Capítulo 4

ARIA

Me esperaba un viaje de aproximadamente siete horas hasta el territorio de Sombra Nocturna, y, aunque intentaba mantenerme tranquila, una inquietud persistente me rondaba. Me dirigí al punto de encuentro, donde me esperaban los guerreros de la manada que habían asignado para acompañarme. Al verlos, noté que todos eran novatos, reclutados de familias menos influyentes. Pobres desgraciados… apenas empezaban y ya los mandaban a una misión con alto riesgo.

La manada Sombra Nocturna había sido avisada de nuestra llegada con antelación, y en el límite de ambos territorios nos esperaba un grupo de sus guerreros. Su sola presencia imponía respeto. Eran altos, robustos, con miradas frías y calculadoras que reflejaban años de experiencia y entrenamiento. Era como si llevaran la palabra “peligro” grabada en la piel. Sentí cómo mis propios guerreros se tensaban a mi lado; se miraban unos a otros, y sus rostros dejaban entrever una creciente preocupación. Tratando de aliviar el ambiente, solté una broma:

—Bueno, al menos parece que no nos están recibiendo con colmillos y garras. Un buen comienzo, ¿no?—. Solo recibí miradas en blanco y suspiros. Me aclaré la garganta, intentando ignorar el silencio incómodo.

Los guerreros de Sombra Nocturna nos llevaron a través de un sendero estrecho, hasta llegar a una gran mansión. Era una mansión grande, sin muchos adornos. Al final de un largo pasillo había una gran sala donde el Alfa se encontraba en el centro, rodeado por un grupo de guerreros que, aunque muchos parecían adolescentes e incluso cachorros, emanaban un aura intimidante. Sus miradas estaban evaluando mis intenciones. También, junto al Alfa, había una hembra que, a primera vista, parecía frágil pero era muy bella. Tenía los ojos azul claro y una larga cabellera rubia. Su delicada figura y rasgos suaves contrastan con la brutalidad del entorno.

El Alfa, con un tono más afable de lo que hubiera imaginado, nos dio la bienvenida. Su voz profunda resonaba en la sala, y aunque estaba rodeado de guerreros, había un aire de cordialidad en su actitud. Era un hombre corpulento y, a pesar de los años, emanaba una fuerza imponente. Su piel aceitunada realzaba sus rasgos marcados. Sus ojos oscuros, enmarcados por un cabello del mismo tono, proyectaban una mirada intensa, mientras que su espesa barba le otorgaba un aspecto severo y lleno de experiencia.

—Bienvenidos a Sombra Nocturna, yo soy el Alfa Axel— dijo, haciendo una pausa que parecía cargada de significado. — Esperamos que su visita sea productiva e interesante.

Sentí un nudo en el estómago. ¿Interesante? Seguro que era un eufemismo para “esperamos que no mueras en el intento”. Sin embargo, saqué fuerzas donde no las había y respondí con la mejor sonrisa que pude reunir, aunque por dentro estaba a un paso de hacerme pipí de miedo.

—Gracias por la cálida bienvenida, gran guerrero. Yo soy Aria de la manada Luna Menguante y estos son los guerreros que me acompañan, Jasper, Mario y Kiro. —dije, tratando de sonar segura.

—Vaya, conoces mi apodo de mis tiempos de gloria. Eres una chica muy estudiosa y bien preparada —respondió el Alfa de Sombra Nocturna, con una mirada divertida.

—Sí, Alfa ¿quién no conoce las grandes hazañas del gran guerrero de Sombra Nocturna? —dije, esforzándome por mantener la compostura.

Sí, era hora de hacer un poco la pelota, aunque no estaba segura de que eso no fuera un comportamiento suicida en este lugar.

Luego, el Alfa gesticuló hacia sus hijos, que estaban cerca.

—Permíteme presentarte a mis chicos: este es Kael, Patricio y Sebastián—. El Alfa se volvió hacia el más joven —Y este es Miguel. Aunque es el más pequeño, tiene un espíritu feroz y una gran determinación—. Miguel asintió con una expresión de seriedad cruzando su rostro. Los saludé con un ligero movimiento de cabeza y, al hacerlo, me di cuenta de que, a pesar de que algunos eran cachorros, eran hombres lobo impresionantemente grandes. La altura y la musculatura eran evidentes incluso en su juventud; sus hombros anchos y su postura erguida transmitían una confianza innata.

—Y por último quiero presentarte a mi hija Melia. Nuestro tesoro—. La chica me saludó cortésmente.

El Alfa me sonrió, y por un momento, su expresión parecía sincera, incluso cálida. Sin embargo, cuando clavó su mirada en mí, sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Tenía que mantener la calma, “que no cunda el pánico”, me repetía a mí misma, como un mantra. Me había preparado con mi maestro, y solo necesitaba ser amigable y evitar conflictos.

— Pronto llegará mi hijo Seik. Es el comandante de nuestra manada, y quiero presentartelo antes de que os vayáis a descansar.

Mientras intentaba no ceder ante la mirada del Alfa, la puerta se abrió de golpe, y entraron dos machos hombres-lobos imponentes y aterradores. Ambos eran atractivos a su manera y debían de tener más o menos mi edad. Uno tenia el cabello negro y largo, aunque un poco más corto a los lados, lo que acentuaba aún más sus rasgos angulosos. Era un macho alto, fibroso y con hombros anchos. Una cicatriz marcaba un lateral de su boca, dándole un aire aún más amenazador, y otra más larga y ancha en su brazo, como un recuerdo de alguna batalla pasada. En cambio, el segundo lobo lucía una corta cabellera castaña algo alborotada. Aunque era un poco más bajo que su compañero, su complexión era igualmente robusta y amenazante.

La atmósfera cambió al instante. Mientras aguardaba, la ansiedad creció en mi pecho. Este lugar, que ya se sentía como un campo de batalla emocional, iba a volverse aún más complicado con la llegada de un guerrero cuyo estatus era claramente temido y respetado.

El hombre lobo con el pelo negro me miro desconcertado y se dirigio al Alfa.

—¿En serio… este es el "hombre lobo" que han enviado para negociar con nosotros? —dijo, con una mirada que podría congelar el fuego. El Alfa asintió, y el lobo, claramente irritado, continuó, dejando caer su sarcasmo como si fuera un peso muerto—. Esto es una broma, ¿verdad? Una simple hembra como ella, que se nota a kilómetros que ni siquiera es una guerrera, enviada para tratar con Sombra Nocturna.

Se giró hacia mí, con una expresión llena de desdén, y dijo:

—¿Acaso tienes un deseo suicida?

La irritación burbujeó dentro de mí, y aunque sabía que debía mantener la calma, no pude contenerme.

—¿Sabes qué? —dije, mirando al hombre lobo a los ojos, desafiándolo con la mirada—. No soy "una simple hembra". Me llamo Aria, y estoy aquí para negociar. ¿Podrías mostrarme un poco de respeto?

La sala quedó sumida en un profundo silencio. Podía sentir las miradas de los guerreros de Sombra Nocturna sobre mí, como si estuvieran sopesando la gravedad de mi osadía. “¿Qué demonios he hecho?”, pensé para mis adentros, de repente una oleada de arrepentimiento me invadió. “¿Debería escapar? si hago eso…, sé que solo hay una manera de salir por esa puerta, ¡y es con las piernas por delante!”.

Al cabo de unos segundos, una risita suave rompió la tensión en el ambiente, y todos en la sala se giraron hacia ella, desconcertados. Era la chica frágil que estaba al lado del Alfa, y era evidente que ninguno de ellos había escuchado su risa antes o quizás en mucho tiempo; la extrañeza se reflejaba en sus rostros.

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