ARIA
Me esperaba un viaje de aproximadamente siete horas hasta el territorio de Sombra Nocturna, y, aunque intentaba mantenerme tranquila, una inquietud persistente me rondaba. Me dirigí al punto de encuentro, donde me esperaban los guerreros de la manada que habían asignado para acompañarme. Al verlos, noté que todos eran novatos, reclutados de familias menos influyentes. Pobres desgraciados… apenas empezaban y ya los mandaban a una misión con alto riesgo. La manada Sombra Nocturna había sido avisada de nuestra llegada con antelación, y en el límite de ambos territorios nos esperaba un grupo de sus guerreros. Su sola presencia imponía respeto. Eran altos, robustos, con miradas frías y calculadoras que reflejaban años de experiencia y entrenamiento. Era como si llevaran la palabra “peligro” grabada en la piel. Sentí cómo mis propios guerreros se tensaban a mi lado; se miraban unos a otros, y sus rostros dejaban entrever una creciente preocupación. Tratando de aliviar el ambiente, solté una broma: —Bueno, al menos parece que no nos están recibiendo con colmillos y garras. Un buen comienzo, ¿no?—. Solo recibí miradas en blanco y suspiros. Me aclaré la garganta, intentando ignorar el silencio incómodo. Los guerreros de Sombra Nocturna nos llevaron a través de un sendero estrecho, hasta llegar a una gran mansión. Era una mansión grande, sin muchos adornos. Al final de un largo pasillo había una gran sala donde el Alfa se encontraba en el centro, rodeado por un grupo de guerreros que, aunque muchos parecían adolescentes e incluso cachorros, emanaban un aura intimidante. Sus miradas estaban evaluando mis intenciones. También, junto al Alfa, había una hembra que, a primera vista, parecía frágil pero era muy bella. Tenía los ojos azul claro y una larga cabellera rubia. Su delicada figura y rasgos suaves contrastan con la brutalidad del entorno. El Alfa, con un tono más afable de lo que hubiera imaginado, nos dio la bienvenida. Su voz profunda resonaba en la sala, y aunque estaba rodeado de guerreros, había un aire de cordialidad en su actitud. Era un hombre corpulento y, a pesar de los años, emanaba una fuerza imponente. Su piel aceitunada realzaba sus rasgos marcados. Sus ojos oscuros, enmarcados por un cabello del mismo tono, proyectaban una mirada intensa, mientras que su espesa barba le otorgaba un aspecto severo y lleno de experiencia. —Bienvenidos a Sombra Nocturna, yo soy el Alfa Axel— dijo, haciendo una pausa que parecía cargada de significado. — Esperamos que su visita sea productiva e interesante. Sentí un nudo en el estómago. ¿Interesante? Seguro que era un eufemismo para “esperamos que no mueras en el intento”. Sin embargo, saqué fuerzas donde no las había y respondí con la mejor sonrisa que pude reunir, aunque por dentro estaba a un paso de hacerme pipí de miedo. —Gracias por la cálida bienvenida, gran guerrero. Yo soy Aria de la manada Luna Menguante y estos son los guerreros que me acompañan, Jasper, Mario y Kiro. —dije, tratando de sonar segura. —Vaya, conoces mi apodo de mis tiempos de gloria. Eres una chica muy estudiosa y bien preparada —respondió el Alfa de Sombra Nocturna, con una mirada divertida. —Sí, Alfa ¿quién no conoce las grandes hazañas del gran guerrero de Sombra Nocturna? —dije, esforzándome por mantener la compostura. Sí, era hora de hacer un poco la pelota, aunque no estaba segura de que eso no fuera un comportamiento suicida en este lugar. Luego, el Alfa gesticuló hacia sus hijos, que estaban cerca. —Permíteme presentarte a mis chicos: este es Kael, Patricio y Sebastián—. El Alfa se volvió hacia el más joven —Y este es Miguel. Aunque es el más pequeño, tiene un espíritu feroz y una gran determinación—. Miguel asintió con una expresión de seriedad cruzando su rostro. Los saludé con un ligero movimiento de cabeza y, al hacerlo, me di cuenta de que, a pesar de que algunos eran cachorros, eran hombres lobo impresionantemente grandes. La altura y la musculatura eran evidentes incluso en su juventud; sus hombros anchos y su postura erguida transmitían una confianza innata. —Y por último quiero presentarte a mi hija Melia. Nuestro tesoro—. La chica me saludó cortésmente. El Alfa me sonrió, y por un momento, su expresión parecía sincera, incluso cálida. Sin embargo, cuando clavó su mirada en mí, sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Tenía que mantener la calma, “que no cunda el pánico”, me repetía a mí misma, como un mantra. Me había preparado con mi maestro, y solo necesitaba ser amigable y evitar conflictos. — Pronto llegará mi hijo Seik. Es el comandante de nuestra manada, y quiero presentartelo antes de que os vayáis a descansar. Mientras intentaba no ceder ante la mirada del Alfa, la puerta se abrió de golpe, y entraron dos machos hombres-lobos imponentes y aterradores. Ambos eran atractivos a su manera y debían de tener más o menos mi edad. Uno tenia el cabello negro y largo, aunque un poco más corto a los lados, lo que acentuaba aún más sus rasgos angulosos. Era un macho alto, fibroso y con hombros anchos. Una cicatriz marcaba un lateral de su boca, dándole un aire aún más amenazador, y otra más larga y ancha en su brazo, como un recuerdo de alguna batalla pasada. En cambio, el segundo lobo lucía una corta cabellera castaña algo alborotada. Aunque era un poco más bajo que su compañero, su complexión era igualmente robusta y amenazante. La atmósfera cambió al instante. Mientras aguardaba, la ansiedad creció en mi pecho. Este lugar, que ya se sentía como un campo de batalla emocional, iba a volverse aún más complicado con la llegada de un guerrero cuyo estatus era claramente temido y respetado. El hombre lobo con el pelo negro me miro desconcertado y se dirigio al Alfa. —¿En serio… este es el "lobo" que han enviado para negociar con nosotros? —dijo, con una mirada que podría congelar el fuego. El Alfa asintió, y el lobo, claramente irritado, continuó, dejando caer su sarcasmo como si fuera un peso muerto—. Esto es una broma, ¿verdad? Una simple hembra como ella, que se nota a kilómetros que ni siquiera es una guerrera, enviada para tratar con Sombra Nocturna. Se giró hacia mí, con una expresión llena de desdén, y dijo: —¿Acaso tienes un deseo suicida? La irritación burbujeó dentro de mí, y aunque sabía que debía mantener la calma, no pude contenerme. —¿Sabes qué? —dije, mirando al hombre lobo a los ojos, desafiándolo con la mirada—. No soy "una simple hembra". Me llamo Aria, y estoy aquí para negociar. ¿Podrías mostrarme un poco de respeto? La sala quedó sumida en un profundo silencio. Podía sentir las miradas de los guerreros de Sombra Nocturna sobre mí, como si estuvieran sopesando la gravedad de mi osadía. “¿Qué demonios he hecho?”, pensé para mis adentros, de repente una oleada de arrepentimiento me invadió. “¿Debería escapar? si hago eso…, sé que solo hay una manera de salir por esa puerta, ¡y es con las piernas por delante!”. Al cabo de unos segundos, una risita suave rompió la tensión en el ambiente, y todos en la sala se giraron hacia ella, desconcertados. Era la chica frágil que estaba al lado del Alfa, y era evidente que ninguno de ellos había escuchado su risa antes o quizás en mucho tiempo; la extrañeza se reflejaba en sus rostros.SEIK Después de la reunión con mi padre, mis compañeros y yo nos dirigimos a la sala de armamento, era un espacio amplio y austero, que albergaba el equipamiento necesario para realizar las inspecciones semanales de nuestro territorio. Mientras el bullicio de risas y planes para la noche resonaba a mi alrededor, mi beta se acercó, su expresión seria contrastando con el ambiente festivo.—¿Seik, tienes un momento? —me preguntó, su voz apenas audible entre las carcajadas de los demás. Delante del resto de la manada, me llamaba Comandante, pero cuando estábamos solos, prefería usar mi nombre de pila, como solía hacerlo cuando éramos niños.—Sí—dije con la voz cansada.—¿Cuáles son los planes del Alfa Axel con la manada Luna Menguante?—dijo con determinación.—No lo sé—dije preocupado. La verdad, no me gustaba tratar con lobos de otras manadas, especialmente con los de Luna Menguante. Aquellos lobos estaban más obsesionados con aparentar riqueza y poder que con el bienestar de su manada.
SEIKSin perder tiempo, salí junto a mis guerreros, dirigiéndonos a la sala de interrogatorios. Carles ya sabía lo que le esperaba: un castigo que no podría eludir. Mi beta hizo un intento de intervenir, extendiendo la mano hacia Carles, pero le lancé una mirada que le indicó que me encargaría yo mismo de la situación. En un abrir y cerrar de ojos, le propiné un golpe contundente en la boca del estómago, haciéndolo tambalear. Su expresión se tornó de incertidumbre a miedo en un instante, y algunos novatos lo miraban con inquietud, sus ojos reflejando una mezcla de temor y sorpresa. En contraste, los guerreros más veteranos se mantuvieron impasibles, rígidos como estatuas, observando la escena con calma. Me acerqué a Carles, inclinándome un poco hacia él y agarrándole del cuello por detrás, mientras hablaba con una voz fuerte y clara.—Parece que no has entendido cómo la manada Sombra Nocturna trata a las hembras.El silencio que siguió fue tan afilado que casi podía cortarse con un c
ARIAEn los últimos días, Melia me ha estado mostrando el territorio de Sombra Nocturna, y parece que le caigo bien. La verdad es que en mi propia manada no tengo una conexión cercana con ninguna hembra, ni siquiera con mi hermana. La mayoría de ellas se reúnen para charlar y compartir, mientras que yo estoy tan absorbida por mis responsabilidades que apenas tengo tiempo para salir con amigos. De alguna manera, esto se siente como unas vacaciones, un respiro del ajetreo habitual. Aunque las reuniones suelen ser agotadoras y tengo que soportar las miradas llenas de desdén que me lanzan los hombres y mujeres lobo de la manada Sombra Nocturna, nunca imaginé que tendría tanto tiempo libre para hacer lo que se me antoje.Pasé varios días deambulando por el territorio de Sombra Nocturna. Nunca imaginé que estuviera tan bien organizada. Estoy sorprendida; el territorio está excepcionalmente cuidado y es hermoso. En cuanto a los habitantes de este lugar, tengo que decir que se ayudan mutuamen
ARIAEl Alfa Axel parecía dispuesto a renovar el tratado con nuestra manada, pero en cuanto le mencioné el problema de la zona irregular, su expresión se endureció. Los ancianos me lanzaron miradas frías, y sin poder evitarlo, un escalofrío recorrió mi espalda. La sala de reuniones se llenaba de murmullos a medida que la tensión se hacía más palpable.—No podemos permitir que esa área siga fuera de control —dije, tratando de mantener la firmeza en mi voz. Pero, a medida que hablaba, noté cómo los ancianos comenzaban a intercambiar miradas. Sus rostros reflejaban descontento, y el ambiente se volvió más pesado.—No veo por qué deberíamos involucrarnos en un problema que no nos concierne —replicó uno de los ancianos, un hombre de voz profunda y porte autoritario. Su tono no dejaba lugar a dudas: no estaba dispuesto a ceder.—Es un riesgo para todos —dije con preocupación—. Si no hacemos nada, podríamos enfrentarnos a…—No es nuestra responsabilidad resolver los problemas de otros —el an
ARIA--Presente-- La sala de banquetes estaba abarrotada de rostros conocidos y desconocidos y un esplendor evidente en cada rincón: grandes candelabros colgaban del techo, lanzando una luz cálida y excesivamente ceremonial, mientras las mesas de madera tallada se alineaban con copas y platos que brillaban como si nunca hubieran sido usados. Cada detalle reflejaba el derroche de una reunión a la que asistían manadas de los territorios vecinos y de algunos más lejanos, cada una ansiosa por demostrar su poderío, especialmente la mía.Yo estaba en medio de todo, abrumada y moviéndome de un lado para otro, como un pollo sin cabeza, porque ¿es evidente, no? estaba trabajando, como siempre. Vestía un sencillo vestido gris que destacaba entre los trajes adornados y llamativos de los invitados, y sin embargo, no me importaba. Cada nombre, cada detalle, todo tenía que ser perfecto o me iban a llover gritos. Fruncí el ceño y seguí tachando nombres, concentrada en esa tarea frustrante,
SEIKNo estaba de humor, ya que me habían obligado a asistir al encuentro de manadas, y estos eventos siempre me parecían exasperantes. Estaba distraído, mirando a algunos lobos de la manada Black Wild sin poder evitar rodar los ojos. Eran jóvenes, apenas mayores de edad en su mayoría, y parecían estar hechos de pura adrenalina y poca sensatez. Vestían con lo mínimo, mostrando cuerpos llenos de cicatrices frescas, probablemente fruto de peleas recientes o desafíos internos entre ellos. Al parecer, la idea de recato no estaba en su vocabulario; cualquier excusa para mostrar músculo era suficiente. No paraban de murmurar entre ellos y lanzar miradas indiscretas a las hembras de otras manadas. En sus caras se leía esa arrogancia tan característica de los hombres lobos jóvenes que aún no conocían los límites de su propia fuerza.Uno de ellos, con una sonrisa de pícaro, se acercó a una hembra que estaba de espaldas a mí, parada junto a una mesa con comida. Sin previo aviso, le arrebató el
SEIKMi padre me llamó para que me uniera a él, y no tuve más remedio que obedecer. Me condujo a una amplia sala donde nos esperaban el Alfa de Luna Menguante y su heredero. El Alfa Lucciano era un hombre imponente. Me saludó alzando una mano y esbozando una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Su heredero me pareció un hombre lobo arrogante con una sonrisa altanera, me observó de arriba a abajo, como si me estuviera evaluando. Poco después, se unió el Alfa de la manada Black Wild, un hombre lobo casi anciano con una mirada pícara. El Alfa Lucciano no escatimaba esfuerzos en halagar a mi padre, aunque sus ojos brillaban con un interés calculado. Sé lo que quiere, quiere tenernos como aliados para usarnos como perros de caza. Somos una manada fuerte, con recursos abundantes y guerreros bien entrenados.Estos dos últimos años, han sido un verdadero desafío. Los Rouges no nos han dado tregua, atacaban con frecuencia, obligándonos a mantener guardias casi constantes y a patrullar el terri
ARIALa discusión con Loren me había dejado un mal sabor de boca, así que, para despejarme, busqué a Marcus y le propuse una carrera por el bosque en nuestra forma de lobos. Aunque nunca me había sentido particularmente cómoda con mi forma de loba, ya que no destacaba por ser imponente ni exuberante, sabía que para Marcus, siendo un cachorro, transformarse y entrenarse regularmente era esencial. Su cara se iluminó al escuchar mi propuesta, y sus ojos brillaron con emoción. Casi podía sentir su energía burbujeante mientras nos dirigimos a un bosque cercano a la zona de entrenamiento, el cual no estaba demasiado alejado. Sabía que, mientras no nos alejáramos demasiado, evitaríamos cualquier peligro.Apenas habíamos entrado al bosque, cuando Marcus, impaciente, cambió de forma, soltando un aullido fuerte y vibrante que resonó en la noche. El cielo despejado y la luna llena creaban una atmósfera mágica. El aire era fresco y la luz lunar bañaba todo el lugar con un brillo plateado. Cuando