré el paso hacia ella y nos encontramos en un efusivo y fuerte abrazo. Luego de separarnos me llenó de besos, sin importarle avergonzarme delante de todas las personas que estaban cerca de nosotras.—¡Me alegra tanto verte! —exclamó emocionada—. Te extrañé t
No hay nada como mirarme en tus ojos de nuevo y recordar todas las promesas que hicimos antes de separarnos.—¿Qué hora es? —me preguntó mientras acariciaba mi espalda.Con pereza salí de entre el calor de su pecho, me estiré y tomé mi celular de la mesita de noche. Eran las ocho y media de la mañana.—Debo irme. Esta tarde me voy a Nápoles a la casa de mis padres. Si Camila no está despierta vendré a despedirme antes de marcharme. Estoy seguro que ella protestará, no le digas nada hasta que yo llegue.—Está bien. Voy a extrañarte —le dije volviéndome a acurrucar entre sus brazos.Sin ánimo de separarnos, nos levantamos y nos dimos una ducha rápida y nos vestimos. Antes de salir de la habitación lo besé como si fuera la última vez que lo vería y lo tendr&iacu
Tienes que correr riesgos. Sólo comprenderemos plenamente el milagro de la vida cuando permitimos que ocurra lo inesperado. Paulo CoelhoEran las 9:00 p.m. cuando regresé al apartahotel. Al entrar me di cuenta que Camila aún no regresaba. Saqué mi celular del bolsillo y me acosté sobre el sofá para revisarlo. Tenía algunos mensajes pero ninguno era de Christian o Camila. Decidí escribirle a ella para saber cómo iba con su cita. No obtuve respuesta, pero supuse que era indicio de que la estaba pasando muy bien. Sé que su ex había sido muy importante para ella y que en el fondo aún seguía teniendo sentimientos por él, pero sus diferencias en cuanto a los hijos y otros asuntos no les permitió continuar juntos. Por tal razón, desde su divorcio, no había tenido una relación formal y esperaba que este tal Matteo fuera algo serio y no u
«Por muy largo que sea el camino, lo más importante es dar el primer paso».Vinicius de Moraes—¿Qué te dijo Francesco? —me preguntó inmediatamente arrancó el vehículo y se puso en marcha hacia el hotel.—Le has contado todo a él y no me dijiste —le recriminé—. Me sentí desnuda delante de él y un poco avergonzada.—Lamento que te sintieras así. No pensé que nos íbamos a encontrar con él —se disculpó—. Le he contado todo porque Francesco es un guía para mí, tiene toda mi confianza.—Está bien, no estoy enojada contigo, puedes contárselo a todo el mundo si quieres. Pero quiero saber ¿qué es lo que planeas hacer con nuestra relación? ¿Ya lo has decidido?—Eli… ¿Qu&eac
«El amor verdadero habla aunque esté en silencio». Walter Riso—Debo irme —me dijo acariciando mi pelo enmarañado.—¿Por qué? Quédate conmigo —le pedí mientras daba tiernos besos en su mejilla.—Quisiera hacerlo. Pero el padre Francesco me está esperando.—¿Quién es ese Francesco?—Es mi mentor. Desde que era un joven seminarista me acogía en el verano en las parroquias donde estaba. Es un gran hombre y un espléndido sacerdote.—Se ve que lo aprecias mucho.—Sí, es mi ejemplo, lo admiro mucho.—¿Cuándo vuelvo a verte? Los días pasan tan rápido y me gustaría aprovechar cada segundo contigo.—¿Qué te parece si mañana las invito a almorzar? y de postre las llevaré a
«Ser profundamente amado te da fuerzas, mientras que amar profundamente a alguien te da coraje». Lao TseDespués de dos horas y unos minutos aterrizamos en la ciudad eterna. Era un poco más de medio día cuando llegamos a nuestro hospedaje en un aparta-hotel en la Piazza Delle Vaschette, muy cerca del Vaticano. El lugar era elegantemente hermoso, propio de las exquisitas preferencias de Camila. Para mi gusto era demasiado pomposo, pero aceptable y la ubicación era maravillosa. Desde la terraza del piso superior, donde servían el desayuno, se podía observar un hermoso panorama de la ciudad y una vista impresionante de la cúpula de la Basílica de San Pedro y al otro lado parte del Castel Sant’ Angelo a orillas del río Tiber. Estaba tan emocionada como una adolescente admirada por todo lo nuevo que veía. Ni hablar del depa
«Una de las más bellas cualidades de la verdadera amistad es entender y ser entendido». Séneca.Salí de la habitación, dejando a Robert atado a la cama y vociferando improperios. Afuera me esperaba Camila, ansiosa por escuchar la historia con lujo de detalles. Pero no nos detuvimos. Fuimos a la otra habitación, tomamos nuestras pertenencias y nos subimos al ascensor. Camila había hablado con el encargado y le había pedido que nos cambiara de habitación y de piso, pues estábamos siendo «acosadas» por Robert Conawey.El griego insistió en que llamáramos a la policía, pero nos negamos diciéndole que era suficiente con que nos cambiara de lugar porque dentro de poco él se marcharía. Además, le pedimos encarecidamente que si éste preguntaba por nosotras le dijera que nos
«Hay heridas que, en vez de abrirnos la piel, nos abren los ojos». Pablo NerudaToqué la puerta casi con desesperación, pues no quería que Robert saliera de la habitación y me encontrara. Pero nadie abrió. Insistí tocando más fuerte.—¡Camila! ¡Soy Elizabeth! ¡Abre, por favor! —después de tocar varias veces ella abrió la puerta. Estaba en pijama y lucía soñolienta.—¿Qué quieres? —preguntó con tal frialdad que mi corazón se comprimió y los ojos se me llenaron de lágrimas. ¿Será que ya no me consideraba su amiga? Al verme compungida noté en su rostro la compasión y abriendo totalmente la puerta dijo—: Pasa.Miré a mi alrededor buscando a Christian, pero no lo vi por ninguna parte. Necesitaba verlo, conocer su