ARIA
A la mañana siguiente, recibí la visita de mi maestro. Él quería encontrar una manera de realizar la ‘misión’ que me habían encomendado sin que mi vida dependiera de ello. — Escucha Aria, el Alfa Lucciano está desesperado por ‘llevarse bien’ con la manada Sombra Nocturna. Sabe que son buenos guerreros y que el dinero no les importa. Lo que ellos valoran es la fuerza, la lealtad y la seguridad de su territorio. —Pero... ¿por qué tanto interés en ellos? —insistí, notando cómo sus palabras me ponían cada vez más inquieta. —Porque son nuestros vecinos y, si algún día decidieran ocupar nuestro territorio y desafiarnos, créeme, ellos ganarían—. El maestro hizo una pausa para que asimilara sus palabras. — El Alfa quiere evitar un conflicto y asegurarse de que, si ocurre algo en la zona irregular, los tengamos de nuestro lado. Bueno, sinceramente... quiere usarlos como perros de caza. Así que, si llegas a negociar con ellos, ofrece lo que sea necesario para renovar el tratado. Proporcionales algo que los motive: puede ser acceso a nuestros recursos, el compromiso de apoyo en caso de necesidad... Su preocupación por mí era innegable; no aprobaba en absoluto que yo emprendiera esta misión. —Creo que, si logras no meterte en problemas, puede ir bien las negociaciones. He estado estudiando sus leyes y a los hombres y mujeres lobo más importantes de la manada Sombra Nocturna. La verdad es que no sabemos mucho sobre ellos; solo he podido averiguar que son los guerreros más fuertes, apenas se mezclan con los demás. Antiguamente, firmaron un tratado de paz con nuestra manada porque la hija del beta de aquella época se casó con el Alfa de su manada. Nadie sabe con certeza cómo se formó esa alianza matrimonial o si fue por amor… —Ya veo... —dije, asimilando la información. —Ese trato nos ha beneficiado hasta ahora, pero nuestro alfa está intranquilo, ya que el tratado va a expirar pronto y quiere usarlos—explicó mi maestro, frunciendo el ceño. —¿Hay algo que te preocupa? —pregunté, aunque en el fondo sabía que había más detrás de su mirada. —Si no tienes éxito, te echarán la culpa —respondió con seriedad, su tono grave resonando en la sala. Me sentí como si un peso hubiera caído sobre mis hombros. —¿Cómo es eso posible? —inquirí, sintiendo un nudo en el estómago—. No es mi culpa si Sombra Nocturna rechaza la oferta. —Lo sé, Aria. Creo que la manada te ha enviado como cabeza de turco. Si no logras convencer a los hombres lobo de Sombra Nocturna, dirán que es tu culpa y se lavarán las manos—. Se inclinó hacia mí, su expresión reflejando la gravedad de la situación. —Gracias maestro, por venir a ayudarme y por todo lo que haces por nosotras. Quiero pedirte un favor… En mi ausencia, cuida de mi madre y de Marcus… Al cabo de un rato, mi maestro se fue, dejándome sumida en mis pensamientos. No pasó mucho tiempo antes de que mi hermana apareciera, abriendo la puerta de mi habitación con una expresión difícil de leer. Mi hermana Marlene era la chica perfecta, o al menos eso decían todos los lobos jóvenes… y no tan jóvenes. Era la hembra más cotizada, mientras que yo, bueno, yo era la hermana “mediocre”. No me consideraba fea, pero tampoco especialmente guapa. Simplemente, era una más. Claro, al lado de la mejor hembra de la manada, cualquiera parecía un espantapájaros. Tenía una melena larga y oscura, y un cuerpo con curvas… quizás demasiadas, y no de las “buenas”, porque no es que tuviera un pecho generoso. Al parecer, logré quedarme con el peor de cada progenitor: facciones que no son feas, pero que tampoco le harían girar la cabeza a nadie. Si me miro con optimismo, lo único que realmente me gusta de mí son mis orejas pequeñas, y bueno… mi trasero. Finalmente, mi hermana, me dedicó una sonrisa, algo más cálida de lo que esperaba, y dijo: —Bueno, hermana… que tengas suerte en tu misión. Espero que vuelvas entera. No estaba segura de si era una muestra de apoyo sincera o era ironía y deseaba verme mal. Aun así, era lo más cercano a un “buena suerte” que había escuchado de alguien de mi familia.Los días pasaron rápidamente. Mi padre, Orion, me permitió ver a mi madre para despedirme. Ella vivía sola en esta cabaña apartada, un refugio que se había convertido en su prisión. La decisión de su padre de aislarla del resto de la manada pesaba sobre ella como una sombra.
Al entrar en la cabaña, la atmósfera era densa, como si las paredes mismas absorbieran su soledad Cuando le expliqué lo que había pasado, su rostro se transformó, la preocupación surgió en sus ojos como un mar embravecido. Su angustia se hizo palpable y preguntó: —Aria, ¿estás segura de que quieres hacer esto? —preguntó, su voz temblando ligeramente .—Estoy harta de esta manada...Podríamos intentar escapar... —comenzó a divagar pero yo la interrumpí. —¡No, madre! Eso no funcionará. Irán a por nosotras...Voy a hacerlo, y si todo sale bien, quizás podría pedirle al Alfa una recompensa. No te preocupes, el maestro me ha estado preparando. —Hija, solo estoy preocupada por ti. Si no lo consigues, tu padre podría aprovechar la situación para aislarte como hizo conmigo o hacerle algo a Marcus. Yo… —Mamá, todo va a salir bien —le aseguré, intentando infundir un poco de confianza, aunque en el fondo sabía que su miedo era válido.ARIA Me esperaba un viaje de aproximadamente siete horas hasta el territorio de Sombra Nocturna, y, aunque intentaba mantenerme tranquila, una inquietud persistente me rondaba. Me dirigí al punto de encuentro, donde me esperaban los guerreros de la manada que habían asignado para acompañarme. Al verlos, noté que todos eran novatos, reclutados de familias menos influyentes. Pobres desgraciados… apenas empezaban y ya los mandaban a una misión con alto riesgo. La manada Sombra Nocturna había sido avisada de nuestra llegada con antelación, y en el límite de ambos territorios nos esperaba un grupo de sus guerreros. Su sola presencia imponía respeto. Eran altos, robustos, con miradas frías y calculadoras que reflejaban años de experiencia y entrenamiento. Era como si llevaran la palabra “peligro” grabada en la piel. Sentí cómo mis propios guerreros se tensaban a mi lado; se miraban unos a otros, y sus rostros dejaban entrever una creciente preocupación. Tratando de aliviar el ambiente, so
SEIK Después de la reunión con mi padre, mis compañeros y yo nos dirigimos a la sala de armamento, era un espacio amplio y austero, que albergaba el equipamiento necesario para realizar las inspecciones semanales de nuestro territorio. Mientras el bullicio de risas y planes para la noche resonaba a mi alrededor, mi beta se acercó, su expresión seria contrastando con el ambiente festivo.—¿Seik, tienes un momento? —me preguntó, su voz apenas audible entre las carcajadas de los demás. Delante del resto de la manada, me llamaba Comandante, pero cuando estábamos solos, prefería usar mi nombre de pila, como solía hacerlo cuando éramos niños.—Sí—dije con la voz cansada.—¿Cuáles son los planes del Alfa Axel con la manada Luna Menguante?—dijo con determinación.—No lo sé—dije preocupado. La verdad, no me gustaba tratar con lobos de otras manadas, especialmente con los de Luna Menguante. Aquellos lobos estaban más obsesionados con aparentar riqueza y poder que con el bienestar de su manada.
SEIKSin perder tiempo, salí junto a mis guerreros, dirigiéndonos a la sala de interrogatorios. Carles ya sabía lo que le esperaba: un castigo que no podría eludir. Mi beta hizo un intento de intervenir, extendiendo la mano hacia Carles, pero le lancé una mirada que le indicó que me encargaría yo mismo de la situación. En un abrir y cerrar de ojos, le propiné un golpe contundente en la boca del estómago, haciéndolo tambalear. Su expresión se tornó de incertidumbre a miedo en un instante, y algunos novatos lo miraban con inquietud, sus ojos reflejando una mezcla de temor y sorpresa. En contraste, los guerreros más veteranos se mantuvieron impasibles, rígidos como estatuas, observando la escena con calma. Me acerqué a Carles, inclinándome un poco hacia él y agarrándole del cuello por detrás, mientras hablaba con una voz fuerte y clara.—Parece que no has entendido cómo la manada Sombra Nocturna trata a las hembras.El silencio que siguió fue tan afilado que casi podía cortarse con un c
ARIAEn los últimos días, Melia me ha estado mostrando el territorio de Sombra Nocturna, y parece que le caigo bien. La verdad es que en mi propia manada no tengo una conexión cercana con ninguna hembra, ni siquiera con mi hermana. La mayoría de ellas se reúnen para charlar y compartir, mientras que yo estoy tan absorbida por mis responsabilidades que apenas tengo tiempo para salir con amigos. De alguna manera, esto se siente como unas vacaciones, un respiro del ajetreo habitual. Aunque las reuniones suelen ser agotadoras y tengo que soportar las miradas llenas de desdén que me lanzan los hombres y mujeres lobo de la manada Sombra Nocturna, nunca imaginé que tendría tanto tiempo libre para hacer lo que se me antoje.Pasé varios días deambulando por el territorio de Sombra Nocturna. Nunca imaginé que estuviera tan bien organizada. Estoy sorprendida; el territorio está excepcionalmente cuidado y es hermoso. En cuanto a los habitantes de este lugar, tengo que decir que se ayudan mutuamen
ARIAEl Alfa Axel parecía dispuesto a renovar el tratado con nuestra manada, pero en cuanto le mencioné el problema de la zona irregular, su expresión se endureció. Los ancianos me lanzaron miradas frías, y sin poder evitarlo, un escalofrío recorrió mi espalda. La sala de reuniones se llenaba de murmullos a medida que la tensión se hacía más palpable.—No podemos permitir que esa área siga fuera de control —dije, tratando de mantener la firmeza en mi voz. Pero, a medida que hablaba, noté cómo los ancianos comenzaban a intercambiar miradas. Sus rostros reflejaban descontento, y el ambiente se volvió más pesado.—No veo por qué deberíamos involucrarnos en un problema que no nos concierne —replicó uno de los ancianos, un hombre de voz profunda y porte autoritario. Su tono no dejaba lugar a dudas: no estaba dispuesto a ceder.—Es un riesgo para todos —dije con preocupación—. Si no hacemos nada, podríamos enfrentarnos a…—No es nuestra responsabilidad resolver los problemas de otros —el an
ARIA--Presente-- La sala de banquetes estaba abarrotada de rostros conocidos y desconocidos y un esplendor evidente en cada rincón: grandes candelabros colgaban del techo, lanzando una luz cálida y excesivamente ceremonial, mientras las mesas de madera tallada se alineaban con copas y platos que brillaban como si nunca hubieran sido usados. Cada detalle reflejaba el derroche de una reunión a la que asistían manadas de los territorios vecinos y de algunos más lejanos, cada una ansiosa por demostrar su poderío, especialmente la mía.Yo estaba en medio de todo, abrumada y moviéndome de un lado para otro, como un pollo sin cabeza, porque ¿es evidente, no? estaba trabajando, como siempre. Vestía un sencillo vestido gris que destacaba entre los trajes adornados y llamativos de los invitados, y sin embargo, no me importaba. Cada nombre, cada detalle, todo tenía que ser perfecto o me iban a llover gritos. Fruncí el ceño y seguí tachando nombres, concentrada en esa tarea frustrante,
SEIK No estaba de humor, ya que me habían obligado a asistir al encuentro de manadas, y estos eventos siempre me parecían exasperantes. Estaba distraído, mirando a algunos lobos de la manada Black Wild sin poder evitar rodar los ojos. Eran jóvenes, apenas mayores de edad en su mayoría, y parecían estar hechos de pura adrenalina y poca sensatez. Vestían con lo mínimo, mostrando sus cuerpos musculosos. Al parecer, la idea de recato no estaba en su vocabulario; cualquier excusa era buena para mostrar su cuerpo esculpido. No paraban de murmurar entre ellos y lanzar miradas indiscretas a las hembras de otras manadas. En sus caras se leía esa arrogancia tan característica de los hombres lobos jóvenes que aún no conocían los límites de su propia fuerza. Uno de ellos, con una sonrisa de pícaro, se acercó a una hembra que estaba de espaldas a mí, parada junto a una mesa con comida. Sin previo aviso, le arrebató el dulce que tenía en la mano, llevándoselo a la boca sin perder el tiempo. Él sol
SEIK Mi padre me llamó para que me uniera a él, y no tuve más remedio que obedecer. Me condujo a una amplia sala donde nos esperaban el Alfa de Luna Menguante y su heredero. El Alfa Lucciano era un hombre imponente. Me saludó alzando una mano y esbozando una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Su heredero me pareció un hombre lobo arrogante con una sonrisa altanera, me observó de arriba a abajo, como si me estuviera evaluando. Poco después, se unió el Alfa de la manada Black Wild, un hombre lobo casi anciano con una mirada pícara. El Alfa Lucciano no escatimaba esfuerzos en halagar a mi padre, aunque sus ojos brillaban con un interés calculado. Sé lo que quiere, quiere tenernos como aliados para usarnos como perros de caza. Somos una manada fuerte, con recursos abundantes y guerreros bien entrenados. Estos dos últimos años, han sido un verdadero desafío. Los Rogues no nos han dado tregua, atacaban con frecuencia, obligándonos a mantener guardias casi constantes y a patrullar el ter