SEIK
Después de la reunión con mi padre, mis compañeros y yo nos dirigimos a la sala de armamento, era un espacio amplio y austero, que albergaba el equipamiento necesario para realizar las inspecciones semanales de nuestro territorio. Mientras el bullicio de risas y planes para la noche resonaba a mi alrededor, mi beta se acercó, su expresión seria contrastando con el ambiente festivo.
—¿Seik, tienes un momento? —me preguntó, su voz apenas audible entre las carcajadas de los demás. Delante del resto de la manada, me llamaba Comandante, pero cuando estábamos solos, prefería usar mi nombre de pila, como solía hacerlo cuando éramos niños.
—Sí—dije con la voz cansada.
—¿Cuáles son los planes del Alfa Axel con la manada Luna Menguante?—dijo con determinación.
—No lo sé—dije preocupado. La verdad, no me gustaba tratar con lobos de otras manadas, especialmente con los de Luna Menguante. Aquellos lobos estaban más obsesionados con aparentar riqueza y poder que con el bienestar de su manada. Hay rumores que el heredero del Alfa y su séquito malgastaban su fortuna a manos llenas, mientras que los miembros se quejaban por los impuestos exorbitantes que debían pagar. No podía soportar esa arrogancia disfrazada de sofisticación.
Y también estaba esa hembra…'¿cómo se atrevía a replicarme?'. Su audacia era irritante, '¿acaso me estaba desafiando esa pequeña loba?'. Aunque me exasperaba la imprudencia de esa hembra, no podía ignorar que, después de tanto tiempo, había vuelto a escuchar la risa de mi hermana Melia. Esa risa, tan contagiosa y alegre, era un sonido que había echado de menos todo este tiempo. A pesar de mi frustración, no podía evitar sentir que, tal vez, solo tal vez, el caos que traería la negociación del tratado podría resultar en algo positivo.
A la mañana siguiente, me dirigía a la zona de entrenamiento cuando, desde lejos, vi a esa hembra leyendo un libro, su espalda ligeramente apoyada en el tronco de un árbol, parecía estar relajada disfrutando de la lectura. Pronto, noté una figura esbelta y delgada acercarse a ella. Era mi hermana Melia. Le dijo algo y soltó una risa, y me sorprendió ver que la hembra alborotadora parecía disfrutar de su compañía. Observé sus gestos; hacía tiempo que no veía a mi hermana tan animada desde lo que pasó hace cuatro años. La sonrisa en su rostro me dio una mezcla de alivio y curiosidad. Era raro que mi hermana se acercara a hablar con otra hembra, y esa alborotadora parecía haberle caído bien. A los pocos minutos, la hembra se levantó, y juntas se alejaron por el sendero que lleva a la mansión del Alfa.
Después de un par de horas de intensos ejercicios con mis compañeros noté que la fatiga se apoderaba del grupo. Era la hora de terminar y tomar una buena ducha. Cuando finalmente terminé y salí de la ducha, me sentí listo para la reunión privada con el Alfa y los ancianos. Me vestí rápidamente y decidí dirigirme a la zona común, buscando un poco de tranquilidad y algo para comer. En el camino me encontré con mi beta que se unió a mí y al cabo de unos minutos de caminata, percibí un ajetreo inusual.
Con curiosidad, me asomé y escuché a un lobo joven decir con rudeza:
—Hembra… no eres la más indicada para hablar, apostaría a que los tuyos te mandaron aquí para usar tus encantos con algún lobo importante de Sombra Nocturna esperando que eso les ayude a conseguir la renovación del tratado... sino ¿por qué iban a mandar a una loba como tú?.
Su voz resonó en la sala, lo suficientemente alta para que todos la escucharan. En una esquina, un grupo de guerreros de Sombra Nocturna y Luna Menguante observaba la escena, sus miradas fijas en el centro del tumulto. Allí estaban mi hermana y la alborotadora, que intentaba mantenerse calmada, aunque su expresión revelaba una tristeza difícil de describir.
Me detuve un momento, analizando la situación. La tensión en el ambiente era palpable; uno de mis guerreros murmuró casi en un susurro:
—Comandante…
El grupo se puso en alerta al instante y todos me miraron. Sin pensarlo más, me acerqué y, con voz firme, sólo pronuncié tres palabras:
—Carles, ven aquí. Mi tono sonó más duro de lo habitual, y noté cómo la expresión de Carles palideció, sus ojos se abrieron como platos.
SEIKSin perder tiempo, salí junto a mis guerreros, dirigiéndonos a la sala de interrogatorios. Carles ya sabía lo que le esperaba: un castigo que no podría eludir. Mi beta hizo un intento de intervenir, extendiendo la mano hacia Carles, pero le lancé una mirada que le indicó que me encargaría yo mismo de la situación. En un abrir y cerrar de ojos, le propiné un golpe contundente en la boca del estómago, haciéndolo tambalear. Su expresión se tornó de incertidumbre a miedo en un instante, y algunos novatos lo miraban con inquietud, sus ojos reflejando una mezcla de temor y sorpresa. En contraste, los guerreros más veteranos se mantuvieron impasibles, rígidos como estatuas, observando la escena con calma. Me acerqué a Carles, inclinándome un poco hacia él y agarrándole del cuello por detrás, mientras hablaba con una voz fuerte y clara.—Parece que no has entendido cómo la manada Sombra Nocturna trata a las hembras.El silencio que siguió fue tan afilado que casi podía cortarse con un c
ARIAEn los últimos días, Melia me ha estado mostrando el territorio de Sombra Nocturna, y parece que le caigo bien. La verdad es que en mi propia manada no tengo una conexión cercana con ninguna hembra, ni siquiera con mi hermana. La mayoría de ellas se reúnen para charlar y compartir, mientras que yo estoy tan absorbida por mis responsabilidades que apenas tengo tiempo para salir con amigos. De alguna manera, esto se siente como unas vacaciones, un respiro del ajetreo habitual. Aunque las reuniones suelen ser agotadoras y tengo que soportar las miradas llenas de desdén que me lanzan los hombres y mujeres lobo de la manada Sombra Nocturna, nunca imaginé que tendría tanto tiempo libre para hacer lo que se me antoje.Pasé varios días deambulando por el territorio de Sombra Nocturna. Nunca imaginé que estuviera tan bien organizada. Estoy sorprendida; el territorio está excepcionalmente cuidado y es hermoso. En cuanto a los habitantes de este lugar, tengo que decir que se ayudan mutuamen
ARIAEl Alfa Axel parecía dispuesto a renovar el tratado con nuestra manada, pero en cuanto le mencioné el problema de la zona irregular, su expresión se endureció. Los ancianos me lanzaron miradas frías, y sin poder evitarlo, un escalofrío recorrió mi espalda. La sala de reuniones se llenaba de murmullos a medida que la tensión se hacía más palpable.—No podemos permitir que esa área siga fuera de control —dije, tratando de mantener la firmeza en mi voz. Pero, a medida que hablaba, noté cómo los ancianos comenzaban a intercambiar miradas. Sus rostros reflejaban descontento, y el ambiente se volvió más pesado.—No veo por qué deberíamos involucrarnos en un problema que no nos concierne —replicó uno de los ancianos, un hombre de voz profunda y porte autoritario. Su tono no dejaba lugar a dudas: no estaba dispuesto a ceder.—Es un riesgo para todos —dije con preocupación—. Si no hacemos nada, podríamos enfrentarnos a…—No es nuestra responsabilidad resolver los problemas de otros —el an
ARIA--Presente-- La sala de banquetes estaba abarrotada de rostros conocidos y desconocidos y un esplendor evidente en cada rincón: grandes candelabros colgaban del techo, lanzando una luz cálida y excesivamente ceremonial, mientras las mesas de madera tallada se alineaban con copas y platos que brillaban como si nunca hubieran sido usados. Cada detalle reflejaba el derroche de una reunión a la que asistían manadas de los territorios vecinos y de algunos más lejanos, cada una ansiosa por demostrar su poderío, especialmente la mía.Yo estaba en medio de todo, abrumada y moviéndome de un lado para otro, como un pollo sin cabeza, porque ¿es evidente, no? estaba trabajando, como siempre. Vestía un sencillo vestido gris que destacaba entre los trajes adornados y llamativos de los invitados, y sin embargo, no me importaba. Cada nombre, cada detalle, todo tenía que ser perfecto o me iban a llover gritos. Fruncí el ceño y seguí tachando nombres, concentrada en esa tarea frustrante,
SEIKNo estaba de humor, ya que me habían obligado a asistir al encuentro de manadas, y estos eventos siempre me parecían exasperantes. Estaba distraído, mirando a algunos lobos de la manada Black Wild sin poder evitar rodar los ojos. Eran jóvenes, apenas mayores de edad en su mayoría, y parecían estar hechos de pura adrenalina y poca sensatez. Vestían con lo mínimo, mostrando cuerpos llenos de cicatrices frescas, probablemente fruto de peleas recientes o desafíos internos entre ellos. Al parecer, la idea de recato no estaba en su vocabulario; cualquier excusa para mostrar músculo era suficiente. No paraban de murmurar entre ellos y lanzar miradas indiscretas a las hembras de otras manadas. En sus caras se leía esa arrogancia tan característica de los hombres lobos jóvenes que aún no conocían los límites de su propia fuerza.Uno de ellos, con una sonrisa de pícaro, se acercó a una hembra que estaba de espaldas a mí, parada junto a una mesa con comida. Sin previo aviso, le arrebató el
SEIKMi padre me llamó para que me uniera a él, y no tuve más remedio que obedecer. Me condujo a una amplia sala donde nos esperaban el Alfa de Luna Menguante y su heredero. El Alfa Lucciano era un hombre imponente. Me saludó alzando una mano y esbozando una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Su heredero me pareció un hombre lobo arrogante con una sonrisa altanera, me observó de arriba a abajo, como si me estuviera evaluando. Poco después, se unió el Alfa de la manada Black Wild, un hombre lobo casi anciano con una mirada pícara. El Alfa Lucciano no escatimaba esfuerzos en halagar a mi padre, aunque sus ojos brillaban con un interés calculado. Sé lo que quiere, quiere tenernos como aliados para usarnos como perros de caza. Somos una manada fuerte, con recursos abundantes y guerreros bien entrenados.Estos dos últimos años, han sido un verdadero desafío. Los Rouges no nos han dado tregua, atacaban con frecuencia, obligándonos a mantener guardias casi constantes y a patrullar el terri
ARIALa discusión con Loren me había dejado un mal sabor de boca, así que, para despejarme, busqué a Marcus y le propuse una carrera por el bosque en nuestra forma de lobos. Aunque nunca me había sentido particularmente cómoda con mi forma de loba, ya que no destacaba por ser imponente ni exuberante, sabía que para Marcus, siendo un cachorro, transformarse y entrenarse regularmente era esencial. Su cara se iluminó al escuchar mi propuesta, y sus ojos brillaron con emoción. Casi podía sentir su energía burbujeante mientras nos dirigimos a un bosque cercano a la zona de entrenamiento, el cual no estaba demasiado alejado. Sabía que, mientras no nos alejáramos demasiado, evitaríamos cualquier peligro.Apenas habíamos entrado al bosque, cuando Marcus, impaciente, cambió de forma, soltando un aullido fuerte y vibrante que resonó en la noche. El cielo despejado y la luna llena creaban una atmósfera mágica. El aire era fresco y la luz lunar bañaba todo el lugar con un brillo plateado. Cuando
SEIKLogré escabullirme de la sala de banquetes, apenas escapando de la multitud. Necesitaba aire, necesitaba correr por el bosque, perderme entre los árboles y dejar atrás la tensión. En mi recorrido, cerca del río, noté una figura familiar: la hembra alborotadora estaba allí, acompañada del cachorro con el que había hablado antes. Estaban jugando y descansando sin preocuparse del mundo. Los observé desde la sombra de los árboles, preguntándome cómo se atrevían a estar tan lejos sin ningún macho o guardián que los protegiera. La hembra me miró desconcertada y me saludó con la cabeza. Decidí que no los iba a dejar solos, estando tan lejos de las zonas seguras.Mientras disfrutaba de mi caza, un olor agrio y hostil me golpeó de repente. Me detuve en seco al reconocerlo: Rogues, esos lobos salvajes y peligrosos que rechazaban la vida en manada. '¿Qué hacían aquí?'. El olor en el aire me permitió reconocer que había al menos cuatro… quizás cinco lobos.Intenté encontrar la dirección del