«La pasión a menudo convierte en loco al más sensato de los hombres, y a menudo también hace sensatos a los más locos». François De la Rochefoucauld.
Christian permitió que la tentación lo venciera. Su razón se nubló por los ardientes deseos que tenía y sus labios buscaron los míos como imanes. Me besó con las mismas ganas con que lo había hecho en la tarde. Mi querido padre era un poco torpe e inexperto, pero lo salvaje de sus besos me gustaba mucho. Su lengua y la mía se hicieron mejores amigas y no deseaban que las separaran. Tenía su rostro entre mis manos y esta vez no permitiría que huyera lejos de mí. Esta noche Christian dejaría de ser virgen.
Al principio sus manos me tocaron con timidez, pero una vez sintió la suficiente confianza, me acarició a su antojo, unas veces suave y otras con fi
«Tal vez usted piense que no es correcto, pero si su corazón está tan agitado como el mío, continuemos». Manuel Muñoz.—Me gusta la suavidad de tu piel —aseguró abrazándome por la espalda y acomodando su cabeza sobre mi hombro derecho—. Eres una tentación y podría acariciarte todo el día.—Puedes hacerlo toda la vida, si lo deseas —contesté escapando de sus brazos y dirigiéndome al baño para tomar una ducha.—¿Puedo acompañarte? —me pidió, haciendo caso omiso a mi indirecta.—¿Por qué no? —Y le di una mirada traviesa y de inmediato supo lo que estaba pensando.Una ducha de diez minutos se extendió hasta que quisimos y esta fue solo la primera de todas las demás. Si amé su cuerpo desnudo, imag&ia
«La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda para contarla». Gabriel García MárquezFue un largo camino en autobús hasta Tesalónica, pero tuvimos la oportunidad de pasar por pequeños pueblos y admirar la cultura griega representada en la gente común. Además, pudimos ver alzarse desde lejos el Monte Olimpo, hogar de todos los dioses griegos según la mitología.—Cuando estemos con mi hermana debemos ser prudentes, ella es muy detallista y observadora —aconsejó cuando ya teníamos un par de horas en el autobús.—Por supuesto. Conozco lo perspicaz que es ella, debemos tener sumo cuidado.—Bueno, no creo que tengamos oportunidad de estar solos.—¿Tú crees? No seas pesimista.—Soy realista —dijo con sequedad.Después de la discusión que
«Es una locura odiar a todas las rosas solo porque una te pinchó, renunciar a todos tus sueños sólo porque uno de ellos no se cumplió». Antoine de Saint-ExupéryMe levanté de inmediato y salí a su encuentro. Christian siguió mis pasos.—¿Qué haces aquí? —lo interpelé con rabia cuando estuve lo bastante cerca de ellos.—Eli, puedo explicarte —contestó Camila parándose en medio de ambos. Creo que temía que lo abofeteara y tenía razón, las ganas no me faltaban. ¿Cómo pudo atreverse a venir hasta aquí?—¿Qué es esto Camila? ¿En qué diablos estabas pensando? —arremetí contra ella.—Elizabeth, mi amor, tranquilízate —dijo Robert saliendo de detrás de Camila—. Ella no tiene la culpa
«Hay un delicado equilibrio entre honrar el pasado y perderse en él». Eckhart TolleAntes de quedarnos dormidas, Camila continuó hablándome sobre las peripecias que pasó resolviendo las dificultades que enfrentaba su empresa. Los implicados pagarían su delito y una nueva y mejorada colección estaría lista para la Fashion Week. Camila irradiaba felicidad.Además, la interrogué sobre lo que habló con mi madre y cómo logró convencerla de semejante locura, y le pedí explicaciones sobre por qué no me lo dijo antes para estar preparada. Su respuesta fue «te hubieras negado rotundamente y no estaríamos teniendo esta conversación» y es cierto. Jamás hubiera permitido que Robert viniera hasta aquí. «¡Hay madre mía! ya verás lo que te espera cuando regrese a Miami», me
«Es mejor haber amado y perdido que nunca haber amado». Alfred Tennyson Mientras almorzábamos le envié un mensaje de texto a Christian. «Necesito hablar contigo. Te espero en el lobby veinte minutos después del almuerzo», le dije. Al poco tiempo recibí una respuesta afirmativa. Una vez terminamos de almorzar regresamos al hotel con el plan de descansar y salir otra vez a las cuatro a conocer la parte alta de la ciudad, que era conocida por su peculiar belleza. Tan pronto Camila atravesó la puerta de la habitación, se arrojó a la cama y dijo que le dolían los pies de caminar toda la mañana con Christian. De inmediato, se quedó dormida balbuceando algunas palabras de su recorrido. Aproveché ese momento para darme una rápida ducha y mudarme la ropa. Me puse un vestido de tela fresca y ligera que no me había puesto y que guardaba para una ocasión especial. Era azul pastel, sin mangas, cuello v que dejaba ver un poco la superficie de mis se
«Nacimos para cometer errores, no para fingir ser personas perfectas».Paulo CoelhoEntré a la habitación con la esperanza de que Camila estuviera todavía dormida, pero no lo estaba. Mi amiga estaba sobre la cama pintándose las uñas de los pies con un esmalte rosa. Inmediatamente me vio exclamó:—¡Hey! Pequeña tramposa. Te has ido sin mí y, además, te has puesto muy bonita. No ha sido una salida cualquiera ¿o me equivoco?—Salí con Robert —mentí sin detenerme, tenía que entrar al baño y darme una ducha bien fría. Pero ella me detuvo.—¡Espera, Eli! Hace un rato te estuvo buscando Robert y me dijo que mi hermano había salido también. ¿Qué es lo que se traen ustedes dos? —inquirió frunciendo el ceño y de
«Es incorrecto e inmoral tratar de escapar de las consecuencias de los actos propios». Mahatma GandhiPor dos horas estuve en la misma posición. Robert no se apartó de mi lado y me acompañó con su silencio.—¿Quieres que vayamos a cenar a algún lado? Podemos ir donde tú quieras y conocer un poco más de la ciudad para que te distraigas. No podemos arruinar tus vacaciones de ensueño por tonterías.¿Tonterías? ¿Cómo se atrevía a decir que mis sentimientos eran simples tonterías? Lo miré sin ninguna expresión y traté de no externar mis pensamientos:—No tengo hambre, pero si quieres puedes ir a comer y pasear.—Claro que no, mi amor, sin ti no voy a ir a ningún lado. Esta ciudad sería horrible y aburrida sin tu compañ&ia
«Hay heridas que, en vez de abrirnos la piel, nos abren los ojos». Pablo NerudaToqué la puerta casi con desesperación, pues no quería que Robert saliera de la habitación y me encontrara. Pero nadie abrió. Insistí tocando más fuerte.—¡Camila! ¡Soy Elizabeth! ¡Abre, por favor! —después de tocar varias veces ella abrió la puerta. Estaba en pijama y lucía soñolienta.—¿Qué quieres? —preguntó con tal frialdad que mi corazón se comprimió y los ojos se me llenaron de lágrimas. ¿Será que ya no me consideraba su amiga? Al verme compungida noté en su rostro la compasión y abriendo totalmente la puerta dijo—: Pasa.Miré a mi alrededor buscando a Christian, pero no lo vi por ninguna parte. Necesitaba verlo, conocer su