ARIAEn los últimos días, Melia me ha estado mostrando el territorio de Sombra Nocturna, y parece que le caigo bien. La verdad es que en mi propia manada no tengo una conexión cercana con ninguna hembra, ni siquiera con mi hermana. La mayoría de ellas se reúnen para charlar y compartir, mientras que yo estoy tan absorbida por mis responsabilidades que apenas tengo tiempo para salir con amigos. De alguna manera, esto se siente como unas vacaciones, un respiro del ajetreo habitual. Aunque las reuniones suelen ser agotadoras y tengo que soportar las miradas llenas de desdén que me lanzan los hombres y mujeres lobo de la manada Sombra Nocturna, nunca imaginé que tendría tanto tiempo libre para hacer lo que se me antoje.Pasé varios días deambulando por el territorio de Sombra Nocturna. Nunca imaginé que estuviera tan bien organizada. Estoy sorprendida; el territorio está excepcionalmente cuidado y es hermoso. En cuanto a los habitantes de este lugar, tengo que decir que se ayudan mutuamen
ARIAEl Alfa Axel parecía dispuesto a renovar el tratado con nuestra manada, pero en cuanto le mencioné el problema de la zona irregular, su expresión se endureció. Los ancianos me lanzaron miradas frías, y sin poder evitarlo, un escalofrío recorrió mi espalda. La sala de reuniones se llenaba de murmullos a medida que la tensión se hacía más palpable.—No podemos permitir que esa área siga fuera de control —dije, tratando de mantener la firmeza en mi voz. Pero, a medida que hablaba, noté cómo los ancianos comenzaban a intercambiar miradas. Sus rostros reflejaban descontento, y el ambiente se volvió más pesado.—No veo por qué deberíamos involucrarnos en un problema que no nos concierne —replicó uno de los ancianos, un hombre de voz profunda y porte autoritario. Su tono no dejaba lugar a dudas: no estaba dispuesto a ceder.—Es un riesgo para todos —dije con preocupación—. Si no hacemos nada, podríamos enfrentarnos a…—No es nuestra responsabilidad resolver los problemas de otros —el an
ARIA--Presente-- La sala de banquetes estaba abarrotada de rostros conocidos y desconocidos y un esplendor evidente en cada rincón: grandes candelabros colgaban del techo, lanzando una luz cálida y excesivamente ceremonial, mientras las mesas de madera tallada se alineaban con copas y platos que brillaban como si nunca hubieran sido usados. Cada detalle reflejaba el derroche de una reunión a la que asistían manadas de los territorios vecinos y de algunos más lejanos, cada una ansiosa por demostrar su poderío, especialmente la mía.Yo estaba en medio de todo, abrumada y moviéndome de un lado para otro, como un pollo sin cabeza, porque ¿es evidente, no? estaba trabajando, como siempre. Vestía un sencillo vestido gris que destacaba entre los trajes adornados y llamativos de los invitados, y sin embargo, no me importaba. Cada nombre, cada detalle, todo tenía que ser perfecto o me iban a llover gritos. Fruncí el ceño y seguí tachando nombres, concentrada en esa tarea frustrante,
SEIK No estaba de humor, ya que me habían obligado a asistir al encuentro de manadas, y estos eventos siempre me parecían exasperantes. Estaba distraído, mirando a algunos lobos de la manada Black Wild sin poder evitar rodar los ojos. Eran jóvenes, apenas mayores de edad en su mayoría, y parecían estar hechos de pura adrenalina y poca sensatez. Vestían con lo mínimo, mostrando sus cuerpos musculosos. Al parecer, la idea de recato no estaba en su vocabulario; cualquier excusa era buena para mostrar su cuerpo esculpido. No paraban de murmurar entre ellos y lanzar miradas indiscretas a las hembras de otras manadas. En sus caras se leía esa arrogancia tan característica de los hombres lobos jóvenes que aún no conocían los límites de su propia fuerza. Uno de ellos, con una sonrisa de pícaro, se acercó a una hembra que estaba de espaldas a mí, parada junto a una mesa con comida. Sin previo aviso, le arrebató el dulce que tenía en la mano, llevándoselo a la boca sin perder el tiempo. Él sol
SEIK Mi padre me llamó para que me uniera a él, y no tuve más remedio que obedecer. Me condujo a una amplia sala donde nos esperaban el Alfa de Luna Menguante y su heredero. El Alfa Lucciano era un hombre imponente. Me saludó alzando una mano y esbozando una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Su heredero me pareció un hombre lobo arrogante con una sonrisa altanera, me observó de arriba a abajo, como si me estuviera evaluando. Poco después, se unió el Alfa de la manada Black Wild, un hombre lobo casi anciano con una mirada pícara. El Alfa Lucciano no escatimaba esfuerzos en halagar a mi padre, aunque sus ojos brillaban con un interés calculado. Sé lo que quiere, quiere tenernos como aliados para usarnos como perros de caza. Somos una manada fuerte, con recursos abundantes y guerreros bien entrenados. Estos dos últimos años, han sido un verdadero desafío. Los Rogues no nos han dado tregua, atacaban con frecuencia, obligándonos a mantener guardias casi constantes y a patrullar el ter
ARIALa discusión con Loren me había dejado un mal sabor de boca. Para despejarme, busqué a Marcus y le propuse una carrera por el bosque en nuestra forma de lobos. Aunque nunca me había sentido particularmente cómoda con mi forma de loba, ya que no destacaba por ser imponente ni exuberante, sabía que para Marcus, siendo un cachorro, transformarse y entrenarse regularmente era esencial. Su cara se iluminó al escuchar mi propuesta, y sus ojos brillaron con emoción. Casi podía sentir su energía burbujeante mientras nos dirigimos a un bosque cercano a la zona de entrenamiento, el cual no estaba demasiado alejado. Sabía que, mientras no nos alejáramos demasiado, evitaríamos cualquier peligro.Apenas habíamos entrado al bosque, cuando Marcus, impaciente, cambió de forma, soltando un aullido fuerte y vibrante que resonó en la noche. El cielo despejado y la luna llena creaban una atmósfera mágica. El aire era fresco y la luz lunar bañaba todo el lugar con un brillo plateado. Cuando consideré
SEIKLogré escabullirme de la sala de banquetes, apenas escapando de la multitud. Necesitaba aire, necesitaba correr por el bosque, perderme entre los árboles y dejar atrás la tensión. En mi recorrido, cerca del río, noté una figura familiar: la hembra alborotadora estaba allí, acompañada del cachorro con el que había hablado antes. Estaban jugando y descansando sin preocuparse del mundo. Los observé desde la sombra de los árboles, preguntándome cómo se atrevían a estar tan lejos sin ningún macho o guardián que los protegiera. La hembra me miró desconcertada y me saludó con la cabeza. Decidí que no los iba a dejar solos, estando tan lejos de las zonas seguras.Mientras disfrutaba de mi caza, un olor agrio y hostil me golpeó de repente. Me detuve en seco al reconocerlo: Rogues, esos lobos salvajes y peligrosos que rechazaban la vida en manada. '¿Qué hacían aquí?'. El olor en el aire me permitió reconocer que había al menos cuatro… quizás cinco lobos.Intenté encontrar la dirección del
ARIAMe desperté de golpe al escuchar gritos que venían de mi derecha. Al girarme, vi una figura lobuna, de pelaje negro, acercándose a toda velocidad. Era Roberto, que corría hacia nosotros con urgencia.—¡Aquí estáis! ¿Qué ha pasado? ¿Estáis bien? —preguntó, con una mezcla de preocupación y alivio en su rostro.El comandante y el cachorro empezaban a desperezarse lentamente a mi lado.—Nos quedamos dormidos después de enfrentarnos a un grupo de rouges —respondí, todavía recuperando la lucidez.—¿Qué? ¿Un grupo de rouges tan cerca? —replicó el beta, su expresión de incredulidad hablando por sí sola.Entonces, Seik le relató lo sucedido, detallando cada instante del enfrentamiento. Su mirada reflejaba la sorpresa y la inquietud que sentía al escuchar cómo los rouges se habían atrevido a llegar tan cerca del territorio de una manada. No pude evitar pensar que aquí pasaba algo raro.El regreso a las zonas comunes fue agotador. Los tres cambiamos a nuestra forma humana, y el beta nos dio