Capítulo 121

SEIK

Caminé detrás de mi padre, con cinco de nuestros guerreros flanqueándonos mientras avanzábamos por el pasillo que conducía a la sala de reuniones. Cada paso retumbaba con una tensión espesa. Ambos sabíamos que esto no sería una charla cordial; era el momento de poner las cartas sobre la mesa.

Mi lobo estaba inquieto, en guardia. Este lugar no le gustaba. A mí, mucho menos.

Lucciano, el Alfa de Luna Menguante, nos recibió con una sonrisa que no le alcanzaba los ojos. A su derecha, su hijo se sentaba con los brazos cruzados, escupiendo arrogancia por cada poro.

Mientras tomábamos asiento, mis ojos se fijaron en los guardias y guerreros a los costados del salón. No reconocía a ninguno de ellos. No llevaban ningún símbolo de la manada. Sus ojos eran fríos, demasiado oscuros. Y su postura… no era un lobo entrenado.

Su olor me resultaba familiar. Áspero. Irregular. Se asemejaba demasiado al de los Rogues.

—Bienvenidos a Luna Menguante —dijo Lucciano con una sonrisa falsa—. Qué sorpre
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