Capítulo 3

ARIA

A la mañana siguiente, recibí la visita de mi maestro. Él quería encontrar una manera de realizar la ‘misión’ que me habían encomendado sin que mi vida dependiera de ello.

— Escucha Aria, el Alfa Lucciano está desesperado por ‘llevarse bien’ con la manada Sombra Nocturna. Sabe que son buenos guerreros y que el dinero no les importa. Lo que ellos valoran es la fuerza, la lealtad y la seguridad de su territorio.

—Pero... ¿por qué tanto interés en ellos? —insistí, notando cómo sus palabras me ponían cada vez más inquieta.

—Porque son nuestros vecinos y, si algún día decidieran ocupar nuestro territorio y desafiarnos, créeme, ellos ganarían—. El maestro hizo una pausa para que asimilara sus palabras.

— El Alfa quiere evitar un conflicto y asegurarse de que, si ocurre algo en la zona irregular, los tengamos de nuestro lado. Bueno, sinceramente... quiere usarlos como perros de caza. Así que, si llegas a negociar con ellos, ofrece lo que sea necesario para renovar el tratado. Proporcionales algo que los motive: puede ser acceso a nuestros recursos, el compromiso de apoyo en caso de necesidad...

Su preocupación por mí era innegable; no aprobaba en absoluto que yo emprendiera esta misión.

—Creo que, si logras no meterte en problemas, puede ir bien las negociaciones. He estado estudiando sus leyes y a los hombres y mujeres lobo más importantes de la manada Sombra Nocturna. La verdad es que no sabemos mucho sobre ellos; solo he podido averiguar que son los guerreros más fuertes, apenas se mezclan con los demás. Antiguamente, firmaron un tratado de paz con nuestra manada porque la hija del beta de aquella época se casó con el Alfa de su manada. Nadie sabe con certeza cómo se formó esa alianza matrimonial o si fue por amor…

—Ya veo... —dije, asimilando la información.

—Ese trato nos ha beneficiado hasta ahora, pero nuestro alfa está intranquilo, ya que el tratado va a expirar pronto y quiere usarlos—explicó mi maestro, frunciendo el ceño.

—¿Hay algo que te preocupa? —pregunté, aunque en el fondo sabía que había más detrás de su mirada.

—Si no tienes éxito, te echarán la culpa —respondió con seriedad, su tono grave resonando en la sala. Me sentí como si un peso hubiera caído sobre mis hombros.

—¿Cómo es eso posible? —inquirí, sintiendo un nudo en el estómago—. No es mi culpa si Sombra Nocturna rechaza la oferta.

—Lo sé, Aria. Creo que la manada te ha enviado como cabeza de turco. Si no logras convencer a los hombres lobo de Sombra Nocturna, dirán que es tu culpa y se lavarán las manos—. Se inclinó hacia mí, su expresión reflejando la gravedad de la situación.

—Gracias maestro, por venir a ayudarme y por todo lo que haces por nosotras. Quiero pedirte un favor… En mi ausencia, cuida de mi madre y de Marcus…

Al cabo de un rato, mi maestro se fue, dejándome sumida en mis pensamientos. No pasó mucho tiempo antes de que mi hermana apareciera, abriendo la puerta de mi habitación con una expresión difícil de leer. Mi hermana Marlene era la chica perfecta, o al menos eso decían todos los lobos jóvenes… y no tan jóvenes. Era la hembra más cotizada, mientras que yo, bueno, yo era la hermana “mediocre”.

No me consideraba fea, pero tampoco especialmente guapa. Simplemente, era una más. Claro, al lado de la mejor hembra de la manada, cualquiera parecía un espantapájaros. Tenía una melena larga y oscura, y un cuerpo con curvas… quizás demasiadas, y no de las “buenas”, porque no es que tuviera un pecho generoso. Al parecer, logré quedarme con el peor de cada progenitor: facciones que no son feas, pero que tampoco le harían girar la cabeza a nadie. Si me miro con optimismo, lo único que realmente me gusta de mí son mis orejas pequeñas, y bueno… mi trasero.

Finalmente, mi hermana, me dedicó una sonrisa, algo más cálida de lo que esperaba, y dijo:

—Bueno, hermana… que tengas suerte en tu misión. Espero que vuelvas entera.

No estaba segura de si era una muestra de apoyo sincera o era ironía y deseaba verme mal. Aun así, era lo más cercano a un “buena suerte” que había escuchado de alguien de mi familia.

Los días pasaron rápidamente. Mi padre, Orion, me permitió ver a mi madre para despedirme. Ella vivía sola en esta cabaña apartada, un refugio que se había convertido en su prisión. La decisión de su padre de aislarla del resto de la manada pesaba sobre ella como una sombra.

Al entrar en la cabaña, la atmósfera era densa, como si las paredes mismas absorbieran su soledad Cuando le expliqué lo que había pasado, su rostro se transformó, la preocupación surgió en sus ojos como un mar embravecido. Su angustia se hizo palpable y preguntó:

—Aria, ¿estás segura de que quieres hacer esto? —preguntó, su voz temblando ligeramente .—Estoy harta de esta manada...Podríamos intentar escapar... —comenzó a divagar pero yo la interrumpí.

—¡No, madre! Eso no funcionará. Irán a por nosotras...Voy a hacerlo, y si todo sale bien, quizás podría pedirle al Alfa una recompensa. No te preocupes, el maestro me ha estado preparando.

—Hija, solo estoy preocupada por ti. Si no lo consigues, tu padre podría aprovechar la situación para aislarte como hizo conmigo o hacerle algo a Marcus. Yo…

—Mamá, todo va a salir bien —le aseguré, intentando infundir un poco de confianza, aunque en el fondo sabía que su miedo era válido.

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