«En la vida no importa dónde viajes, solo importa con quién lo hagas».
Charles Schulz
—Tendrán que disculparme —comenzó a decir Camila con cara triste—. Estoy pasando por una terrible situación en Teen Today y debo resolverlas lo antes posible. Me temo que debo pedirles que cuando terminen de cenar tomen un taxi de regreso al apartamento porque debo irme a la empresa ahora mismo.
—¿Qué es lo que sucede, Camila? —preguntó Christian preocupado.
—No quería arruinarle la noche con esto, pero los diseños de la colección de la Semana de la Moda se han filtrado y la competencia nos ha plagiado. He tratado de resolverlo con los abogados, pero debo ir a reunirme con ellos en este momento para ver los pasos que vamos a seguir. No sé a qué horas llegaré a casa. Siento tanto tener que dejarlos así.
—¡Eso es horrible! —exclamé.
—No se preocupen. Es lamentable, pero esto pasa a menudo en este medio. Pero si quiero que Teen Today salga a las pasarelas en este evento debo arreglar este lío tan pronto como se pueda. Encontraré la manera de que esta pésima situación no arruine nuestras vacaciones —dijo muy afligida, pero manteniendo viva la esperanza.
—Ve y no te preocupes por nosotros. Todo saldrá bien, Camila —afirmó el padre poniéndose de pie y atrapando a Camila en un abrazo y luego le plantó un beso en la frente.
—Bien, ya basta de sentimentalismos. Nos vemos en un rato en casa. Cuídense y pórtense bien—. Tomó su cartera y sacó las llaves del apartamento, se las entregó a su hermano dándole un beso en la mejilla y, repitiendo el gesto conmigo, se marchó.
—Es terrible lo que le ha ocurrido —dije para romper el silencio en el que nos quedamos el padre y yo.
—Así es. Ese mundo de la moda está lleno de mucha competencia. Pero estoy seguro que Camila saldrá a flote con esto. Ella siempre lo hace —dijo mostrando preocupación por su pequeña hermana. Hizo una pausa y continuó regalándome una hermosa sonrisa—: Entonces, eres maestra según tengo entendido.
—Así es. Enseño en sexto grado en una escuela parroquial llamada Saint Timothy.
—Excelente. —Me encantaba que me mirara a los ojos, aunque me producía cierto nerviosismo—. En la misión en África tenemos una pequeña escuela, pero no tenemos suficientes profesores. A veces nos ayudan algunos voluntarios de Peace Corps, pero ellos van y vienen y eso afecta la estabilidad educativa. La idea es formar algunos miembros de la comunidad para que puedan dar el servicio. Muchas veces lo que les falta a las personas es un poco de formación para salir adelante. —La pasión por lo que hacía le brotaba por los poros y amé esta cualidad en él.
—Es maravillosa la ayuda que le brindan a estas personas. No conozco África, pero, por lo que he escuchado, pasan por muchas necesidades.
—Así es. Intentamos hacer lo que se pueda, pero es mucho trabajo y pocas manos—. Hizo una pausa y se quedó pensativo. De repente, sus ojos brillaron ante el pensamiento que llegó a su mente—. Se me acaba de ocurrir una idea, una propuesta para ti —dijo de manera intrigante, colocó los codos sobre la mesa y acercó su rostro al mío como si fuera a contarme un gran secreto.
—Cuéntame —dije con el mismo tono de suspenso que empleó, acercándome a él. Mis manos rozaban las suyas.
—Pues, tú eres maestra y seguro que de las mejores. Tal vez podrías venir conmigo a Kenia y ayudarme con la formación de estas personas. —Me miró divertido, esperando mi respuesta.
—Vaya, es una interesante propuesta —dije algo decepcionada, pues mi mente cochina quería escuchar algo así como ven conmigo a la cama. Tomé un largo sorbo de vino antes de continuar—. Sería muy difícil para mí, no puedo dejar a mi madre sola por mucho tiempo.
—Entiendo. Mantendré mi oferta abierta por si un día te decides. Sería grato trabajar junto a ti. —Y colocó una de sus manos sobre la mía y sonrió. Mi rubor debió ser bastante evidente porque retiró su mano con rapidez y me miró con cierta picardía, como si leyera mis pervertidos pensamientos y es le divirtiera.
—Quien sabe, padre. Tal vez en este viaje me convences—. E instintivamente acerqué el dedo pulgar a la comisura de sus labios y con suavidad le quité unas migajas. Él se sonrojó y yo sentí pena por la libertad que me tomé de tocarlo, pero no me arrepiento.
—Lo intentaré —hizo una pausa y continuó—: Si no te molesta, podemos pedir la cuenta y marcharnos. Debes estar cansada.
—Está bien. Ambos necesitamos descansar.
Pedimos la cuenta y él amablemente se ofreció a pagar, a pesar de que le dije que también podía aportar. Saldada la cuenta, ambos nos pusimos de pie y el mesero nos hizo el favor de llamar un taxi que llegó en pocos minutos. Nos subimos a la parte de atrás y nos dirigimos al apartamento de Camila. Un silencio tenso e incómodo nos acompañó durante todo el trayecto. No soy tímida, soy capaz de entablar una conversación con cualquier persona, pero con Christian no sabía qué temas ponerle pues todo lo que llegaba a mi mente no era apropiado.
Al llegar, el cansancio que ambos teníamos nos impedía dar más, así que nos dimos las buenas noches y cada uno se dirigió a su habitación. Me quité toda la ropa y me puse el pijama, que consistía en una blusa de tiros y unos pantalones cortos. Antes de acostarme salí por un vaso con agua y lo encontré a él en la misma diligencia. Se había quitado la camisa negra manga larga y dejado la camisilla de algodón. No pude evitar concentrarme en sus brazos bronceados y fibrosos, y lo pesqué mirando mis piernas expuestas. Podía tocar con las manos el aire tenso que nos rodeó. En una situación así otro hombre se hubiese acercado y arrancado un beso sin permiso.
—Que pases buenas noches —me dijo y besó mi mejilla derecha. Podría acostumbrarme a sus besos con mucha facilidad, aunque los prefería unos centímetros a la izquierda.
—Gracias, descansa. —Y lo vi desaparecer por el pasillo. Pensando que posiblemente dormiría en bóxer o sin nada, pues Camila se había llevado su maleta. Esta idea me hizo sonreír.
Tomé el agua y regresé a la habitación. Me tiré sobre la cama y revisé los mensajes de mi celular y mi ceño se frunció al encontrar más mensajes de Robert. Los ignoré y abrí los que mi madre me había dejado y de inmediato le contesté y le envié las fotos que me tomé en la Catedral de Milán. Luego, puse el celular a un lado y me quedé quieta pensando.
Casi nunca hablaba con Dios, pero le pedí encarecidamente que los problemas de la empresa de Camila se solucionaran lo más pronto posible, ya que odiaría tener que suspender mi viaje a Grecia. En esto pensaba cuando el sueño me venció y me quedé dormida.
***
Me sobresalté al escuchar fuertes toques en la puerta de mi habitación. Eran las siete de la mañana y el lugar estaba tan iluminado como si fueran las doce del mediodía. Me levanté con pereza y me dirigí a la puerta. Era Camila y la hice pasar.
—Amiga, cuéntame qué ha sucedido —le supliqué.
—Hay Eli, tengo malas noticias —dijo con tristeza. Respiré profundo y traté de mentalizarme para el gran golpe: tendría que suspender el viaje a Grecia.
—¿Qué sucedió? —dije al fin casi sin aliento.
—No puedo ir a Grecia —soltó el golpe—. Debo quedarme a resolver este inconveniente en Teen Today y no sé cuánto tiempo me tome. Si no lo resuelvo no podré estar en la Semana de la Moda en septiembre y me generaría enormes pérdidas y ya te puedes imaginar qué significaría para la empresa.
—Entiendo, amiga. Por mí no te tienes que preocupar, tenemos toda la vida para visitar Grecia —le dije tratando de animarla, aunque la que necesitaba ánimos era yo y me sentí como la mujer más egoísta del mundo.
—¡De ninguna manera, Eli! —replicó—. La única que tiene inconvenientes para ir a Grecia soy yo. Tú y Chris pueden irse sin mí y yo, en cuanto pueda, los alcanzo allá. Aunque parezca terrible lo de mi empresa, tiene solución y en estos días lo resolveré, además, cuento con un gran equipo que me está dando apoyo. No vamos a cancelar nuestro viaje. No señor, de ninguna manera.
—¿Hablas en serio? —le dije incrédula—. De veras que no me molesta cancelar. Quiero apoyarte en esta situación. Me sentiré muy mal estando lejos en este momento en que me necesitas.
—Escúchame, Elizabeth King–López —dijo en tono imperativo colocando sus manos sobre mis hombros—. Te irás a Grecia con Cristiano y en cuanto pueda me uniré a ustedes. No hay más nada de qué hablar. No los necesito para resolver esto, su presencia solo me va a distraer. ¿Entendido?
—Hay Camila —exclamé abrazándola—. Eres increíble. Espero que no te tardes mucho resolviendo esto—. Hice una pausa y seguí—: Y ¿qué dice tu hermano al respecto?
—Él no tiene ningún problema.
—¿De verdad? ¿No le importa que lo vean solo con una mujer?
—¿Crees que alguien va a conocerlo en Grecia? Además, antes de venir a aquí le advertí que no iba de vacaciones con el sacerdote, si no con mi hermano. ¿No te diste cuenta que no se puso en ningún momento la cosa blanca que suele ponerse en el cuello de la camisa?
—Eres terrible, Cami. —Reímos por sus ocurrencias.
—No te olvides de guardarme un griego apuesto —me rogó juntando las manos como en una oración.
—Lo intentaré.
—Anda a prepararte. Yo los dejaré en el aeropuerto antes de regresar a la oficina.
—OK.
Camila salió de la habitación y de inmediato me di un baño. Saqué la mochila extra de la maleta y puse en ella lo necesario para el viaje. Me vestí con camiseta, jean y mis Converse rojos, y até mi pelo en una cola. Pensé en algún momento en vestirme con intenciones de atraer su mirada, pero podría ser una mala idea. Así que sería yo misma.
Cuando terminé de prepararme me dirigí a la cocina donde Camila estaba cocinando unos huevos revueltos. Pero casi me paralizo al ver al padre Christian en el desayunador tomando café. Vestía informal, polo con cuello azul marino, jean y tenis. Además, había afeitado un poco su barba. Parecía un tipo normal y tuve que repetir en mi mente como un mantra «No lo mires, tonta, límpiate esa saliva de la boca que Christian sigue siendo cura aunque se vista de civil. Contrólate». Al verme entrar se puso de pie y me recibió con una hermosa sonrisa. Me sirvió una taza de café y me la ofreció.
—Muchas gracias, padre.
—¿En qué habíamos quedado? Nada de formalidades, puedes llamarme Christian o Chris, como prefieras —dijo fingiendo estar enojado.
—Lo había olvidado, Christian —contesté sentándome junto a él.
—Abran paso, que estos huevos están calientes —exclamó Camila llevando un sartén atrapado por el mango. Vertió su contenido en tres platos que ya tenía en el desayunador—. Buon profitto[1] queridos míos —dijo mientras sacaba un plato del horno con seis cornetes calientes.
—¿Más café? —me preguntó Christian al ver mi taza vacía—. No es como el café americano...
—El café está delicioso, y más si está preparado por manos tan santas como las tuyas. —No pude evitar halagarlo y provocar esa sonrisa tan maravillosa.
—Voy a ponerme celosa —replicó Camila.
—Tranquila, hermanita. Tú eres una estupenda cocinera —le dijo poniéndose de pie y dándole un beso en la frente. Ahora era yo la que estaba celosa por no ser la que recibiera un beso de los tentadores labios del padre.
Terminamos de desayunar. Christian y yo nos encargamos de lavar los platos, mientras Camila atendía una llamada. Después de eso nos fuimos a nuestras habitaciones a terminar de arreglarnos para salir. En pocos minutos ya estábamos listos. Christian y yo parecíamos verdaderos mochileros con nuestra ropa deportiva y nuestras mochilas. Por tal razón fuimos el objeto de burla de Camila, pero la felicidad que yo tenía por esta aventura y el plus de la mejor compañía que podría tener, no permitía que nada me afectara.
Camila nos llevó al aeropuerto de Malpensa y nos dejó allí. Nos despedimos de ella deseándole que solucionara pronto sus problemas y que se uniera a nuestra aventura en Grecia. Ella tenía la esperanza de que en un par de días estaríamos juntos.
Pasamos nuestra puerta de embarque sin ningún percance y nos sentamos a esperar la hora del abordaje. Entonces, sentí que mi celular estaba vibrando dentro del bolsillo de mi pantalón. Lo saqué para tomar la llamada y se me hizo un nudo en la garganta al ver el nombre de quien me llamaba.
***
26 de junio del 2018
Milán, Italia
Aún no lo puedo creer. La vida me ha regalado una maravillosa coincidencia que resulta atrayente y peligrosa a la vez. Aquella mujer que tanto me impresionó en el aeropuerto de Miami, resultó ser la amiga de mi hermana con la que vamos a viajar a Grecia. Que pequeño es el mundo y que enorme la tentación.
Creí que dentro de mí ya no había sentimientos, pero resulta que me equivoqué. Elizabeth King-López debe poseer un imán bajo su piel que me provoca mirarla. Además, me intriga mucho su presencia cálida, dulce y reservada, su seguridad en sí misma y la autoridad propia de una maestra. Incluso la arruga que se forma entre sus cejas cuando está seria llama mi atención. Es cierto que soy sacerdote, pero soy un hombre también y ella me atrae, no es ningún pecado.
Sin embargo, Una cosa es una mujer que te guste en un aeropuerto y que piensas que jamás volverás a ver, y otra que esa mujer esté a tu alcance. Esta noche la vi en pijama y no pude evitar recorrer sus piernas con mis ojos y desde entonces he fantaseado con cómo lucirá sin llevar nada puesto. Christian, ¿En qué estás pensando? Si me dejo llevar por mi imaginación caeré por un abismo de tentación, así que debo mantener mi distancia para mantener la cordura y el decoro. Es necesario que me controle y no le dé rienda suelta a mi atracción por ella. Es sólo eso, atracción y no puedo dejar que me domine.
***
No sé si reír de alegría o empezar a rezar para que Dios me libre de la tentación. Esperé hasta que Camila regresara de la oficina, me preocupaba mucho lo que estaba sucediendo. Ella ha trabajado con ahínco para llegar a donde está y ha pagado un precio muy caro. Me explicó todo el proceso para resolver el asunto y ya tiene a Luka, su amigo y mejor diseñador, trabajando en el diseño de nuevas prendas. No obstante, debe encargarse de los trámites legales. Por tanto, tales razones retrasarían su viaje a Grecia.
La verdad es que cancelar el viaje no era ningún problema para mí. Pasaría unos días en Milán y disfrutaría de la presencia de Elizabeth y luego me iría a visitar a mis padres en Nápoles. Pero Camila me dijo que no quería cancelar el viaje, ya que su amiga estaba deprimida y la había convencido de venir de vacaciones. Expresó con el drama que la caracteriza que no se perdonaría hacerle eso a su amiga y que necesitaba que yo la ayudara. Me pidió que acompañara a Elizabeth a Grecia por unos días, hasta que ella resolviera sus problemas.
Camila me puso en una difícil situación. Christian el hombre, deseaba estar a solas con ella; pero Christian el sacerdote me gritaba que era un grave error, que mi atracción por ella era muy fuerte y tal vez no sería capaz de resistir por mucho tiempo. Sin embargo, Camila dijo una palabra clave, su amiga estaba triste y este viaje podría devolverle la alegría. ¿Cómo podía resistirme a ayudar a una persona que sufre? ¿No es esa una de las razones de ser de mi ministerio sacerdotal? Si he ayudado a tantos en Kenia, ¿Por qué no he de ayudarla a ella con mi compañía?
Acepté la propuesta de Camila, pero me prometí a mí mismo que no dejaría que las sensaciones que me producía ella me dominaran. La terapeuta me dijo expresa tus sentimientos profundos, pero eso no implica que me desboque y pierda la razón.
[1] Buen provecho.
«El amor es respeto, lealtad y fidelidad, es compartir nuestros sueños y trabajar juntos para convertirlos en realidad». Eduardo Alighieri.—Eres increíble, mi amor —dijo mientras se hacía un espacio junto a mí en el sofá.—Tú también lo eres, mi amor—. Aunque en esta oportunidad no había sido tan increíble.—Tenía muchos deseos de estar contigo, no pude aguantar mucho. Te prometo que voy a recompensarte la próxima vez.—Está bien, cariño. Luego continuamos donde nos quedamos.—Lamento tener que irme. Mi deseo era pasar la noche contigo.—Siempre habrán más noches y estoy segura que las que pasaremos en Grecia serán las mejores de nuestras vidas. No te arrepentirás. Grecia es un lugar muy romántico y se presta para todo lo que una parej
«Y que el amor nos encuentre tomados de la mano». Daniel SpiegelDurante la primera hora de vuelo, Christian y yo no dijimos ni una palabra. Por un rato estuvo escribiendo en una libreta y me intrigó mucho saber sobre qué escribía. Después de eso sólo hablamos trivialidades sobre el clima, la calidad de la aerolínea y mirábamos el paisaje por la ventanilla del avión. El tiempo transcurrió rápido y luego de dos horas y algunos minutos de vuelo el avión puso sus ruedas sobre tierra firme.La alegría rebosaba mi corazón, pues por fin habíamos llegado a mi ciudad de ensueño. El aeropuerto estaba lleno de gente, pero el tránsito de personas era muy fluido. Estas fechas del año aumentaba en gran cantidad la afluencia de turistas. A la salida buscamos el autobús que nos llevaría a la Plaza Sint
«Las cosas prohibidas tienen un encanto secreto». Publio CornelioInmediatamente se ocultó el sol, la noche no se hizo esperar. Emprendimos el retorno al apartamento con rapidez, ya que, aunque parecía un lugar seguro, nunca se debía ser tan confianzudo en un país que apenas estábamos explorando. Al regreso, encontramos la escalinata oficial y la bajada fue mucho más rápida y menos incómoda que la subida, además, estaba iluminada por postes de luz. De camino, entramos a un supermarket y compramos las cosas que nos hacían falta para los días que estaríamos en Atenas.— Kaliníjta[1] —saludó el joven griego de la caja mientras iba pasando los artículos por el lector de códigos.—Kaliníjta —respondió Christian, quien al parecer conocía algu
«No me tientes, que, si nos tentamos, no nos podremos olvidar».Mario BenedettiA mitad de la noche desperté, escuchaba un ruido perturbador. Me di la vuelta y observé que Christian estaba boca arriba y balbuceaba unas palabras. Hablaba en un idioma que no conocía y repitió varias veces una palabra «Zawadi». Tenía los puños apretados y la frente empapada de sudor. Al parecer estaba teniendo una pesadilla. Dada la experiencia que tuve al tocarlo para despertarlo, me limité a llamarlo por su nombre. Tuve casi que gritar para que recuperara la consciencia. Él despertó violentamente llevando sus manos al pecho y se palpaba atemorizado mientras hiperventilaba con desesperación.—¿Estás bien? Parece que tenías una pesadilla.Él me miró y pareció darse cuenta de dónde y con quién estaba
«Besar es como beber agua salada: bebes y aumenta tu sed».Proverbio ChinoEmpezaba a preocuparme por él, pues el sol estaba ocultándose y Christian no había regresado. Tomé la decisión de salir a buscarlo. Ciertamente él me fascinaba, pero si iba a hacerlo sentir la peor persona del mundo, prefería pedirle disculpas por lo sucedido y hacer a un lado mis sentimientos por él, y continuar como si nada hubiera pasado. Me moría de ganas de estar con él, pero no le haría la vida miserable para satisfacer mis caprichos. Además, yo no era una maniática desesperada por tener sexo con un hombre.Antes de salir del apartamento, mi celular comenzó a vibrar. Era mi mamá. Tuve la tentación de no contestarle, pero ella no me llamaría si no fuera importante.—Hola, mamá —dije fingiendo emoci&oa
«La pasión a menudo convierte en loco al más sensato de los hombres, y a menudo también hace sensatos a los más locos». François De la Rochefoucauld.Christian permitió que la tentación lo venciera. Su razón se nubló por los ardientes deseos que tenía y sus labios buscaron los míos como imanes. Me besó con las mismas ganas con que lo había hecho en la tarde. Mi querido padre era un poco torpe e inexperto, pero lo salvaje de sus besos me gustaba mucho. Su lengua y la mía se hicieron mejores amigas y no deseaban que las separaran. Tenía su rostro entre mis manos y esta vez no permitiría que huyera lejos de mí. Esta noche Christian dejaría de ser virgen.Al principio sus manos me tocaron con timidez, pero una vez sintió la suficiente confianza, me acarició a su antojo, unas veces suave y otras con fi
«Tal vez usted piense que no es correcto, pero si su corazón está tan agitado como el mío, continuemos». Manuel Muñoz.—Me gusta la suavidad de tu piel —aseguró abrazándome por la espalda y acomodando su cabeza sobre mi hombro derecho—. Eres una tentación y podría acariciarte todo el día.—Puedes hacerlo toda la vida, si lo deseas —contesté escapando de sus brazos y dirigiéndome al baño para tomar una ducha.—¿Puedo acompañarte? —me pidió, haciendo caso omiso a mi indirecta.—¿Por qué no? —Y le di una mirada traviesa y de inmediato supo lo que estaba pensando.Una ducha de diez minutos se extendió hasta que quisimos y esta fue solo la primera de todas las demás. Si amé su cuerpo desnudo, imag&ia
«La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda para contarla». Gabriel García MárquezFue un largo camino en autobús hasta Tesalónica, pero tuvimos la oportunidad de pasar por pequeños pueblos y admirar la cultura griega representada en la gente común. Además, pudimos ver alzarse desde lejos el Monte Olimpo, hogar de todos los dioses griegos según la mitología.—Cuando estemos con mi hermana debemos ser prudentes, ella es muy detallista y observadora —aconsejó cuando ya teníamos un par de horas en el autobús.—Por supuesto. Conozco lo perspicaz que es ella, debemos tener sumo cuidado.—Bueno, no creo que tengamos oportunidad de estar solos.—¿Tú crees? No seas pesimista.—Soy realista —dijo con sequedad.Después de la discusión que