ARIA
La voz firme del alfa me arrancó de mis pensamientos...
—Hemos pensado que sería lo mejor mandar a Aria, junto con algunos guerreros, para visitar la manada Sombra Nocturna y convencerles para renovar el tratado de paz entre las dos manadas. Necesitamos tenerlos de nuestro lado para pedirles que se hagan cargo de proteger el territorio colindante a la zona irregular.
La zona irregular, es un denso bosque de árboles torcidos y retorcidos que se entrelazan con espesas brumas que apenas dejaban entrever el suelo en que crecen una gran cantidad de plantas de acónito. Estas características del terreno hacían que cada paso fuera una trampa potencial para los guerreros y rastreadores. Algunos rogues se escondían en la zona irregular pudiendo así saquear y matar a los comerciantes y otros lobos que pasaban cerca. Por lo tanto, el terreno colindante a la zona irregular se había vuelto cada vez más difícil de proteger. Con el dinero escaseando, las patrullas se veían reducidas y la manada no podía mantener una vigilancia constante de las zonas comerciales. Los negocios estaban sufriendo pérdidas y muchos hombres y mujeres lobo habían sido asesinados.
Mis pensamientos giraban a mil por hora. '¿Yo? ¿Encargada de negociar con otra manada?' La idea era tan absurda. ¿Acaso era yo algún tipo de loba diplomática o algo así? Si lo soy, desde luego no lo sabía, y en mi sueldo no se ve reflejado. Porque eso es lo que todos necesitamos, ¿no? Una loba sin autoridad ni habilidades diplomáticas que se atreve a pedir ayuda a la manada más intimidante de todas'.
Esta situación parece una broma de mal gusto, porque digamos que voy al territorio de Sombra Nocturna, ¿cómo convenzo a los líderes de su manada, esos lobos conocidos por su fama de ser difíciles de tratar y, digamos, un poco... sanguinarios?' ¡Hola, amigos! ¿Qué tal si se hacen cargo de la zona irregular?'.
Lo sabía: este era un sacrificio disfrazado de misión. En el fondo, todos entendían que enviarme era una forma de lidiar con un problema sin que nadie se comprometiera realmente. Si las cosas iban mal, bueno, al menos perderían a una loba que no aportaba nada a la manada.
Un grito ensordecedor me sacó de mi ensimismamiento. Era la voz de mi maestro, que clamaba “¡No!” con todas sus fuerzas, como si intentara detener lo inevitable. La escena que se desarrolló a continuación fue un choque de voluntades: el Alfa, enfurecido, lo agarró del cuello, mientras la rabia encendía el rostro de mi maestro.
—Ella hará lo que le diga su Alfa —tronó la voz de mi padre, cargada de autoridad.
—¡No puede ser, Beta! Ella no es diplomática ni tiene experiencia… solo es mi ayudante, una becaria. ¿Acaso no hay nadie mejor preparado para esta misión?.
—Se hará lo que yo diga —sentenció el Alfa, con una frialdad implacable.
El ambiente se volvió tenso cuando el Alfa golpeó a mi maestro en el estómago, un recordatorio brutal de que ningún hombre lobo de la manada se atrevería a contradecir sus decisiones, ni siquiera alguien tan respetado como él. Por primera vez en toda la reunión, sentí el miedo apoderarse de mí. Oscuros pensamientos cruzaron mi mente: si me atrevía a decir que no, ¿cuáles serían las consecuencias para las personas que quería?. De algo estaba segura: mi madre y el cachorro sufrirían las consecuencias si me niego a hacerlo.
La tristeza en los ojos de mi maestro me hizo comprender que el Alfa no estaba pidiendo permiso; simplemente estaba informando sobre lo que ya había decidido.
Me armé de valor y, con una calma que apenas sentía, dije que lo haría. En la sala se hizo un silencio sepulcral, mi padre y hermano me miraron de reojo, como si estuvieran sopesando las posibilidades de mi locura. Mi maestro iba a decir algo, pero se quedó callado. En el fondo sabíamos que huir solo traería consecuencias. Bueno, si esto sale mal, siempre puedo ofrecerme como la nueva mascota de Sombra Nocturna. '¡Al menos así me aseguraré de que me maltraten en lugar de acabar muerta!' pensé para mí misma.
ARIAA la mañana siguiente, recibí la visita de mi maestro. Él quería encontrar una manera de realizar la ‘misión’ que me habían encomendado sin que mi vida dependiera de ello. — Escucha Aria, el Alfa Lucciano está desesperado por ‘llevarse bien’ con la manada Sombra Nocturna. Sabe que son buenos guerreros y que el dinero no les importa. Lo que ellos valoran es la fuerza, la lealtad y la seguridad de su territorio.—Pero... ¿por qué tanto interés en ellos? —insistí, notando cómo sus palabras me ponían cada vez más inquieta.—Porque son nuestros vecinos y, si algún día decidieran ocupar nuestro territorio y desafiarnos, créeme, ellos ganarían—. El maestro hizo una pausa para que asimilara sus palabras.— El Alfa quiere evitar un conflicto y asegurarse de que, si ocurre algo en la zona irregular, los tengamos de nuestro lado. Bueno, sinceramente... quiere usarlos como perros de caza. Así que, si llegas a negociar con ellos, ofrece lo que sea necesario para renovar el tratado. Proporcio
ARIA Me esperaba un viaje de aproximadamente siete horas hasta el territorio de Sombra Nocturna, y, aunque intentaba mantenerme tranquila, una inquietud persistente me rondaba. Me dirigí al punto de encuentro, donde me esperaban los guerreros de la manada que habían asignado para acompañarme. Al verlos, noté que todos eran novatos, reclutados de familias menos influyentes. Pobres desgraciados… apenas empezaban y ya los mandaban a una misión con alto riesgo. La manada Sombra Nocturna había sido avisada de nuestra llegada con antelación, y en el límite de ambos territorios nos esperaba un grupo de sus guerreros. Su sola presencia imponía respeto. Eran altos, robustos, con miradas frías y calculadoras que reflejaban años de experiencia y entrenamiento. Era como si llevaran la palabra “peligro” grabada en la piel. Sentí cómo mis propios guerreros se tensaban a mi lado; se miraban unos a otros, y sus rostros dejaban entrever una creciente preocupación. Tratando de aliviar el ambiente, so
SEIK Después de la reunión con mi padre, mis compañeros y yo nos dirigimos a la sala de armamento, era un espacio amplio y austero, que albergaba el equipamiento necesario para realizar las inspecciones semanales de nuestro territorio. Mientras el bullicio de risas y planes para la noche resonaba a mi alrededor, mi beta se acercó, su expresión seria contrastando con el ambiente festivo.—¿Seik, tienes un momento? —me preguntó, su voz apenas audible entre las carcajadas de los demás. Delante del resto de la manada, me llamaba Comandante, pero cuando estábamos solos, prefería usar mi nombre de pila, como solía hacerlo cuando éramos niños.—Sí—dije con la voz cansada.—¿Cuáles son los planes del Alfa Axel con la manada Luna Menguante?—dijo con determinación.—No lo sé—dije preocupado. La verdad, no me gustaba tratar con lobos de otras manadas, especialmente con los de Luna Menguante. Aquellos lobos estaban más obsesionados con aparentar riqueza y poder que con el bienestar de su manada.
SEIKSin perder tiempo, salí junto a mis guerreros, dirigiéndonos a la sala de interrogatorios. Carles ya sabía lo que le esperaba: un castigo que no podría eludir. Mi beta hizo un intento de intervenir, extendiendo la mano hacia Carles, pero le lancé una mirada que le indicó que me encargaría yo mismo de la situación. En un abrir y cerrar de ojos, le propiné un golpe contundente en la boca del estómago, haciéndolo tambalear. Su expresión se tornó de incertidumbre a miedo en un instante, y algunos novatos lo miraban con inquietud, sus ojos reflejando una mezcla de temor y sorpresa. En contraste, los guerreros más veteranos se mantuvieron impasibles, rígidos como estatuas, observando la escena con calma. Me acerqué a Carles, inclinándome un poco hacia él y agarrándole del cuello por detrás, mientras hablaba con una voz fuerte y clara.—Parece que no has entendido cómo la manada Sombra Nocturna trata a las hembras.El silencio que siguió fue tan afilado que casi podía cortarse con un c
ARIAEn los últimos días, Melia me ha estado mostrando el territorio de Sombra Nocturna, y parece que le caigo bien. La verdad es que en mi propia manada no tengo una conexión cercana con ninguna hembra, ni siquiera con mi hermana. La mayoría de ellas se reúnen para charlar y compartir, mientras que yo estoy tan absorbida por mis responsabilidades que apenas tengo tiempo para salir con amigos. De alguna manera, esto se siente como unas vacaciones, un respiro del ajetreo habitual. Aunque las reuniones suelen ser agotadoras y tengo que soportar las miradas llenas de desdén que me lanzan los hombres y mujeres lobo de la manada Sombra Nocturna, nunca imaginé que tendría tanto tiempo libre para hacer lo que se me antoje.Pasé varios días deambulando por el territorio de Sombra Nocturna. Nunca imaginé que estuviera tan bien organizada. Estoy sorprendida; el territorio está excepcionalmente cuidado y es hermoso. En cuanto a los habitantes de este lugar, tengo que decir que se ayudan mutuamen
ARIAEl Alfa Axel parecía dispuesto a renovar el tratado con nuestra manada, pero en cuanto le mencioné el problema de la zona irregular, su expresión se endureció. Los ancianos me lanzaron miradas frías, y sin poder evitarlo, un escalofrío recorrió mi espalda. La sala de reuniones se llenaba de murmullos a medida que la tensión se hacía más palpable.—No podemos permitir que esa área siga fuera de control —dije, tratando de mantener la firmeza en mi voz. Pero, a medida que hablaba, noté cómo los ancianos comenzaban a intercambiar miradas. Sus rostros reflejaban descontento, y el ambiente se volvió más pesado.—No veo por qué deberíamos involucrarnos en un problema que no nos concierne —replicó uno de los ancianos, un hombre de voz profunda y porte autoritario. Su tono no dejaba lugar a dudas: no estaba dispuesto a ceder.—Es un riesgo para todos —dije con preocupación—. Si no hacemos nada, podríamos enfrentarnos a…—No es nuestra responsabilidad resolver los problemas de otros —el an
ARIA--Presente-- La sala de banquetes estaba abarrotada de rostros conocidos y desconocidos y un esplendor evidente en cada rincón: grandes candelabros colgaban del techo, lanzando una luz cálida y excesivamente ceremonial, mientras las mesas de madera tallada se alineaban con copas y platos que brillaban como si nunca hubieran sido usados. Cada detalle reflejaba el derroche de una reunión a la que asistían manadas de los territorios vecinos y de algunos más lejanos, cada una ansiosa por demostrar su poderío, especialmente la mía.Yo estaba en medio de todo, abrumada y moviéndome de un lado para otro, como un pollo sin cabeza, porque ¿es evidente, no? estaba trabajando, como siempre. Vestía un sencillo vestido gris que destacaba entre los trajes adornados y llamativos de los invitados, y sin embargo, no me importaba. Cada nombre, cada detalle, todo tenía que ser perfecto o me iban a llover gritos. Fruncí el ceño y seguí tachando nombres, concentrada en esa tarea frustrante,
SEIK No estaba de humor, ya que me habían obligado a asistir al encuentro de manadas, y estos eventos siempre me parecían exasperantes. Estaba distraído, mirando a algunos lobos de la manada Black Wild sin poder evitar rodar los ojos. Eran jóvenes, apenas mayores de edad en su mayoría, y parecían estar hechos de pura adrenalina y poca sensatez. Vestían con lo mínimo, mostrando sus cuerpos musculosos. Al parecer, la idea de recato no estaba en su vocabulario; cualquier excusa era buena para mostrar su cuerpo esculpido. No paraban de murmurar entre ellos y lanzar miradas indiscretas a las hembras de otras manadas. En sus caras se leía esa arrogancia tan característica de los hombres lobos jóvenes que aún no conocían los límites de su propia fuerza. Uno de ellos, con una sonrisa de pícaro, se acercó a una hembra que estaba de espaldas a mí, parada junto a una mesa con comida. Sin previo aviso, le arrebató el dulce que tenía en la mano, llevándoselo a la boca sin perder el tiempo. Él sol