ARIAEl Alfa Axel parecía dispuesto a renovar el tratado con nuestra manada, pero en cuanto le mencioné el problema de la zona irregular, su expresión se endureció. Los ancianos me lanzaron miradas frías, y sin poder evitarlo, un escalofrío recorrió mi espalda. La sala de reuniones se llenaba de murmullos a medida que la tensión se hacía más palpable.—No podemos permitir que esa área siga fuera de control —dije, tratando de mantener la firmeza en mi voz. Pero, a medida que hablaba, noté cómo los ancianos comenzaban a intercambiar miradas. Sus rostros reflejaban descontento, y el ambiente se volvió más pesado.—No veo por qué deberíamos involucrarnos en un problema que no nos concierne —replicó uno de los ancianos, un hombre de voz profunda y porte autoritario. Su tono no dejaba lugar a dudas: no estaba dispuesto a ceder.—Es un riesgo para todos —dije con preocupación—. Si no hacemos nada, podríamos enfrentarnos a…—No es nuestra responsabilidad resolver los problemas de otros —el an
ARIA--Presente-- La sala de banquetes estaba abarrotada de rostros conocidos y desconocidos y un esplendor evidente en cada rincón: grandes candelabros colgaban del techo, lanzando una luz cálida y excesivamente ceremonial, mientras las mesas de madera tallada se alineaban con copas y platos que brillaban como si nunca hubieran sido usados. Cada detalle reflejaba el derroche de una reunión a la que asistían manadas de los territorios vecinos y de algunos más lejanos, cada una ansiosa por demostrar su poderío, especialmente la mía.Yo estaba en medio de todo, abrumada y moviéndome de un lado para otro, como un pollo sin cabeza, porque ¿es evidente, no? estaba trabajando, como siempre. Vestía un sencillo vestido gris que destacaba entre los trajes adornados y llamativos de los invitados, y sin embargo, no me importaba. Cada nombre, cada detalle, todo tenía que ser perfecto o me iban a llover gritos. Fruncí el ceño y seguí tachando nombres, concentrada en esa tarea frustrante,
SEIKNo estaba de humor, ya que me habían obligado a asistir al encuentro de manadas, y estos eventos siempre me parecían exasperantes. Estaba distraído, mirando a algunos lobos de la manada Black Wild sin poder evitar rodar los ojos. Eran jóvenes, apenas mayores de edad en su mayoría, y parecían estar hechos de pura adrenalina y poca sensatez. Vestían con lo mínimo, mostrando cuerpos llenos de cicatrices frescas, probablemente fruto de peleas recientes o desafíos internos entre ellos. Al parecer, la idea de recato no estaba en su vocabulario; cualquier excusa para mostrar músculo era suficiente. No paraban de murmurar entre ellos y lanzar miradas indiscretas a las hembras de otras manadas. En sus caras se leía esa arrogancia tan característica de los hombres lobos jóvenes que aún no conocían los límites de su propia fuerza.Uno de ellos, con una sonrisa de pícaro, se acercó a una hembra que estaba de espaldas a mí, parada junto a una mesa con comida. Sin previo aviso, le arrebató el
SEIKMi padre me llamó para que me uniera a él, y no tuve más remedio que obedecer. Me condujo a una amplia sala donde nos esperaban el Alfa de Luna Menguante y su heredero. El Alfa Lucciano era un hombre imponente. Me saludó alzando una mano y esbozando una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Su heredero me pareció un hombre lobo arrogante con una sonrisa altanera, me observó de arriba a abajo, como si me estuviera evaluando. Poco después, se unió el Alfa de la manada Black Wild, un hombre lobo casi anciano con una mirada pícara. El Alfa Lucciano no escatimaba esfuerzos en halagar a mi padre, aunque sus ojos brillaban con un interés calculado. Sé lo que quiere, quiere tenernos como aliados para usarnos como perros de caza. Somos una manada fuerte, con recursos abundantes y guerreros bien entrenados.Estos dos últimos años, han sido un verdadero desafío. Los Rouges no nos han dado tregua, atacaban con frecuencia, obligándonos a mantener guardias casi constantes y a patrullar el terri
ARIALa discusión con Loren me había dejado un mal sabor de boca, así que, para despejarme, busqué a Marcus y le propuse una carrera por el bosque en nuestra forma de lobos. Aunque nunca me había sentido particularmente cómoda con mi forma de loba, ya que no destacaba por ser imponente ni exuberante, sabía que para Marcus, siendo un cachorro, transformarse y entrenarse regularmente era esencial. Su cara se iluminó al escuchar mi propuesta, y sus ojos brillaron con emoción. Casi podía sentir su energía burbujeante mientras nos dirigimos a un bosque cercano a la zona de entrenamiento, el cual no estaba demasiado alejado. Sabía que, mientras no nos alejáramos demasiado, evitaríamos cualquier peligro.Apenas habíamos entrado al bosque, cuando Marcus, impaciente, cambió de forma, soltando un aullido fuerte y vibrante que resonó en la noche. El cielo despejado y la luna llena creaban una atmósfera mágica. El aire era fresco y la luz lunar bañaba todo el lugar con un brillo plateado. Cuando
SEIKLogré escabullirme de la sala de banquetes, apenas escapando de la multitud. Necesitaba aire, necesitaba correr por el bosque, perderme entre los árboles y dejar atrás la tensión. En mi recorrido, cerca del río, noté una figura familiar: la hembra alborotadora estaba allí, acompañada del cachorro con el que había hablado antes. Estaban jugando y descansando sin preocuparse del mundo. Los observé desde la sombra de los árboles, preguntándome cómo se atrevían a estar tan lejos sin ningún macho o guardián que los protegiera. La hembra me miró desconcertada y me saludó con la cabeza. Decidí que no los iba a dejar solos, estando tan lejos de las zonas seguras.Mientras disfrutaba de mi caza, un olor agrio y hostil me golpeó de repente. Me detuve en seco al reconocerlo: Rogues, esos lobos salvajes y peligrosos que rechazaban la vida en manada. '¿Qué hacían aquí?'. El olor en el aire me permitió reconocer que había al menos cuatro… quizás cinco lobos.Intenté encontrar la dirección del
ARIAMe desperté de golpe al escuchar gritos que venían de mi derecha. Al girarme, vi una figura lobuna, de pelaje negro, acercándose a toda velocidad. Era Roberto, que corría hacia nosotros con urgencia.—¡Aquí estáis! ¿Qué ha pasado? ¿Estáis bien? —preguntó, con una mezcla de preocupación y alivio en su rostro.El comandante y el cachorro empezaban a desperezarse lentamente a mi lado.—Nos quedamos dormidos después de enfrentarnos a un grupo de rouges —respondí, todavía recuperando la lucidez.—¿Qué? ¿Un grupo de rouges tan cerca? —replicó el beta, su expresión de incredulidad hablando por sí sola.Entonces, Seik le relató lo sucedido, detallando cada instante del enfrentamiento. Su mirada reflejaba la sorpresa y la inquietud que sentía al escuchar cómo los rouges se habían atrevido a llegar tan cerca del territorio de una manada. No pude evitar pensar que aquí pasaba algo raro.El regreso a las zonas comunes fue agotador. Los tres cambiamos a nuestra forma humana, y el beta nos dio
ARIAEl Alfa Lucciano nos saludó rápidamente y, después de lo que pareció una eternidad, nos dedicó una sonrisa cargada de suficiencia antes de hablar:—Quiero una explicación de lo que ocurrió anoche. No es común que una hembra, un macho y un cachorro desaparezcan toda la noche y aparezcan en esas circunstancias.Seik comenzó a relatar todo lo sucedido la noche anterior, detallando por dónde aparecieron los Rouges y cómo se desarrolló la pelea. El Alfa Axel escuchaba con orgullo, mientras que mi maestro no podía disimular su expresion que reflejaba una mezcla de miedo y tristeza. Creo que temía lo que podría haberme pasado si el comandante no hubiera estado allí.De repente, mi padre me dirigió una mirada y, con voz severa, preguntó:—¿Se puede saber qué hacías en el bosque a esa hora, Aria?.—Se supone que esa zona es segura y yo…—repliqué rápidamente.—Bah, si estabas con el cachorro es porque querías que él corriera. Hace tiempo que debí enviarlo lejos. Ese cachorro huérfano solo